Bismillahi Rahmani Rahim
El Sultán (Rey) Abdul Hamid, el ultimo Califa
del Imperio Otomano fue una gran personalidad de su tiempo. En virtud de su
gran vigor y carisma, él fue capaz, no solo de mantener junto su desmenuzado
imperio, sino de realmente producir un renacimiento del espíritu Islámico a lo
largo del inmenso reino. Él fue el último de los soberanos mencionados en los
sermones a través del Mundo Musulmán, y él fue el último guardián de las santas
reliquias del Profeta que se encuentran en Estambul.
En medio de todos los
asuntos de su imperio que necesitaban su atención, él encontraba tiempo para
ocuparse de un oficio (carpintería) y comer de los réditos de ese trabajo. No
solo esto, sino que él nunca subió a su trono para atender a la corte hasta que
no había recitado sus ejercicios Naqshbandis
y leído una parte del Qur’an y también del libro de devociones Dalail-ul-Khairat, como también rezado
las dos series de oraciones supererogatorias de la madrugada. Es suficiente
testimonio a su fortaleza, mencionar que él se sentó en el trono por treinta y
tres años, en una época en la que la mayoría de los reyes no podían procurar el
conservar su poder ni siquiera por diez años, a causa de tantas intrigas y el
creciente caos de los tiempos. La magnitud de su majestuosidad era tal, que
Káiser Wilhelm II dijo una vez: "Yo he conocido muchos monarcas y
soberanos en mi vida, y a todos los he encontrado inferiores a mí, o por lo
menos mis iguales, pero cuando yo entré en la presencia de Abdul Hamid, comencé
a temblar."
No hay comentarios:
Publicar un comentario