domingo, 14 de abril de 2013

Benditos Sahaba: Hz Bilal Ibn Rabah (ra)

Bismillahi Rahmani Rahim
El Califa Umar (ra) solía decir: “Abu Bakr es un señor; y liberó a otro señor”.
El Califa (ra), se refería a Bilal Ibn Rabah, el esclavo etíope, alto, delgado y moreno.
Cuando oía a la gente dedicarle los más elevados elogios decía: “Soy un negro etíope. Ayer era un esclavo”
¿Quién es este Bilal Ibn Rabah? ¿Ayer un esclavo y hoy un señor?
Era esclavo de la tribu de Bani Yumah en La Meca. Su madre fue una esclava también. La vida del esclavo era terrible; todos los días parecían iguales; no podía controlar su presente ni tenía esperanzas para su futuro.
En esos días ya se empezaba a oír de Muhammad (asws) y de la religión que predicaba. Bilal (ra) oía mucho a sus amos hablar de él (asws), lo mencionaban con odio y furia; en especial Umaya Ibn Jalaf. Solían decir: “Muhammad nunca fue mentiroso, ni hechicero, ni loco, sin embargo, tenemos que acusarlo de algo, para que la gente no siga su religión.”
Oía mencionar acerca de la fidelidad de Muhammad (asws), su hombría y buenas costumbres, su pureza y su buen juicio. También los oía comentar las causas de la oposición que le hacían; primeramente estaba la ciega confianza en la religión de los ancestros; luego estaba el temor de que, con la nueva religión universal e igualitaria, Quraysh y La Meca perdieran su prestigio como centro religioso y comercial de Arabia. También había quien lo rechazara, al no agradarle que un profeta surgiese del clan de Bani Hashim y no de su clan.
Pasaron los días y Bilal (ra) vio finalmente la luz de Allah. Sintió un llamado en lo profundo de su ser y se dirigió hacia el Profeta (asws) para islamizarse. La noticia se propagó entre los Bani Yumuh rápidamente. Los amos de Bilal se sentían avergonzados y furiosos porque uno de sus esclavos hubiese seguido a Muhammad. Umaya dijo: “No hay problema. El sol de hoy se ocultará llevándose el Islam de este esclavo rebelde”. Decidieron torturarlo hasta que renegase de su fe islámica.
Pero contrariamente a lo dicho por Umaya, los que se ocultaron fueron los ídolos de Quraysh.
La firmeza de Bilal ante las crueles torturas recibidas fue una muestra de orgullo, no sólo para el Islam, su religión, sino para toda la humanidad.
Bilal, un esclavo negro, dio a la humanidad, por gracia del Islam, una lección sobre la fuerza de la identidad y la fe ante las más terribles presiones. Demostró que la raza o la condición social no son ningún obstáculo ante una fe firme y la confianza en Allah. También demostró a las generaciones venideras que la libertad no se vende.
Los amos de Bilal solían exponerlo diariamente bajo el calor del mediodía en el desierto, el cual se convertía en un infierno mortal en ese momento. Sacaban sus ropas y lo apoyaban sobre piedras calientes; luego, ponían sobre él una gran piedra ardiendo. La tortura era tan cruel que los propios verdugos cedieron en su posición.
Ofrecieron a Bilal que detendrían el castigo si él decía una sola palabra en favor de los ídolos.
Pero Bilal (ra) se mantuvo firme, le bastaba decir una palabra para que la tortura cesara. Le pedían que alabe a Al-lat y Al'uzza; él en cambio, repetía sin cesar: “Allah es Único. Es Único”.
Le decían: “Solo repite lo que decimos”. Y él decía burlonamente: “Mi lengua no puede hacerlo”. Al atardecer lo llevaban atado por las calles de La Meca y lo acosaban para que vuelva a la adoración de los ídolos. Así pasaron los días... Bilal solo repetía decididamente: “Allah es Único. Es Único” ante sus torturadores.
Era tanta su perseverancia y su firmeza que sus amos perdieron la esperanza de cualquier éxito contra su elección. En una ocasión se presentó Abu Bakr (ra) en el lugar donde lo torturaban y dirigiéndose a sus torturadores, les dijo: “¿Castigáis acaso a un hombre sólo porque dice que su Señor es Allah?”
Luego gritó a Umaya: “Toma más de lo que vale y déjalo libre”
Umaya sintió el alivio de alguien que está ahogándose y es salvado. Se alegró mucho, tomó el dinero, entregó el esclavo a Abu Bakr (ra) y le dijo: “Aunque hubieses ofrecido una sola pieza de plata, te lo venderíamos de todas maneras”. Abu Bakr (ra) sintió en esas palabras la decepción y frustración que agobiaba a Umaya, pero no resistió la tentación de aclararle su generosidad con las siguientes palabras:
“¡Por Allah! ¡Aunque me pidieses cien piezas igualmente lo compraría!”
Abu Bakr (ra) liberó después a Bilal (ra). Una vez libre emigró a Medina por Allah y Su Profeta (asws).
Fue allí, donde el Profeta (asws) eligió a Bilal para que llame a los musulmanes a la oración cinco veces al día en la mezquita. Esa misma voz que, trece años atrás, exclamaba “Allah es Único”, ahora entonaría el Adhán y llenaría de fe los corazones de los Creyentes.
Pasaron los meses, hasta llegar el momento decisivo para el Islam; por primera vez se enfrentarían en combate cerca de Medina, los musulmanes y los incrédulos de La Meca. El Profeta (asws) eligió las palabras de Bilal, “Allah es Único”, como grito de guerra. Ambos ejércitos se encontraban frente a frente y el destino tenía preparado algo especial para Bilal.
Umaya Ibn Jalaf acostumbraba quedarse detrás cuando los Mecanos salían a combatir; y esta vez planeaba hacer lo mismo. Pero 'Uqbah Ibn Abi Mu'it, su amigo, quien siempre lo apoyó en el momento de torturar a los creyentes, fue a su casa y lo acusó de cobarde y por esconderse como las mujeres. Umaya no tuvo más remedio que prepararse para marchar con el ejército de La Meca. No sabían, lo que el destino les tenía preparado
Es sabido que el destino gusta burlarse de los que se ufanan y abusan de los débiles. 'Uqbah, quien animaba a Umaya para torturar a los Creyentes sería el mismo que llevaría a Umaya hacia su muerte ¡Y a la de él mismo!
¿Y, a manos de quién?
¡A manos de Bilal!
Cuando se enfrentaron los ejércitos, Umaya al oír de los musulmanes: “¡Allah es Único!”, sintió una extraña sensación en el pecho. ¿Cómo podían las palabras de un esclavo negro convertirse tan rápidamente en lema de una religión y de una nueva nación? En ese momento presintió que se enfrentaban a algo fuera de este mundo.
En lo más encarnizado de la batalla, Bilal (ra) vio a Umaya Ibn Jalaf y exclamó: “¡Es uno de los cabecillas de la incredulidad! ¡Si él se salva de esta yo no me salvaré!”, y se lanzó sobre él, con los recuerdos y cicatrices que las torturas de Umaya habían causado sobre él y otros creyentes. Clamó en voz alta las mismas palabras de siempre: ¡Allah es Único!, y un grupo de musulmanes se abalanzó sobre Umaya y su hijo antes que estos salieran del campo de batalla. ¡Él, que había causado tanto dolor y sufrimiento a los Creyentes con su odio y vanidad, no podía escapar sin saldar sus cuentas!
Cuando acabaron con ellos, Bilal (ra) comenzó a gritar “¡Allah es Único!”
Pasaron los años, los musulmanes fueron fortaleciéndose más y más; hasta preparar un ejército de diez mil hombres para entrar en La Meca y tomar posesión de esta ciudad Sagrada para el Islam. Entraron a ella, vencida sin tomar represalias contra su gente, la misma que años antes los había acosado, torturado y expulsado de sus hogares, separándolos de sus familias.
El momento más emotivo fue cuando el Profeta (asws) ingresó con Bilal (ra) en la Ka’aba, el edificio sagrado que los idólatras habían llenado con sus deidades de piedra, barro y otros materiales. Comenzó el Mensajero (asws) a destruir estos ídolos uno por uno, luego ordenó a Bilal que subiese a lo alto y entonase el Adhán. Fue un momento de gloria para los silenciosos guerreros musulmanes. ¡Por fin se escuchaba el llamado a la adoración exclusiva de Allah desde su casa sagrada! ¡Tantos años de lucha para estar aquí en la casa de Allah oyendo el llamado de Bilal a la oración!
Los incrédulos, ocultos en sus casas, oían el Adhán y se preguntaban temerosos:
¿Es este Muhammad y sus miserables que antes habíamos expulsado de La Meca?
¿Será realmente él, con su ejército de diez mil creyentes?
¿Es realmente él a quien perseguimos, combatimos y a quien le asesinamos sus seres queridos?
¿Será el mismo que ahora, con nuestras vidas en sus manos, nos dice: “Podéis iros, sois libres”?
Nunca olvidarían las elocuentes palabras del Profeta (asws):
“¡Qurayshíes! Ciertamente que Allah os quitó la soberbia y la veneración ciega de los antepasados. ¡La humanidad viene de Adán. Y Adán fue creado de tierra!”
Bilal (ra) vivió cerca del Profeta (asws), participaba en todas las batallas, llamaba a los creyentes a la oración en la mezquita, constantemente practicaba y defendía los ritos del Islam, la religión que lo llevó de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad.
El Profeta (asws) lo apreciaba inmensamente. Constantemente lo describía como: “Un hombre de la gente del Paraíso”. Y sin embargo Bilal (ra) siempre conservó la simpleza y la humildad que lo caracterizaban. Cierto día concurrió junto a su hermano a pedir la mano de dos musulmanas para casarse. Dijo a los padres:
“Yo soy Bilal y este es mi hermano, dos esclavos de Etiopía. Estábamos perdidos y Allah nos guió, éramos esclavos y Allah nos liberó. Si permitís casarnos, alabado sea Allah. Si lo prohibís, ¡Allah es el más grande!”
Cuando el Profeta (asws) murió, su sucesor, el Califa Abu Bakr (ra), recibió a Bilal (ra), quién le dijo: “¡Oh Califa del Mensajero de Allah! Oí al Profeta decir: ‘La mejor obra de un creyente es combatir por la causa de Allah.’”
Abu Bakr (ra) dijo: “¿Y qué deseas entonces, Bilal?”.
Bilal dijo: “Deseo partir hacia la frontera y luchar por la causa de Allah hasta morir”.
Abu Bakr (ra) respondió: “¿Y quién llamará a la oración entonces?”.
Contestó Bilal (ra) con los ojos llenos de lágrimas: “No seré el muaddhin de nadie, después de haberlo sido en vida del Profeta (asws)”.
Abu Bakr (ra) dijo: “Al contrario, tú serás nuestro muaddhin”.
Bilal expresó: “Si es que me liberaste para que te sirva, pues que así sea, si es tu deseo. Y si es que me liberaste por Allah, pues déjame partir hacia aquello para lo cual me liberaste”.
Abu Bakr (ra) respondió: “Te liberé por Allah, Oh Bilal”
No se sabe con exactitud quien cedió a los ruegos de quien.
Bilal (ra) se presentó nuevamente ante Umar (ra), sucesor de Abu Bakr y pidió nuevamente ser enviado al frente de guerra en Siria.
Bilal (ra) dedicó el resto de su vida a defender la causa de Allah en las fronteras del Califato Islámico.
Nunca más se oyó su voz pronunciando el llamado a la oración; pues al decir: “Doy testimonio que Muhammad es el mensajero de Allah”, se agolpaban los recuerdos en su mente, perdía la voz e irrumpía en sollozos.
El último llamado que se le escuchó fue durante la visita del Califa Umar (ra) a Siria. En esa ocasión, el Califa pidió fervorosamente a Bilal (ra) que realizara el llamado a la oración. Así lo hizo y todos los Sahaba lloraron al recordar los tiempos del Profeta (asws) y de Bilal (ra) como muhaddin.
Bilal murió en Siria, sirviendo en la causa de Allah, en el año 20 después de la Hégira.
En Damasco yacen los restos de este hombre que fue un ejemplo de firmeza en la defensa de la fe y los principios que siempre defendió.
¡Que Allah, bendiga a Bilal!

Tumba donde se halla enterrado el bendito cuerpo de Hazrat Bilal (ra)

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