Extraído
del Masnavi (III, 2) de Mawlana Jalaluddin Rumi.
La casa
de Jesús era el banquete de los hombres del corazón,
¡Eh,
ser afligido, no abandones esta puerta!
La
gente se amontona por todos lados,
muchos
ciegos y cojos, y paralíticos y dolientes,
en la
puerta de Jesús al alba,
que con
su aliento puede curar sus dolencias.
Apenas
hubo terminado sus oraciones,
ese santo
aparecería a la hora tercera;
él vio
ese gentío impotente en grupos,
sentados
a su puerta con confianza y esperanza;
les
habló, diciendo: "¡Oh afligidos!
Los
deseos de todos ustedes han sido concedidos por Dios;
levántense,
caminen sin pena ni aflicción,
¡conozcan
la misericordia y beneficencia de Dios!
Entonces
todos, como camellos cuyos pies están encadenados,
cuando
les liberas sus pies en el camino,
corren
presurosos con alegría y placer hasta el lugar del alto.
Y así a
su orden se pusieron de pie y corrieron.
¿De
cuántas aflicciones causadas por ti a ti mismo
has
escapado por medio de estos principios de la fe?
¡Cuánto
tiempo esta invalidez tuya fue un corcel!
¡Qué
pocas veces tu alma estuvo vacía de pena y desgracia!
Oh
rezagado y descuidado, ata una cuerda a tus pies,
no sea
que pierdas a tu propio ser.
Pero tu
ingratitud y desagradecimiento
olvidan
la miel que has sorbido.
Este
camino fue inevitablemente cerrado para ti
cuando
heriste los corazones de los hombres del corazón.
¡Rápido!
¡Abrázales y pídeles perdón!
Como
las nubes, derrama lágrimas de lamentación,
para
que su jardín de rosas pueda florecer para ti,
y sus
frutas maduras se abran por sí solas.
Agrúpense
alrededor de esa puerta, no sean más viles que un perro,
si
quieren rivalizar con el perro de los Siete Durmientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario