Aslam, un Compañero del
Mensajero de Allah (as), transmitió: “Una noche, durante el Califato de ‘Umar,
íbamos a inspeccionar la colina de Waqim en Medina. En una de las casas vimos a
una mujer con sus hijos. Estaban llorando. En el fuego había una cazuela llena
de agua.
‘Umar, que Allah esté satisfecho
con él, preguntó por qué estaban llorando los niños.
Ella dijo: ‘Tienen hambre.’
Los ojos de ‘Umar se llenaron
de lágrimas cuando constató que en la cazuela estaban hirviendo pequeñas
piedras. De este modo la mujer intentaba engañar a los niños para que se
durmieran. Inmediatamente fue al almacén donde se guardaban las donaciones.
Personalmente llenó de harina un gran saco y lo llevó en sus hombros a la familia.
Quería ayudarle pero se negó diciendo: “¡Oh Aslam! Lo llevaré yo. Seré
preguntado por estos niños en el Más Allá.”
Cuando volvimos a la casa de la
mujer, se puso a cocinar. Con una mano atizaba el fuego, con la otra daba
vueltas a la sopa. Vi que el humo le llagaba hasta la barba. Terminó de cocinar
y sirvió la comida a los niños. Después de que la hubieron comido, se sentó con
ellos. Daba miedo, era como un león. Me daba miedo hablar. Se quedó hasta que
los niños comenzaron a reír y a jugar.
Entonces se levantó y dijo:
‘¡Oh Aslam! ¿Sabes por qué me he sentado con ellos? Vi como estaban llorando.
No quise irme antes de verlos reír. Cuando vi que se estaban riendo, me sentí
reconfortado.”
Debemos saber que Allah honra a
los ricos agradecidos, humildes y generosos que responden según las necesidades
de la humanidad en la misma medida que a los pobres que se comportan con
dignidad. La generosidad y la misericordia llevan a la gente a la felicidad en
el Más Allá, protegiéndoles de las dificultades de este mundo. Las buenas
nuevas esperan a aquellos que llevan su carga con paciencia.
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