domingo, 6 de abril de 2014

La Música de la Vida

Hazrat Inayat Khan

    MÚSICA, la palabra que utilizamos en nuestro lenguaje cotidiano, no es otra cosa que la imagen de nuestro Amado, y es por esta razón por la cual amamos la música.

Pero la cuestión es la siguiente, ¿qué es y dónde está nuestro Amado? Nuestro Amado es aquello que representa nuestro origen y nuestra meta; y lo que vemos del Amado con los ojos físicos es la belleza que se nos muestra alrededor; y la parte de nuestro Amado no mostrada a nuestros ojos es aquella forma interior de belleza de la cual él nos habla. Si escucháramos la voz de toda la belleza que nos atrae en cualquier forma, encontraríamos como en todos sus aspectos ella nos cuenta que detrás de toda manifestación está el Espíritu Perfecto, el espíritu de la sabiduría.

¿Qué es lo que captamos como expresión principal de la vida en la belleza que observamos en torno nuestro? Se trata del movimiento. En las líneas, en los colores, en los cambios de las estaciones, en el ascenso y descenso de las olas y mareas, en el viento, en la tormenta, en toda la belleza de la naturaleza hay un constante movimiento. Es el movimiento lo que ha originado el día y la noche, y el cambio de las estaciones; y este movimiento nos ha proporcionado la comprensión de lo que llamamos tiempo. No habría tiempo de otra manera, porque realmente sólo existe la eternidad; y esto nos enseña que todo lo que amamos y admiramos, observamos y entendemos, es la vida escondida detrás; y esta vida es nuestro ser.

Se debe solamente a nuestras limitaciones el que no veamos el ser entero de Dios; sin embargo, todo lo que amamos en color, trazo, forma o personalidad, pertenece a la belleza real, al Amado de todos. Cuando encontramos lo que nos atrae de esta belleza que vemos en todas las formas, entendemos que ello es precisamente su movimiento; en otras palabras la música. Todas las formas de la naturaleza, como por ejemplo las flores, están perfectamente formadas y coloreadas; los planetas y las estrellas, la tierra, todo da la idea de armonía, de música. Toda la naturaleza respira; no solamente las criaturas vivientes, sino toda la naturaleza; y es solamente nuestra tendencia a comparar aquello que parece vivo con lo que no lo parece tanto lo que nos hace olvidar que todos los seres y las cosas viven una vida perfecta. Y la señal de vida dada por esta belleza viviente es la música.

¿Qué hace danzar al alma del poeta? La música. ¿Qué hace que el pintor elabore hermosos cuadros y el músico cante bellas canciones? Es la inspiración que la belleza otorga. Por consiguiente, el sufí ha denominado saki a esta belleza, al dador divino que proporciona el vino de la vida a todos. ¿Cuál es el vino del sufí? La belleza en la forma, en las líneas, en los colores, en la imaginación, en los sentimientos, en las maneras; en todo esto él ve la belleza una. Todas estas diferentes formas son parte del espíritu de la belleza que se encuentra en la vida detrás de ellas, la continua bendición.

Con respecto a lo que llamamos música en el lenguaje cotidiano, para mí, la arquitectura es música, la jardinería es música, el laboreo del campo es música, la pintura es música, la poesía es música. En todas las ocupaciones de la vida en las que la belleza ha sido la inspiración, en las que el vino divino ha sido vertido, hay música. Entre todos los diferentes artes, el de la música ha sido considerado especialmente divino, ello se debe a que es la miniatura exacta de la ley que funciona a través de todo el universo. Por ejemplo, si nos estudiamos a nosotros mismos, encontramos que los latidos y el pulso del corazón, la inhalación y exhalación de la respiración, todo ello es resultado de un ritmo. La vida depende del funcionamiento rítmico de todo el mecanismo del cuerpo. La respiración se manifiesta como voz, como palabra, como sonido; y el sonido es continuamente audible, tanto el interior como el exterior. Eso es la música; y ello nos enseña que la música existe tanto dentro como fuera de nosotros.

La música no solamente inspira el alma de los grandes músicos, sino también a todos los niños. En el mismo instante en que llegan al mundo comienzan a mover sus pequeños brazos y piernas con el ritmo de la música. Por tanto no resulta una exageración decir que la música es el lenguaje de la belleza; el lenguaje de aquel Uno a quien todos los seres aman. Cuando uno comprende esto y reconoce a la perfección de toda belleza como Dios, nuestro Amado, se entiende por qué la música que experimentamos en el arte y en todo el universo debe ser llamado Arte Divino.

Mucha gente toma la música como una fuente de entretenimiento, como un pasatiempo. Para muchos la música es un arte y el músico un animador. A pesar de ello, nadie que haya vivido en este mundo, y haya pensado y sentido, ha podido dejar de considerar a la música como el arte más sagrado de todos, porque de hecho es aquello que el arte de pintar no puede sugerir claramente y la poesía tiene que explicar con palabras. Aquello que incluso el poeta tiene dificultad en expresar con su poesía, se puede expresar con música. Con esto no solamente quiero decir que la música es superior al arte y a la poesía, sino que de hecho supera a la religión; porque la música eleva el alma del hombre más allá que las llamadas formas externas de religión.

Con esto no quiero que se entienda que la música pueda tomar la posición de la religión; todas las almas no están necesariamente afinadas con ese tono en el cual pueden beneficiarse realmente de la música, no son tampoco todas las músicas necesariamente tan excelsas que puedan elevar el alma de la persona que las escucha más allá de donde les lleva la religión. Sin embargo, para aquellos que siguen el camino del culto interior, la música es esencial en su desarrollo espiritual. La razón es que el alma del buscador ansía por el Dios sin forma. Sin lugar a dudas el arte eleva, lo que no quita que al mismo tiempo mantenga la forma; la poesía tiene palabras, nombres, todos sugerentes de formas; solo la música tiene belleza, poder, encanto y al mismo tiempo la capacidad de elevar el alma más allá de la forma.

Estas son las razones por las cuales en los tiempos antiguos los más grandes de los profetas fueron a su vez grandes músicos. Entre los profetas hindúes encontramos a Narada, que al mismo tiempo que profeta era músico, y a Shiva, el profeta semejante a Dios que fue el inventor de la vina. A Krishna, también, siempre se le representa con su flauta.

Hay una leyenda muy conocida sobre la vida de Moisés. Cuenta que Moisés, estando en el Monte Sinaí, escuchó una orden divina que le decía: Muse ke, Moisés escucha; la revelación que así le llegó estaba cargada de tono y ritmo, y Moisés la denominó con el mismo nombre, música; y así es como se supone que se originó la palabra música. Los cantos y salmos de David se conocen desde siempre; su mensaje era transmitido en la forma de música. El Orfeo de la leyenda griega, el conocedor del misterio del tono, del ritmo, tenía, debido a este conocimiento, poder sobre las fuerzas ocultas de la naturaleza. Saraswati, la diosa hindú de la belleza y del conocimiento, siempre se representa con una vina. ¿Qué es lo que todo esto sugiere?, pues que toda armonía tiene en su esencia a la música. Además del encanto natural que la música posee, también tiene un atractivo mágico que puede ser experimentado incluso ahora. Parece como si la raza humana hubiera perdido una buena parte de la ciencia de la magia, pero si algo quedara de ella sería precisamente la música.

La música, además de poder, es intoxicación. Si es capaz de embriagar a aquellos que la escuchan, ¡cuánto más impactará a aquellos que la tocan o cantan! ¡Y cuánto más intoxicará a aquellos que han tocado la perfección de la música y han meditado sobre ello durante años y años! Ello les procura un gozo y una exaltación mayor, incluso, que la experimentada por un rey en su trono.

De acuerdo con los pensadores orientales existen cinco tipos diferentes de intoxicación: la de la belleza, la juventud y la fortaleza, después está la intoxicación de las riquezas; la tercera es la del poder, dar órdenes y dirigir; la cuarta variedad de intoxicación es la de aprender, el conocimiento. Sin embargo, todas estas cuatro intoxicaciones se difuminan en la presencia de la música como si fueran estrellas delante del sol. La razón es que la música toca la parte más profunda del ser del hombre. La música llega más lejos que cualquier otra impresión procedente del mundo exterior. La belleza de la música consiste en que es tanto la fuente de toda creación como el medio para absorberla. En otras palabras, el mundo fue creado con música, y por la música será reabsorbido de nuevo en la fuente que lo originó.

En nuestro mundo científico y material observamos un ejemplo similar. Antes de que una máquina o un mecanismo comience a funcionar debe hacer primero un ruido. Primero se hace audible y luego muestra su vida. Lo podemos ver en un barco, un aeroplano, un automóvil. Esta idea pertenece al misticismo del sonido. Antes de que un niño sea capaz de admirar el color o la forma ya disfruta del sonido. Si existe un arte que realmente pueda agradar a la persona de edad, es la música. Si hay algún arte que pueda recargar a la juventud con vida y entusiasmo, emoción y pasión, es la música. Si existe un arte con el cual una persona pueda expresar totalmente sus sentimientos y emociones, es la música. Al mismo tiempo es algo que confiere al hombre la fuerza y el poder de la actividad, la que hace que el soldado marche con el repiqueteo del tambor y el sonido de la trompeta. En las tradiciones del pasado se dice que en el Último Día habrá un sonido de trompetas anunciando la llegada del fin del mundo. Esto muestra como la música está conectada con el comienzo de la creación, con su continuidad y con su fin.

Los místicos de todos los tiempos han amado la música más que a nada. En casi todos los círculos del culto interior, en cualquier parte de la tierra, la música parece ser el centro del culto y de las ceremonias. Y aquellos que alcanzan la paz perfecta llamada nirvana, o en el lenguaje de los hindúes, el shamadi, lo consiguen más fácilmente por medio de la música. Por tanto, los sufis, especialmente los de la antigua escuela Chishti, toman a la música como fuente para sus meditaciones; y meditando así obtienen mucho más beneficio que aquellos que la practican sin la ayuda de la música. El efecto que experimentan es el despliegue del alma, la apertura de las facultades intuitivas; y su corazón, por expresarlo de alguna manera, se abre a toda la belleza interior y exterior, elevándolos, y al mismo tiempo trayéndoles la perfección por la que toda alma ansía.


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