Bismillahi
Rahmani Rahim
La música es la expresión más
natural y espontánea del espíritu humano, expresión que busca manifestar los
universos que los hombres atesoran en su interior, y esto mismo equipara la
música con el acto creador por antonomasia: la acción desbordante de la belleza
divina. Allah Todopoderoso se manifiesta a Sí mismo a través de la belleza en
la creación, y la música es un destello revelador de belleza, traductor del
ritmo propio de la vida que todo lo anima, y que por ser partícipe de un
atributo divino, en esencia es eternidad. Y allí el hombre se puede realizar,
puede desarrollar su más íntima trascendencia, puede ser libre de aquello que
lo atenaza al suelo de sus mediocridades y angustias, de sus codicias y
vanidades, de los ídolos irreverentes que obstaculizan su vuelo natural. La
música, intrínsecamente, es una herramienta de emancipación, un prisma donde
reflejar la sagrada belleza que nos nutre y sosiega.
Sin embargo, y como estamos
involucrados inexorablemente en un ámbito donde las dualidades nos exigen el
equilibrio, la música en manos de almas turbulentas y de bajas intenciones,
puede convertirse en un medio para la subversión, el desenfreno y la
exacerbación de los más viles impulsos propios a los hijos del demonio. Esta
clase de música, distorsionado ya su lenguaje original de belleza, se
transforma en idioma pasional que nutre la maldad oculta en el hombre y que
debe ser erradicada si es su intención alcanzar la meta de su razón de ser en
el mundo.
Allah Todopoderoso ha sembrado
las semillas de la melodía sagrada que hace del hombre una criatura noble y
trascendente. En el Día de las Promesas esa música cautivó los espíritus de los
hijos de Adám y hoy, cuando nuestro corazón se expansiona ante la belleza de un
sonido agradable, nuestro espíritu recupera aquella sensación primordial de
divina embriaguez. Por lo tanto, no debemos permitir que el engaño de almas
ciegas y veladas de la belleza real nos tome por asalto el corazón con melodías
retorcidas que sólo pueden ser mensajeras del perjuicio y el daño espiritual,
encadenándonos a los impulsos más bajos y deshonestos para con nosotros mismos.
Debemos recrear nuestros oidos interiores con la luminosidad musical de aquello
que nos habla confidencialmente con el lenguaje del alma al desnudo, que nace
de su despertar y es resurrección para nuestros sentidos dormidos. Esta música
es el toque de despertar a Sí mismo que Allah Todopoderoso imprime en el ser
del hombre.
Por lo tanto, como la ley
sagrada del Islam permite todo lo que sea bueno para el desarrollo humano,
siempre y cuando no suponga una contradicción evidente a los principios
elementales del buen vivir acorde al camino espiritual, la música, como arte de
la belleza interior, es completamente lícita, ya que favorece la expansión del
espíritu y refresca y distiende el corazón.
Hay una música ilícita, claro
está, como también hay una interpretación ilícita de la religión que ha dado en
generar los extremismos violentos e intolerantes que tanto daño hacen a las
apariencias del Islam. Cuando lo bello es burdamente manoseado por los agentes
del mal, siempre termina transformándose en un vástago del espanto que produce
atracción en las almas débiles y rechazo en las almas luminosas.
Intentemos iluminar nuestras
almas con lo bello que Allah Todopoderoso nos ha dispuesto, y tengamos un
sólido criterio al contemplar aquello que realmente nos hará progresar en la
senda espiritual hacia la Divina Presencia.
De Allah proviene el éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario