lunes, 21 de enero de 2013

Las costumbres y los usos en el Islam

Bismillahi Rahmani Rahim

El Profeta Muhammad (asws) y sus Sahaba no vivieron en conflicto con el resto de etnias y culturas del mundo, sino que mantuvieron una perspectiva honesta, complaciente y generalmente positiva de la amplia dotación social de otros pueblos y lugares. El Profeta y sus Sahaba no concibieron las diferentes culturas como polos opuestos, ni tampoco hicieron una división terminante de las sociedades en esferas de bien y mal absolutos. Su mensaje integrador unifica positivamente la diversidad cultural, y de esto da evidencia la época misma del Profeta, ya que entre sus sabaha hubo persas (Salman al Farsi), etíopes (Bilal) y griegos (Shuaib). El Islam no se impuso ni entre los árabes ni entre los no árabes, como una visión depredadora y exterior. Más bien el mensaje profético se basó, desde un principio, en la distinción entre lo bueno, lo beneficioso y lo auténticamente humano de las diversas culturas, y lo claramente perjudicial, para lo que debería buscarse un cambio. La ley divina (Shari'at) no arrasó ni quemó lo distintivo de los demás pueblos, sino que intentó pulir, cultivar, nutrir, para así forjar una síntesis islámica coherente y positiva.
Acerca de los buenos usos y costumbres de los pueblos como referencias fundamentales al aplicar la legislación islámica, Dios Todopoderoso dice a Su Profeta en el Sagrado Qur'an:
"¡Adopta la indulgencia hacia los demás como conducta, ordena lo reconocido como virtud (al 'urf) y apártate de quienes quieren seguir la ignorancia!" (7:199)
En su comentario del Qur'an, el sabio andalusí del fiqh Ibn 'Atiyya, dice que esta aleya no sólo defiende la inviolabilidad de la cultura autóctona, sino que concede una validez total a todo lo que el corazón humano considera coherente y beneficioso siempre y cuando no esté claramente rechazado por la ley revelada. Entre los sabios clásicos del fiqh, esta aleya se citaba a menudo como testimonio de la aceptación de las prácticas culturales positivas y de lo que los pueblos consideraban adecuado, siendo compatible con su naturaleza y su entorno, sirviendo así a las necesidades fundamentales de los pueblos y a sus aspiraciones legítimas.
La unidad dentro de la diversidad fue el sello distintivo de las sociedades islámicas tradicionales. Ya que la diversidad cultural se encontró enriquecida y desarrollada por la unidad fundamental de la Tradición espiritual.
La ley islámica clásica no hablaba de la cultura como tal, ya que este es un concepto de conducta relativamente contemporáneo. En su lugar, la ley se centraba en lo que podemos denominar los componentes más tangibles e importantes de la cultura: la costumbre (al 'urf) y el uso (al 'ada) que todas las escuelas de jurisprudencia reconocieron como esenciales para la correcta aplicación de las leyes, aunque con diferentes definiciones y grados de autoridad. En el fiqh, al 'urf y al 'ada incluyen aquellos aspectos de la cultura local que por regla general se consideran buenos y beneficiosos, o simplemente inocuos. En ninguna de la escuelas de fiqh el respeto a las culturas llegaría a una aceptación total de las mismas. La cultura local debía evaluarse de acuerdo a las normas fundamentales de la Shari'at, que implicaban un rechazo de toda práctica detestable.
Una de las cinco máximas universales de la ley islámica proclama: "Los usos culturales tendrán peso de ley". Rechazar una costumbre arraigada no sólo era contraproducente, sino que conllevaba problemas excesivos y ocasionaba daños injustificados al pueblo.
Otro principio bien conocido del fiqh hacía hincapié en este hecho y manifestaba: "Las costumbres culturales son algo natural". Lo cual implicaba una gran dificultad para que las gentes actúen en contra de las costumbres establecidas, pues es como si desafiaran sus instintos naturales y capacidades innatas. Por consiguiente, la sabia aplicación de la ley requería una amplia adaptación de las normas del lugar, que sólo se deberían modificar o bloquear cuando fuera absolutamente necesario. Respetar las normas del lugar implica encontrar soluciones intermedias y lleva necesariamente a establecer amplias similitudes culturales. En base a la Tradición, los musulmanes del mundo han sabido forjar culturas islámicas autóctonas de identidad propia hermanadas por una misma creencia fundamental.
Nota: Una cultura será floreciente cuando sea capaz de transmitir una identidad distintiva, capaz de producir cohesión social y dote a sus miembros del conocimiento y las herramientas sociales que les permitan desarrollar sus posibilidades inherentes y cubrir con eficacia sus necesidades humanas (artísticas e intelectuales).
Nuestro Objetivo: crear una identidad islámica propia en América Latina, luego de descubrir la identidad personal que nos define como individuos culturalmente activos en esta zona del planeta.

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