Bismillahi
Rahmani Rahim
El Califa Umar (ra) solía
decir: “Abu Bakr es un señor; y liberó a
otro señor”.
El Califa (ra), se refería a
Bilal Ibn Rabah, el esclavo etíope, alto, delgado y moreno.
Cuando oía a la gente dedicarle
los más elevados elogios decía: “Soy un
negro etíope. Ayer era un esclavo”
¿Quién es este Bilal Ibn Rabah?
¿Ayer un esclavo y hoy un señor?
Era esclavo de la tribu de Bani
Yumah en La Meca. Su madre fue una esclava también. La vida del esclavo era
terrible; todos los días parecían iguales; no podía controlar su presente ni
tenía esperanzas para su futuro.
En esos días ya se empezaba a
oír de Muhammad (asws) y de la religión que predicaba. Bilal (ra) oía mucho a
sus amos hablar de él (asws), lo mencionaban con odio y furia; en especial Umaya
Ibn Jalaf. Solían decir: “Muhammad nunca
fue mentiroso, ni hechicero, ni loco, sin embargo, tenemos que acusarlo de
algo, para que la gente no siga su religión.”
Oía mencionar acerca de la
fidelidad de Muhammad (asws), su hombría y buenas costumbres, su pureza y su
buen juicio. También los oía comentar las causas de la oposición que le hacían;
primeramente estaba la ciega confianza en la religión de los ancestros; luego
estaba el temor de que, con la nueva religión universal e igualitaria, Quraysh
y La Meca perdieran su prestigio como centro religioso y comercial de Arabia.
También había quien lo rechazara, al no agradarle que un profeta surgiese del
clan de Bani Hashim y no de su clan.
Pasaron los días y Bilal (ra)
vio finalmente la luz de Allah. Sintió un llamado en lo profundo de su ser y se
dirigió hacia el Profeta (asws) para islamizarse. La noticia se propagó entre
los Bani Yumuh rápidamente. Los amos de Bilal se sentían avergonzados y
furiosos porque uno de sus esclavos hubiese seguido a Muhammad. Umaya dijo: “No hay problema. El sol de hoy se ocultará
llevándose el Islam de este esclavo rebelde”. Decidieron torturarlo hasta
que renegase de su fe islámica.
Pero contrariamente a lo dicho
por Umaya, los que se ocultaron fueron los ídolos de Quraysh.
La firmeza de Bilal ante las
crueles torturas recibidas fue una muestra de orgullo, no sólo para el Islam,
su religión, sino para toda la humanidad.
Bilal, un esclavo negro, dio a
la humanidad, por gracia del Islam, una lección sobre la fuerza de la identidad
y la fe ante las más terribles presiones. Demostró que la raza o la condición
social no son ningún obstáculo ante una fe firme y la confianza en Allah.
También demostró a las generaciones venideras que la libertad no se vende.
Los amos de Bilal solían
exponerlo diariamente bajo el calor del mediodía en el desierto, el cual se
convertía en un infierno mortal en ese momento. Sacaban sus ropas y lo apoyaban
sobre piedras calientes; luego, ponían sobre él una gran piedra ardiendo. La
tortura era tan cruel que los propios verdugos cedieron en su posición.
Ofrecieron a Bilal que
detendrían el castigo si él decía una sola palabra en favor de los ídolos.
Pero Bilal (ra) se mantuvo
firme, le bastaba decir una palabra para que la tortura cesara. Le pedían que
alabe a Al-lat y Al'uzza; él en cambio, repetía sin cesar: “Allah es Único. Es Único”.
Le decían: “Solo repite lo que decimos”. Y él decía burlonamente: “Mi lengua no puede hacerlo”. Al
atardecer lo llevaban atado por las calles de La Meca y lo acosaban para que
vuelva a la adoración de los ídolos. Así pasaron los días... Bilal solo repetía
decididamente: “Allah es Único. Es Único”
ante sus torturadores.
Era tanta su perseverancia y su
firmeza que sus amos perdieron la esperanza de cualquier éxito contra su
elección. En una ocasión se presentó Abu Bakr (ra) en el lugar donde lo
torturaban y dirigiéndose a sus torturadores, les dijo: “¿Castigáis acaso a un hombre sólo porque dice que su Señor es Allah?”
Luego gritó a Umaya: “Toma más de lo que vale y déjalo libre”
Umaya sintió el alivio de
alguien que está ahogándose y es salvado. Se alegró mucho, tomó el dinero,
entregó el esclavo a Abu Bakr (ra) y le dijo: “Aunque hubieses ofrecido una sola pieza de plata, te lo venderíamos de
todas maneras”. Abu Bakr (ra) sintió en esas palabras la decepción y
frustración que agobiaba a Umaya, pero no resistió la tentación de aclararle su
generosidad con las siguientes palabras:
“¡Por
Allah! ¡Aunque me pidieses cien piezas igualmente lo compraría!”
Abu Bakr (ra) liberó después a
Bilal (ra). Una vez libre emigró a Medina por Allah y Su Profeta (asws).
Fue allí, donde el Profeta (asws)
eligió a Bilal para que llame a los musulmanes a la oración cinco veces al día
en la mezquita. Esa misma voz que, trece años atrás, exclamaba “Allah es Único”, ahora entonaría el
Adhán y llenaría de fe los corazones de los Creyentes.
Pasaron los meses, hasta llegar
el momento decisivo para el Islam; por primera vez se enfrentarían en combate
cerca de Medina, los musulmanes y los incrédulos de La Meca. El Profeta (asws)
eligió las palabras de Bilal, “Allah es
Único”, como grito de guerra. Ambos ejércitos se encontraban frente a
frente y el destino tenía preparado algo especial para Bilal.
Umaya Ibn Jalaf acostumbraba
quedarse detrás cuando los Mecanos salían a combatir; y esta vez planeaba hacer
lo mismo. Pero 'Uqbah Ibn Abi Mu'it, su amigo, quien siempre lo apoyó en el
momento de torturar a los creyentes, fue a su casa y lo acusó de cobarde y por
esconderse como las mujeres. Umaya no tuvo más remedio que prepararse para
marchar con el ejército de La Meca. No sabían, lo que el destino les tenía
preparado
Es sabido que el destino gusta
burlarse de los que se ufanan y abusan de los débiles. 'Uqbah, quien animaba a
Umaya para torturar a los Creyentes sería el mismo que llevaría a Umaya hacia
su muerte ¡Y a la de él mismo!
¿Y, a manos de quién?
¡A manos de Bilal!
Cuando se enfrentaron los
ejércitos, Umaya al oír de los musulmanes: “¡Allah
es Único!”, sintió una extraña sensación en el pecho. ¿Cómo podían las
palabras de un esclavo negro convertirse tan rápidamente en lema de una
religión y de una nueva nación? En ese momento presintió que se enfrentaban a
algo fuera de este mundo.
En lo más encarnizado de la
batalla, Bilal (ra) vio a Umaya Ibn Jalaf y exclamó: “¡Es uno de los cabecillas de la incredulidad! ¡Si él se salva de esta
yo no me salvaré!”, y se lanzó sobre él, con los recuerdos y cicatrices que
las torturas de Umaya habían causado sobre él y otros creyentes. Clamó en voz
alta las mismas palabras de siempre: ¡Allah
es Único!, y un grupo de musulmanes se abalanzó sobre Umaya y su hijo antes
que estos salieran del campo de batalla. ¡Él, que había causado tanto dolor y
sufrimiento a los Creyentes con su odio y vanidad, no podía escapar sin saldar
sus cuentas!
Cuando acabaron con ellos,
Bilal (ra) comenzó a gritar “¡Allah es
Único!”
Pasaron los años, los
musulmanes fueron fortaleciéndose más y más; hasta preparar un ejército de diez
mil hombres para entrar en La Meca y tomar posesión de esta ciudad Sagrada para
el Islam. Entraron a ella, vencida sin tomar represalias contra su gente, la
misma que años antes los había acosado, torturado y expulsado de sus hogares,
separándolos de sus familias.
El momento más emotivo fue
cuando el Profeta (asws) ingresó con Bilal (ra) en la Ka’aba, el edificio
sagrado que los idólatras habían llenado con sus deidades de piedra, barro y
otros materiales. Comenzó el Mensajero (asws) a destruir estos ídolos uno por
uno, luego ordenó a Bilal que subiese a lo alto y entonase el Adhán. Fue un
momento de gloria para los silenciosos guerreros musulmanes. ¡Por fin se
escuchaba el llamado a la adoración exclusiva de Allah desde su casa sagrada!
¡Tantos años de lucha para estar aquí en la casa de Allah oyendo el llamado de
Bilal a la oración!
Los incrédulos, ocultos en sus
casas, oían el Adhán y se preguntaban temerosos:
¿Es
este Muhammad y sus miserables que antes habíamos expulsado de La Meca?
¿Será
realmente él, con su ejército de diez mil creyentes?
¿Es
realmente él a quien perseguimos, combatimos y a quien le asesinamos sus seres
queridos?
¿Será
el mismo que ahora, con nuestras vidas en sus manos, nos dice: “Podéis iros,
sois libres”?
Nunca olvidarían las elocuentes
palabras del Profeta (asws):
“¡Qurayshíes!
Ciertamente que Allah os quitó la soberbia y la veneración ciega de los
antepasados. ¡La humanidad viene de Adán. Y Adán fue creado de tierra!”
Bilal (ra) vivió cerca del
Profeta (asws), participaba en todas las batallas, llamaba a los creyentes a la
oración en la mezquita, constantemente practicaba y defendía los ritos del
Islam, la religión que lo llevó de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la
libertad.
El Profeta (asws) lo apreciaba
inmensamente. Constantemente lo describía como: “Un hombre de la gente del Paraíso”. Y sin embargo Bilal (ra)
siempre conservó la simpleza y la humildad que lo caracterizaban. Cierto día
concurrió junto a su hermano a pedir la mano de dos musulmanas para casarse.
Dijo a los padres:
“Yo
soy Bilal y este es mi hermano, dos esclavos de Etiopía. Estábamos perdidos y
Allah nos guió, éramos esclavos y Allah nos liberó. Si permitís casarnos,
alabado sea Allah. Si lo prohibís, ¡Allah es el más grande!”
Cuando el Profeta (asws) murió,
su sucesor, el Califa Abu Bakr (ra), recibió a Bilal (ra), quién le dijo: “¡Oh Califa del Mensajero de Allah! Oí al
Profeta decir: ‘La mejor obra de un creyente es combatir por la causa de Allah.’”
Abu Bakr (ra) dijo: “¿Y qué deseas entonces, Bilal?”.
Bilal dijo: “Deseo partir hacia la frontera y luchar por
la causa de Allah hasta morir”.
Abu Bakr (ra) respondió: “¿Y quién llamará a la oración entonces?”.
Contestó Bilal (ra) con los
ojos llenos de lágrimas: “No seré el
muaddhin de nadie, después de haberlo sido en vida del Profeta (asws)”.
Abu Bakr (ra) dijo: “Al contrario, tú serás nuestro muaddhin”.
Bilal expresó: “Si es que me liberaste para que te sirva,
pues que así sea, si es tu deseo. Y si es que me liberaste por Allah, pues
déjame partir hacia aquello para lo cual me liberaste”.
Abu Bakr (ra) respondió: “Te liberé por Allah, Oh Bilal”
No se sabe con exactitud quien
cedió a los ruegos de quien.
Bilal (ra) se presentó
nuevamente ante Umar (ra), sucesor de Abu Bakr y pidió nuevamente ser enviado
al frente de guerra en Siria.
Bilal (ra) dedicó el resto de
su vida a defender la causa de Allah en las fronteras del Califato Islámico.
Nunca más se oyó su voz pronunciando
el llamado a la oración; pues al decir: “Doy
testimonio que Muhammad es el mensajero de Allah”, se agolpaban los
recuerdos en su mente, perdía la voz e irrumpía en sollozos.
El último llamado que se le
escuchó fue durante la visita del Califa Umar (ra) a Siria. En esa ocasión, el
Califa pidió fervorosamente a Bilal (ra) que realizara el llamado a la oración.
Así lo hizo y todos los Sahaba lloraron al recordar los tiempos del Profeta (asws)
y de Bilal (ra) como muhaddin.
Bilal murió en Siria, sirviendo
en la causa de Allah, en el año 20 después de la Hégira.
En Damasco yacen los restos de
este hombre que fue un ejemplo de firmeza en la defensa de la fe y los
principios que siempre defendió.
¡Que Allah, bendiga a Bilal!
Tumba donde se halla enterrado el bendito cuerpo de Hazrat Bilal (ra) |
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