En numerosas ocasiones hemos
referido la gran influencia que han tenido los Moriscos (musulmanes andaluces
expulsados y forzados a conversiones excluyentes por parte de la Inquisición
católica que llegaron a Sudamérica en los barcos colonizadores) en la forja de
un biotipo rural característico que en la Argentina es representado por el
gaucho como precursor de identidad tradicional. Sin embargo poco se sabe de la
influencia que estos Moriscos (ya exiliados en el Magreb africano) tuvieron en
la formación de una cultura propia dentro del África subsahariana.
A este respecto hace ya unos
cuantos años ha visto la luz una notable investigación que expone la existencia
históricamente corroborada de descendientes de musulmanes andaluces en el
África Occidental. Este trabajo fue llevado a cabo por investigadores de la
Universidad de Granada en España y fue editado en 1987 bajo el nombre de 'Andalucía
en la curva del Níger'. Reseñaremos brevemente lo expuesto en aquel trabajo.
El especialista en información
internacional y países del sur de la Universidad Complutense de Madrid, Juan A.
González Barahona, en su ensayo 'El Islam en África Occidental' (pág. 16-18)
escribe lo siguiente en referencia a los Moriscos en el Níger:
'A modo de introducción tomaré
prestadas las palabras de un artículo de Ortega en la revista El Sol, allá por
el año 1924:
(...)
Se trata de un trozo de historia de España, probablemente ignorado de todo el
mundo en nuestro país, y que, sin embargo, tiene simpar gracia de romanticismo.
Donde
el Sahara termina y el Sudán comienza, sobre el codo del Níger, se halla la
ciudad santa de Tombuctú, en la cual hasta 1900 no habían penetrado más de tres
o cuatro europeos. Fue en tiempos una urbe gigante y sabia, por la que peleaban
una y otra vez los pueblos del desierto y los reyes tropicales. Pues bien: allí
viven desde hace cuatro siglos nuestros parientes.
A
fines del siglo XVI, un sultán de Marruecos quiso lo que parecía imposible:
arrebatar Tombuctú con armas de fuego. Para ello contrató un gran número de
españoles armados con armas de fuego, las primeras que aparecían en este fondo
africano. Los soldados españoles ganaron la batalla más grande que nuestra raza
ha logrado del otro lado del Estrecho, y, victoriosos, se avecindaron en
Tombuctú, tomaron mujeres del país y crearon estirpes que aún perduran.
Orgullosos de su origen hispano, conservaron una exquisita disciplina
aristocrática y aún representan sus familias los núcleos nobles del país...
¿Por
qué no hemos ido a visitar a estos ruma del Níger, nuestros nobles parientes?’
(Ortega y Gasset, José. Obras Completas vol. 3, págs. 246-7)
En efecto, como comenta Ortega,
la gesta africana de Yúder Pachá, morisco granadino de Cuevas de Almanzora,
constituye uno de los apartados más apasionantes, insólitos y desconocidos de
la historia de Al-Ándalus y España. Según cuenta M. Villar Raso (en el libro
'Andalucía en la curva del Níger'): 'La
primera noticia de la existencia de Yúder me la dio un juglar ciego en la plaza
de Yemaa al-Fnaa de Marrakesch, que cantaba una cásida en su honor'. Esto
demuestra lo extraordinario de la gesta de este morisco que aún perdura hasta
en las entrañas de Marruecos.
Yúder cruzó por primera vez el
gran desierto del Sahara con un ejército, en el sentido actual de la palabra.
Yúder formaba parte de una noble familia
morisca que a lo largo del siglo XVI, como muchas otras, fue obligada a cambiar
de religión, hábito y costumbres y que finalmente fue expulsada o exiliada,
principalmente al norte de África. Allí, tras sobresalir en varias batallas, el
sultán Al-Mansur decidió enviar una 'expedición' misionera más allá del Sahara
que puso a las órdenes de Yúder (...).
Partió Yúder en 1590 con un
ejército de 4.000 granadinos, 1.500 lanceros moros y 8.000 camellos. Era una
empresa difícil y, prueba de ello, es que unos años antes había fracasado otra
expedición y muerto la mayoría de sus componentes. Pero Yúder logró llegar a
Tondibi y derrotó a Ishaq II, rey de Gao que, dicen, le salió al encuentro con un ejército de 40.000 hombres
(aunque sin armas de fuego) entre los que se encontraban magos, hechiceros y
brujos (...).
A pesar de que en un principio
su llegada a la zona fuera por medios bélicos y de que no vino a implantar el
Islam (pues ya estaba bastante consolidado en la zona), el advenimiento del
ejército de Yúder no fue virulento más allá de una o dos batallas, y a partir
de entonces él y sus hombres se establecieron como semejantes en Tombuctú y aledaños
renovando el Islam, la cultura y la organización político-social en la zona.
Cierto que fue un dirigente impuesto por el sultán de Marruecos, pero pronto se
desvinculó de él y depuso a su sucesor, el pachá vasallo de Marruecos Mahmud
Ben Zergún (también de origen español) que estaba hundiendo al país en el caos
por su avaricia.
Según cuenta uno de los libros
que habla sobre Yúder, escrito por Aderrahman Saadi, el Tarek as-Sudán (Camino
al Sudán), Yúder era un hombre moderado que mandaba por convicción y fuerza de
carácter que dirigía extraordinariamente a sus hombres por su carisma (...).
Además, tenía un agudo sentido político y rápidamente mezcló a sus hombres con
el pueblo autóctono garantizando la alianza con familias poderosas. Estos
descendientes pasaron a denominarse los 'armas'.
Al entrar en Tombuctú, Yúder
respetó a la población y perdonó la vida al askia (gobernador local). Según
esta misma fuente (el Tarek as-Sudán), la religión gozó de gran prosperidad
tras sustituir a Ben Zergún, y para mostrar su fidelidad al pueblo ordenó la
muerte de los demás pachás que envió el reino marroquí por los crímenes que
representaban (saqueos, arrasamiento de aldeas y bosques, matanzas
indiscriminadas, etc.).
Así, Yúder convirtió la curva
del Níger en una nueva Andalucía en la que se asentaron hasta 15.000 hombres de
origen español (morisco-andalusí). Construyó kasbahs, canales y dejó de enviar
oro a Marruecos, desbaratando sus planes expansivos. Este pequeño estado
independiente sobrevivió hasta que los Tuareg lo dominaron en 1737, tras la
batalla de Toya. Aún así los 'armas' conservaron su rango hasta la llegada de
los franceses, en torno a 1893, y todavía hoy sus cerca de 30.000 miembros (que
habitan principalmente en las ciudades de Tombuctú, Gao, Djené y Bamba) son
considerados familias nobles.
Las consecuencias fueron la
implantación de una estirpe noble y dirigente que entremezcló y consolidó aún
más la cultura africana, andalusí, berebere y musulmana en la región, que
adquirió una idiosincrasia con una gran riqueza en la que la conciliación de
las creencias y el respeto a la diversidad (cultural) forman una parte
fundamental'.