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miércoles, 18 de enero de 2017

Musicoterapia en el Imperio Otomano


Se sabe que en el Imperio Otomano, que existió de 1299 a 1922 y en su máximo esplendor (entre los siglos XVI y XVII) abarcaba tres continentes, la música fue utilizada para sanar. Los otomanos creían que ciertos tipos de sonidos tenían un enorme poder sanador, además de mantener la salud corporal y mental y acoplar al individuo con su entorno.

Los eruditos otomanos interesados en la música comparaban sus propias prácticas e ideas musicales con las teorías a las que tenían acceso: la turca, la árabe-musulmana y la bizantina. Los otomanos asimilaron elementos de estos legados como base para su propia actividad y creatividad. El que los otomanos no solo dependieran de una tradición sino de tres para utilizar la música en un contexto médico facilitó que aceptaran el concepto teórico y la práctica de la música como terapia.

Como en la medicina galena, el conocimiento musical árabe-musulmán se derivó de traducciones y adaptaciones de escritos griegos. El concepto prevaleciente dentro de las teorías musicales era la creencia en el abrumador poder de la música sobre hombres y animales. La música era aceptada como modelo de equilibro humano, tanto corporalmente como en cuanto al temperamento se refiere. La teoría musical era una forma de poner el mundo en orden, armonía y ritmo. Convertía al universo amorfo e irracional en una realidad manejable, inteligible y menos atemorizante. Sin una teoría así, el mundo parecía en desorden, lleno de grandes dramas y eventos frenéticos controlados por Dios fuera del alcance humano.

El médico otomano del siglo XVI Daud al Antaki incluyó un capítulo sobre la música en su compendio general de medicina, escrito en árabe. Los componentes de la música: la melodía, la armonía y el ritmo, eran utilizados como herramientas de diagnóstico, exactamente como el pulso, para determinar el estado de salud de una persona. Asimismo, la música se utilizaba como cura.

Desde el siglo XV existían tablas detalladas con modos musicales apropiados para cada condición física. De acuerdo con al Antaki, el profesional que debía administrar este tipo de cura era el músico. La tarea del músico era tomar la melodía correcta de un repertorio conocido y aplicarla a circunstancias específicas, ya fuera entretener a una audiencia, calmar los nervios, curar una enfermedad o detener una confrontación.

Al Antaki interpretaba cada una de las ocho escalas musicales de acuerdo con sus atributos médicos y astrológicos, y especificó sus principales influencias en los humanos. Por ejemplo, creía que la escala rast era benéfica para los hemiplégicos, mientras que la escala araq podía curar desequilibrios de humor, enfermedades mentales, vértigo, pleuritis y sofoco.

Los bizantinos, una tercera fuente de influencia intelectual sobre los otomanos, también estaban familiarizados con la musicoterapia. La música con propósitos terapéuticos se utilizaba en los hospitales del imperio bizantino desde el siglo XI. Al menos un observador musulmán, el famoso místico persa al Hujwiri (murió entre 1072 y 1077) narra que la música se utilizaba como terapia en los hospitales bizantinos. Decía que los pacientes eran llevados a un concierto dos veces a la semana y escuchaban instrumentos de cuerdas por el tiempo apropiado para su enfermedad específica.

Por su parte los califas omeyas escuchaban música por razones terapéuticas en sus “días de vino” semanales. El hospital del siglo XIII en Divriği, Anatolia, tenía una fuente cuyas aguas producían un sonido melodioso al caer para los enfermos mentales. En el hospital Mansuri en El Cairo uno de los gastos era para que los músicos entretuvieran a los pacientes todos los días. Un hospital del siglo XIV en Aleppo, Siria, contrataba a músicos que tocaban en los jardines para los internos.

En los hospitales otomanos tocaba la banda militar imperial (mehterhane-i-haqani), además de los músicos contratados por algunas instituciones. Desde la época del sultán Mehmet II, dos grupos militares tocaban para el público todas las mañanas y tardes desde su sede. Uno se encontraba cerca de la Puerta de Hierro (Demirkapı) y la otra en la parte más occidental de la ciudad: la ciudadela de las siete torres (Yediküle).

Existen referencias sobre el uso de la música como procedimiento médico en los hospitales de Beyazid II en Edirne, Mehmet II en Estambul y el del Palacio de Topkapı. Evliya Çelebi insiste en que los hospitales de Mehmet II y Beyazid II invitaban a artistas regularmente para tocar para los enfermos. Evliya era músico y cantante. Fue el compañero (musahib) de Murad IV debido a su habilidad para cantar. Más adelante, acompañó a varios oficiales a lo largo del imperio, en donde solía ocupar el cargo de almuédano (muezzin-başı). Evliya también sabía de teoría musical, por lo que sus comentarios sobre la música tienen un valor especial.

Por su parte el escritor de finales del siglo XVI Mustafa Ali decía que el makam uşşak (literalmente, el makam del amante) era sobrio y que por lo tanto servía para los fumadores de hashish.

No obstante, la músico terapia no era practicada de forma generalizada porque la actitud hacia ella fuera de los círculos médico-filosóficos era ambivalente. En los círculos religiosos, la música era vista con cierta sospecha. El ulema aceptaba el concepto filosófico de que la música puede afectar las emociones, el carácter y hasta las cualidades éticas del oyente.

Este era exactamente el problema: algunos espectadores reaccionan de una manera algo descontrolada al alcanzar el éxtasis, mientras que otros se mantienen tranquilos y contemplativos. Creían que dado que la música puede manipular las emociones, puede convertirse en una herramienta peligrosa y hasta alcanzar proporciones mágicas o demoniacas. El consenso era, por lo tanto, que la música debía ser supervisada y controlada.

Personalmente, yo concuerdo con el místico Hujwiri, que afirmaba que quien negara el poder y placer de la música, era o un mentiroso o un hipócrita.


Fuente: “Ottoman Medicine: Healing and Medical Institutions, 1500-1700” por Miri Shefer Mossensohn.

viernes, 18 de julio de 2014

La licitud de la música en el Islam

Bismillahi Rahmani Rahim

La música es la expresión más natural y espontánea del espíritu humano, expresión que busca manifestar los universos que los hombres atesoran en su interior, y esto mismo equipara la música con el acto creador por antonomasia: la acción desbordante de la belleza divina. Allah Todopoderoso se manifiesta a Sí mismo a través de la belleza en la creación, y la música es un destello revelador de belleza, traductor del ritmo propio de la vida que todo lo anima, y que por ser partícipe de un atributo divino, en esencia es eternidad. Y allí el hombre se puede realizar, puede desarrollar su más íntima trascendencia, puede ser libre de aquello que lo atenaza al suelo de sus mediocridades y angustias, de sus codicias y vanidades, de los ídolos irreverentes que obstaculizan su vuelo natural. La música, intrínsecamente, es una herramienta de emancipación, un prisma donde reflejar la sagrada belleza que nos nutre y sosiega.

Sin embargo, y como estamos involucrados inexorablemente en un ámbito donde las dualidades nos exigen el equilibrio, la música en manos de almas turbulentas y de bajas intenciones, puede convertirse en un medio para la subversión, el desenfreno y la exacerbación de los más viles impulsos propios a los hijos del demonio. Esta clase de música, distorsionado ya su lenguaje original de belleza, se transforma en idioma pasional que nutre la maldad oculta en el hombre y que debe ser erradicada si es su intención alcanzar la meta de su razón de ser en el mundo.

Allah Todopoderoso ha sembrado las semillas de la melodía sagrada que hace del hombre una criatura noble y trascendente. En el Día de las Promesas esa música cautivó los espíritus de los hijos de Adám y hoy, cuando nuestro corazón se expansiona ante la belleza de un sonido agradable, nuestro espíritu recupera aquella sensación primordial de divina embriaguez. Por lo tanto, no debemos permitir que el engaño de almas ciegas y veladas de la belleza real nos tome por asalto el corazón con melodías retorcidas que sólo pueden ser mensajeras del perjuicio y el daño espiritual, encadenándonos a los impulsos más bajos y deshonestos para con nosotros mismos. Debemos recrear nuestros oidos interiores con la luminosidad musical de aquello que nos habla confidencialmente con el lenguaje del alma al desnudo, que nace de su despertar y es resurrección para nuestros sentidos dormidos. Esta música es el toque de despertar a Sí mismo que Allah Todopoderoso imprime en el ser del hombre.

Por lo tanto, como la ley sagrada del Islam permite todo lo que sea bueno para el desarrollo humano, siempre y cuando no suponga una contradicción evidente a los principios elementales del buen vivir acorde al camino espiritual, la música, como arte de la belleza interior, es completamente lícita, ya que favorece la expansión del espíritu y refresca y distiende el corazón.

Hay una música ilícita, claro está, como también hay una interpretación ilícita de la religión que ha dado en generar los extremismos violentos e intolerantes que tanto daño hacen a las apariencias del Islam. Cuando lo bello es burdamente manoseado por los agentes del mal, siempre termina transformándose en un vástago del espanto que produce atracción en las almas débiles y rechazo en las almas luminosas.

Intentemos iluminar nuestras almas con lo bello que Allah Todopoderoso nos ha dispuesto, y tengamos un sólido criterio al contemplar aquello que realmente nos hará progresar en la senda espiritual hacia la Divina Presencia.

De Allah proviene el éxito.

domingo, 18 de mayo de 2014

Acerca de la licitud del canto y la música según el Fiqh del Islam

El gran jurista andalusí Ibn Hazm de Córdoba refuta a aquellos que afirman la ilicitud de la música instrumental.

En el nombre de Allah, Clemente y Misericordioso.

Allah bendiga y salve a nuestro señor Muhammad, a su Familia y a sus Compañeros.

Dice Abû Muhammad Ibn Hazm: Alabado sea Allah, Señor de los mundos. La recompensa será para los hombres piadosos. No habrá dureza más que para los injustos. Allah bendiga a Muhammad, sello de los Profetas.

Y después:

Allah te asista, y también a mí, con Su favor, y nos ayude con Su gracia para reconocer Sus verdades. Tú deseas que te explique si el canto con música instrumental es lícito o ilícito, puesto que nos han llegado algunas tradiciones (ahâdîz) que lo prohíben y otras que lo permiten. Voy a exponer las tradiciones que lo prohíben y señalaré los defectos de que adolecen (‘ilal), y luego registraré las tradiciones que lo permiten y demostraré su autenticidad, si Allah quiere, pues Allah es el que ayuda a encontrar la verdad.

Las tradiciones que lo prohíben son éstas:

1. La que transmitió Sa’id ibn Abí Razin, tomada de su herma no; quien la recibió de Layz ibn Abi Salim, y éste de ‘Abd ar-Rahmân ibn Sábit, y éste de ‘Aisha Madre de los creyentes, y ésta del Profeta - sobre él sea la paz -, quien dijo: Allah ha prohibido las cantoras, ha prohibido venderlas, pagarlas, enseñarles el canto y escucharlas.

2. Transmitió Láhiq ibn Husayn ibn ‘Umar, que Ibn Abû-l-Ward al-Maqdisi refirió lo siguiente: Nos contó Abú-l-Murayyá Dirár ibn Ali ibn ‘Umayr, el qádi al-Yayláni, quien lo tomó de Ahmad ibn Said, y éste de Muhammad ibn Kutayyir al-Himsi, y éste de Faray ibn Faddála, y éste de Yahyá ibn Sa’id; y éste de Muhammad ibn al-Hana Fiyya, y éste de ‘Ali ibn Abi Tálib, lo siguiente: Dijo el Mensajero de Allah: Cuando mi nación practique quince cosas que acarrean la ruina, es decir: cuando sea el dinero todopoderoso; y la lealtad perseguida; y el diezmo forzado; y el hombre se humille a su esposa, y desobedezca a su madre y maltrate a su padre; y se alcen las voces en las mezquitas; y el príncipe del pueblo sea el mayor malvado; y se honre a un hombre por temor al daño que pueda hacer; y se vistan de seda; y se utilicen cantoras e instrumentos musicales; y cuando el último de esta nación maldiga al primero de ella: entonces serán castigados con un viento rojo, transformados en monstruos y aniquilados.

3. Transmitió Abú ‘Ubayda ibn Fudayl ibn ‘Iyád, tomándolo de Abú Said, mawlá de los Banú Hásirn, llamado ‘Abd al-Rahmán ibn ‘Abd Alláh, quien lo recibió de ‘Abd al-Rahmán ibn al-Alá, y éste de Muhammad ibn al-Muháyir, y éste de Kaysán, mawlá de Muáwiya, y éste de Muáwiya, que el Mensajero de Allah - Allah lo bendiga y salve - prohibió nueve cosas, entre ellas el canto (al-giná), el llanto de plañideras, la reproducción de figuras, la poesía, el oro, las pieles de animales, la seda gruesa y la seda fina.

4. Transmitió Salám ibn Miskin, tomándolo de un shaykh que conoció a Ibn Masúd, lo siguiente: El canto (al-giná) engendra descreimiento hipócrita (nifáq) en el corazón.

5. Transmitió ‘Abd al-Malik ibn Habib, tomándolo de ‘Abd al ‘Aziz al-Andalusi, quien lo había recibido de Ismáil ibn Ayas, y éste de Ali ibn Zayd, y éste de al-Qásim, y éste de Abú Umámá, que había oído al Mensajero de Allah decir lo siguiente: No es lícito instruir a las cantoras, ni venderlas, ni comprarlas, ni utilizarlas, pues el lucrarse con ellas es cosa prohibida. Allah reveló esto en Su Libro cuando dice: «Entre los hombres, hay algunos que, faltos de conocimiento, compran relatos de recreo para extraviar a otros del camino de Allah» (Qur’an, 31:5). Y por Aquél en cuyas manos está mi alma, siempre que un hombre levanta su voz con el canto, le acometen dos demonios que con sus pies le golpean pecho y espalda hasta que se calla.

6. También según ‘Abd al-Malik ibn Habib, quien lo había tomado de al-Uwaysi, y éste de ‘Abd Alláh ibn ‘Umar ibn Hafs ibn ‘Asim, el Mensajero de Allah había dicho: Ciertamente el oído del cantor está en la mano de un demonio, que le hace temblar, hasta que se calla.

7. También según ‘Abd al-Malik ibn Habib, quien lo tomó de Ibn Muin, y éste de Músá ibn Ayan, y éste de al-Qásim, y éste de Abú Umáma, el Mensajero de Allah había dicho: Ciertamente Allah prohibió instruir a las cantoras, comprarlas, venderlas y comer con el producto de su precio.

8. Bujári registra lo siguiente: Refiere Hisám ibn ‘Ammár, quien lo tomó de Sadaqa ibn Jálid, y éste de ‘Abd al-Rahmán ibn Yazid ibn Yábir, y éste de ‘Atiyya ibn Qays al-Kilábi, y éste de ‘Abd al-Rahmán ibn Gánim al-Ashari, y éste de Abú ‘Amir o Abú Málik al-Ashari, quien había oído al Profeta - sobre él sea la paz - decir lo siguiente: Ciertamente, en mi nación, existirán algunas gentes que considerarán lícito el uso de la seda gruesa, la seda fina, el vino y los instrumentos musicales.

9. Transmitió Ibn Sufyán, quien lo recibió de Ibráhim ibn ‘Utmán ibn Said, y éste de Ahmad ibn al-Gamr ibn Abi Hammád, en Emesa, y de Yazid ibn ‘Abd al-Samad, y estos dos de ‘Ubayd ibn Hishám al-Halabi, apellidado Abú Nu'aym, y éste de ‘Abd Alláh ibn al-Mu bárak, y éste de Málik, y éste de Muhammad ibn al-Munkadar, y éste de Anas, que el Mensajero de Allah había dicho: Aquél que escuche a una cantora (qayna), sepa que, el día del juicio, se derramará plomo derretido en sus oídos.

10. También según Ibn Shabán, que lo tomó de su tío, y éste de Abú ‘Abd Alláh al-Dawri, y éste de ‘Ubayd Alláh al-Qawáriri, y éste de ‘Imrán ibn ‘Ubayd, y éste de ‘Atá ibn al-Sáib, y éste de Said ibn Yubayr, y éste de Ibn ‘Abbás, quien comentando las palabras de Allah -glorificado y ensalzado sea-: «Entre los hombres, hay algunos que compran relatos de recreo para extraviar a otros del camino de Allah», había dicho: Se trata del canto (al-giná) .

11. Transmitió Abú Bakr ibn Abi Sayba, tomándolo de Zayd ibn al-Habbáb, y éste de Muáwiya ibn Sálih, y éste de Hátim ibn Hurayz, y éste de Málik ibn Abi Maryam, quien dijo: Vino a vernos ‘Abd al Rahmán ibn Gánim y nos refirió que les había contado Abú Málik al-Mari que había oído al Profeta -sobre él sea la paz- decir lo siguiente: Gentes hay en mi nación que beben vino dándole otro nombre, que tocan instrumentos musicales sobre sus cabezas, y utilizan cantoras (al-qaynát), y por los cuales Allah arrasará la tierra.

12. También transmitió que Allah -ensalzado sea- ha prohibido dos voces malditas: la voz de la plañidera y la voz de la cantora (muganniya).

En todo esto no hay nada de verdad, pues son relatos apócrifos: Por lo que se refiere a la tradición de ‘Aisha -Allah esté satisfecho de ella- n° 1, la transmite Said ibn Razin, que la tomó de su hermano, y nadie sabe quién ha sido ninguno de los dos.

En la tradición de ‘Ali -Allah esté satisfecho de él- n° 2, todos los transmisores citados hasta Yahyá ibn Said no se sabe quiénes han sido. En cuanto a Yahyá ibn Sa’id, no transmitió ni una palabra de Muhammad ibn al-Hanafiyya, pues no le alcanzó.

En la tradición de Ibn Masúd -Allah esté satisfecho de él- n° 4, se alude a un Shaykh que no se nombra y al que nadie conoce. En la tradición de Muáwiya, n° 3, se cita a un Kaysán que no se sabe quién es, y a Muhammad ibn Muháyir que es dudoso (daif). En ella se prohíbe también la poesía, la cual era cosa permitida.

Las tradiciones de ‘Abd al-Malik ibn Habib n° 5, 6 y 7, todas ellas son falsas (hâlika). En la de Abû Umáma, n° 5, se cita a Ismáil ibn Ayash, que es dudoso (daif), y a al-Qásim citado también en la n° 7 a quien le ocurre lo mismo.

La tradición aducida de al-Bujári, n° 8, no la registra este autor con el isnâd reglamentario, pues se limita a decir: «Refiere Hishám ibn ‘Ammár...» y luego sigue hasta Abû ‘Amir o hasta Abû Málik, y no se sabe quién es este Abû ‘Amir.
Las tradiciones de Ibn Shabán, n° 9 y 10, son falsas (hâlika): la de Anas, n° 9, es recusable (baliyya) porque se transmite por desconocidos, y no fue nunca transmitida por los discípulos fidedignos de Málik. La segunda tradición, se registra como procedente de Makhúl quien la había recibido de ‘Aisha, cuando aquél jamás alcanzó ni conoció a ésta; por otra parte, existen en él transmisores desconocidos como Hâshim ibn Násih y ‘Umar ibn Músá; además, está truncado.  La tercera, n° 10, viene tomada de Abú ‘Abd Alláh al-Dawri, que no se sabe quién es.

En la tradición de Ibn Abi Shayba, n° 11, aparecen Muáwiya ibn Sálih, que es dudoso (daif), y Málik ibn Abi Maryam que no se sabe quién es.

En cuanto a la prohibición de las dos voces, n° 12, no se sabe quién la ha transmitido.

Así, cae absolutamente todo lo que afecta a este capítulo.

Por lo que toca a la explicación dada a las palabras de Allah -ensalzado sea- nº 10: “Hay algunos hombres que compran relatos de recreo...”, diciendo que aquí se trata del canto (al-giná), tal interpretación no procede del Mensajero de Allah, ni se atestigua en ninguno de sus Compañeros; únicamente es la opinión de un comentarista que no aporta ninguna prueba documental a su criterio, y lo que así se dice no es aceptable. Pero, aunque fuera cierto, no habría que entender que alude sólo al canto, pues Allah -ensalzado sea- sigue diciendo: “... para extraviar a otros del camino de Allah”; y todo lo que puede provocar este extravío es una ofensa y un delito, aunque se trate de la compra de un libro sagrado o de la enseñanza del Al-Qur’ân. En Allah está el remedio.

Pero no hay nada de cierto en ello, pues Allah -ensalzado sea- ha dicho: «Ya se os ha explicado con detalle lo que se os ha prohibido» Qur’án, 6: 119. También ha dicho -ensalzado sea-: «Él es quien creó para vosotros todo lo que existe en la tierra» (2:27). Y el Mensajero de Allah, en la línea de Sad ibn Waqqás, línea sólida, ha dicho: «La mayor parte de los musulmanes que cometen negligencias, son los que preguntan por algo que no está prohibido y queda prohibido por causa de su pregunta».

Queda claro, pues, que todo lo que Allah -ensalzado sea- nos prohibió, nos lo ha explicado con detalle, y que aquello cuya prohibición no nos consta detalladamente, está permitido.

Muslim ibn al-Haÿÿâÿ registra la siguiente tradición tomada de Harún ibn Said al- Ayli, quien la recibió de ‘Abd Alláh ibn Wahh, y éste de ‘Amr ibn al-Háriz, y éste de Ibn Shiháb y éste de ‘Urwah az- Zubayr, y éste de ‘Aisha, Madre de los Creyentes, según la cual, Abû Bakr entró a verla en los días de Miná, cuando con ella estaban dos esclavas cantando y tañendo, mientras el Mensajero de Allah estaba arrebozado en su manto; Abû Bakr quiso arrojar de allí a las esclavas, pero el Mensajero de Allah se destapó y dijo: ¡Déjalas, Abú Bakr, que son días de fiesta!

También registra Muslim, procedente de ‘Amr ibn al-Háriz, quien lo tomó de Muhammad ibn ‘Abd ar-Rahmán, y éste de ‘Urwa, y éste de ‘Aisha, que ésta refirió lo siguiente: Entró el Mensajero de Allah, cuando dos esclavas estaban cantando una canción excitante, y se acostó en el lecho volviendo la cara; entonces entró Abú Bakr, quien me reprendió, diciendo: ¡El canto de Satán en la casa del Mensajero de Allah! - Pero éste se volvió a él y le dijo: ¡Déjalas!

Si se dice que Abú Usáma transmitió esta tradición tomándola de Hishám ibn ‘Urwa, que éste había tomado de su padre y en la que dice: «No eran cantoras», se puede replicar que ‘Aisha dice que «cantaban» (tuganniyáni), con cuya palabra se documenta el «canto» (al -giná) de ellas, aunque no fueran propiamente «cantoras», es decir, «expertas» en el canto; y el Mensajero de Allah, al oír decir a Abû Bakr: «El canto de Satán», desaprobó sus palabras, pero no desaprobó el canto de las dos esclavas. Esta es la prueba que nadie ha contradicho y que siempre se ha considerado auténtica.

Transmitió Abú Dáwúd al-Siÿistáni, tomándolo de Ahmad ibn ‘Ubayd al-‘Adáni, quien lo había recibido de al-Walid ibn Muslim, y éste de Said ibn ‘Abd al-‘Aziz, y éste de Sulaymán ibn Mûsá, y éste de Náfî’, quien refirió lo siguiente: Oyó Ibn ‘Umar una flauta y puso sus dedos sobre sus oídos, apartándose del camino, y luego dijo: Nafî’, ¿oyes algo? - Contestó éste: No. - Entonces levantó sus dedos y dijo: Estuve con el Mensajero de Allah y oyó algo igual a esto, y obró de forma igual a ésta. Si hubiera sido una negligencia, el Mensajero de Allah no hubiera permitido a Ibn ‘Umar escucharlo, e Ibn ‘Umar tampoco hubiera permitido a Náfi’ escucharlo. Sin embargo -sobre él sea la paz- repugnaba para sí todo lo que no fuera acercarse a Allah, como repugnaba el recostarse para comer, el enjugarse con su ropa después de lavarse y de perfumarse, el poner cortinas de brocado sobre la puerta de ‘Aisha o sobre la puerta de Fátima -Allah esté satisfecho de ellas-, y como repugnaba en extremo -sobre él sea la paz- que en su casa hubiera un dinar o un dirham. Únicamente su misión -sobre él sea la paz- fue prohibir lo reprobable y ordenar el bien. Si aquello hubiera sido una negligencia, no se hubiera limitado -sobre él sea la paz- a taparse los oídos, sin ordenar que se suprimiese, prohibiéndolo. Pero no hizo -sobre él sea la paz- nada de eso, sino que lo dejó seguir y él se alejó. Está claro, pues, que es cosa lícita, aunque el abstenerse sea más meritorio, como ocurre con las demás cosas superfluas pero lícitas del mundo, sin ninguna diferencia.

Transmitió Muslim ibn al-Haÿÿâÿ, tomándolo de Zuhayr ibn Harb, quien lo había recibido de Yarir ibn Hishâm ibn ‘Urwa, y éste de su padre, y éste de ‘Áisha, la cual refirió lo siguiente: Un grupo de abisinios comenzaron a danzar en la mezquita, un día de fiesta; el Mensajero de Allah me llamó, puse mi cabeza sobre su hombro, y comencé a mirar a sus juegos de danza, hasta que fui yo la que tuve que retirarme con él cesando de mirarlos.

Transmitieron Sufyán az-Zawri y Shuba, tomándolo ambos de Abû Isháq al-Sabii, y éste de ‘Amir ibn Sad al-Baÿali, quien refirió lo siguiente: Abû Masûd al-Badri, Qurza ibn Kab y Zábit ibn Çayd, estaban en al-‘Aris, y entre ellos sonaba el canto (giná). Yo les dije: ¿Cómo es esto, siendo vosotros Compañeros del Enviado de Allah? -Y contestaron: Ciertamente se nos ha permitido el canto (al-giná) en las bodas y el llanto sin plañideras sobre los muertos.- Únicamente difieren en que Shuba trae “Zábit ibn Wadia” en lugar de “Zábit ibn Çayd”, y no menciona a «Abú Masûd».

Transmitió Hishâm ibn Çayd, tomándolo de Hassán, y éste de Muhammad ibn Sirin, quien refirió lo siguiente: Un hombre vino a Medina por esclavas, y se alojó en casa de Ibn ‘Umar, pues había entre ellos quien tenía una esclava que tocaba instrumentos musicales. Llegó un hombre con él que estuvo regateando el precio, sin llegar a un acuerdo, y entonces dijo Ibn ‘Umar: «Vámonos a ver otro hombre que será más propicio que éste en la venta». Fueron a ‘Abd Allah ibn Yafar, quien les mostró las esclavas, y ordenó a una de ellas: «¡Empieza la música!».  Ella comenzó a hacerlo hasta que Ibn ‘Umar sospechó que aquello iba dirigido a él, y dijo: «¡Basta ya! ¡Todo el día con el canto de Satán!».  Y se concertó la venta. Luego volvió aquel hombre a Ibn ‘Umar y le dijo: «¡Oh Abû ‘Abd ar-Rahman! He sido estafado en novecientas dirhams».  Entonces vino Ibn ‘Umar con aquel hombre al vendedor, y le dijo: «Este ha sido estafado en novecientos dirhams, de modo que, o se los das o se devuelve la compra». Y contestó: «Bien; se los daré».  Así pues, ‘Abd Alláh ibn Yafar y ‘Abd Alláh ibn ‘Umar -Allah esté satisfecho de ellos- escucharon el canto con laúd; aunque Ibn ‘Umar repugnaba las cosas que no eran serias, no prohibió el canto, e incluso intervino en la compra de una cantora (muganniya), como ves; si hubiera sido ilícito, no lo habría permitido, de ninguna manera.  Si alguien arguye que Allah -ensalzado sea- ha dicho: «¿Qué hay más allá de la Verdad, sino el extravío?» (10:33), y entendiera que en éste entra el canto (giná), se le podría replicar: ¿Y dónde entra el solazarse en los jardines, el teñir de colores las ropas y todo lo que es cosa de recreo?

Dijo el Mensajero de Allah: Las obras se valoran según las intenciones, y a cada hombre se le juzgará según la intención que haya tenido. Así pues, quien escucha el canto con la intención de usarlo para cometer un pecado es un pecador; esto se aplica también a otras acciones fuera del canto; mientras que quien escucha el canto para refrescar su alma y así ganar fuerzas para cumplir con su deber hacia Allah y hacer buenas obras, es un siervo de Allah bueno y obediente. Y aquel que escucha el canto sin intenciones de obediencia ni desobediencia está haciendo algo neutro e inofensivo, que es similar a ir al parque a pasear, pararse junto a una ventana y mirar el cielo, vestir ropas azules o verdes, etc. Abû Hanifa ha dicho: A quien roba una flauta o un laúd, se le corta la mano, y quien los rompe debe pagarlos. No se puede prohibir ni permitir nada sino con un texto de Allah -ensalzado sea- o de su Mensajero -sobre él sea la paz-, porque está informado por Allah -ensalzado sea-, y no es lícito aportar información procedente de Él -ensalzado sea- sino con un texto sobre el que no exista ninguna duda, pues el Mensajero de Allah ha dicho: «Aquél que mienta sobre mí, intencionadamente, tiene preparado su asiento en el infierno».

***

Dijo Abû Bakr ‘Abd al-Báqi ibn Burriyál al-Hiÿári -Allah esté satisfecho de él-: Cierto principal personaje me contó lo siguiente: Tomé el ejemplar que contiene las tradiciones aducidas sobre el vituperio del canto (al-giná) y la prohibición de vender las cantoras (al-muganniyât); y lo que sobre ellas dice Abû Muhammad ibn Hazm -Allah esté satisfecho de él-, y lo llevé al imâm y al-faquí Abû ‘Umar ibn ‘Abd al-Barr, y se lo confié durante unos días rogándole que lo revisara detenidamente; el ejemplar quedó en su poder unos días, al cabo de los cuales volví a él y le dije: ¿Qué hiciste con el ejemplar? - Y contestó: «Lo he examinado, y no veo que haya en él cosa que añadir ni quitar».

Wa min Allahu Tawfiq.

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Ibn Hazm de Córdoba (m. 1064) es una figura de primer orden, a la vez típica y singular, del Islam andalusí bajo los últimos Omeyas, a quienes su familia y él mismo estaban vinculados, y durante el confuso y fecundo período de los Reyes de Taifas, cuya fragmentación política no fue en detrimento del desarrollo cultural de al-Andalus.

Autor juvenil de una obra sobre el amor profano, este autor prolífico, fogoso y apasionado, que se ocupó de moral y de historia, ha dejado sobre todo su huella en el campo del pensamiento y de las ciencias del Islam.

Erudito competente, aunque parcial; crítico enterado de ciertos temas, pero a menudo injusto; polemista de pluma acerba; discutidor de dialéctica temible para sus coetáneos, este personaje con carácter de una pieza ha representado casi solo, dentro de la escuela málikí, la escuela zâhirí o « literalista », fundada en Oriente unos dos siglos antes y condenada a desaparecer no mucho después de este brillante respiro.


Como para Ibn Hazm la verdad es una, el verdadero saber ha de ser también uno, aunque sus métodos difieran, según se refiera a la naturaleza (tabâ'i`) o a la ley (sharâ'i'), ya que en el primer caso bastan la experiencia y la razón, mientras que en el segundo caso todo queda incluido en los nusûs o «textos formales» (Corán y Hadiz), cuyo único complemento válido es el «consensus» (iÿmâ`) de los primeros musulmanes. Desde luego, la Naturaleza es fija y definitiva, en tanto que la Ley ha sufrido, hasta la desaparición del Profeta, cierto número de abrogaciones. Pero, igual en un caso que en otro, el objeto del conocimiento es ya para siempre un todo acabado: «La verdad es que no hay nada en la parte del mundo perceptible por la razón que escape a la razón (`aql), y que no hay nada en la Ley islámica que escape a la transmisión (sam')». Lo mismo en el dogma o en el derecho que en las ciencias no hay más que lo verdadero o lo falso, aunque no siempre lo captemos con seguridad, como ocurre con el testimonio o con las tradiciones por una sola vía. El hombre, el creyente, es el que debe esforzarse por conseguir una información lo más completa posible. La comprensión inteligente y directa de la documentación islámica tradicional, que es clara (wâdih, bayyin) cuando se la toma en su sentido obvio (zâhir), no debería en modo alguno prestarse a interpretaciones divergentes, y, como además está prevista para su uso en el presente y en todo el futuro de los hombres, no necesita en absoluto de ampliaciones o extrapolaciones. Por consiguiente, hay que rechazar los razonamientos exegéticos, cuyos resultados nunca podrían aportar la certeza. Por consiguiente también, hay que aceptar una lógica necesariamente válida, que no haga decir a los textos más de lo que formalmente dicen.

domingo, 6 de abril de 2014

La Música de la Vida

Hazrat Inayat Khan

    MÚSICA, la palabra que utilizamos en nuestro lenguaje cotidiano, no es otra cosa que la imagen de nuestro Amado, y es por esta razón por la cual amamos la música.

Pero la cuestión es la siguiente, ¿qué es y dónde está nuestro Amado? Nuestro Amado es aquello que representa nuestro origen y nuestra meta; y lo que vemos del Amado con los ojos físicos es la belleza que se nos muestra alrededor; y la parte de nuestro Amado no mostrada a nuestros ojos es aquella forma interior de belleza de la cual él nos habla. Si escucháramos la voz de toda la belleza que nos atrae en cualquier forma, encontraríamos como en todos sus aspectos ella nos cuenta que detrás de toda manifestación está el Espíritu Perfecto, el espíritu de la sabiduría.

¿Qué es lo que captamos como expresión principal de la vida en la belleza que observamos en torno nuestro? Se trata del movimiento. En las líneas, en los colores, en los cambios de las estaciones, en el ascenso y descenso de las olas y mareas, en el viento, en la tormenta, en toda la belleza de la naturaleza hay un constante movimiento. Es el movimiento lo que ha originado el día y la noche, y el cambio de las estaciones; y este movimiento nos ha proporcionado la comprensión de lo que llamamos tiempo. No habría tiempo de otra manera, porque realmente sólo existe la eternidad; y esto nos enseña que todo lo que amamos y admiramos, observamos y entendemos, es la vida escondida detrás; y esta vida es nuestro ser.

Se debe solamente a nuestras limitaciones el que no veamos el ser entero de Dios; sin embargo, todo lo que amamos en color, trazo, forma o personalidad, pertenece a la belleza real, al Amado de todos. Cuando encontramos lo que nos atrae de esta belleza que vemos en todas las formas, entendemos que ello es precisamente su movimiento; en otras palabras la música. Todas las formas de la naturaleza, como por ejemplo las flores, están perfectamente formadas y coloreadas; los planetas y las estrellas, la tierra, todo da la idea de armonía, de música. Toda la naturaleza respira; no solamente las criaturas vivientes, sino toda la naturaleza; y es solamente nuestra tendencia a comparar aquello que parece vivo con lo que no lo parece tanto lo que nos hace olvidar que todos los seres y las cosas viven una vida perfecta. Y la señal de vida dada por esta belleza viviente es la música.

¿Qué hace danzar al alma del poeta? La música. ¿Qué hace que el pintor elabore hermosos cuadros y el músico cante bellas canciones? Es la inspiración que la belleza otorga. Por consiguiente, el sufí ha denominado saki a esta belleza, al dador divino que proporciona el vino de la vida a todos. ¿Cuál es el vino del sufí? La belleza en la forma, en las líneas, en los colores, en la imaginación, en los sentimientos, en las maneras; en todo esto él ve la belleza una. Todas estas diferentes formas son parte del espíritu de la belleza que se encuentra en la vida detrás de ellas, la continua bendición.

Con respecto a lo que llamamos música en el lenguaje cotidiano, para mí, la arquitectura es música, la jardinería es música, el laboreo del campo es música, la pintura es música, la poesía es música. En todas las ocupaciones de la vida en las que la belleza ha sido la inspiración, en las que el vino divino ha sido vertido, hay música. Entre todos los diferentes artes, el de la música ha sido considerado especialmente divino, ello se debe a que es la miniatura exacta de la ley que funciona a través de todo el universo. Por ejemplo, si nos estudiamos a nosotros mismos, encontramos que los latidos y el pulso del corazón, la inhalación y exhalación de la respiración, todo ello es resultado de un ritmo. La vida depende del funcionamiento rítmico de todo el mecanismo del cuerpo. La respiración se manifiesta como voz, como palabra, como sonido; y el sonido es continuamente audible, tanto el interior como el exterior. Eso es la música; y ello nos enseña que la música existe tanto dentro como fuera de nosotros.

La música no solamente inspira el alma de los grandes músicos, sino también a todos los niños. En el mismo instante en que llegan al mundo comienzan a mover sus pequeños brazos y piernas con el ritmo de la música. Por tanto no resulta una exageración decir que la música es el lenguaje de la belleza; el lenguaje de aquel Uno a quien todos los seres aman. Cuando uno comprende esto y reconoce a la perfección de toda belleza como Dios, nuestro Amado, se entiende por qué la música que experimentamos en el arte y en todo el universo debe ser llamado Arte Divino.

Mucha gente toma la música como una fuente de entretenimiento, como un pasatiempo. Para muchos la música es un arte y el músico un animador. A pesar de ello, nadie que haya vivido en este mundo, y haya pensado y sentido, ha podido dejar de considerar a la música como el arte más sagrado de todos, porque de hecho es aquello que el arte de pintar no puede sugerir claramente y la poesía tiene que explicar con palabras. Aquello que incluso el poeta tiene dificultad en expresar con su poesía, se puede expresar con música. Con esto no solamente quiero decir que la música es superior al arte y a la poesía, sino que de hecho supera a la religión; porque la música eleva el alma del hombre más allá que las llamadas formas externas de religión.

Con esto no quiero que se entienda que la música pueda tomar la posición de la religión; todas las almas no están necesariamente afinadas con ese tono en el cual pueden beneficiarse realmente de la música, no son tampoco todas las músicas necesariamente tan excelsas que puedan elevar el alma de la persona que las escucha más allá de donde les lleva la religión. Sin embargo, para aquellos que siguen el camino del culto interior, la música es esencial en su desarrollo espiritual. La razón es que el alma del buscador ansía por el Dios sin forma. Sin lugar a dudas el arte eleva, lo que no quita que al mismo tiempo mantenga la forma; la poesía tiene palabras, nombres, todos sugerentes de formas; solo la música tiene belleza, poder, encanto y al mismo tiempo la capacidad de elevar el alma más allá de la forma.

Estas son las razones por las cuales en los tiempos antiguos los más grandes de los profetas fueron a su vez grandes músicos. Entre los profetas hindúes encontramos a Narada, que al mismo tiempo que profeta era músico, y a Shiva, el profeta semejante a Dios que fue el inventor de la vina. A Krishna, también, siempre se le representa con su flauta.

Hay una leyenda muy conocida sobre la vida de Moisés. Cuenta que Moisés, estando en el Monte Sinaí, escuchó una orden divina que le decía: Muse ke, Moisés escucha; la revelación que así le llegó estaba cargada de tono y ritmo, y Moisés la denominó con el mismo nombre, música; y así es como se supone que se originó la palabra música. Los cantos y salmos de David se conocen desde siempre; su mensaje era transmitido en la forma de música. El Orfeo de la leyenda griega, el conocedor del misterio del tono, del ritmo, tenía, debido a este conocimiento, poder sobre las fuerzas ocultas de la naturaleza. Saraswati, la diosa hindú de la belleza y del conocimiento, siempre se representa con una vina. ¿Qué es lo que todo esto sugiere?, pues que toda armonía tiene en su esencia a la música. Además del encanto natural que la música posee, también tiene un atractivo mágico que puede ser experimentado incluso ahora. Parece como si la raza humana hubiera perdido una buena parte de la ciencia de la magia, pero si algo quedara de ella sería precisamente la música.

La música, además de poder, es intoxicación. Si es capaz de embriagar a aquellos que la escuchan, ¡cuánto más impactará a aquellos que la tocan o cantan! ¡Y cuánto más intoxicará a aquellos que han tocado la perfección de la música y han meditado sobre ello durante años y años! Ello les procura un gozo y una exaltación mayor, incluso, que la experimentada por un rey en su trono.

De acuerdo con los pensadores orientales existen cinco tipos diferentes de intoxicación: la de la belleza, la juventud y la fortaleza, después está la intoxicación de las riquezas; la tercera es la del poder, dar órdenes y dirigir; la cuarta variedad de intoxicación es la de aprender, el conocimiento. Sin embargo, todas estas cuatro intoxicaciones se difuminan en la presencia de la música como si fueran estrellas delante del sol. La razón es que la música toca la parte más profunda del ser del hombre. La música llega más lejos que cualquier otra impresión procedente del mundo exterior. La belleza de la música consiste en que es tanto la fuente de toda creación como el medio para absorberla. En otras palabras, el mundo fue creado con música, y por la música será reabsorbido de nuevo en la fuente que lo originó.

En nuestro mundo científico y material observamos un ejemplo similar. Antes de que una máquina o un mecanismo comience a funcionar debe hacer primero un ruido. Primero se hace audible y luego muestra su vida. Lo podemos ver en un barco, un aeroplano, un automóvil. Esta idea pertenece al misticismo del sonido. Antes de que un niño sea capaz de admirar el color o la forma ya disfruta del sonido. Si existe un arte que realmente pueda agradar a la persona de edad, es la música. Si hay algún arte que pueda recargar a la juventud con vida y entusiasmo, emoción y pasión, es la música. Si existe un arte con el cual una persona pueda expresar totalmente sus sentimientos y emociones, es la música. Al mismo tiempo es algo que confiere al hombre la fuerza y el poder de la actividad, la que hace que el soldado marche con el repiqueteo del tambor y el sonido de la trompeta. En las tradiciones del pasado se dice que en el Último Día habrá un sonido de trompetas anunciando la llegada del fin del mundo. Esto muestra como la música está conectada con el comienzo de la creación, con su continuidad y con su fin.

Los místicos de todos los tiempos han amado la música más que a nada. En casi todos los círculos del culto interior, en cualquier parte de la tierra, la música parece ser el centro del culto y de las ceremonias. Y aquellos que alcanzan la paz perfecta llamada nirvana, o en el lenguaje de los hindúes, el shamadi, lo consiguen más fácilmente por medio de la música. Por tanto, los sufis, especialmente los de la antigua escuela Chishti, toman a la música como fuente para sus meditaciones; y meditando así obtienen mucho más beneficio que aquellos que la practican sin la ayuda de la música. El efecto que experimentan es el despliegue del alma, la apertura de las facultades intuitivas; y su corazón, por expresarlo de alguna manera, se abre a toda la belleza interior y exterior, elevándolos, y al mismo tiempo trayéndoles la perfección por la que toda alma ansía.


sábado, 14 de septiembre de 2013

Canción para Imam Shamil an-Naqshbandi

Canción tradicional avar del Daguestán ejecutada con pandur, instrumento de tres cuerdas, dedicada a Imam Shamil, héroe de la resistencia islámica caucásica en la llamada 'Guerra de los Muridines' contra la invasión zarista.

domingo, 25 de agosto de 2013

Majestad Osmanli

En Homenaje a nuestro Maestro Otomano, Sahib us Sayf Hz Sheykh Abdul Kerim al-Hakkani al-Kibrisi, que Allah eleve su estación y le conceda misericordia.

lunes, 25 de marzo de 2013

"Allah" - Youssou N' Dour

Allah, Allah, Allah
Allah, Allah, Allah
Nuestro Señor es Uno
Uno, sin par
Nuestro Señor es Uno
Uno, sin par
Nuestro Señor es Uno
No hay dios sino Allah
Con Su misericordia viviste nueve meses
en la calidez del vientre materno
luego llegaste a este mundo
y se te dio un destino
Dio perdón a tus errores
te cubrió con Sus favores
AgradecerLe es suficiente para recibir más
A cambio, Él solamente te pide que te Le rindas
El Camino, pues, es la entrega, y ser agradecido con Él
Nuestro Señor es Uno
Uno, sin par
Nuestro Señor es Uno
No hay dios sino Allah
Sus atributos son mejores que nuestras cualidades
con los placeres de la vida, podemos olvidar
pero en un instante Él puede borrar nuestra existencia
Así que quienquiera que seas
por favor cree
haciendo el bien, evitando el mal
liberándote de todo maestro excepto Allah
Nuestro Señor es Uno
Uno, sin par
Nuestro Señor es Uno
No hay dios sino Allah
Que el Señor nos haga creyentes
En el nombre de Seydina Muhammad
-que las bendiciones y la paz de Allah sean con él-
Que el Señor nos haga creyentes
(Por Su misericordia, por Su misericordia)
(En el nombre de Cheikhouna Sanusi)
(En el nombre de Cheikhouna Sanusi)
Cheikh Saad Bu,
hijo de Cheikh Ahmet Fadel,
hijo de Mamin,
hijo de Talib Khayr,
hijo de Talib Dieh El Mokhtar
el sabio de Nimzatt
Que nuestras faltas san perdonadas
(En el nombre de Cheikhouna Sanusi)
(En el nombre de Cheikhouna Sanusi)
Traducción al español: Raíces y Sabiduría

martes, 5 de marzo de 2013

Ziriab, la música andalusí y su influencia en la música latinoamericana


Bismillahi Rahmani Rahim
En numerosas ocasiones hemos señalado la influencia hispanomusulmana en la forja de la cultura argentina, relación cuyo estudio hemos emprendido con asombrosos y fructíferos resultados. Ya hemos adelantado la apreciación del escritor argentino Leopoldo Lugones que, en su vindicación del Payador -Gaucho que templando la guitarra da forma a una expresión propia de la música y la poesía que constituye la característica original del alma argentina-, ve en él un avatar del acervo hispanomusulmán, heredado de los moriscos que llegaron a estas costas con el avance colonizador de la España. Esa herencia, tal vez inconsciente pero creadora poderosa de identidad como instrumento civilizador, ha florecido grandemente, como apunta Lugones, en la expresión poética y musical de la cultura tradicional de la Argentina, y de Latinoamérica en general. Veremos brevemente de qué se trata.
La música es sin duda una de las artes más hermosas que nos lleva a conocer el sentir de un pueblo, y en la cultura islámica constituye junto a la poesía una de las formas de expresión más importantes de su civilización. El historiador y poeta de la Córdoba española, Ibn Abdur-Rabbihi (m. 940), en su obra 'Iqd al-Farid (El Collar Único) dice a propósito de ambas disciplinas que "La música y la poesía acompañan al musulmán desde que nace hasta que muere". Escribe Lugones: "...aquella brisa perfumada en el trebolar como una pastorcilla, aquella laguna que aún conservaba el nácar de la aurora, llenaban su alma de poesía y de música. Raro el gaucho que no fuese guitarrero, y abundaban los cantores. El payador constituyó un tipo nacional. Respetado por doquier, agasajado con la mejor voluntad, vivía de su guitarra y de sus versos" (El Payador, pág. 40).
El artista árabe (como el gaucho de la pampa, su heredero) encontró en la música y en la poesía esa evasión que le permitía plasmar el genio que encerraba en su interior, de ahí que su patrimonio sea una de las más bellas huellas que ha ido dejando a través de la andadura histórica como un auténtico museo oral. Dentro de este patrimonio, la música andalusí posee características culturales propias que harían de la misma el centro de grandes y preciosas manifestaciones del alma artística.
Fue el emir cordobés Abderrahman II (788-852) el primero en fundar un conservatorio musical en al-Andalus, siendo considerados sus músicos como rivales de los de Medina, donde se hallaban los más excelentes (la tradición islámica atribuye a Suraiy, médico medinense, el primer empleo de la batuta en la historia de la música, en el siglo VIII). En 822 llega a la corte cordobesa, procedente de Bagdad, el músico y poeta persa Abu al-Hasan Ibn Ali Ibn Nafi (789-857), más conocido por el sobrenombre de Ziriab, "el pájaro negro cantor", según algunos, por asemejarse al mirlo, y según otros por el oscuro color de su tez. Sería Ziriab quien introduciría en las escuelas de música andalusíes el sistema árabe-pérsico, sistema que en la corte cordobesa era utilizado al mismo tiempo que el sistema griego y pitagórico.
Ziriab había sido en la lejana Bagdad el alumno aventajado de dos importantes músicos de la corte del califa Harún ar-Rashid, domo fueron Ibrahim Ibn Mahán de Kufa, y su hijo Ishaq. Este último, al ver las cualidades con las que estaba dotado Ziriab y que podían opacar las suyas, presa de los celos, le obligó a abandonar la capital del califato abbasí. Ziriab era un auténtico polígrafo: poeta, literato, astrónomo, geógrafo y un refinado esteta y un célebre gourmet, pero ante todo fue un gran músico. Se dice que se sabía de memoria las letras y melodías de diez mil canciones. Fue el fundador de una gran academia musical y dio a conocer en al-Andalus el instrumento islámico por excelencia (predecesor de la guitarra), el ud (laúd), para el cual inventó una quinta cuerda.
Según Ziriab: "Las cuatro cuerdas tradicionales encuentran su equilibrio en el universo. Ellas representan los símbolos de los cuatro elementos: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Sin embargo, sus timbres particulares ofrecen analogías con los humores y temperamentos que no existen en la naturaleza. He coloreado las cuerdas para indicar su correspondencia con la naturaleza humana...". Así se inferían de la música propiedades terapéuticas altamente efectivas.
Los diversos ritmos y melodías surgidos de la escuela andalusí forjada por Ziriab, como las zambras, pasarían a América con los moriscos y se transformarían en danzas tradicionales como la zamba, el gato, el escondido, el pericón, la milonga y la chacarera en la Argentina y el Uruguay, la cueca y la tonada de Chile, las llaneras de Colombia y Venezuela, el jarabe de México o la guajira y el danzón de Cuba. El mismo tango tiene origen flamenco, voz que según el eminente andalucista Blas Infante (1885-1936) proviene del árabe fellahmenghu, "campesino errante". La mayoría de los flamencólogos, incluso un intérprete y compositor de la talla de Paco de Lucía, y un cantaor de los quilates de Camarón de la Isla, afirman el origen andalusí-morisco de su especialidad.
En América, el legado andalusí transmitido por los moriscos, se traduce en una cultura identitaria propia con colores originales y auténticos. Sin embargo, podemos con total admiración aseverar que el espíritu que anima las diversas manifestaciones culturales es uno y único.
Para cerrar estas notas breves citaremos a los Hermanos de la Pureza, orden mística del Islam que dejó una obra inmensa que abarca una temática diversa, que en su "Epístola sobre la Música" dicen lo siguiente: "Has de saber, hermano mío, que Dios te auxilie a ti y a nosotros cubriéndonos con Su espíritu, que los humores del cuerpo son de muchas clases, y que la naturaleza de los animales también es muy variada. A cada humor y a cada naturaleza corresponde un ritmo y una melodía cuyo número sólo puede ser contado por Dios Todopoderoso y Exaltado. Hallarás prueba de la veracidad de esto que acabamos de decir, así como de la exactitud de cuanto hemos escrito, si tomas en consideración que todos los pueblos de la humanidad poseen melodías y ritmos propios que les dan goce y deleitan a sus hijos, y que cada uno de esos estilos y ritmos deleita únicamente a los mismos que lo han creado. Este es el caso de la música de los dalaimitas, de los turcos, de los árabes, de los armenio, de los etíopes, de los de rum y de otros pueblos que difieren entre sí por su lenguaje, su naturaleza, su carácter y sus costumbres".

Fuentes:
"La música de al-Andalus y sus efectos terapéuticos"
"La Música del Islam", Shamsuddin Elía.
"El Payador", Leopoldo Lugones.

martes, 26 de junio de 2012

Música Sagrada: Qawwali

Bismillahi Rahmani Rahim

El qawwali es un tipo de música religiosa tradicional surasiática originaria de la India islámica, conformada por una fusión de ritmos arábigos e indostaníes que se fueron asentando desde la conquista islámica mogul.
Este tipo de música del santorial islámico es básicamente un vehículo para difundir la espiritualidad del sufismo (rama mística del islam). En su contexto musical se abarcan características de la ideología e historia sufí que son promovidos con carácter cultural, y que remontan a las clases ricas de India y Pakistán.
El qawwali es principalmente un arte religioso musical que dentro de su práctica e impartición religiosa no prohíbe la participación de otras culturas religiosas, como el sijismo y el hinduismo.
Su conformación musical se basa en el sistema del raga indio, en donde se crea una composición tanto moderna o tradicional que abarcan poemas o leyendas compuestos en su origen por grandes poetas sufís. Algunos de los temas abarcan las esferas espirituales, temas románticos y sociales que son también bien promovidos entre este carácter ideológico, y a menudo incluso se recitan metáforas para explicar asuntos metafísicos.
El qawwali es recitado principalmente en hindi, panyabí, urdú, árabe, y árabe abstracto, aunque también es ejecutado en versiones instrumentales. Es bien reconocido por toda la cultura religiosa islámica internacional, siendo también apreciada principalmente por el sijismo, ya que en la composición literal del Gurú Granth Sahib se incluyen ciertos fragmentos, anexos y leyendas elaboradas por propios maestros elementales sufís, tal es el caso de Kabir y Rumi.

Fuentes originales y extractos musicales
En su etiología musical, demarca un carácter puro y esencial siendo estudiado en la actualidad como un arte ecléctico, místico y romántico. Su composición literaria se caracteriza por portar gran contenido de lenguaje refinado, que utiliza lenguas populares y sagradas y de contexto literal abstracto, tal es el caso del gurmukhi y del shahmukhi, formas selectas de panyabí.
En la actualidad los seguidores del Islam consideran que la forma de composición del qawwali, su instrumentación, polirrítmia y armonía, y su canto característico son uno los más complejos del arte asiático.
El qawwali es una vibrante tradición musical que se remonta aproximadamente del siglo XIV. Al principio se realizaba principalmente en lugares santos sufíes en lo que es ahora India y Pakistán, aunque actualmente ha ganado popularidad y está mucho más difundida.
Las canciones qawwali surgieron de los qawal (místicos sufíes errantes que cantaban canciones islámicas de devoción).
El ensamble qawwali puede estar conformado por:
        Uno o más armonios
        Dholak, tambor pequeño.
        Tablā, dos tambores apoyados en el piso: el daia (pequeño) y el baia (grande).
        Tambura, cordófono que produce el bordón (nota grave pedal) de estas piezas.
A continuación presentamos un vídeo realizado en honor a nuestros Maestros con una canción Qawwali interpretada por Nusrat Fatih Ali Khan.