martes, 5 de marzo de 2013

Ziriab, la música andalusí y su influencia en la música latinoamericana


Bismillahi Rahmani Rahim
En numerosas ocasiones hemos señalado la influencia hispanomusulmana en la forja de la cultura argentina, relación cuyo estudio hemos emprendido con asombrosos y fructíferos resultados. Ya hemos adelantado la apreciación del escritor argentino Leopoldo Lugones que, en su vindicación del Payador -Gaucho que templando la guitarra da forma a una expresión propia de la música y la poesía que constituye la característica original del alma argentina-, ve en él un avatar del acervo hispanomusulmán, heredado de los moriscos que llegaron a estas costas con el avance colonizador de la España. Esa herencia, tal vez inconsciente pero creadora poderosa de identidad como instrumento civilizador, ha florecido grandemente, como apunta Lugones, en la expresión poética y musical de la cultura tradicional de la Argentina, y de Latinoamérica en general. Veremos brevemente de qué se trata.
La música es sin duda una de las artes más hermosas que nos lleva a conocer el sentir de un pueblo, y en la cultura islámica constituye junto a la poesía una de las formas de expresión más importantes de su civilización. El historiador y poeta de la Córdoba española, Ibn Abdur-Rabbihi (m. 940), en su obra 'Iqd al-Farid (El Collar Único) dice a propósito de ambas disciplinas que "La música y la poesía acompañan al musulmán desde que nace hasta que muere". Escribe Lugones: "...aquella brisa perfumada en el trebolar como una pastorcilla, aquella laguna que aún conservaba el nácar de la aurora, llenaban su alma de poesía y de música. Raro el gaucho que no fuese guitarrero, y abundaban los cantores. El payador constituyó un tipo nacional. Respetado por doquier, agasajado con la mejor voluntad, vivía de su guitarra y de sus versos" (El Payador, pág. 40).
El artista árabe (como el gaucho de la pampa, su heredero) encontró en la música y en la poesía esa evasión que le permitía plasmar el genio que encerraba en su interior, de ahí que su patrimonio sea una de las más bellas huellas que ha ido dejando a través de la andadura histórica como un auténtico museo oral. Dentro de este patrimonio, la música andalusí posee características culturales propias que harían de la misma el centro de grandes y preciosas manifestaciones del alma artística.
Fue el emir cordobés Abderrahman II (788-852) el primero en fundar un conservatorio musical en al-Andalus, siendo considerados sus músicos como rivales de los de Medina, donde se hallaban los más excelentes (la tradición islámica atribuye a Suraiy, médico medinense, el primer empleo de la batuta en la historia de la música, en el siglo VIII). En 822 llega a la corte cordobesa, procedente de Bagdad, el músico y poeta persa Abu al-Hasan Ibn Ali Ibn Nafi (789-857), más conocido por el sobrenombre de Ziriab, "el pájaro negro cantor", según algunos, por asemejarse al mirlo, y según otros por el oscuro color de su tez. Sería Ziriab quien introduciría en las escuelas de música andalusíes el sistema árabe-pérsico, sistema que en la corte cordobesa era utilizado al mismo tiempo que el sistema griego y pitagórico.
Ziriab había sido en la lejana Bagdad el alumno aventajado de dos importantes músicos de la corte del califa Harún ar-Rashid, domo fueron Ibrahim Ibn Mahán de Kufa, y su hijo Ishaq. Este último, al ver las cualidades con las que estaba dotado Ziriab y que podían opacar las suyas, presa de los celos, le obligó a abandonar la capital del califato abbasí. Ziriab era un auténtico polígrafo: poeta, literato, astrónomo, geógrafo y un refinado esteta y un célebre gourmet, pero ante todo fue un gran músico. Se dice que se sabía de memoria las letras y melodías de diez mil canciones. Fue el fundador de una gran academia musical y dio a conocer en al-Andalus el instrumento islámico por excelencia (predecesor de la guitarra), el ud (laúd), para el cual inventó una quinta cuerda.
Según Ziriab: "Las cuatro cuerdas tradicionales encuentran su equilibrio en el universo. Ellas representan los símbolos de los cuatro elementos: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Sin embargo, sus timbres particulares ofrecen analogías con los humores y temperamentos que no existen en la naturaleza. He coloreado las cuerdas para indicar su correspondencia con la naturaleza humana...". Así se inferían de la música propiedades terapéuticas altamente efectivas.
Los diversos ritmos y melodías surgidos de la escuela andalusí forjada por Ziriab, como las zambras, pasarían a América con los moriscos y se transformarían en danzas tradicionales como la zamba, el gato, el escondido, el pericón, la milonga y la chacarera en la Argentina y el Uruguay, la cueca y la tonada de Chile, las llaneras de Colombia y Venezuela, el jarabe de México o la guajira y el danzón de Cuba. El mismo tango tiene origen flamenco, voz que según el eminente andalucista Blas Infante (1885-1936) proviene del árabe fellahmenghu, "campesino errante". La mayoría de los flamencólogos, incluso un intérprete y compositor de la talla de Paco de Lucía, y un cantaor de los quilates de Camarón de la Isla, afirman el origen andalusí-morisco de su especialidad.
En América, el legado andalusí transmitido por los moriscos, se traduce en una cultura identitaria propia con colores originales y auténticos. Sin embargo, podemos con total admiración aseverar que el espíritu que anima las diversas manifestaciones culturales es uno y único.
Para cerrar estas notas breves citaremos a los Hermanos de la Pureza, orden mística del Islam que dejó una obra inmensa que abarca una temática diversa, que en su "Epístola sobre la Música" dicen lo siguiente: "Has de saber, hermano mío, que Dios te auxilie a ti y a nosotros cubriéndonos con Su espíritu, que los humores del cuerpo son de muchas clases, y que la naturaleza de los animales también es muy variada. A cada humor y a cada naturaleza corresponde un ritmo y una melodía cuyo número sólo puede ser contado por Dios Todopoderoso y Exaltado. Hallarás prueba de la veracidad de esto que acabamos de decir, así como de la exactitud de cuanto hemos escrito, si tomas en consideración que todos los pueblos de la humanidad poseen melodías y ritmos propios que les dan goce y deleitan a sus hijos, y que cada uno de esos estilos y ritmos deleita únicamente a los mismos que lo han creado. Este es el caso de la música de los dalaimitas, de los turcos, de los árabes, de los armenio, de los etíopes, de los de rum y de otros pueblos que difieren entre sí por su lenguaje, su naturaleza, su carácter y sus costumbres".

Fuentes:
"La música de al-Andalus y sus efectos terapéuticos"
"La Música del Islam", Shamsuddin Elía.
"El Payador", Leopoldo Lugones.

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