miércoles, 8 de octubre de 2014

Montoneras Gauchas y Cuadrillas Monfíes

Continuando con nuestras investigaciones acerca del parentesco más que evidente entre la cultura gauchesca y la cultura islámico-andaluza, no está de más señalar las notables semejanzas entre las montoneras gauchas que cumplieron un rol determinante en la incipiente historia argentina y las cuadrillas “Monfíes” que opusieron una férrea resistencia contra el poder central en la España de la ‘Reconquista’.

‘Monfíes’, del árabe ‘munfī’, «desterrado», es el nombre por el que se conocieron en el siglo XVI y principios del XVII a los moriscos refugiados en las serranías del antiguo Reino de Granada (en España), dedicados primordialmente al bandolerismo, dada su condición de marginados y perseguidos.

Los monfíes fueron, originalmente, mudéjares huidos a los montes como consecuencia de los desórdenes y la represión asociados a la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492, y su número aumentó en décadas posteriores conforme crecía la presión ejercida por las nuevas autoridades castellanas contra los súbditos granadinos, especialmente después de que fueran obligados a convertirse al cristianismo, pasando a ser llamados moriscos, como anotáramos en artículos precedentes. Los monfíes se organizaban en cuadrillas dirigidas por "capitanes" (que indudablemente nos remiten a nuestros Caudillos), algunos de ellos famosos, como Gonzalo el Seniz. Las cuadrillas a veces se agrupaban en bandas, con una organización casi militar. Los monfíes, de extracción eminentemente rural, formaron comunidades en los montes en las que practicaban libremente los ritos de su fe islámica, al contrario que el resto de los moriscos que eran obligados a mostrar adhesión a las creencias y rituales católicos. Los monfíes se dedicaron en gran medida a la propia justicia contra los desmanes sufridos a manos de los cristianos y tuvieron en los pastores a sus mejores aliados.

En gran medida, las similitudes que encontramos entre monfíes moriscos y gauchos montoneros es la pertenencia de ambos estratos en la categorización que se ha hecho de ellos en cuanto a su supuesto 'bandolerismo'. Entendemos aquí que bajo ese concepto se oculta lo que el historiador Hugo Chumbita llama "modos de autodefensa de grupos autóctonos" frente a la ocupación colonial, la organización del Estado y su monopolio de la violencia. Escribe Chumbita: "En aquellas fabulosas llanuras irredentas cada cual valía por sí mismo sin tener que dar cuenta a nadie. En los márgenes de la civilización colonial, en contacto con ella pero fuera del orden, arraigaron formas de subsistencia alternativa, otros códigos y otra manera de ser. Para la gente ilustrada en la visión eurocéntrica, era la barbarie. Es sugestivo que en un comienzo a los gauchos se les llamara gauderíos, cuya raíz latina gaudere significa gozar o regocijarse (...) Tras la frontera la vida humana no era idílica, pero regían las leyes de la naturaleza por sobre las de la corona y la amplitud del horizonte alentaba la ilusión de libertad. Cada vez que el sistema de ocupación colonial avanzó desde las ciudades hacia esas regiones periféricas, tropezó con los disturbios rebeldes. La organización del Estado y su monopolio de la violencia chocaba en particular con la existencia de las tribus pastoras y los vaqueros errantes, que sostuvieron análogas confrontaciones con el poder de los propietarios, comerciantes y funcionarios. En el marco de tales conflictos, gran parte de lo que se calificaba como bandolerismo no eran sino modos de autodefensa de esos grupos autóctonos". (Jinetes Rebeldes, cap. 1: Bárbaros, Bandidos y Rebeldes) Esta situación con el tiempo habría de prolongarse contra los gauchos y las capas rurales criollas luego de la independencia con el Directorio y la ley de la vagancia, y más tarde en las confrontaciones civiles, sobre todo después de Pavón, con la avanzada política y cultural del liberalismo mitrista y sarmientino.

Dentro de este marco, tanto los monfíes moriscos como los gauchos montoneros pueden circunscribirse en la noción de bandolero social que fuera acuñada por el pensador Eric Hobsbawn, la cual enfatiza la dimensión colectiva de sus peripecias como expresión contestataria de una comunidad, por oposición al carácter individual del simple delincuente. Este fenómeno es propio de las sociedades de base agraria -incluyendo las economías pastoriles-, compuestas por campesinos y trabajadores rurales que eran explotados por señores, terratenientes, ciudades u otros centros de poder. Hobsbawn interpreta estos modos de autodefensa autóctono (llamados por él 'bandolerismo social') como "forma primitiva de protesta", de carácter "prepolítico", propia de sociedades campesinas tenazmente tradicionales y de estructura precapitalista. En tiempos en que se rompe el equilibrio tradicional, esos brotes se agudizan y el bandolero se transforma en símbolo de resistencia, exponente de las demandas de justicia de la comunidad. No es un innovador, sino un tradicionalista que aspira a la restauración de la "buena sociedad antigua". Esto nos lleva a la apreciación dada por Félix Luna en el prólogo a su libro "Los Caudillos": "La resistencia a todo lo que tendiera a insertar al país dentro del esquema capitalista no era sino una expresión del natural conservatismo de los caudillos, apegados a los valores tradicionales y a una realidad del país que iba desapareciendo, derrotada por la técnica y el capital". Gauchos y moriscos compartieron por igual la vehemencia de la vida en libertad enmarcada por una cosmovisión tradicional, ambos unidos por un mismo espíritu que trascendiendo el espacio y el tiempo se convirtió en resistencia  e identidad.

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