Prof.
Shamsuddin Elía
Las primeras corrientes
moriscas se asentaron en el Río de la Plata durante los siglos XVI y XVII.
Entre otras cosas, acercaron la cultura ecuestre y el origen de la palabra
gaucho. Nuestra tesis, fundamentada en una extensa y pormenorizada
bibliografía, es que el gaucho tiene su origen en la civilización de Alándalus,
la España musulmana (711-1492), cuna de los pueblos iberoamericanos, de la que
recibimos legados como el idioma castellano en su versión andaluza, con el
seseo (pronunciar un sonido silbante s en vez del sonido ce) y el yeísmo (que
consiste en pronunciar la ll como la y: sonando igual en "llave" o en
"yerba", tan común entre los rioplatenses), ambos de origen morisco.
Con la palabra moriscos (1) se
designa comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por
Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del
barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo (2).
Esta denominación igualmente le
sería aplicada a los mudéjares (del árabe mudayyan: "los que se
quedaron", o Ahl ad-Dayn: "Gente que permanece, que se domeña";
por extensión, "domesticados", "domeñados"): los "moros
sometidos" en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes
disfrutaron de períodos de tolerancia bajo la égida de soberanos como Alfonso X
el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369). Éstos desarrollarían
un arte que transformó los perfiles de la España cristiana y sería la base
fundamental del llamado "arte colonial español" en América (3).
Tras la fracasada rebelión de
1568 -ahogada en sangre por Felipe II y su hermanastro Juan de Austria-, la
nobleza de España, más germánica que española, obsesionada por la "pureza
de sangre" y el miedo a una sublevación de los moriscos apoyada por los
turcos otomanos (4), presionó al rey Felipe III para que procediera a la
expulsión masiva de los moriscos. La operación se llevó a cabo entre 1609 y
1614 (5). Los moriscos entonces se asentaron en el Norte de África (Marruecos,
Argelia y Túnez). Algunos se quedaron viviendo en España y Portugal, fingiendo
ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica
(6). El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.
Los moriscos que vinieron a
América llegaron mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma
impuesto por el inquisidor. Aquí forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos
(Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y
Venezuela), con múltiples influencias en la música, costumbres y estilos, desde
el folclore argentino a la escuela tapatía mexicana. Éstas simbolizaron su fe,
su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad. También
construyeron iglesias, catedrales y residencias mudéjares que todavía nos
asombran, pequeñas Alhambras que tuvieron como magnífico marco una nueva y
pletórica geografía acunada entre los Andes y el Caribe (7).
El tradicionalista y
jurisconsulto argentino Carlos Molina Massey (1884-1964), que ha estudiado el
origen del gaucho, se pregunta: "Los ocho siglos de conquista mora habían
puesto su sello racial característico en la población íbera: el ochenta por
ciento de la población peninsular llegada a nuestras playas traía sangre mora.
El gaucho fue por eso como un avatar, como una rencarnación del alma de la
morería fundiéndose con el alma aborigen en el gran ambiente libertario de
América" (8).La etimología de la palabra "gaucho" Entre el
riquísimo y vasto legado andalusí también figura la palabra "gaucho".
El jurisconsulto de origen francés y gauchófilo por excelencia Emilio Honorio
Daireaux (1843-1916) hace esta reconstrucción: "En la época de las
primeras poblaciones en América la dominación de los Árabes en España había terminado
por la expulsión o la sumisión; muchos de estos vencidos emigraron. En la pampa
encontraron un medio donde podían continuar las tradiciones de la vida pastoril
de sus antepasados. Fueron los primeros que se alejaron de las murallas de la
ciudad para cuidar los primeros rebaños. Tan cierto es esto que á muchos usos y
artefactos allí empleados se les designa con palabras árabes, al pozo, palabra
española, se le nombra jagüel, desinencia árabe, y a la manera árabe sacan los
pastores el agua. Gaucho es una palabra árabe desfigurada.
Es fácil encontrar su
parentesco con la palabra "chauch" que en árabe significa conductor
de ganados. Todavía en Sevilla (en Andalucía), hasta en Valencia, al conductor
de ganados se le nombra chaucho" (9).Los descubrimientos de Federico Tobal
El primer gran teórico sobre los orígenes hispanoárabes del gaucho fue el
jurisconsulto, escritor y periodista Federico Tobal (1840-1898). Dice Tobal:
"El traje del gaucho no es más que una degeneración del traje del árabe y
aún los dos hombres se confunden al primer aspecto. El chiripá, el poncho, la
chaqueta, el tirador, el pañuelo en la cabeza y bajo el sombrero, no son más
que modificaciones de las piezas del vestido árabe, pero modificaciones ligeras
y que no constituyen un traje aparte como el nuestro europeo. (...) Todo en el
gaucho es oriental y árabe: su casa, su alimento, su traje, sus pasiones, sus
vicios y virtudes y aún sus creencias. (...) Interminable sería agotar esta
tesis. Las cosas, los hechos y los accidentes de relación que constatan el
origen se ofrecen por doquiera. La semejanza es tan viva que basta la más ligera
atención para percibirla.
Ella nos sigue como la sombra
sigue al cuerpo y va estampada hasta en la etiqueta (...) Por mayor que sea la
indolencia en que haya caído el gaucho, carecerá de árboles o de huerto su
hogar, pero no carecerá del pozo que es la cisterna (jagüel o aljibe) para las
frecuentes abluciones, alta necesidad de sus costumbres que se nota
especialmente entre los pueblos paraguayo y correntino y que no es ciertamente
de origen indio" (10).Los reveladores conceptos de Lugones El escritor y
político argentino Leopoldo Lugones (1874-1938) es uno de los grandes
reivindicadores del alma gaucha, la cultura de la pampa y su legado andalusí.
En las citas siguientes resumimos su pensamiento sobre el tema: "Jinete
por excelencia, resultaba imposible concebirlo desmontado; y así, los arreos de
cabalgar, eran el fundamento de su atavío.
Su manera de enjaezar el
caballo, tenía, indudablemente, procedencia morisca. (...) Las riendas y la
jáquima (11) o bozal, muy delgados, aligeraban en lo posible el jaez (12), cuyo
objeto no era contener ni dominar servilmente al bruto, sino, apenas,
vincularlo con el caballero, dejándole gran iniciativa (...) Por lo demás, es
sabido que el arte de cabalgar y de pelear a la jineta, así como sus arreos,
fue introducido en España por los moros, cuyos zenetes o caballeros de la tribu
berberisca de Banu Marín, diéronle su nombre específico. Así, jinete,
pronunciación castellana de zenete, fue por antonomasia el individuo diestro en
el cabalgar. (...) Las anchas cinchas taraceadas (13) con tafiletes (14) de
color, son moriscas hoy mismo. (...) Análogos bordados y taraceos solían
adornar los guardamontes usados por los gauchos de la región montuosa. Aquel
doble delantal de cuero crudo, que atado al arzón delantero de la montura,
abríase a ambos lados, protegiendo las piernas y el cuerpo hasta el pecho, no
fue sino la adaptación de las adargas (15) moriscas para correr cañas, que tenían
los mismos adornos y casi idénticas hechuras: pues eran tiesas en su mitad
superior y flexibles por debajo para que pudieran doblarse sobre el anca del
animal" (16).
Y así como la tradición y
herencia caballeresca fueron musulmanas, la vestimenta del gaucho también lo
fue por añadidura. Lo más evidente de ella son las famosas bombachas de campo
(el pantalón por excelencia en todas las regiones islámicas, desde Marruecos al
Pakistán) y la faja alrededor de la cintura (típica de los moriscos para esconder
la gumia o el facón).
Por eso dice con razón Lugones:
"Después notaríase que aquella rudimentaria bombacha abierta (el chiripá),
facilita la monta del caballo bravío. El calzoncillo adquirió una amplitud
análoga; y los flecos y randas que le daban vuelo sobre el pie, fueron la
adopción de aquellos delantales de lino ojalado y encajes, con que los
caballeros del siglo XVII cubrían las cañas de sus botas de campaña. Mas, para
unos y otros, el origen debió ser aquella bombacha de hilo o de algodón, que a
guisa de calzoncillos, precisamente, llevaron en todo tiempo los árabes (De ahí
procedieron los zaragüelles (17) análogos de Valencia y de Murcia, por su
etimología y por su hechura)" análogos de Valencia y de Murcia, por su
etimología y por su hechura). (...) La camiseta abofellada, la chaqueta
andaluza, el sombrero chambergo o de media copa a manera de capacho, el poncho
heredado de los vegueros de Valencia (18), completaban aquel conjunto de
soltura y flexibilidad" (19).
Y al igual que Daireaux,
Lugones demuestra el origen árabe de la palabra "gaucho", pero
derivándola de uahsh o uahshi, esto es en árabe: montaraz, bravío, arisco,
huraño; asimismo, explica cómo su variación fonética alcanza a términos como
huaso, guaso, guácharo, guacho, etc (20).
La terminología gauchesca que
deriva del árabe es vastísima. Basta con nombrar la alpargata (ár.: al-bargat,
"la zapatilla"), el aljibe (ár.: al-yubb, "el pozo"), la
guitarra (ár.: al-qitar, "la cuerda"), la moharra (ár. mohárrib, "aguzado":
la media luna (21) de hierro con filo que se ponía en la base de las chuzas de
las lanzas gauchas), y el gadual: ese argentinismo que identifica a un terreno
que se encharca cuando llueve y que deriva del árabe uadi ("río"),
término que ha originado una multitud de topónimos en el mundo hispanoamericano
(Guadalquivir, Guadalajara, Guadalcanal, Guadiana, etc.).
Los ejemplos sobran. La
especialista española Dolores Oliver Pérez, en un artículo, explica el origen
de ¡arre!, arriar, arriero, del árabe harrik, harraka, haraka, harakat, que da
la idea de moverse, de movimiento, de viajero (22).Juegos y destrezas
hispanoárabes Los estudios del deportista, hombre de campo y gauchófilo Justo
P. Saénz (1892-1970) han demostrado la enorme influencia de la escuela andalusí
de caballería (23) sobre la equitación gaucha, la monta a la jineta, el recado
y los juegos de destreza: "Conocida es la importancia que la equitación de
los bereberes tuvo en España. Suya fue la famosa escuela de "la
jineta", que revolucionó desde su adopción en el sur de Europa cuanto al
manejo se refería. Cuando la conquista de América, dicha escuela estaba en todo
su apogeo y junto con el caballo y su silla, llegó a este continente (...) Don
Leopoldo Lugones da como etimología de la palabra recado, el vocablo árabe
"rekab" y es ésta una observación que debe tenerse en cuenta. (...)
El juego de 'cañas', quedóle a los españoles desde el tiempo de la dominación
árabe y ellos lo importaron junto con sus costumbres a sus colonias de
América" (24).Los gaúchos del Brasil Con el devenir se fueron sumando los
investigadores que acreditaron la estirpe andalusí del gaucho. Manoelito de
Ornellas (1903-1969), por ejemplo, un etnógrafo y estanciero brasileño,
escribió a principios de la década de 1950 varias monografías eruditas probando
similares carismas en el gaúcho riograndense (25).
Y es que el gaucho moruno nunca
fue una exclusividad rioplatense o de las pampas de Argentina, Uruguay y
Brasil, sino de América toda, desde los valles de Chile hasta los praderas de
California y México, pasando por los inmensos llanos del Orinoco en Colombia y
Venezuela, con todas sus denominaciones afines e idóneas: el huaso (26), el
llanero (27) y el charro (28).Los huasos de Chile Así, como se puede comprobar
la influencia árabe y morisca en los gauchos de las pampas argentinas,
uruguayas y brasileñas, también se comprueba "en la vestimenta y atuendo
del huaso chileno, en la ornamentación de sus estribos y espuelas pletóricas de
arabescos, en su forma de cabalgar "a la jineta", en sus juegos y
alegrías, en el romance español conocido de "corrido", al igual que
en el Andaluz. Una curiosa "jarcha" de la última estrofa de una
muwashshaha (moaxaja) del cancionero árabe popular del siglo IX, que se
encuentra en la compilación y restauración realizada por el profesor Sayed
Ghazi, en su obra "Diván de Muwashshahas Andaluzas", nos presenta el
cuadro plástico coreográfico del hombre y la mujer en la cueca... La
importancia de esta jarcha árabe consiste en ser parte de un conjunto de cantos
y bailes populares, lo que nos haría suponer el origen árabe-andaluz de la
cueca.
Al respecto cabe señalar que la
etimología de la palabra cueca nos indicaría la posibilidad de un origen árabe
de este baile: cueca, zamacueca y su viable conexión con el término árabe
samakuk que origina el español zamacuco (29): malicioso, hombre rudo, nombre
derivado del verbo árabe Kauka, que señala la acción seductora que realiza el
gallo para conquistar a la gallina, que, coincidentemente, conllevaría el
simbolismo de la cueca... (30) Otra muestra de la impronta de la cultura árabe
en la nuestra lo constituye una gran variedad de juegos ecuestres practicados
en la colonia, como lo son el correr de la sortija, las cañas, el juego de los
patos, las carreras, y muchas derivaciones de éstos, magníficamente descritos
en la obra de don Eugenio Pereira Salas, "Juegos y Alegrías Coloniales en
Chile" (31).Una historia inédita pero perceptible Alándalus fue una
civilización privilegiada que se fundó gracias al mestizaje de múltiples
pueblos y tradiciones.
Desde un primer momento los
bereberes y árabes musulmanes recién llegados empezaron a casarse con mujeres
hispánicas (hispanorromanas, celtíberas, godas). El resultado es un tipo
admirable de cultura que, propiamente debe llamarse andalusí. Cuando esos hispanomusulmanes
fueron conquistados por sus vecinos del norte de la Península -transformándose
primero en mudéjares y luego en moriscos- y forzados a emigrar, muchos vinieron
a América en condiciones de clandestinidad. Allí se produciría un nuevo y
generoso mestizaje, esta vez con las mujeres aborígenes, cuya culminación es el
biotipo del gaucho, del huaso, del llanero, con sus señas moriscas, pero
también con todas sus nuevas adquisiciones y originalidades propias de América.
Lo que queremos puntualizar
aquí no es que los jinetes de las pampas o de los llanos fuesen de raza árabe,
eso sería un error tan grande como decir que los andalusíes también lo eran
(las razas no existen, sí los lenguajes y las culturas), sino que los gauchos,
huasos, llaneros o charros eran portadores de una herencia que -muchas veces a
pesar de ellos mismos- le marcaba pautas de conducta, de costumbres, de
pensamiento.
Todas las citas y fragmentos
que hemos venido enumerando hasta ahora nos demuestran fehacientemente, que no
fueron los inmigrantes sirios y libaneses-mayormente llegados al Río de la
Plata a partir de 1900- los primeros en señalar las señas mudéjares de ese
biotipo de las pampas -consecuencia del mestizaje de indias y moriscos, o de la
inmigración de moriscos de puro linaje como los maragatos (32) -, sino los
argentinos de pura cepa o incluso los extranjeros, en su mayoría europeos, que
tuvieron la fortuna de conocer en persona a los últimos gauchos que aún
montaban a la jineta y usaban pañuelos como albornoces bajo sus sombreros.
Las limitaciones de este
artículo no permiten profundizar ciertos temas vinculados directa o
indirectamente con los orígenes hispanomusulmanes de las culturas ecuestres de
América. Uno es el caso de los moriscos en el Perú, como "las tapadas de
Lima", que menciona el historiador y filólogo español Américo Castro
(1885-1972) (33), que dieron lugar a una riquísima cultura de mestizaje, y en
México, donde el influjo morisco se proyectó desde Chiapas hasta las
septentrionales costas de California (34). Otro es el profundo monoteísmo
entroncado con la más pura tradición musulmana que trasunta el Martín Fierro,
la "Biblia Gaucha" del poeta José Hernández, y las mil y una
tradiciones mimetizadas en la cultura argentina que deberán ser develadas más
tarde o más temprano.
Notas
(1) Parece que la palabra
"morisco" se forma como "berberisco", y es un diminutivo,
que más tarde se empleó para identificar a los hispanomusulmanes que
permanecieron en la Península luego de la caída de Granada.
(2) El responsable de esta
medida fue el Inquisidor General y confesor de la reina Isabel la Católica,
cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), el mismo que el 18 de
diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla en Granada las
librerías de los moriscos; más de ochenta mil manuscritos árabes de la España
musulmana se perdieron para siempre.
(3) "De atenerse a la
estricta significación de la palabra "mudéjar" -dice el arquitecto e
islamólogo español Leopoldo Torres Balbás (1888-1960)-, recibiría esa
denominación exclusivamente el arte de los musulmanes que habitaban el
territorio cristiano (Leopoldo Torres Balbás: Arte almohade, arte nazarí, arte
mudéjar, Ars Hispaniae -historia universal del arte hispánico-, vol. 4,
Editorial Plus Ultra, Madrid, 1949, pp. 237-238). Véase Varios Autores: El arte
mudéjar. La estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras/Electa
(Grijalbo Mondadori), Viena, 2001.
(4) A pesar de las repetidas
teorías que hablan de las conspiraciones urdidas entre moriscos y otomanos-como
es el caso de las tesis de diversos autores: Andrew C. Hess: The Moriscos: An
Ottoman Fifth Column in Sixteenth-Century Spain, The American Historical Review
74, Nueva York, Octubre 1968, pp. 1-25; y Charles Petrie: Don John of Austria,
Londres, 1967 (cap. 4 sobre la rebelión de los moriscos)-, los otomanos nunca
estuvieron en condiciones de socorrer al sultanato granadino en el siglo XV ni
a los moriscos en el XVI debido a que nunca lograron establecer un poder naval
sólido ni siquiera en el Mediterráneo oriental. El avance de una flota otomana
hacia España hubiera sido un suicidio frente al poder concentrado de los
Habsburgo, el Papado y Venecia (Solimán el Magnífico fracasó rotundamente en su
invasión a Malta en mayo-septiembre de 1565).
La intención de los audaces
corsarios berberiscos -Jairuddín Barbarroja (m. 1546) y otros- al acercar sus
naves a la orilla peninsular fue tan sólo para rescatar a los refugiados
moriscos que buscaban radicarse en el Norte de África. Las especulaciones en
torno a un hipotético auxilio de los moriscos aragoneses por parte de los
hugonotes liderados por Enrique IV, rey de Navarra (1562-1610) y de Francia
(1589-1610) han sido magnificadas, sin embargo es interesante analizar los
contactos entre unos y otros (cfr. Duc de La Force: Le maréchal de La Force. Un
serviteur de sept rois, 1558-1652, París, 1950; Louis Cardaillac: Morisques et
protestants, Al-Andalus, XXXVI, 1971, pp. 29-63). Para evacuar dudas y
clarificar el panorama sobre esta temática recomendamos el estudio de Francisco
Márquez Villanueva: "El mito de la gran conspiración morisca", Actes
du II Symposium International du CIEM sur religion, identité et sources
documentaires sur les Morisques Andalous, Institut Supérieur de Documentation,
Túnez, 1984, 2, pp. 267-284.
(5) Véase Francisco Márquez
Villanueva: El problema morisco (Desde otras laderas), Colección al-Quibla,
Libertarias, Madrid, 1991; Míkel de Epalza: Los moriscos antes y después de la
expulsión, Mapfre, Madrid, 1992;Julio Caro Baroja: Los Moriscos del Reino de
Granada, Istmo, Madrid, 1991 (4ª ed.); Actas del III Simposio Internacional de
Estudios Moriscos "Las prácticas musulmanas de los moriscos andaluces
(1492-1609)", bajo la dirección del profesor Abdejelil Temimi, Zaghouan
(Túnez) 1989.
(6) El escritor malagueño y
líder andalucista Blas Infante (1885-1936)-asesinado por los sublevados al
estallar la Guerra Civil española-, señala que estos "moriscos, estos
andaluces fieramente perseguidos, refugiados en las cuevas, lanzados por su
sociedad española, encuentran en el territorio andaluz un medio de legalizar,
por decirlo así, su existencia, evitando la muerte o la expulsión. Unas bandas
errantes, perseguidas con saña, pero sobre las cuales no pesa el anatema de la
expulsión y de la muerte, vagan ahora de lugar en lugar y constituyen
comunidades organizadas por caudillos, y abiertas a todo desesperado peregrino
(...) Basta cumplir un rito de iniciación para ingresar en ellos. Son los
gitanos (...) Hubo, pues de acogerse a ellos. A bandadas ingresaban aquellos
andaluces, los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más
bellas del mundo, ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado
significa "fellahmengu").
¿Comprendéis ahora por qué los
gitanos de Andalucía constituyen, en decir de los escritores, el pueblo gitano
más numeroso de la Tierra? ¿Comprendéis por qué el nombre flamenco no se ha
usado en la literatura española hasta el siglo XIX, y por qué existiendo no
trascendió al uso general? Un nominador arábigo tenía que ser perseguido al
llegar a denunciar al grupo de hombres, heterodoxos a la ley del estado, que
con ese nombre se amparaban. Comienza entonces la elaboración del flamenco por
los andaluces desterrados o huidos en los montes de África y España. Esos
hombres conservaban la música de la Patria, y esa música les sirvió para
analizar su pena y para afirmar su espíritu: el ritmo lento, el agotamiento
cromático" (Blas Infante: El Ideal andaluz, Madrid, 1976, pp. 107-108).
(7) Sobre la presencia
preponderante del arte islámico-mudéjar en el mal llamado "arte colonial
español", véase las obras de J. Mariano Filho: Influenças muçulmanas na
architectura tradicional brasileira, A. Noite, Rio de Janeiro, 1943; F. Prat
Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, La
Habana, 1947; Varios Autores: El mudéjar iberoamericano. Del Islam al Nuevo
Mundo, Lunwerg, Barcelona, 1995; Varios Autores: El Arte Mudéjar, Ediciones
UNESCO, Zaragoza, 1996; Rafael López Guzmán: Arquitectura Mudéjar, Manuales
Arte Cátedra, Cátedra, Madrid, 2000; Varios Autores: El arte mudéjar. La
estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras, Viena, 2000.
(8) Marcos Estrada: Apuntes
sobre el gaucho argentino, Ediciones Culturales Argentinas, Subsecretaría de
Cultura, Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1981, pp. 9-10.
(9) E. Daireaux: Vida y
Costumbres en el Plata. Vol I, Cap. II: "Caracteres étnicos de la Nación
Argentina", Félix Lajouane Editor, Buenos Aires/París, 1888, p. 32.
(10) F. Tobal: Los libros de
Eduardo Gutiérrez: El gaucho y el árabe, artículo publicado en La Nación,
Buenos Aires, los días martes 16, jueves 23 y martes 28 de febrero, y el martes
2 y jueves 4 de marzo de 1886.
(11) Del árabe sakima, cabezada
de cordel que hace las veces de cabestro.
(12) Del árabe yehez, cualquier adorno que se pone a las caballerías (en este
caso los jaeces).
(13) Del árabe tar'zi,
incrustación.
(14) Del bereber tafilelt,
cuero bruñido y lustroso, mucho más delgado que el cordobán.
(15) Del árabe al-darqa, escudo
de cuero, de forma ovalada o acorazonada.
(16) L. Lugones: El payador,
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 31-33.
(17) Del árabe çarauil, especie
de calzones anchos y afollados en pliegues.
(18) Lugones inserta la
siguiente nota: "Los monjes benedictinos usaron durante la Edad Media,
para resguardar el hábito en los trabajos rurales, verdaderos ponchos de lienzo
cuyo recuerdo meramente simbólico persiste en los actuales escapularios y
casullas. Las prendas rudimentarias como el poncho, el chiripá y la bota de
potro, pertenecen más o menos, a todos los pueblos de escasa civilización. A
veces, esos regresos, como el chiripá respecto a la bombacha morisca. Añadiré
que el aba clásica de los árabes, no es sino un trozo de tela rayada abierto
por el medio para pasar la cabeza. De ahí saldría la pieza análoga de los
vegueros valencianos, lo propio que los ya mencionados escapularios".
(ídem, p. 35).
(19) L. Lugones: El payador,
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 34-35.
(20) L. Lugones: Voces americanas de procedencia arábiga, V nota, en La Nación,
Buenos Aires, domingo 9 de marzo de 1924, 3ª. sección, p. 8.
(21) El hilal o luna creciente
es un símbolo tradicional entre los musulmanes que refleja el calendario lunar
que regula su vida religiosa. La luna creciente anuncia el Sagrado Mes de
Ramadán. La tribu árabe de los Banu Hilal (Hijos del Creciente) o hilalíes,
acantonada hasta entonces al este del Nilo, fueron enviados por el califa
fatimí al-Mustansir (r. 1036-1094) a difundir y consolidar el Islam entre los
bereberes del Norte de África. El hilal cobró especial importancia entre los
otomanos. La tradición dice que la bandera turca muestra la media luna con una
estrella en el centro porque el sultán Mehmet II Fatih (el Conquistador) entró
en Constantinopla (hoy Estambul) bajo una luna semejante en la madrugada del 29
de mayo de 1453. Fue así como esta dinastía turca adoptó ese símbolo como
emblema oficial. El hecho de que durante quinientos años el Imperio Otomano
contuviese a numerosas naciones musulmanas dentro de sus fronteras, amén de su
influencia en los pueblos musulmanes de lengua turca del Asia Central, influyó
en la decisión de las naciones islámicas que surgieron a lo largo del siglo XX
de insertar en sus banderas el hilal y la estrella como símbolo de fe y
tradición. Así, podemos nombrar las de Argelia, Azerbaiyán, Comores, Federación
Malaya, Maldivas, Mauritania, Pakistán, Singapur, Túnez, Turkmenistán y
Uzbekistán.
(22) D. Oliver Pérez: Dos arabismos nacidos de un imperativo árabe... en la Revista
Al-Qantara, vol. XIV, Fasc. 1, Madrid, 1993, pp. 163-176.
(23) Cfr. Varios autores:
Al-Ándalus y el caballo, Lunwerg Editores, Barcelona, 1995.
(24) J. P. Saénz: Equitación
gaucha en la Pampa y Mesopotamia, Emecé, Buenos Aires, 1997, pp. 15, 50 y 157.
(25) Manoelito de Ornellas:
Gaúchos e Beduínos. A origen étnica e a formaçao social do Rio Grande do Sul,
Livraria José Olympio Editôra, Rio de Janeiro, 1948 y 1956; A Filigrana Árabe
nas Tradições Gaúchas, Edição "Arte do Livro", Porto Alegre, 1950; A
cruz e o alfanje. A expansão da cultura árabe, Livraria Progresso Editora,
Bahia, 1960.
(26) "Su vestimenta y el
apero de su caballo son una mezcla de elementos españoles-moriscos e indígenas
(...) ... el huaso desciende de andaluces ..." René León Echaiz: Interpretacion
histórica del huaso chileno, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires,
1971, pp. 28 y 32.
(27) Cfr. Daniel Mendoza y José E. Machado: El llanero. Estudio de sociología
venezolana con un estudio sobre el gaucho y el llanero, El Ateneo, Buenos
Aires, 1944.
(28) Cfr. J. Álvarez del
Villar: Historia de la charrería, México, 1941; C. Rincón Gallardo: El libro
del charro mexicano, México, 1946.
(29) Zamacuco también es una
persona solapada, que calla y hace su voluntad, características de los perseguidos
y clandestinos, como los moriscos y los gauchos.
(30) Eugenio Chahuán Chahuán:
Presencia Árabe en Chile, Revista Chilena de Humanidades, Nº 1, 1983, Facultad
de Filosofía, Humanidades y Educación, Universidad de Chile, Santiago de Chile,
pp. 40-41.
(31) Cfr. S. Claro Vilches:
Cueca chilena, cueca tradicional, Universidad Católica de Chile, Santiago de
Chile, 1986.
(32) A sesenta kilómetros al
sur de Asyut (Egipto), a mitad de camino entre las localidades de Tahta y
Suhaj, se encuentra la población de al-Maraghat (en árabe: caverna, gruta). Un
grupo de ciudadanos maragatos (maragatún) se sumaron a principios del siglo
VIII al contingente de 18 mil hombres que el árabe Musa Ibn Nusair (640-714)
llevó a la Península Ibérica hacia 712 para consolidar las posiciones que su
lugarteniente bereber Tariq Ibn Ziad (m. 720) había logrado el año anterior. El
islamólogo holandés Reinhart Dozy (1820-1883), en su pormenorizado trabajo
Recherches sur l'histoire et la littérature des arabes d'Espagne pendant le Moyen
Age (3.ª ed., París, 1881) y el antropólogo español Dr. Aragón y Escacena en su
obra Estudio Antropológico del pueblo maragato (Anales de la Soc. Esp. de H.N.,
XXX, Madrid, 1902) consideran a los maragatos descendientes de una inmigración
berberisca. Los maragatos se afincaron desde un principio en tierras de León,
en un área montañosa que sería llamada la Maragatería (350 km2), localizada
entre Astorga y el pico Teleno, al suroeste de la ciudad de León. Siglos más
tarde pasan a Portugal y luego a las Azores donde una de las aldeas de la isla
Pico lleva la huella de su paso: Maragaia. Más tarde, durante los siglos XVII y
XVIII, llegarán al Plata numerosas familias de maragatos de León procedentes
del puerto de La Coruña, y otras tantas provenientes de las Azores. Se
radicarán principalmente en los departamentos de Soriano y San José de la Banda
Oriental. Como los maragatos siempre se destacaron por ser excelentes arrieros,
muy pronto desarrollarán éste y otros oficios camperos. A fines del siglo XVIII
serán identificados con los gauchos de la región. Los maragatos impusieron
algunas pilchas gauchas, como el calzoncillo cribado (con flecos).
Durante todo el siglo XIX, los
maragatos participarán activamente en la política. En el sur del Brasil
integrarán las fuerzas de los gaúchos riogradenses en la llamada Guerra de los
Farrapos y en la revuelta federalista de 1893-1894. En la República Oriental
del Uruguay se sumarán a las montoneras del libertador José Gervasio Artigas
(1764-1850) y a las del Partido Blanco de los caudillos nacionalistas Timoteo
Aparicio (1814-1882), Gumersindo Saravia (1852-1894) y Aparicio Saravia
(1855-1904) hasta la trágica batalla de Masoller (1 de septiembre de 1904). Una
anécdota que habla a las claras de esta identidad es que uno de estos
personajes "acorralado por unos montoneros, pretende hacer valer su
condición de blanco mencionando su origen maragato, puesto que San José fue
siempre baluarte oribista: "nu mi mate -grita- qui soy maragato di San
Cusé!"" (Cfr. Abdón Arozteguy: La revolución de 1870, Félix Lajouane
Editor, Buenos Aires, 1889, tomo 1, pág. 158; Carlos Machado: Historia de los
Orientales, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1973, p. 252).
Manuel Gálvez (1882-1962), el
famoso historiador revisionista argentino, aporta un dato que es clave y nos
esclarece la cuestión: "Popularmente, cada bando ha puesto a su contrario
un mote: para los federalistas o revolucionarios, los partidarios del gobierno
son los "picapãos", nombre de un pájaro, y les llaman así porque, como
el picapote o carpintero, en el árbol, ellos están siempre "picando"
al pueblo con impuestos y exacciones; y para ellos, los federalistas son los
"maragatos". Dícenles así por haber entre ellos algunos uruguayos de
San José, llamados "maragatos". En España se da ese nombre a los
habitantes de las Hurdes (Las Hurdes es el nombre de una comarca natural
española que se extiende por las provincias de Cáceres y Salamanca), a quienes
se les cree descendientes puros de los moriscos y muy peleadores" (Manuel
Gálvez: Vida de Aparicio Saravia. El gaucho de la libertad, Editorial Tor,
Buenos Aires, 1957, p. 62). El largo y legendario peregrinaje de los maragatos
producirá el establecimiento de una colonia en las cercanías de Carmen de
Patagones, a orillas del Río Negro, en la provincia de Buenos Aires. La
toponimia de la región también habla de su presencia: hay una isla Maragatas en
el departamento uruguayo de San José, y una laguna Maragato en el partido de
Villarino, provincia de Buenos Aires.
(32) Cfr. Américo Castro:
España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Grijalbo Mondadori,
Barcelona, 1996, pp. 82-103. Véase sobre este fenómeno, por ejemplo, la tesis
del profesor Ángel Santisteban Mendevil (Universidad de Lima): Sabores
hispano-árabes en la tradición culinaria del Perú, Terceras Jornadas de Cultura
Árabe "Al-Ándalus allende los Andes", Coloquio Interdisciplinario del
Mudéjar Iberoamericano, Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile, (Santiago, agosto de 1999), Santiago, 2001
(en prensa).
(33) Cfr. A. Garrido Aranda:
Moriscos e indios. Precedentes hispánicos de la evangelización en México, UNAM,
Mexico, 1980; Elizabeth McMillian: Casa California. Spanish-Style Houses from Santa Barbara to San
Clemente, Rizzoli, Nueva York, 1996.