Ha dicho Sayidina Muhammad, el Mensajero de Allah (asws):
Lo
más meritorio en el Islam es alimentar a las gentes y saludar a todos con un
deseo de paz, tanto si los conoces como si no.
Hombre,
repartir lo que te sobre será beneficioso para ti, y retenerlo será pernicioso
para ti. La mano de arriba (que da) es mejor que la de abajo (que recibe).
Ninguno
ve disminuida su riqueza por practicar la caridad; Dios acrecienta el honor de
aquel que soporta resueltamente los perjuicios, y tan pronto como uno empieza a
pedir, Dios le hace padecer pobreza.
La
comida de dos es suficiente para tres, y la comida de tres es suficiente para
cuatro.
La
verdad guía a la virtud y la virtud guía hacia el Paraíso. Una persona que
persiste en decir la verdad hasta que comparece ante Dios, merece ser llamada
veraz. La mentira conduce al vicio y el vicio lleva al fuego; y una persona que
miente hasta que comparece ante Dios, merece ser llamada mentirosa.
Deja
aquello que te suscita dudas y cíñete a aquello que está libre de toda duda,
pues la verdad conforta, mientras que la falsedad perturba.
Una
persona prudente es aquella que se controla y se abstiene de lo que es dañino y
se esfuerza por estar preparada para afrontar lo que le espera después de la
muerte; y un loco es aquel que da rienda suelta a sus apetitos y busca en Dios
la satisfacción de sus vanos deseos.
Parte
de la excelencia del Islam de una persona consiste en abstenerse de aquello que
no le beneficia.
No
desdeñéis hacer el menor de los bienes, incluso saludar a vuestro hermano con
un rostro alegre.
Cada
día que amanece todos los miembros de una persona tienen una deuda de caridad:
hacer justicia entre dos personas es caridad, ayudar a una persona a conducir
su montura o a cargar en ella el equipaje es caridad, una buena palabra es
caridad, cada paso dado para participar en la oración es caridad, quitar del
camino lo que estorba es caridad.
Un
hombre que avanzaba por un sendero sintió mucha sed. Al llegar a un pozo,
descendió y volvió a salir una vez que hubo bebido; vio a un perro con la
lengua fuera que intentaba lamer el fango, tan extrema era la sed que sentía.
El hombre pensó: 'Este perro sufre de sed como yo sufría'. Así que descendió de
nuevo al pozo, llenó su calcetín de piel con agua, subió sujetándolo entre los
dientes y dio de beber al perro. Dios apreció su acción y le perdonó las
faltas. Así es que es recompensada la bondad para con cualquier criatura
viviente.
Protegeos
contra el Fuego, aunque no sea más que dando medio dátil en caridad, y, si
incluso de eso carecierais, dando una palabra de consuelo.
¿Os
digo quiénes son los habitantes del Paraíso? Son todos los débiles (humildes)
que son considerados débiles y en razón de ello menospreciados, pero que cuando
maldicen en nombre de Dios, El cumple la maldición. Ahora, ¿queréis saber
quiénes son los habitantes del Fuego? Son los ignorantes, los impertinentes,
los orgullosos y los arrogantes.
Muchos
son los desgreñados de cara polvorienta que son expulsados a empujones de las
puertas de las gentes; mas si ellos dijeran en el nombre de Dios 'sea tal cosa
y tal otra', Dios haría que se cumpliera.
Buscadme
entre los humildes, pues recibís ayuda y sois atendidos por Dios a cuenta de
los humildes que hay entre vosotros.
Cuando
un hombre emplea el dinero en su mujer y sus hijos en espera de ser
recompensado, su acción cuenta como si hiciera una obra de caridad.
A
aquel que defiende el honor de un hermano, Dios le protegerá le rostro del
Fuego en el Día del Juicio.
Que
un hombre vaya repitiendo todo lo que oye es suficiente para que se haga
mentiroso.
Si
os dedicáis a buscar las faltas de vuestros hermanos, los corromperéis.
Evitad
la injusticia, pues en el Día del Juicio la injusticia se convertirá en
múltiples tinieblas. Y salvaguardaos de la avaricia, pues la avaricia perdió a
los que os precedieron, les incitó al homicidio y a tratar lo ilícito como
lícito.
El
mayor sacrificio es decir a un tirano lo que es justo. El que calla la verdad
es un Satán mudo.
Aquel
que de entre vosotros advierta algo malo, debe cambiarlo con sus manos
(mediante la acción); si no le es posible hacerlo, debe repudiarlo con su
lengua; si no les posible hacerlo, debe por lo menos deplorarlo en su corazón;
éste es el grado mínimo de fe.
Una
persona no es creyente mientras no quiere para su hermano lo que quiere para sí
mismo.
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