Hoy en día, en tanto que
Musulmanes, nuestro principal objetivo debe ser el despertar a nuestra
conciencia tradicional para recuperar los valores inherentes a una identidad
definida sin el concurso de elementos culturales ajenos. Aplicar tanto
individualmente como comunitariamente los valores tradicionales que redundan en
el desarrollo de los pueblos de acuerdo a sus posibilidades. Recuperar la
identidad tradicional es la única apertura para la revalorización de nuestras
culturas frente a los embates subversivos del secularismo, el capitalismo, el
materialismo y todas las ideologías corruptas impuestas por una visión profana
y antitradicional que busca desarraigarnos y hacernos títeres de un poder
malvado cuya intención es la hegemonía sobre las almas de la humanidad. Debemos
buscar modelos en nuestros antepasados, en quienes forjaron la historia de
nuestros pueblos y dieron sus vidas en el camino de una causa suprema que nada
tenía que ver con el poder mundano ni los intereses egoístas sino que define al
hombre dentro de su sentido de trascendencia, unificando diferencias y
favoreciendo el intercambio cultural sobre la plataforma tradicional cuyos
valores nutren la convivencia pacífica descentralizada y sin fronteras
excluyentes.
No debemos dejarnos cegar por
las alternativas que el mismo colonizador ha propuesto como políticas ante
mentidas independencias. África y el Oriente Musulmán se debaten en crisis
irresponsables debido a la pérdida de identidad y a la adopción constante de
ideologías foráneas que son la prolongación viciada del flagelo colonizador que
sembró su semilla de discordia y división hace ya cerca de 150 años atrás.
Nos corresponde conocer la
historia por nosotros mismos, sin la influencia del dominador común cuya
tendencia se plasma en una obsoleta uniformidad que oculta lo esencial y
muestra lo que conviene a los intereses de turno.
Ante los constantes desafíos
que plantea el sistema moderno, es una obligación conocer críticamente la
historia y ser partícipes activos en la transformación de nuestra percepción de
la verdad. No podemos y no debemos continuar evaluando nuestra condición desde
los parámetros que nos ha impuesto la historia falseada que diariamente se
escribe para mermar nuestra virilidad tradicional. Debemos tomar conciencia de
nuestros errores, intentar corregir los hábitos que hemos adquirido
irreflexivamente como sucedáneos de nuestra Tradición, ya que ellos son lo que
nos hunde cada vez más en un abismo social e individual que nos destruye y sólo
sirve a una debilidad del todo conveniente para quienes detentan el poder sobre
la masa indiferente.
El hombre como hacedor de leyes
sólo puede ser una influencia perniciosa para sí mismo y su comunidad. Sin la
asistencia de la Tradición -esto es, la Divina Sabiduría confiada al ser humano
mediante la revelación- el hombre abandonado a sus limitados recursos hace de
sus intereses personales la norma de acción para su inteligencia y su voluntad,
lo que equivale al ciego y obsoleto obrar de quien desconoce la verdad.
Volvamos a la fuente de
sabiduría original que nos devuelve al significado propio del ser humano, que
nos abre a la contemplación de la realidad sin tergiversaciones ni anomalías,
que establece el valor auténtico de la justicia sobre el balance de nuestras
acciones; recuperemos nuestra identidad de hombres libres, despojémonos de las
vestimentas mentales que nos esclavizan a una ficción sin consistencia y nos
hace violentos y mentidos, víctimas de nuestro propio engaño.
Fuego y Jardín se encuentran a
un paso de donde estamos. No continuemos siendo combustible para el fuego
opresor que nos consume desde el interior. Colaboremos en la siembra del fruto
que nutre y da esperanza de una eternidad en paz.
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