Continuando con nuestras
investigaciones acerca del parentesco más que evidente entre la cultura
gauchesca y la cultura islámico-andaluza, no está de más señalar las notables
semejanzas entre las montoneras gauchas que cumplieron un rol determinante en la
incipiente historia argentina y las cuadrillas “Monfíes” que opusieron una
férrea resistencia contra el poder central en la España de la ‘Reconquista’.
‘Monfíes’, del árabe ‘munfī’, «desterrado», es el nombre por
el que se conocieron en el siglo XVI y principios del XVII a los moriscos
refugiados en las serranías del antiguo Reino de Granada (en España), dedicados primordialmente al bandolerismo, dada su
condición de marginados y perseguidos.
Los monfíes fueron,
originalmente, mudéjares huidos a los montes como consecuencia de los
desórdenes y la represión asociados a la conquista de Granada por los Reyes
Católicos en 1492, y su número aumentó en décadas posteriores conforme crecía
la presión ejercida por las nuevas autoridades castellanas contra los súbditos
granadinos, especialmente después de que fueran obligados a convertirse al
cristianismo, pasando a ser llamados moriscos,
como anotáramos en artículos precedentes. Los monfíes se organizaban en
cuadrillas dirigidas por "capitanes" (que indudablemente nos remiten a nuestros Caudillos), algunos de
ellos famosos, como Gonzalo el Seniz. Las cuadrillas a veces se agrupaban en
bandas, con una organización casi militar. Los monfíes, de extracción
eminentemente rural, formaron comunidades en los montes en las que practicaban
libremente los ritos de su fe islámica, al contrario que el resto de los
moriscos que eran obligados a mostrar adhesión a las creencias y rituales
católicos. Los monfíes se dedicaron en gran medida a la propia justicia contra los
desmanes sufridos a manos de los cristianos y tuvieron en los pastores a sus
mejores aliados.
En gran medida, las similitudes
que encontramos entre monfíes moriscos y gauchos montoneros es la pertenencia
de ambos estratos en la categorización que se ha hecho de ellos en cuanto a su
supuesto 'bandolerismo'. Entendemos
aquí que bajo ese concepto se oculta lo que el historiador Hugo Chumbita llama "modos de autodefensa de grupos
autóctonos" frente a la ocupación colonial, la organización del Estado
y su monopolio de la violencia. Escribe Chumbita: "En aquellas fabulosas
llanuras irredentas cada cual valía por sí mismo sin tener que dar cuenta a
nadie. En los márgenes de la civilización colonial, en contacto con ella pero
fuera del orden, arraigaron formas de subsistencia alternativa, otros códigos y
otra manera de ser. Para la gente ilustrada en la visión eurocéntrica, era la barbarie. Es sugestivo que en un
comienzo a los gauchos se les llamara gauderíos,
cuya raíz latina gaudere significa
gozar o regocijarse (...) Tras la frontera la vida humana no era idílica, pero
regían las leyes de la naturaleza por sobre las de la corona y la amplitud del
horizonte alentaba la ilusión de libertad. Cada vez que el sistema de ocupación
colonial avanzó desde las ciudades hacia esas regiones periféricas, tropezó con
los disturbios rebeldes. La organización del Estado y su monopolio de la
violencia chocaba en particular con la existencia de las tribus pastoras y los
vaqueros errantes, que sostuvieron análogas confrontaciones con el poder de los
propietarios, comerciantes y funcionarios. En el marco de tales conflictos,
gran parte de lo que se calificaba como bandolerismo no eran sino modos de
autodefensa de esos grupos autóctonos". (Jinetes Rebeldes, cap. 1: Bárbaros, Bandidos y Rebeldes) Esta
situación con el tiempo habría de prolongarse contra los gauchos y las capas
rurales criollas luego de la independencia con el Directorio y la ley de la
vagancia, y más tarde en las confrontaciones civiles, sobre todo después de
Pavón, con la avanzada política y cultural del liberalismo mitrista y
sarmientino.
Dentro de este marco, tanto los
monfíes moriscos como los gauchos montoneros pueden circunscribirse en la
noción de bandolero social que fuera acuñada por el pensador Eric Hobsbawn, la
cual enfatiza la dimensión colectiva de sus peripecias como expresión
contestataria de una comunidad, por oposición al carácter individual del simple
delincuente. Este fenómeno es propio de las sociedades de base agraria -incluyendo
las economías pastoriles-, compuestas por campesinos y trabajadores rurales que
eran explotados por señores, terratenientes, ciudades u otros centros de poder.
Hobsbawn interpreta estos modos de autodefensa autóctono (llamados por él 'bandolerismo social') como "forma primitiva de protesta", de carácter "prepolítico", propia de
sociedades campesinas tenazmente tradicionales y de estructura precapitalista.
En tiempos en que se rompe el equilibrio tradicional, esos brotes se agudizan y
el bandolero se transforma en símbolo de resistencia, exponente de las demandas
de justicia de la comunidad. No es un innovador, sino un tradicionalista que
aspira a la restauración de la "buena
sociedad antigua". Esto nos lleva a la apreciación dada por Félix Luna
en el prólogo a su libro "Los Caudillos": "La resistencia a todo lo que tendiera a insertar al país dentro
del esquema capitalista no era sino una expresión del natural conservatismo de
los caudillos, apegados a los valores tradicionales y a una realidad del país
que iba desapareciendo, derrotada por la técnica y el capital". Gauchos
y moriscos compartieron por igual la vehemencia de la vida en libertad
enmarcada por una cosmovisión tradicional, ambos unidos por un mismo espíritu
que trascendiendo el espacio y el tiempo se convirtió en resistencia e identidad.
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