miércoles, 17 de julio de 2013

Ética Islámica y Sabiduría Gauchesca

Bismillahi Rahmani Rahim

Dentro del ámbito del conocimiento islámico existe una ciencia particular encargada de establecer una categorización de los diferentes comportamientos humanos en beneficiosos y perjudiciales, buenos o malos. Esta ciencia se llama 'Ajlaq al-Islamiyya', habitualmente traducida al español como 'Ética Islámica'.

El vocablo Ajlaq es el plural de Julq, que quiere decir 'disposición', 'conducta'. Una disposición es una 'malaka', un hábito, una propiedad del corazón que se forma por la reiteración de ciertos actos y que resulta difícil destruir.

Ahora bien, el objetivo de la ciencia de la Ética es transformar los malos hábitos y las conductas inaceptables que se hallan fuera de la virtud y dentro de lo reprobable, llevando al hombre a asimilar los comportamientos virtuosos y la purificación del corazón, ya que el corazón es el centro donde se originan los hábitos que pueden enfermarlo, si son malos, o elevarlo, si son buenos.

La fuente principal de la Ética es la capacidad de comprensión del ser humano, la cual se divide en Hikma an-nazariyya, o simplemente Hikma, Sabiduría, que es la capacidad para diferenciar entre lo que nos beneficia y lo que nos perjudica, entre lo justo y lo injusto; y la Hikma al-amaliyya, que es la sabiduría práctica. Como toda potencialidad en el ámbito de la experiencia islámica, la Hikma representa la virtud de un estado medio cuyos extremos pueden ser perjudiciales: su exceso se llama 'Yabaza', y comporta el hecho de intentar comprender lo que se encuentra fuera del alcance humano (esoterismo, etc...), como también el estado de quien se dedica a objetivos fútiles como el timo, el engaño y la hechicería. La mengua en la Hikma es llamada 'idiotez' (baladat), y la persona que la padece es incapaz de diferenciar entre lo que le beneficia y lo que le perjudica, confundiendo lo bueno con lo malo y lo malo con lo bueno. En tanto quien tiene suficiente Hikma al-amaliyya, se dice que tiene 'adala, justicia. En la justicia no puede haber exceso ni mengua.

Los tratados de Ética Islámica establecen que cuando una persona se ajusta a la Sabiduría, que es una de las tres potencialidades de su fuero interno, vence a las dos potencialidades restantes del ego salvaje que son el deseo y la ira, y consigue la felicidad al desarrollarlas en su justo medio convirtiéndolas en contención y valentía. Si la Sabiduría no consigue estar equilibrada, y se orienta a cualquiera de los extremos, por exceso o defecto, aparecerán las enfermedades del corazón originando sus consecuentes malos hábitos. Por consiguiente es tarea de todo musulmán eliminar los malos hábitos que se ubican en su corazón y remplazarlos por conductas rectas y virtuosas de acuerdo a la Sabiduría.

La capacidad de comprensión, al ser una potencialidad inherente al ser humano, reconoce en las enseñanzas divinamente reveladas, o celestialmente inspiradas, la Sabiduría transformadora que dispone el camino recto hacia el desarrollo de la virtud. Por esto es que tanto Sabiduría como virtud revisten carácter de universalidad, por lo que la Ética, como ciencia de los comportamientos, ha sido la misma en todo tiempo y lugar.

Ahora bien, hemos expuesto en trabajos anteriores que la influencia hispanomusulmana en la constitución de nuestro antepasado gaucho, entre otras cosas, ha sido la encargada de transmitir esta Hikma, esta Sabiduría atemporal necesaria para lo comprensión de lo virtuoso y lo reprobable, y a raíz de ella, es decir, para servirse como soporte de manifestación, ha dado en generar un arte particular encargado de difundir, como prolongación de sí misma, la inspiración transformadora; ese arte singular de nuestra tierra es la Payada.

El coplero grave y sentencioso de nuestros trovadores gauchos, magistralmente descubierto por don José Hernández, prolífico develador del espíritu gaucho, es un bellísimo eco de la Sabiduría cuyo sentido ético reverbera en la vivencia gaucha emparentándola indisolublemente con la experiencia islámica tradicional: el sentido de la justicia, la honradez, la valentía, la libertad, la templanza y el estoicismo hacen del arquetipo gaucho una semejanza única del musulmán tradicional. Acuden a nuestra memoria, a modo de ejemplos inexorables, los Consejos que Martín Fierro da a sus hijos, o la inmensa obra de don José Larralde, 'Herencia pa'un hijo gaucho', modelos cabales de Sabiduría que perennes resuenan los significados de lo universal. Hombre vinculado con gauchos y sus faenas, don José Hernández, en el prologo a “La vuelta de Martín Fierro”, escribió:

“Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos, expresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones más antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban con veneración de boca de sus sabios más profundos, de Sócrates,  fundador de la moral, de Platón y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Seneca; (…)  y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad. (…) El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.

De hecho la Sabiduría, como capacidad para discernir lo justo y lo injusto, lo beneficioso y lo perjudicial, lo real y lo falso, es la característica original que Dios ha concedido a los hombres de todos los tiempos para que aprendiendo y/o enseñando lo que les sea de auténtica utilidad en el tránsito que supone la vida logren alcanzar el sentido propio a la humanidad.

En próximas entradas, Dios mediante, publicaremos los versos de sabiduría gauchesca que han hecho florecer la tradición autóctona de la Argentina con un matiz particular que la vincula estrechamente al Islam Tradicional.

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