sábado, 8 de diciembre de 2012

Recuperar nuestra Identidad Tradicional

Bismillahi Rahmani Rahim

Hoy en día, en tanto que Musulmanes, nuestro principal objetivo debe ser el despertar a nuestra conciencia tradicional para recuperar los valores inherentes a una identidad definida sin el concurso de elementos culturales ajenos. Aplicar tanto individualmente como comunitariamente los valores tradicionales que redundan en el desarrollo de los pueblos de acuerdo a sus posibilidades. Recuperar la identidad tradicional es la única apertura para la revalorización de nuestras culturas frente a los embates subversivos del secularismo, el capitalismo, el materialismo y todas las ideologías corruptas impuestas por una visión profana y antitradicional que busca desarraigarnos y hacernos títeres de un poder malvado cuya intención es la hegemonía sobre las almas de la humanidad. Debemos buscar modelos en nuestros antepasados, en quienes forjaron la historia de nuestros pueblos y dieron sus vidas en el camino de una causa suprema que nada tenía que ver con el poder mundano ni los intereses egoístas sino que define al hombre dentro de su sentido de trascendencia, unificando diferencias y favoreciendo el intercambio cultural sobre la plataforma tradicional cuyos valores nutren la convivencia pacífica descentralizada y sin fronteras excluyentes.
No debemos dejarnos cegar por las alternativas que el mismo colonizador ha propuesto como políticas ante mentidas independencias. África y el Oriente Musulmán se debaten en crisis irresponsables debido a la pérdida de identidad y a la adopción constante de ideologías foráneas que son la prolongación viciada del flagelo colonizador que sembró su semilla de discordia y división hace ya cerca de 150 años atrás.
Nos corresponde conocer la historia por nosotros mismos, sin la influencia del dominador común cuya tendencia se plasma en una obsoleta uniformidad que oculta lo esencial y muestra lo que conviene a los intereses de turno.
Ante los constantes desafíos que plantea el sistema moderno, es una obligación conocer críticamente la historia y ser partícipes activos en la transformación de nuestra percepción de la verdad. No podemos y no debemos continuar evaluando nuestra condición desde los parámetros que nos ha impuesto la historia falseada que diariamente se escribe para mermar nuestra virilidad tradicional. Debemos tomar conciencia de nuestros errores, intentar corregir los hábitos que hemos adquirido irreflexivamente como sucedáneos de nuestra Tradición, ya que ellos son lo que nos hunde cada vez más en un abismo social e individual que nos destruye y sólo sirve a una debilidad del todo conveniente para quienes detentan el poder sobre la masa indiferente.
El hombre como hacedor de leyes sólo puede ser una influencia perniciosa para sí mismo y su comunidad. Sin la asistencia de la Tradición -esto es, la Divina Sabiduría confiada al ser humano mediante la revelación- el hombre abandonado a sus limitados recursos hace de sus intereses personales la norma de acción para su inteligencia y su voluntad, lo que equivale al ciego y obsoleto obrar de quien desconoce la verdad.
Volvamos a la fuente de sabiduría original que nos devuelve al significado propio del ser humano, que nos abre a la contemplación de la realidad sin tergiversaciones ni anomalías, que establece el valor auténtico de la justicia sobre el balance de nuestras acciones; recuperemos nuestra identidad de hombres libres, despojémonos de las vestimentas mentales que nos esclavizan a una ficción sin consistencia y nos hace violentos y mentidos, víctimas de nuestro propio engaño.
Fuego y Jardín se encuentran a un paso de donde estamos. No continuemos siendo combustible para el fuego opresor que nos consume desde el interior. Colaboremos en la siembra del fruto que nutre y da esperanza de una eternidad en paz.

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