Bismillahi
Rahmani Rahim
Nació en Mostaganem (Argelia)
el año 1869. Su familia era modesta pero distinguida. Su nombre, tal como
figura en la mayoría de sus libros, era: Abu al-´Abbas Ahmad al-´Alawi.
Fue su padre el que le enseñó a
leer y a escribir iniciándolo en el estudio del Qur’an. Pero esas lecciones
duraron poco tiempo. Debido a la extrema pobreza de la familia, tuvo que
empezar a trabajar siendo aún muy joven, primero como zapatero, después en una
pequeña tienda. Durante su tiempo libre asistía a una serie de lecciones sobre
Tawhid que se impartían en una de las mezquitas de la ciudad.
Su padre murió cuando él apenas
tenía dieciséis años de edad. Poco después se adhirió a la Tariqa ‘Isawiyya y
adquirió una gran maestría en la taumaturgia de ese método sufi. Pero no tardó
en poner en duda el valor espiritual de esas prácticas que habían degenerado en
puro exhibicionismo. Dejó de asistir a las reuniones de los ‘isawa aunque
continuó ejercitándose en las invocaciones de la Tariqa y encantando serpientes,
hasta que entró en contacto con el que habría de ser su verdadero maestro, Sidi
Muhammad al-Buzidi (Buçaidi), sheykh de la Tariqa Darqawiyya. Cuando al-Buzidi
conoció al-‘Alawi y supo de su arte le pidió que trajera una serpiente y la
encantara ante él. Cuando hizo lo que el sheykh le había pedido, éste le dijo
que no volviera a hacerlo jamás, y que en su lugar amaestrara otra serpiente
más turbulenta y venenosa: el Nafs, el propio ego, aquello que hay dentro del
ser humano y que lo destruye totalmente. Impresionado, al-‘Alawi le pidió que
le admitiera como discípulo. Al-Buzidi lo admitió en la Tariqa Darqawiyya,
prohibiéndole que continuara asistiendo a los cursos sobre Tawhid, tema
demasiado trascendental para una comprensión puramente exterior o mental,
exigiendo, en realidad, un entendimiento interior o intelectual que despierta
al concentrarse sobre la invocación del Nombre de Allah (Dzikrullah). Cuando
al-‘Alawi hubo alcanzado otra percepción, su sheykh le autorizó a retomar las
lecciones, una vez abierta la capacidad intuitiva de su inteligencia. Al
cumplir los veinticinco años, al-Buzidi lo nombró muqaddam permitiéndole con
ello iniciar en la Tariqa a todo aspirante al que juzgara digno.
A la muerte del sheykh al-Buzidi,
quince años más tarde, en el 1909, los miembros de la Tariqa insistieron a Ahmad
al-‘Alawi para que fuera su nuevo sheykh. Fue así como sustituyó a al-Buzidi al
frente de la Tariqa de los darqawa.
En 1914 decidió independizar su
zawiya de la zawiya-madre de los darqawa marroquíes y la nueva rama fue llamada
Tariqa ‘Alawiyya Darqawiyya Shadiliyya. Una de las razones de esta “ruptura”
fue que él sintió la necesidad de introducir en su método la práctica del
retiro (jalwa) en una habitación aislada y bajo su estricta vigilancia, considerándolo
más adecuado y afectivo para alcanzar la absoluta concentración del aspirante,
en lugar de hacerlo en parajes naturales según la práctica habitual de los
darqawa.
Su fama se extendió pronto por
todo el Norte de África y no tardaron en llegar hasta él discípulos de todas
partes que deseaban recibir su instrucción en la ciencia del sufismo. Una gran
zawiya fue levantada frente al mar en Tiÿit, barrio musulmán de Mostaganem. Sheykh
Ahmad al-‘Alawi, heredero de una sabiduría ancestral, fue el representante más
eminente del sufismo de su época y considerado por muchos como el muÿaddid
(renovador, revitalizador) del Islam del siglo XIV de la era musulmana.
Inevitablemente, entró en
conflicto con los enemigos del sufismo, en especial con los miembros del grupo
“reformista” de la salafiyya. Como una especie de antídoto a sus ataques, el Sheykh
al- ‘Alawi decidió publicar una revista semanal, “al-Baläg”, en la que al lado
de la apología del sufismo, criticó a los pretendidos “reformistas” por su
sumisión continua al mundo occidental a expensas del Islam, defendió la
importancia del árabe como vehículo de conocimiento y reprochó la
occidentalización de las costumbres. Debido a sus ataques a la política
colonialista de los franceses y a que Abdelkerim estuvo entre sus discípulos,
las autoridades francesas impusieron restricciones a sus movimientos.
A su muerte, en 1934, tenía
unos doscientos mil alumnos, y sus zawiyas se extendían por todo el Maghrib,
Siria, Palestina, Egipto, Yemen, Etiopía e incluso Europa (París, Marsella, La
Haya, Cardiff). Sus numerosos discípulos yemeníes, muchos de ellos marineros,
fueron uno de los factores en la rápida difusión de la Tariqa ‘Alawiyya por
diversos puertos.
Sheykh Sidi Ahmad al-‘Alawi fue
un hombre culto, gustaba de la poesía y, según el testimonio de muchos europeos
que lo conocieron, la fuerza de su personalidad era extraordinaria, su
creatividad imparable, y su amor al saber no conocía límite. A. Berque, en una
de sus obras, escribe de él: “Fue amante de la investigación metafísica hasta
el final de sus días. Pocos problemas hay que no haya abordado, apenas hay
ninguna filosofía cuya sustancia no haya extraído”. Esta amplitud intelectual
iba a la par con una ferviente lealtad al Islam: insistía a sus discípulos para
que rindiesen justicia al aspecto exterior del Islam, a su método y a su
realidad interior. Sus escritos, así como sus poemas, contienen formulaciones
magistrales de esos tres ámbitos indisociables.
Vínculo relacionado: Cualidades del Maestro Espiritual
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