El Profeta Muhammad (asws) y
sus Sahaba no vivieron en conflicto con el resto de etnias y culturas del
mundo, sino que mantuvieron una perspectiva honesta, complaciente y
generalmente positiva de la amplia dotación social de otros pueblos y lugares.
El Profeta y sus Sahaba no concibieron las diferentes culturas como polos
opuestos, ni tampoco hicieron una división terminante de las sociedades en
esferas de bien y mal absolutos. Su mensaje integrador unifica positivamente la
diversidad cultural, y de esto da evidencia la época misma del Profeta, ya que
entre sus sabaha hubo persas (Salman al Farsi), etíopes (Bilal) y griegos
(Shuaib). El Islam no se impuso ni entre los árabes ni entre los no árabes,
como una visión depredadora y exterior. Más bien el mensaje profético se basó,
desde un principio, en la distinción entre lo bueno, lo beneficioso y lo
auténticamente humano de las diversas culturas, y lo claramente perjudicial,
para lo que debería buscarse un cambio. La ley divina (Shari'at) no arrasó ni
quemó lo distintivo de los demás pueblos, sino que intentó pulir, cultivar,
nutrir, para así forjar una síntesis islámica coherente y positiva.
Acerca de los buenos usos y
costumbres de los pueblos como referencias fundamentales al aplicar la
legislación islámica, Dios Todopoderoso dice a Su Profeta en el Sagrado Qur'an:
"¡Adopta
la indulgencia hacia los demás como conducta, ordena lo reconocido como virtud
(al 'urf) y apártate de quienes quieren seguir la ignorancia!" (7:199)
En su comentario del Qur'an, el
sabio andalusí del fiqh Ibn 'Atiyya, dice que esta aleya no sólo defiende la
inviolabilidad de la cultura autóctona, sino que concede una validez total a
todo lo que el corazón humano considera coherente y beneficioso siempre y
cuando no esté claramente rechazado por la ley revelada. Entre los sabios
clásicos del fiqh, esta aleya se citaba a menudo como testimonio de la
aceptación de las prácticas culturales positivas y de lo que los pueblos
consideraban adecuado, siendo compatible con su naturaleza y su entorno,
sirviendo así a las necesidades fundamentales de los pueblos y a sus
aspiraciones legítimas.
La unidad dentro de la
diversidad fue el sello distintivo de las sociedades islámicas tradicionales.
Ya que la diversidad cultural se encontró enriquecida y desarrollada por la
unidad fundamental de la Tradición espiritual.
La ley islámica clásica no hablaba de la cultura como tal, ya que este es un
concepto de conducta relativamente contemporáneo. En su lugar, la ley se
centraba en lo que podemos denominar los componentes más tangibles e
importantes de la cultura: la costumbre (al 'urf) y el uso (al 'ada) que todas
las escuelas de jurisprudencia reconocieron como esenciales para la correcta
aplicación de las leyes, aunque con diferentes definiciones y grados de
autoridad. En el fiqh, al 'urf y al 'ada incluyen aquellos aspectos de la
cultura local que por regla general se consideran buenos y beneficiosos, o
simplemente inocuos. En ninguna de la escuelas de fiqh el respeto a las
culturas llegaría a una aceptación total de las mismas. La cultura local debía
evaluarse de acuerdo a las normas fundamentales de la Shari'at, que implicaban
un rechazo de toda práctica detestable.
Una de las cinco máximas
universales de la ley islámica proclama: "Los usos culturales tendrán peso
de ley". Rechazar una costumbre arraigada no sólo era contraproducente,
sino que conllevaba problemas excesivos y ocasionaba daños injustificados al
pueblo.
Otro principio bien conocido
del fiqh hacía hincapié en este hecho y manifestaba: "Las costumbres
culturales son algo natural". Lo cual implicaba una gran dificultad para
que las gentes actúen en contra de las costumbres establecidas, pues es como si
desafiaran sus instintos naturales y capacidades innatas. Por consiguiente, la
sabia aplicación de la ley requería una amplia adaptación de las normas del
lugar, que sólo se deberían modificar o bloquear cuando fuera absolutamente
necesario. Respetar las normas del lugar implica encontrar soluciones intermedias
y lleva necesariamente a establecer amplias similitudes culturales. En base a
la Tradición, los musulmanes del mundo han sabido forjar culturas islámicas
autóctonas de identidad propia hermanadas por una misma creencia fundamental.
Nota:
Una cultura será floreciente cuando sea capaz de transmitir una identidad
distintiva, capaz de producir cohesión social y dote a sus miembros del
conocimiento y las herramientas sociales que les permitan desarrollar sus
posibilidades inherentes y cubrir con eficacia sus necesidades humanas
(artísticas e intelectuales).
Nuestro
Objetivo: crear una identidad islámica propia en América Latina, luego de
descubrir la identidad personal que nos define como individuos culturalmente
activos en esta zona del planeta.
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