martes, 28 de febrero de 2012

Baye Fall: la experiencia emancipadora del Sufismo en Senegal. (1)


“La característica del Sufismo africano es su facilidad para conectar con grandes capas de los sectores populares, dotándoles de una espiritualidad natural, cercana, y alejada de connotaciones ajenas y extravagantes costumbres desvinculadas de su contexto original. El gran Sufí africano, Amadou Hampaté Bâ, dijo una vez: ‘En África el Islam es como el agua: se tiñe con los colores de la tierra’. Hay una cultura islámica con muchos colores distintos. Una civilización tradicional, como es el caso del Islam, está fundamentada en una norma Divina, que es igual en todas partes, pero cada parte de esta civilización tiene libertad para desarrollar sus posibilidades en la misma. De hecho, la uniformidad y la colonización cultural son algo ajeno a las grandes tradiciones de la humanidad.”

(“El Islam en África Occidental”, J.A.G. Barahona)


Sufismo, el Núcleo del Islam.
Debemos considerar el Tasawwuf (Sufismo, Mística Islámica) como la primera experiencia fundamental dentro de la Tradición del Islam. Este momento inicial de la espiritualidad supone, en la bendita persona del Profeta Muhammad (que la paz de Allah sea con él), un estadio anterior a la Revelación (la Divina Manifestación que daría origen a un conjunto entero de enseñanzas Sagradas encargadas de reubicar al ser humano en su nivel primordial), y en sus seguidores, la intrínseca aplicación del ejemplo profético, arquetipo para la consecución de la humanidad original. Nos referimos a “estado anterior a la Revelación” al camino que Muhammad (que la paz de Allah sea con él) transitó en la purificación de su corazón, de por sí ya dispuesta desde la Sabiduría Divina, representada por el alejamiento de lo mundano y el repliegue en la más honda intimidad de sí mismo representado exteriormente por sus retiros en la caverna de Hirâ en la Montaña de la Luz (Yabal an-Nur, convergencia de la teofanía en el ámbito terrestre). Este momento inicial de “repliegue” y “retiro” supone la base sobre la que el Sufismo se constituye como el eje mismo del Islam. Decimos el eje porque, al margen de la controversia innecesaria que puede suscitar la existencia o no-existencia en el tiempo de un mero concepto que, sin embargo, alude a una realidad inmensa y atemporal, el Sufismo ha sido desde siempre la “Ciencia interior del Islam”. Para demostrarlo de un modo tradicional: ‘Umar ibn al-Jattab relató que escuchó al Profeta (que la paz de Allah sea con él) decir: “Las obras se miden según las intenciones, y cada uno será recompensado de acuerdo a su intención”. En otra tradición (hadiz) el Profeta (que la paz de Allah sea con él) dice que Allah Todopoderoso observa lo que se encuentra en nuestros corazones sin considerar nuestras apariencias externas. Hemos citado dos de entre innumerables dichos que manifiestan la importancia capital que en el Islam recibe la purificación interior. En el Sagrado Qur’an leemos: “Sólo (será aceptado) quien venga a Allah con un corazón limpio (qalbus salim)” (26:89)

Durante los primeros trece años iniciales de su bendita misión profética, el Mensajero de Allah (que la paz de Allah sea con él) se abocó a la tarea de literalmente “sanear” los corazones de sus seguidores, quienes, convertidos luego en agentes de luz, se encargarían de sembrar las semillas múltiples del Islam. Estos santos trece años de consolidación, o mejor, de purificación, constituyen el arquetipo fundacional del Sufismo como ciencia del corazón. Debemos anotar que, esencialmente (en su esencia, en su “Realidad”), el Sufismo es pura experiencia transformadora, cualidad inherente a la revolución interior que el Islam promueve como doctrina original al Hombre (“revolución” entendida en su forma etimológica real, es decir, como movimiento opuesto al anquilosamiento propio de lo que está “muerto” en su embotamiento, en este caso, espiritual).

Es por esto que desde el Sufismo, es decir, desde la autenticidad de la enseñanza muhammadiana en tanto que desapego de lo mundano, entrega total al recuerdo de Allah (zikrullah), vivencia de lo Sagrado y la sana intención, decimos que mediante el Sufismo y sus santos transmisores (nexos vehiculizadores del influjo emancipador irradiado desde la Luz profética), el Islam ha arraigado profundamente en culturas diversas enriqueciendo características y cualidades propias al lugar y la raza. Este enriquecimiento, lejos de ser excluyente (como se quiere hacer creer desde una dudosa “ortodoxia” que no acepta más que lo que ella misma pueda violentar), promueve una integración que facilita el desarrollo inherente a las facultades humanas en conexión permanente con el acontecimiento de lo Sagrado (es decir, dentro de los márgenes del Islam como vivencia y relación con lo Sagrado). Esto ha sucedido en todo el espacio que engloba al mundo islámico, y más particularmente en África.

Todo pueblo, toda cultura, toda raza, ha sido dotada con cualidades naturales mediante las cuales desarrollar positivamente la experiencia de lo Sagrado (siendo esto íntegramente “cualitativo”). Tradicionalmente estas cualidades se han manifestado mediante recursos tales como el Arte, entendido este como vehículo y soporte para la transformación. Dentro del Arte incluimos la poesía, la arquitectura, la música, la artesanía y la pintura. En África, el vehículo por antonomasia ha sido la Música, más específicamente la Ciencia del Ritmo (siendo todo Arte esencialmente “Ciencia del Ritmo”).

En nuestros tiempos, un país del África occidental ha sido prolífico en la utilización de la Música como vehículo de conexión con lo Sagrado desde el Sufismo. Nos referimos a Senegal. Allí, una Orden recurre a la Música definiéndola como “la siembra de lo que se cosechará en la Próxima Vida”. Son los Baay Fall. Repetiremos que el Arte no se entiende desde la perspectiva moderna que insensatamente ha desacralizado la visión del mundo haciendo de la manifestación artística un fin para el ocio, el recreo mediocre o, lo que es peor, la voluptuosidad sensorial. Nada más lejos de la realidad tradicional que esto. El Arte, en este caso la Música, es un medio para el desarrollo de las posibilidades interiores del ser humano, un medio para la alabanza, el agradecimiento y la remembranza de lo Divino (zikrullah), un medio para la emancipación espiritual y la purificación interior, premisas básicas del Islam que el Sufismo ha potenciado en la manifestación artística.

Baay Fall es una rama de la Orden Muridiyya. Su guía espiritual es el Sheykh Ibrahima Fall, quien fuera un discípulo aventajado del gran santo Sheykh Ahmadou Bamba, fundador de la Orden Muridi y propulsor “ideológico” (idea en cuanto arquetipo o símbolo) de la ciudad santa de Touba.

 Insha'Allah, en próximas entradas, continuaremos hablando de esta hermosa y enriquecedora experiencia del Sufismo.

Enlace relacionado: Breve Introducción al Misticismo Baye Fall

2 comentarios: