lunes, 25 de diciembre de 2017

Sufismo en el Turkestán chino


Islamización y derviches marginales
(qalandaríles, malamatíes, yasawíes y uwaysíes)

Los derviches marcaron por lo menos de dos maneras el destino de Turkestán oriental, una región habitada por pueblos turcófonos situada al noroeste de China e incorporada al imperio chino a mediados del siglo XVIII, que en el XX pasó a ser provincia china con el nombre de Sinkiang (o Xinjiang): en primer lugar, con su acción de misioneros y activos propagadores­ del islam, y además por su influencia política sobre los sobe­ranos musulmanes de estos lugares, cuando no tenían ellos mismos el poder. Como resultado de su propaganda, los pueblos turcófonos fueron poco a poco sus antiguas religiones (animismo, chamanismo, ­budismo) y se hicieron musulmanes, pero conservando ciertos elementos que han impregnado sus prácticas hasta hoy. La historia de la mística islámica en el Turkestán chino hay que entenderla en relación con el resto de Asia central, dado que la mayoría de los derviches que llegaron allí eran oriundos de Transoxiana (Bujará, Samarcanda, etc.).

Podemos seguir el rastro de los musulmanes desde el siglo X, cuando se constituyó el primer reino musulmán de Asia central, en una época en que el imperio samaní de Irán imponía su ley cultural en la región. Fue en la segunda mitad de este siglo cuando las tribus turcas abrazaron el islam, durante el reinado del karajaní Satuq Qara Jan (m. 955). Este último, que había establecido su capital en Kashgar, según la leyenda fue convertido a la religión del Profeta por un derviche originario de Transoxiana, Abu Nasi Samani. Pero debemos considerar con cierta reserva los hechos relatados en la gesta de Satuq Bughra Kan, una epo­peya famosa en Turkestán oriental, en la que el soberano Satuq Qara Jan aparece como un gran místico y un «guerrero de la fe» (ghazi). Esta leyenda tuvo mucha influencia en el desarrollo de la mística islámica de Turkestán oriental, y el mausoleo de Satuq Qarajan, en Artush (alrededor de Kashgar) es todavía hoy uno de los lugares santos más venerados en esta parte del mundo musulmán, al que acudieron y siguen acudiendo peregrinos y sufíes. No cabe duda de que la propaganda de los primeros mercaderes musulmanes y misioneros sufíes dio sus frutos; por otro lado, a partir de esta época la labor de los derviches entre los turcos se intensificó, y comprobamos que el número de chamanes y budistas disminuye en provecho de los místicos de la nueva religión.

Es difícil poner un nombre a las primeras formas de sufismo que surgieron en estos lugares a mediados del siglo X. La primera gran cofradía centroasiática, la Yasawiya, no apareció hasta mediados del siglo XII en Yasi, Turkestán (actual Kazajstán). Los derviches de esta época debían de parecerse a los que describe Farid adDîn Attar en la conocida obra hagiográfica Tazkarat alawliya (siglo XII): sufíes sin afiliación precisa, seguramente influidos por la Malamatiya de Jurasán, y quizá por la karramiya, que estaba bien representada en Transoxiana (Samarcanda, Farghana). En efecto, varios hagiógrafos mencionan la llegada de los sufíes ­iraníes procedentes de Jurasán (noreste de Irán) a la región de Farghana, junto al Turkestán oriental. La primera forma de sufismo fácil de identificar que aparece en Turkestán oriental es la Qalandariya, un misticismo marginal, anticonformista y heterodoxo, que la historia suele relacionar erróneamente con la Malamatiya —más bien se trata de una "perversión" de esta última—. La confusión ha existido, y ciertos sufíes respetuosos de las Escrituras aparecen a veces como qalandaríes. De hecho, según las regiones del mundo islámico, el término qalandar podía caracterizar conductas diametralmente opuestas.

En Turkestán oriental, al parecer, el qalandarí era un sufí a medio camino entre el monje budista o el chamán turco y el místico musulmán propiamente dicho. En los qalandaríes del siglo XIII, lo mismo que en los actuales, se advierte un sincretismo religioso muy evidente. El modo de vida y mu­chas de las prácticas de estos sufíes son una réplica de los de las comunidades de ascetas budistas. En realidad el budismo no fue totalmente barrido por el islam, y en algunas regiones de Turkestán las dos religiones llegaron a convivir. En 1419 el país de los uigures (Turfan y el valle del río Tarim) era mayoritariamente budista, pero también había derviches (como un tal Sufí Ata, de Qara Qosha o Qosho). Los místicos turcos se hicieron eco de ciertas leyendas budistas, y así, en el siglo XIII, una de las cuevas del conjunto de las cuevas-templo búdicas y tántricas situadas junto a la antigua capital de los uigures, Qosho, fue recuperada por la tradición qalandarí, que la convirtió en la tumba de los "siete qalandaríes"­, (Yiti qalandar) y en un convento. Otros dos enclaves de Tur­kestán oriental eran conocidos a principios de siglo con el nombre de Yiti qalandar, y también había una tumba de un tal Shah Qalandar (cerca de Korla). El explorador inglés Aurel Stein, que a principios de siglo dedicó a buscar las antiguas ciudades budistas perdidas en el de­sierto de Talda Makan, confesó que casi siempre las había localizado gra­cias al hecho de que en las inmediaciones había tumbas de santos mu­sulmanes. La Qalandariya hizo gala de este sincretismo no sólo con las otras religiones, sino también en el seno del islam, y absorbió otras co­fradías místicas afines, o incluso órdenes ultraortodoxas como la Naqshbandiya, o se fundió con ellas.

La historia nos enseña que la combinación YasawiyaQalandariya es una de las principales características de la mística musulmana en Turkestán oriental. En esta región la Yasawiya aparece partir del siglo XIII. Según el biógrafo turco Ali Shir Nawai un miembro de esta orden, Kishing Ata, en fecha no precisada pero anterior al siglo XIV, tuvo numerosos discípulos en la propia China. Su tumba se encontraba en este país. La obra poética del fundador de la orden, (m. 1187), los Hikmet, es una de las preferidas de los qalandaríes. Esta poesía es cantada en unas reuniones donde también se baila y se recita el dhikr. En todas las épocas, los viajeros oc­cidentales que recorrieron Turkestán oriental hablaron de sus encuentros con los qalandaríes. Uno de ellos escribió en el siglo XIX que también les llamaban Yarr a causa de su dhikr ruidoso (del árabe yahri).

En Turkestán oriental hubo otra corriente sufi por la que pudieron tener afinidad los qalandaríes: los uwaysíes. Pero el término uwaysi, en la mística musulmana, designa uno de los rangos más elevados de la jerarquía mística, el de los derviches perfectos, instruidos directamente por el espíritu del Profeta, y no por un maestro terrenal. No está claro que se constituyera una orden sufí con este nombre; más bien parece que se trataba de una corriente mística. Sea como fuere, a un tal Qoya Muhammad Sharif, de Samarcanda, se le atribuye la fundación de esta cofradía en Kashgar a mediados del siglo XVI. Se dice que fue iniciado en esta doctrina por el espíritu del soberano y santo Satuq Bughra Jan, y que Qoya Muhammad Sharif reactivó el culto a su santo patrón en Kashgar. En el siglo XVII-XVIII uno de los más famosos poetas místicos del Rurkestán chino, afín a los qalandaríes, Muhammad Sadiq Zalili, muy apreciado también hoy, dijo pertenecer a esta corriente. En su poesía honra a Satuq Bughra Jan y a Qoya Muhammad Sharif; también menciona a Ahmad Yasawi y habla de su estancia en los conventos sufíes de Turkestán oriental. Otro místico venerado en esta región se sitúa en la confluencia de las tradiciones qalandari, malamatí y yasawí: se trata de Shah Mashrab (1659-1711), natural de Andiyan (Ferghana), cuya poesía mística es célebre en toda Asia central. Recorrió Turkestán e India, y su poesía es muy apreciada por los qalandaríes, pero fue perseguido por otros sufíes que le consideraron impío. En Turkestán oriental la importancia de la poesía y la literatura mística es tan grande que en los siglos XIX y XX los libros sufíes se leían y estudiaban incluso en las escuelas islámicas oficiales, las madrasas. En ellas no podían faltar los Hikmet de Ahmad Yasawi ni las poesías del sufí Allah Yar (otro poeta muy apreciado por los qalandaries), autores místicos leídos sobre todo en el área centroasiática.

Complicidad con la política e imperio de la sharî’a (la Naqshbandiya)

A partir del siglo XIV, y aunque siguieron existiendo las corrientes místicas mencionadas —más bien entre los nómadas, lejos de los centros urbanos— se desarrolló una nueva forma de sufismo fuertemente vinculada a la ortodoxia islámica, la Naqshbandiya. A esta cofradía se debe en parte, a través de la dinastía timurí de Samarcanda, la islamización casi total del Turkestán oriental (siglo XVI), con intentos de penetración en el Tibet. La operación corrió a cargo de los enviados del famoso sheykh de Samarcanda Ubaydullah Ajrar. Pero el sufismo empezó a desempeñar un papel francamente político e incluso económico en el siglo XVI, con la llegada al poder en Kashgar de la familia de los Majdumzada o jodya (maestros), soberanos todopoderosos del país de las "seis ciudades", (Kashgar, Yarkand, Jotan, Aqsu, Kusha y Turfan). Dos linajes de esta familia oriunda de Transoxiana, descendientes de Ubaydullah Ajrar, se disputaron el control de Turkestán oriental: los Ishaqiyas y los Afaqiyas.

Con la llegada al poder de una dinastía de soberanos naqshbandíes se aceleró y completó el proceso de transformación de un país con un código de valores heredado de la estepa, en un país regido por los mandamientos del islam. Al mismo tiempo, el poder político, que había pertenecido a los descendientes de Gengis Khan, pasó con los Majudumzada a tener unos jefes dotados de legitimidad religiosa, que se proclamaban descendientes del Profeta y de Satuq Qara Jan. De este modo, en el siglo XVI el islam fue un factor unificador, y la Naqshbandiya el instrumento, bracchio forte, de esta política. También data de esta época la implantación duradera de la Naqshbandiya, desde Asia central hasta la población musulmana sinófona de China. Un descendiente de Majdumzada, Afaq Joya (m. 1694) fue, junto con los jeques árabes de Yemen, el iniciador de las principales figuras chinas de la Qadiriya y la Naqshbandiya. La dinastía de los Majdumzada (el linaje de los Afaqiyas) reinó en Turkestán oriental, convirtiéndolo en un estado casi sufí, hasta la ocupación china de 1759, y luego pasó a la oposición, desde donde organizó varios le­vantamientos contra el estado chino hasta mediados del siglo XIX. Otras ciudades de Turkestán oriental (Kusha, Yarkand, Urumshi, Jotan) también fueron escenario de violentos movimientos de rebelión religiosa, casi siempre encabezados por jeques naqshbandíes. La generalización de estas rebeliones fue la causa de la retirada china de Turkestán oriental a mediados del siglo XIX.

En 1869, cuando Kashgaria recuperó la independencia, el último sufí del linaje de los Afaquiyas (Burzug Jan) fue derrocado por un militar, Yaaqub Jan, que se proclamó emir de Kashgaria e impulsó la sharia en todo el territorio. Consciente de la situación precaria del emirato, arrin­conado entre los británicos de la India, los rusos, cada vez más presentes en las llanuras kazajas yTransoxiana, y los chinos por el este, Yaaqub Jan decidió jugar la carta del panislamismo y se acercó al poderoso imperio otomano, llegando a reconocer la soberanía del sultán. La Naqshbandiya, que siempre había estado presente en la política religiosa del emirato, desempeñó en esta época un papel nuevo por mediación del sobrino del emir, miembro de la orden, que fue emisario y diplomático, y supo sacar partido de las cofradías sufíes radicadas en India, Turquía y Turkestán oriental. Los correligionarios sufíes de Estambul contribuyeron a que el enviado extraordinario de Yaaqub Jan ante el sultán obtuviera el apoyo incondicional de los otomanos, que enviaron consejeros militares a Kashgaria. El emisario del emir era muy respetado en los círculos místicos de Estambul, y destacó como comentador de los grandes autores místicos como lbn ‘Arabî e Ibrahim Iraqi. Tras la caída del emirato de Kashgaria, invadido por el ejército chino, y la muerte del emir en 1877, Yaaqub Jan Tore se refugió en la India entre los derviches, y se dedicó por completo a la enseñanza y el estudio del sufismo.


Tenemos pocos datos sobre la situación del sufismo en Turkestán oriental a principios del siglo XX y durante la república popular china. El poder comunista no fue muy condescendiente, y aún hoy fustiga a los maestros sufíes, tachándoles de ignorantes, fundamentalistas religiosos y agitadores. De todos modos sabemos que la Qalandariya sigue activa (en 1994 conocí a un qalandarí en Urumshi), y que la Naqshbandiya es más fuerte que nunca, sobre todo en los oasis del sur, en Yangishahr, Yarkand y Jotan. Un amigo uigur, refugiado en Tashkent, me ha asegurado que en los años cincuenta aún quedaban derviches yasawíes en la región de Kulsha. Actualmente un sufí casi nunca es designado con este término (supi en lengua uigur), sino con el de pir (viejo maestro) y sobre todo el de ishan. Según recientes trabajos etnográficos (1993) de un investigador uigur, los ishan, sobre todo naqshbandíes, constituyen una fuerza bien organizada, con una importante red de mezquitas y kanaqa, y sus discípulos (murîd) se mantienen más que nunca en secreto. Por otro lado, la literatura sufí no ha sido prohibida por las autoridades chinas, a diferencia de lo ocurrido en el Asia central soviética hace varios años. Las obras más leídas son las de los poetas místicos Ahmad Yasawi y Sufi Allah Yar, que se pueden encontrar fácilmente en las librerías de viejo de Kashgar. Los mausoleos de los principales santos sufíes, como los de Satuq Qara Kan y joya Afaq de Kashgar o el de joya Rashidin jan de Kusha, siguen siendo lugares de peregrinación. Los más visitados son el del famoso naqshbandí Afaq joya, en Kashgar, y el de Ordam, entre Kashgar y Yarkand, donde se reúnen miles de peregrinos el mes de muharram. La in­dependencia de las repúblicas vecinas del Turkestán occidental, donde el sufismo, ha sido rehabilitado con entusiasmo, ha alentado las de los turcófonos de Sinkiang, así como la idea de independencia. Los hombres cuentan con más libertad que en la época soviética entre los dos Turkestanes, al igual, sin duda, que las ideas políticas, culturales y... místicas.

Autor: Thierry Zarcone