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viernes, 26 de octubre de 2012

Hombres de Allah: Sheykh Sidi Ahmad al-‘Alawi

Bismillahi Rahmani Rahim
Nació en Mostaganem (Argelia) el año 1869. Su familia era modesta pero distinguida. Su nombre, tal como figura en la mayoría de sus libros, era: Abu al-´Abbas Ahmad al-´Alawi.

Fue su padre el que le enseñó a leer y a escribir iniciándolo en el estudio del Qur’an. Pero esas lecciones duraron poco tiempo. Debido a la extrema pobreza de la familia, tuvo que empezar a trabajar siendo aún muy joven, primero como zapatero, después en una pequeña tienda. Durante su tiempo libre asistía a una serie de lecciones sobre Tawhid que se impartían en una de las mezquitas de la ciudad.

Su padre murió cuando él apenas tenía dieciséis años de edad. Poco después se adhirió a la Tariqa ‘Isawiyya y adquirió una gran maestría en la taumaturgia de ese método sufi. Pero no tardó en poner en duda el valor espiritual de esas prácticas que habían degenerado en puro exhibicionismo. Dejó de asistir a las reuniones de los ‘isawa aunque continuó ejercitándose en las invocaciones de la Tariqa y encantando serpientes, hasta que entró en contacto con el que habría de ser su verdadero maestro, Sidi Muhammad al-Buzidi (Buçaidi), sheykh de la Tariqa Darqawiyya. Cuando al-Buzidi conoció al-‘Alawi y supo de su arte le pidió que trajera una serpiente y la encantara ante él. Cuando hizo lo que el sheykh le había pedido, éste le dijo que no volviera a hacerlo jamás, y que en su lugar amaestrara otra serpiente más turbulenta y venenosa: el Nafs, el propio ego, aquello que hay dentro del ser humano y que lo destruye totalmente. Impresionado, al-‘Alawi le pidió que le admitiera como discípulo. Al-Buzidi lo admitió en la Tariqa Darqawiyya, prohibiéndole que continuara asistiendo a los cursos sobre Tawhid, tema demasiado trascendental para una comprensión puramente exterior o mental, exigiendo, en realidad, un entendimiento interior o intelectual que despierta al concentrarse sobre la invocación del Nombre de Allah (Dzikrullah). Cuando al-‘Alawi hubo alcanzado otra percepción, su sheykh le autorizó a retomar las lecciones, una vez abierta la capacidad intuitiva de su inteligencia. Al cumplir los veinticinco años, al-Buzidi lo nombró muqaddam permitiéndole con ello iniciar en la Tariqa a todo aspirante al que juzgara digno.

A la muerte del sheykh al-Buzidi, quince años más tarde, en el 1909, los miembros de la Tariqa insistieron a Ahmad al-‘Alawi para que fuera su nuevo sheykh. Fue así como sustituyó a al-Buzidi al frente de la Tariqa de los darqawa.

En 1914 decidió independizar su zawiya de la zawiya-madre de los darqawa marroquíes y la nueva rama fue llamada Tariqa ‘Alawiyya Darqawiyya Shadiliyya. Una de las razones de esta “ruptura” fue que él sintió la necesidad de introducir en su método la práctica del retiro (jalwa) en una habitación aislada y bajo su estricta vigilancia, considerándolo más adecuado y afectivo para alcanzar la absoluta concentración del aspirante, en lugar de hacerlo en parajes naturales según la práctica habitual de los darqawa.

Su fama se extendió pronto por todo el Norte de África y no tardaron en llegar hasta él discípulos de todas partes que deseaban recibir su instrucción en la ciencia del sufismo. Una gran zawiya fue levantada frente al mar en Tiÿit, barrio musulmán de Mostaganem. Sheykh Ahmad al-‘Alawi, heredero de una sabiduría ancestral, fue el representante más eminente del sufismo de su época y considerado por muchos como el muÿaddid (renovador, revitalizador) del Islam del siglo XIV de la era musulmana.

Inevitablemente, entró en conflicto con los enemigos del sufismo, en especial con los miembros del grupo “reformista” de la salafiyya. Como una especie de antídoto a sus ataques, el Sheykh al- ‘Alawi decidió publicar una revista semanal, “al-Baläg”, en la que al lado de la apología del sufismo, criticó a los pretendidos “reformistas” por su sumisión continua al mundo occidental a expensas del Islam, defendió la importancia del árabe como vehículo de conocimiento y reprochó la occidentalización de las costumbres. Debido a sus ataques a la política colonialista de los franceses y a que Abdelkerim estuvo entre sus discípulos, las autoridades francesas impusieron restricciones a sus movimientos.

A su muerte, en 1934, tenía unos doscientos mil alumnos, y sus zawiyas se extendían por todo el Maghrib, Siria, Palestina, Egipto, Yemen, Etiopía e incluso Europa (París, Marsella, La Haya, Cardiff). Sus numerosos discípulos yemeníes, muchos de ellos marineros, fueron uno de los factores en la rápida difusión de la Tariqa ‘Alawiyya por diversos puertos.

Sheykh Sidi Ahmad al-‘Alawi fue un hombre culto, gustaba de la poesía y, según el testimonio de muchos europeos que lo conocieron, la fuerza de su personalidad era extraordinaria, su creatividad imparable, y su amor al saber no conocía límite. A. Berque, en una de sus obras, escribe de él: “Fue amante de la investigación metafísica hasta el final de sus días. Pocos problemas hay que no haya abordado, apenas hay ninguna filosofía cuya sustancia no haya extraído”. Esta amplitud intelectual iba a la par con una ferviente lealtad al Islam: insistía a sus discípulos para que rindiesen justicia al aspecto exterior del Islam, a su método y a su realidad interior. Sus escritos, así como sus poemas, contienen formulaciones magistrales de esos tres ámbitos indisociables.

Vínculo relacionado: Cualidades del Maestro Espiritual

jueves, 9 de febrero de 2012

Cualidades del Maestro Espiritual -Sidi Sheykh Ahmad al-Alawi-

Bismillahi Rahmani Rahim

"El maestro es el que te une por su presencia y te protege en su ausencia". (Sabiduría de Sidi Abu Madyan al-Ghawth)

Comentario de Sidi Sheykh Ahmad al-'Alawi:

Es decir que, por su simple presencia y el lazo que te une a él, te reúne con Allâh. Su acción entera consiste en llevarte hacia Allâh, a ningún otro: este es su único objetivo. El que no te reúne con Allâh, de una unión que pruebas realmente, no es un verdadero maestro. Pero esto, a condición de que te dejes dirigir por él y que sientas verdaderamente esta necesidad: en este caso, debe reunirte con Allâh en el más breve plazo, lo cual no es difícil para él, siendo que conoce las llaves de la Presencia Divina, o que es él mismo una de las puertas de acceso a esta Presencia. El que no tiene esta cualidad no puede ser considerado un verdadero guía. Es la razón por la cual el autor dice que «el maestro es el que te une por su presencia y te protege en su ausencia», es decir que te protege de la mayoría de las vicisitudes, por su energía espiritual, cuando está ausente.

Anda a tu lado cuando estas en camino, hasta que llegue el momento en que te diga: «Ya estas con tu Señor!» Pero es indispensable que establezcas una relación con él, tú el aspirante, porque la simple unión no basta. El maestro no podría arrancar el aspirante a la prisión de su alma para hacerle entrar en presencia de Allâh sino con la existencia de un verdadero lazo entre ellos. Este es el caso general, sabiendo que no hay una regla única para los casos excepcionales. Las relaciones directas son la ley general instaurada por Allâh, y se dice que «la enseñanza espiritual pasa por la relación

Visitar al maestro es la fuente de grandes beneficios, y es así que podemos llegar a Allâh, pero solamente si se trata de un maestro tal como lo describe aquí el autor. En cuanto a los demás maestros, no hay que distinguirles de los demás creyentes al respecto; y además, la mayoría de ellos necesitarían que alguien les tome por la mano, y si fueran sinceros, sería mejor para ellos (47, 21). Cuando uno es clarividente, el verdadero maestro se reconoce con signos evidentes.

Ibn 'Atâ' Allah dijo en sus Latâ'if al-minan:

«Tu maestro, no es el que escuchas hablar, sino el de quien adquieres realmente algo.

Tu maestro, no es el de discursos a los cuales asistes, sino aquel cuyas alusiones espirituales se difunden en todo tu ser.

Tu maestro, no es el que te convoca a la puerta, sino el que te quita el velo que te separa de él.

Tu maestro, no es el ser de quien recibes la palabra, sino aquel cuyo estado espiritual te transforma.

Tu maestro es el que te extrae de la prisión de las pasiones y te hace entrar en presencia de Allâh; que no deja de pulir el espejo de tu corazón para que la luz de tu Señor pueda reflejarse en él; que te ayuda a dominarte espiritualmente para andar hacia Allâh; que camina contigo y anda constantemente a tu lado hasta llevarte a Él.

Entonces, te empuja delante de Él y te tira en las luces de la presencia divina diciéndote: "Ya estas con tu Señor!"»

Tu maestro, es el que te arranca a tu alma y te hace entrar en presencia de la realidad divina, hasta el punto que, levantando la mirada, no vez sino Ella. Luego, sigue acompañándote para que tu educación sea perfecta en cuanto a la Ley: Y la buena tierra da sus frutos con permiso de su Señor (7, 58).

El maestro, es el que te tira en la extinción, hasta que te vuelvas como inexistente, luego te hace subir al punto lo más alto de la estación de la subsistencia, como si nunca hubieras dejado de ser.

El maestro, es el que se adueña de tí en la creación, y te remplaza por la Verdad.

El maestro, no es el que se contenta con llamarte, sino que es el que te invita a reunirte con él.

El maestro es como un padre; sin embargo, un padre es padre solamente si es la causa segunda de la existencia de su hijo. Asimismo, el maestro es maestro solamente si es la causa segunda por la cual el aspirante sale de lo creado para entrar en la realidad absoluta. Así es el verdadero maestro, y si no es el caso, no tiene ningún derecho sobre el aspirante. Tu único padre es el que te engendró, y tu único maestro es el que te hace acceder al conocimiento. Cuando te haya liberado de los lazos de la existencia para hacerte entrar en el espacio de la contemplación, seguirá educándote para hacer de ti un verdadero hombre como él, hasta el momento en que habrá alcanzado su objetivo y que puedas arreglártelas sólo: en este momento, solamente el respeto de las conveniencias te obligará hacia él, y habrás alcanzado el estado en el cual encontrarás en ti mismo tu fuente espiritual.

Podrás entonces declamar estos versos:

Es de mi propio recipiente que bebo,

Desde que probé el placer de sacar por mí mismo.

En este estado, te vuelves independiente, gracias a él, y no te hace falta sino tener un excelente comportamiento con él, conforme con lo que exige su nivel espiritual.

Ese es el verdadero maestro, y si no es así, no tiene el derecho de pretender ser tu maestro, y tú no eres obligado a miramientos con él, excepto lo que se exige de ti de manera general, en términos de nobleza de carácter.
Sheykh Ahmad al-Alawi