Autor:
Titus Burckhardt. Artículo publicado originalmente en Études Traditionnelles,
marzo de 1947, y posteriormente incluido en Aperçus sur la connaissance sacrée,
Milano, Archè, 1987.
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El arte musulmán está, en muy
amplia medida, determinado por el rechazo de las imágenes, especialmente de las
imágenes escultóricas; esta negación del "ídolo" se dirige ante todo
a dar testimonio de que la trascendencia de Dios desafía cualquier comparación.
De ello se desprende una jerarquía de las formas que subordina lo
"concreto" a lo "abstracto": al igual que el símbolo
verbal, gracias a su irascibilidad, es preferido al símbolo visual, la forma
puramente geométrica prevalece sobre la forma con imágenes, y la imagen plana
es más fácilmente tolerada que la que "proyecta sombra". Pues lo que
se trata de evitar es la confusión entre el símbolo y su modelo espiritual.
Sería vano buscar en la
teología exterior, que debe evitar todo lo que no es accesible a la generalidad
de los fieles, es decir, de los hombres de naturaleza más activa que
contemplativa, una explicación o justificación del simbolismo de las formas.
Esta posibilidad de explicación existe, en cambio, en el esoterismo, que, por
definición, está orientado hacia la "identidad esencial" (tashbîh) de
todas las cosas con la Esencia divina, y evidentemente presupone, como propio
de sí, el principio de la "incomparabilidad" (tanzîh) (NA: en teología, es el punto de vista de la
incomparabilidad (tanzîh) lo que predomina como siendo lo más verdadero, porque
exime a la idea de Dios de lo que es limitado; pero en metafísica -y por lo
tanto en esoterismo- es el punto de vista de la comparabilidad lo que se hace
esencial, ya que permite superar el dualismo criatura-Creador y libera así al
conocimiento intelectual de las limitaciones de la ilusión cósmica). Que el
ejercicio del arte, en una civilización normal, luego teocrática, esté
necesariamente ligado al esoterismo, resulta, por un lado, de que la actividad
artística puede servir de soporte a la contemplación intelectual -y el
esoterismo colma todos los "recipientes" apropiados-, y, por otro, de
que sólo el esoterismo puede garantizar la corrección intelectual de un arte
religado, de una manera más o menos directa, al dominio de lo sagrado. Allí
donde una forma artística debe ser un verdadero reflejo simbólico (en sánscrito
abhasa, en árabe ‘aqs) de un prototipo trascendente (en árabe namûdaj, de raíz
persa), la tradición asegura la correcta relación entre uno y otro,
prescribiendo los "tipos" susceptibles de ser figurados, y no es sino
en la medida en que el artista, descubriendo la profunda "lógica" de
las formas consagradas, se eleva hasta su principio espiritual, que deviene a
su vez creador. Así, el arte ofrece siempre al artista el doble aspecto de una
vía (en árabe tarîq) que le conduce a un conocimiento trascendente y de una
enseñanza que el artista renueva en sí mismo. En la civilización musulmana, la
relación entre el esoterismo y las artes estaba asegurada -y todavía lo está en
algunos países- por las corporaciones artesanales, emparentadas con las
corporaciones similares del mundo cristiano de la Edad Media, por ejemplo, las
de los constructores (NA: al igual que
algunas corporaciones de la Edad Media cristiana, las agrupaciones denominadas
futuwwah estaban ligadas, por un lado, a un oficio, y, por otro, a la
caballería. Desempeñaron probablemente un papel mediador entre las
civilizaciones musulmana y cristiana, considerada ésta más particularmente en
su aspecto caballeresco).
Pero la relación entre el arte
y el esoterismo implica todavía otro aspecto, que no podría dejarse bajo
silencio sin dar lugar a ciertas objeciones: el arte decorativo de todos los
pueblos bebe en la fuente de una tradición puramente popular, por otra parte no
consciente de su simbolismo. Es importante señalar que los motivos ornamentales
populares que se encuentran en todas las civilizaciones constituyen una herencia
de la Tradición primordial; ahora bien, ésta está representada, en el sentido
de cada tradición particular, por el esoterismo, lo único que se sitúa más allá
de las formas. Esto explica, por un lado, por qué el esoterismo puede reanimar
esta semilla milenaria, muerta en apariencia, que es el "folklore",
y, por otro, que en el arte de una tradición relativamente reciente, tal como
la del Islam o el Cristianismo, puedan surgir formas e imágenes que, en cierto
sentido, son más primordiales que el simbolismo general de la tradición
considerada. Hay aquí una inversión jerárquica que merece ser precisada: al
consistir la razón de ser de una forma tradicional en recordar tal aspecto de
la Tradición una y primitiva, la expresión de ese aspecto ocupará en cierto
modo el "centro" de la forma en cuestión; en cambio, la
"periferia" de esta forma, ya que no tiene por qué insistir casi
exclusivamente en un único aspecto de la Tradición primordial, como el
"centro", podrá predominar sobre los símbolos centrales de dicha
Tradición.
En la tradición musulmana, esta
ley encuentra su aplicación especialmente en ciertas formas arquitectónicas: de
modo que ni la cúpula (qubbah) que corona la base cuadrada (entre una y otra se
halla generalmente un grado intermedio octogonal) (NA: El octógono intermedio resulta de la transición del cuadrado al
círculo. Puede verse en él una alusión simbólica al Trono divino que figura el
paso de la manifestación formal a la manifestación informal.), ni el nicho
(mihrâb) sobre el que se sitúa el imâm para dirigir la oración (NA: El sentido práctico del nicho de oración
consiste en hacer posible sin pérdida de espacio la distancia necesaria entre
el imâm y los fieles que oran. Además, el nicho concentra las palabras del imâm
y hace que se retengan.), y ante el cual a menudo se halla una lámpara
suspendida (NA: Esta lámpara figura
también en numerosos tapices que reproducen el nicho de oración.), son una
necesidad litúrgica que responde a ninguna prescripción sagrada; ahora bien,
ambas formas, que no dejan de ser manifestaciones simbólicas del Islam,
resultan precisamente del matrimonio entre el espíritu islámico y las formas constantes
de la Tradición primordial: la cúpula sobre la base cuadrada es un prototipo
del templo, ya que figura la unión entre el Cielo y la Tierra; en cuanto al
nicho de oración con la lámpara, es la contrapartida de lo que son, en otros
sistemas tradicionales, el tabernáculo, el santo de los santos o la cueva
sagrada. Por lo demás, se los encuentra prefigurados en algunas sentencias
particularmente misteriosas del Corán y de los hadîth: en la sura de la Luz
(sûrat en-nûr), el nicho que contiene la lámpara es mencionado como símbolo de
la presencia divina en la creación; y en una sentencia del Profeta sobre su
ascensión nocturna (mi’raj), habla de una cúpula de nácar blanco que descansa
sobre cuatro pilares o aristas (arkân), de donde surgen los cuatro ríos
celestiales (NA: Los pilares laterales
bajo la cúpula llevan esta inscripción: "En el Nombre de Dios, el
Clemente, el Misericordioso" (bismi’llhâhi rahmâni rahîm), y de cada una
de las cuatro palabras sagradas brota un río de agua, de leche, de miel y de
vino. La cúpula sobre la base cuadrada constituye sobre todo la cubierta de las
tumbas de los santos; en las reliquias de los santos, en efecto, el Cielo se
apoya sobre la tierra. Por otra parte, el simbolismo de los ríos de gracias
(barakât) se aplica igualmente a las tumbas de los santos, que de hecho son
manantiales de gracias.).
2
Vamos ahora a abordar la
cuestión del arte musulmán desde otro punto de vista, buscando, en la
mentalidad musulmana, la noción a la que corresponde la idea misma del arte, y
esto nos conduce, si a este respecto nos apoyamos en los datos de la lengua
árabe -la lengua sagrada del Islam- a las nociones de "oficio"
(çinâ’ah), de "ciencia" (‘ilm) y de "ornamento". Se sabe
que el Islam pone el acento en la razón (‘aql) y no en el sentimiento religioso
(NA: El ’aql en sí, en su naturaleza
universal, es sin forma; pero en el hombre se refleja en las formas
primordiales de la razón. En los rasâ’il ikhwân as-safâ (una recopilación de
cartas doctrinales) se dice, a propósito del significado de las ciencias
matemáticas, que éstas demuestran cómo el espíritu libre influye sobre el alma
ligada al cuerpo: "Considerando la manera en que los sentidos asimilan sus
objetos, se reconoce la forma en que el alma separada del cuerpo actúa sobre el
alma vinculada al cuerpo en el mundo de la generación y de la corrupción. La
ciencia de las matemáticas espirituales ofrece así a los contemplativos una vía
que conduce al conocimiento del alma, si Dios ayuda y dirige".); en
efecto, todo lo que es razonable ocupa un lugar privilegiado en la civilización
musulmana, y esto es lo que explica la importancia atribuida a la ciencia, en
primer lugar a las ciencias establecidas sobre axiomas racionales, a saber, la
lógica y las matemáticas (NA: Es esto lo
que permite comprender la particular afinidad existente entre la perspectiva
islámica y el arte arquitectónico: así, el Islam ha impreso, a la arquitectura
de la que se ha hecho heredero por sus conquistas, una forma específicamente
"cristalina", es decir, eminentemente "matemática" y
"estática".). Ahora bien, la mentalidad musulmana ha sacado de
las ciencias lógicas consecuencias que abarcan un dominio mucho más basto de lo
que se estaría tentado de suponer al examinar las cosas desde fuera: es así
que, sobre la aritmética general y sobre la geometría, se fundan diversas
teorías y reglas de la ciencia del ritmo y de la proporción, reglas que, por un
lado, cooperan en la formación del arte decorativo, y, por otro, penetran en el
dominio del simbolismo esotérico, y ello mediante las correspondencias
cosmológicas que implican. La estima que el Islam tiene por la razón, sin
embargo, no inclina al pensamiento islámico al racionalismo, ya que no es
considerada como lo más elevado, sino como un simple mediador entre lo humano y
lo divino; el juego "planetario" de la razón, lejos de limitar el
alma musulmana, le hará por el contrario presentir posibilidades ilimitadas, de
donde brotan todas las fuentes de la nostalgia y del arrobamiento.
Ahora bien, lo que queda del
arte cuando se eliminan los aspectos "ciencia" y "oficio"
es la "decoración" o el "ornamento", que no requiere de
ninguna justificación particular, al ser considerado como algo espontáneo,
evidente y popular. A este respecto, el Islam jamás ha caído en el puritanismo,
pues, si bien es verdad que esta tradición implica un aspecto fundamental de
"pobreza" y de "simplicidad", la belleza siempre fue
estimada como un don de Dios; fue el propio Profeta el primero que dio ejemplo
de esta alianza armoniosa entre lo simple y lo bello, alianza que determina en
amplia medida todo el arte musulmán, y, quizá de la manera más notable, los dos
artes arquitectónico y textil. Todo lo que se exige del arte decorativo es que
tenga un aspecto precioso, rico y delicioso, sin por ello traicionar una cierta
monotonía abstracta característica del Islam; y, como el Islam desaprueba las
imágenes, el ritmo del ornamento será su principal medio decorativo. El arte de
los nómadas carece de imágenes, en cierto modo por naturaleza; no se dirige a
la demarcación y a la figuración, sino al ritmo y a la abstracción. El
predominio del gusto nómada está relacionado con la actitud espiritual del
Islam, que no cesa de proclamar el carácter transitorio de las cosas de este
mundo, y cuyas instituciones litúrgicas y sociales están casi totalmente
desprovistas de elementos sedentarios: no hay, aparte de la orientación ritual
hacia La Meca, ninguna determinación local del culto, y tampoco jerarquía
sacerdotal; todo musulmán es en todas partes un viajero en el desierto y su
propio sacerdote.
El hecho de que el Profeta
adornara su habitación con tejidos es significativo para el origen del arte
decorativo del Islam. En la tienda, los tejidos y las armas son verdaderos
objetos de arte. La tejeduría próximo-oriental, que repite motivos
mesopotámicos de antigüedad inmemorial con una simplicidad nómada e intemporal,
penetra en Europa con la civilización islámica (NA: Parece que el verdadero tapiz nómada no es el tapiz teñido, sino el
tapiz anudado; sin embargo, todo tapiz puede servir de "mueble" en la
tienda del nómada.). La técnica del tejido, basada en la repetición
indefinida de un mismo motivo, el sentido del ritmo de los nómadas y,
finalmente, la predilección por el número y la geometría, muy característica
por lo demás de la mentalidad musulmana, y ello de acuerdo con la idea
fundamental de la Unidad, son las tres raíces del arte decorativo de los
musulmanes. En cuanto a las figuras armoriales de animales (NA: Los blasones con figuras de animales
parecen tener un doble origen: por un lado, se remontan a un emblema de tribu
que en último análisis corresponde al tótem; por otro, están ligados a la
tradición hermética, que se sirve de las antiguas figuraciones mesopotámicas.
Es posible que ambas corrientes se hayan combinado en Asia Menor; aún así, bien
podría tratarse de un depósito folklórico, reanimado por la intervención de un
esoterismo.) y de formas vegetales –imágenes permitidas, semi-abstractas,
que el Islam recoge con el tejido- ofrecen a su vez un punto de partida al
simbolismo esotérico.
Muy significativo es el papel
predominante de la escritura decorativa, que permite resumir los diversos
puntos de vista y las nociones de las que hemos hablado. La modulación correcta
de la escritura depende de la caligrafía, ciencia que fija la forma y las
relaciones recíprocas de las letras y las sílabas, y cuya ley artística es
ritmo puro, un ritmo que evoluciona con una libertad que ninguna otra escritura
tolera. Con la escritura se mezcla, no sin intención simbólica, el ornamento
vegetal; ya sean zarcillos que se enroscan en filamentos ondulados tras los
trazos de las más antiguas inscripciones de las regiones orientales del Islam,
ya las propias letras transformadas en arabescos vegetales; ambos casos se
refieren a la conexión simbólica, atestiguada por distintas tradiciones, del
Libro sagrado y del Árbol del mundo. En fin, desde el punto de vista islámico,
la importancia de la escritura está ligada al hecho de que la palabra es el
vehículo más directo del espíritu (NA:
las diversas corrientes de la teología musulmana hallan su denominación en los
estilos de la escritura.). El árabe preislámico ya atribuía el más alto
valor a la palabra y al lenguaje; la doctrina islámica ve en la palabra coránica
la expresión misma del Espíritu de Dios (kalimatu Llâh), y venera su forma
escrita como el cuerpo del Verbo (NA: Las
disputas acerca de la naturaleza creada o increada del Corán corresponden
exactamente a las discusiones dogmáticas sobre las dos naturalezas de Cristo.).
Describiendo así la manera en
que el Islam considera el arte, hemos esbozado una especie de
"psicología" del arte musulmán, tal como por lo demás aparece en casi
todos los dominios de esta civilización; es importante, sin embargo, comprender
que una psicología "cerrada", es decir, arbitrariamente limitada a
las modalidades individuales del "alma", es algo desconocido e
imposible en el Islam. Con ello, no solamente queremos decir que el objeto de
nuestro estudio, el arte musulmán, se basa en realidades objetivas, concretas,
prácticas, en las que halla condiciones sociales y técnicas precisas, sino
sobre todo que las ideas espirituales que suscitan la actividad artística
superan siempre el campo de las condiciones individuales. El musulmán percibe
en lo razonable lo trascendente, y las propias vibraciones psíquicas, que,
consciente o inconscientemente, animan a las facultades del artesano, están
regidas por una influencia espiritual de la que un observador exterior no
podría reconocer la eficacia. Quizá sea posible formarse una idea de ello con
la representación de cómo el ritmo de los ritos cotidianos, de formas precisas
y convincentes, penetra orgánicamente en la vida del musulmán y le imprime una
ley de las formas cuyos efectos repercuten en las más lejanas orillas del ser
humano.
Hermano Mustafa , le agradezco la gentileza de haberse acordado de mí.
ResponderEliminarIbrahim