jueves, 27 de agosto de 2015

Las Enseñanzas de Sayidina Ibrahim (as)

Haciendo un alto en su trayecto hacia la Tierra bendita, Sayidina Ibrahim (as) dijo a su gente:

La Sabiduría nos enseña que la peor enfermedad del corazón es el hacer dioses de las cosas creadas, la idolatría hacia lo que nos genera apegos y nos confiere una ilusoria sensación de seguridad: el oro, la plata, el renombre, las posesiones, los hijos, los títulos... Sin embargo, el causante de la idolatría más nociva se encuentra en nuestro interior: el ego. El ego es quien proyecta sus deseos, temores, afecciones y obsesiones a las cosas creadas, construyendo una apariencia de realidad que carece de solidez. El ego se identifica con esta falsa percepción de sí mismo proyectada en las cosas y se aferra a esta idea desvinculando al hombre de su originalidad. La egolatría, es decir, la experiencia de vida desde el ego y por el ego, con sus afanes y desavenencias, es la forma más compleja y sutil de idolatría, la de más difícil detección y tratamiento. ¿Quién no considera positivamente real su proyección interior del mundo circundante? Sin embargo esa proyección, para que sea auténticamente real, debe estar medida por los valores universales y absolutos de la Divina Sabiduría revelada a través de la cosmovisión profética. De ninguna manera esto supone una imposición de criterios ajenos al hombre, todo lo contrario: todo ser humano atesora en su naturaleza primordial, como base de un compuesto esencial, los sentidos inherentes a aquella Sabiduría como reflejos inmanentes de los modelos universales. Al ser un resultado de la Sabiduría Divina, el ser del hombre guarda en sí mismos los significados necesarios para obrar de acuerdo a ella. El ego y su ilusión de realidad, entonces, no son más que meros obstáculos a ser superados. Sin embargo, se requiere de un proceso de autoconocimiento dentro del marco de la enseñanza revelada que motive el develamiento de los significados interiores y ponga en evidencia los engaños del ego. Todo ser humano está capacitado, por propia naturaleza, para obrar de acuerdo a los mandatos de la Sabiduría; tan sólo son los egos desbocados y mal alimentados quienes imponen una percepción parcial y arbitraria de la realidad, causando todo dolor y miseria. El ego es la puesta a prueba del hombre. Sabio quien la supera, superándose a sí mismo.

Dios es el Creador Todopoderoso, el Realmente Existente, Sabio, Origen de todo beneficio o daño, Quien provee y Quien quita, Quien da la vida y envía la muerte. Estos son atributos exclusivamente suyos. Por lo tanto, si creemos que un ser humano, los astros, o lo que sea, tiene uno de esos atributos, y por ello entregarles nuestro servicio, los estamos convirtiendo en ídolos, como cuando nos suponemos autosuficientes y confiamos ciegamente en nuestros débiles recursos para lograr lo que sólo Dios puede, haciéndonos así ídolos de nosotros mismos, de lo que consumimos, de lo que nos da un placer momentáneo, difuso, evanescente.


Limpiemos entonces nuestro corazón de los ídolos que ha levantado la debilidad del ego, y  hagamos de él el templo donde la presencia de nuestro Señor brille en todo Su esplendor.

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