miércoles, 23 de octubre de 2013

El Estado Safávida y la imposición shiíta

Bismillahi Rahmani Rahim

Mucho se ha hablado, sobre todo en medios latinoamericanos de tendencia izquierdista y revolucionaria, de la resistencia al occidente por parte del régimen iraní, el Hezbollah y el gobierno sirio de Bashar al-Assad, como ejemplos conductuales en la guerra anti-imperialista. Sin embargo poco se sabe, o se da a conocer, de los orígenes político-religiosos de éstos regímenes y movimientos, fundamentalmente basados en la perspectiva poco tradicional que supone en el Islam la ideología shiíta. Como tales, dentro del ámbito de la creencia islámica, redundan en una evidente desviación para nada compatible con el auténtico espíritu de resistencia que originalmente han demostrado los musulmanes sunnies en épocas de la colonización de mano del Yihad de los Ahl ul-Tariqat (gente del Sufismo). Sin erigirnos más que sobre la Aqida' de Ahl as-Sunnah wa'l-Jama'a, y sin consentir jamás con ninguno de los gobiernos o movimientos actuales que se autoproclaman como 'sunnitas' (desde la monarquía apócrifa de los saudíes hasta la desafortunada emergencia política de los Hermanos Musulmanes, Talibanes, fundamentalistas, etc.), expondremos a continuación una breve reseña histórica del movimiento que devino en los actuales regímenes iranío-alawitas y nos aproximaremos un tanto a sus ideologías para poner en evidencia cuán lejos se encuentran desde su híbrida concepción espiritual de brindar una seria contracara a través del Islam a las pretensiones imperialistas del monstruo occidental.

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La ascensión de los Safávidas

Los primeros safávidas fueron sheykhs sufíes, cuyos discípulos les proporcionaron la plataforma sobre la que pudieron establecerse como gobernantes del Irán. La orden safávida fue fundada por Safíuddin (1252-1334), cuyos antepasados habían alcanzado reputación de piadosos en la ciudad de Ardabil, en la región montañosa del este de Azerbaiyán durante los trescientos años anteriores. Safíuddin fue el sucesor espiritual del Sheykh Zahid de Gilán, y su gran mérito fue convertir una orden sufí de alcance meramente local en otra que tuvo discípulos en Anatolia oriental, Siria, Irán, el Cáucaso y hasta entre la nobleza mongola. A lo largo del siglo XV la orden se transformó en un movimiento revolucionario a medida que sus creencias se hacían cada vez más shiítas y adquiría importancia política cuando los sheykhs safávidas enviaron a sus discípulos a combatir contra las autoridades sunnitas por sus convicciones. Los soldados safávidas fueron apodados 'qizilbash' o 'cabezas rojas', por los otomanos a causa de sus característicos turbantes rojos con doce pliegues que recordaban los doce Imames del shiísmo. Entre 1459 y 1494, tres jefes de la orden murieron de forma violenta; pero la organización de la misma era tan eficaz y tan firme la lealtad de los discípulos, que en 1501 el sheykh Ismail, de catorce años de edad, derrotó a los gobernantes turcomanos del norte de Irán en Sharur, y se proclamó como Shah (emperador) en Tabriz.

A lo largo del siglo XVI la dinastía safávida que ya había conquistado el resto de Irán y la parte oriental del Fértil Creciente, tuvo que afrontar el contraataque sunni desde dos frentes. En el este contra los uzbekos, que habían acusado su ataque a Samarcanda; y sobre todo porque Ismail hizo verter oro fundido en el cráneo de su jefe muerto para convertirlo en su copa. Tan pronto como se enfrentó a ellos, los Otomanos se movilizaron por el oeste. Este conflicto sería de largo alcance ya que la mera aparición de un estado shiíta y la actividad militante de los mismos en Anatolia oriental, representaban una seria amenaza al Islam tradicional (sunni) defendido por el Imperio Otomano. El resultado fue la aplastante derrota sufrida por los safávidas en Chaldirán (1514), lo que conllevó la pérdida de Diyarbakir y de las ciudades santas del shiísmo en Irak.

Shiísmo y Estado Safávida

El acto más importante de Shah Ismaíl para afianzar su poder fue declarar que la religión oficial del Estado Safávida sería el shiísmo de los Doce (Ithna Ashari). El shiísmo -conviene recordarlo- surgió como un movimiento de disensión político-religiosa y de oposición hacia los primeros califas reconocidos por la comunidad islámica luego de la partida física del Profeta Muhammad (asws), que se justificaba doctrinalmente proclamando que los únicos sucesores legítimos del Profeta eran los descendientes de su primo y yerno Ali (ra). Junto a la interpretación exotérica del Sagrado Qur'an, dicha creencia establecía la existencia de una interpretación secreta (esotérica), que Muhammad (asws) había transmitido a Ali (ra) y éste a su heredero. Por consiguiente, la única fuente autorizada de gobierno residía en aquellos sucesores de Ali a los que se les había comunicado este conocimiento esotérico y que así designaron al Imám o dirigente de la comunidad de creyentes. Progresivamente los Imames fueron elevados a un status sobrehumano, que se expresaba en la creencia de que eran encarnaciones de la luz divina, que había llegado hasta ellos a través de los Profetas partiendo desde Adám (as). Y de tal creencia se seguía que eran infalibles y sin pecado. Los 'duodecimanos', la secta shiíta de mayor envergadura, reconocía a doce Imames, el último de los cuales, Muhammad al-Muntazar, había desaparecido hacia el año 873 y cuyo regreso se aguardaba. Hubo muchas otras sectas shiítas. La más importante de las cuales fue la de los Zaidíes, dominante en el Yemen, y la de los Ismailíes, los califas fatimitas, y la infame 'orden de los asesinos'.

Los shiítas se distinguen perfectamente bien de la comunidad tradicional o sunnita, a la cual mayoritariamente se le ha otorgado la autoridad religiosa. Para la gente de la Sunnah esa autoridad radica en el consentimiento de la comunidad que mantiene la ley sagrada (Shari'at) mediante el Califato; para los shiítas, en cambio, se asienta en los Imames infalibles, lo que constituye el tercer artículo de su credo, luego de los referentes a Allah y al Profeta (asws). La gente de la Sunnah obtendrá toda su guía del Sagrado Qur'an, de las tradiciones del Profeta (asws) y de la Shari'at; idealmente tienen que esforzarse por vivir conforme a un modelo de conducta definitivamente acabado a mediados del siglo X por las escuelas de Fiqh (jurisprudencia). Los shiítas, por su parte, tienen la posibilidad de una fuente renovada de inspiración a lo largo de las generaciones, gracias a sus Imames y a quienes los representan. Shah Ismaíl y sus herederos se consideraban a sí mismos como encarnaciones del Imam duodécimo. También en sus ritos pusieron distinto énfasis a medida que iban desarrollándose. Si la energía espiritual sunni quedaba absorbida en el recuerdo de Dios (Dhikrullah), la de los shiítas se centraba en buena medida en el recuerdo del martirio de Husseyn en particular y de los Imames en general, que tendenciosamente se suponía habían sido asesinados por los sunnitas. Muharram es el mes del duelo, y el 10 de ese mes (día de Ashura), fecha en que Husseyn fue degollado en Kerbala, representa la culminación del año religioso que se celebra con procesiones transportando maquetas de la tumba de Husseyn, con la autoflagelación en arrepentimiento por la deslealtad a la casa de Ali y con la repetida recitación del episodio de Kerbala; todo ello en un delirante estado emocional y entre maldiciones a los sunnitas. Como cabría esperar, la peregrinación a Kerbala y a las tumbas de los demás Imames iba a ser tan importante como la peregrinación a Meca.

El shiísmo duodecimano fue la roca sobre la que se construyó el primitivo Estado Safávida. Era un estado teocrático en el que Shah Ismaíl era el Imám duodécimo reencarnado. Su familia alentó aún más sus pretensiones al respecto, asegurando una descendencia bastarda del séptimo Imám, Musa al-Kazim. Había, también, aspectos de las creencias iraniana pagana y shiíta que contribuyeron a ese proceso. Al menos desde el siglo XIII los sufíes iranianos manifestaron una fuerte lealtad a Ali (ra), mientras que los shiítas pretendían, desde largo tiempo atrás, que Husseyn había desposado a la hija de Yazdigird III, último rey sasánida, enlazando así la casa de Ali (ra) con la tradición monárquica iraniana pre-islámica profundamente arraigada entre el pueblo. Al llegar Ismail al poder emprendió la tarea de imponer el shiísmo a una población que era predominantemente sunnita. Utilizó la fuerza, con sus corolarios de coacción y violencia, y el pueblo sucumbió; los ulama sunnis resistieron enfrentándose a la alternativa de la huida o la muerte. El ser shiíta se convirtió entonces en garantía de lealtad al Estado.

Desde mediados del siglo XVII la condición teocrática del régimen fue disminuyendo, al establecerse la distinción entre institución religiosa del Estado y burocracia estatal. Este fue el primer indicio del cambio crucial que iba a operarse en las relaciones entre los ulamas shiítas y el Estado durante los dos siglos siguientes. Al principio, los ulamas fueron un instrumento del poder estatal. Tras la muerte de Shah Abbas (mediados del siglo XVII), los ulamas comenzaron a desafiar enérgicamente la legitimidad del gobierno real, del monarca como encarnación divina, y arremetieron contra la misma afirmando que el único representante auténtico del Imám era un muytahid verdaderamente sabio y competente. Ellos tenían ahora la obligación de aumir el control del pueblo shiíta que los safávidas habían creado (cf. en la actualidad los acontecimientos de la revolución iraní encabezados por el nefasto Ayatolláh Jomeini).

De ese modo, los safávidas sentaron las bases del moderno Estado iraní, trazaron de forma aproximada sus fronteras, establecieron un ideal absolutista y, a través del shiísmo duodecimano, le dieron una identidad claramente definida, que de cualquier otra manera hubiese pasado completamente desapercibida.

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Desde sus inicios el shiísmo, con todo su aparato de creencias y poder, no ha sido más que una recurrente contradicción a la doctrina Islámica tradicional tal cual fue enseñada por el modelo profético de Sayidina Muhammad (asws). Tanto como el wahhabismo y el salafismo (y sus variantes radicalizadas), los movimientos modernos (religiosos o seculares)generados desde la ideología shiíta no dejan de ser un contrasentido que conviene ruidosamente a las potencias que pretenden la hegemonía mundial mediante el acabamiento del último bastión tradicional que en este mundo decaído puede redundar en un obstáculo para sus avariciosas pretensiones. Como Musulmanes nos corresponde conocer responsablemente nuestra historia para poner claridad en nuestra vivencia tradicional y no dejarnos engañar por las voces fantasiosas de la subversiva moda profana.

Autores: Raíces y Sabiduría

Fuente de consulta: Atlas of the Islamic World since 1500, Francis Robinson, Andromeda Oxford Ltd., 2002.

Para más información remitimos a nuestros lectores al 'Contenido Temático del Blog', etiqueta 'Shiísmo'.

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