En su obra 'El Payador', el
escritor argentino Leopoldo Lugones, reivindicando el alma gaucha y remitiéndose
al legado morisco-andalusí plasmado en el gaucho de nuestras pampas, describe la
siguiente característica como notable heredad:
"Por
lo demás, es sabido que el arte de cabalgar y de pelear a la jineta, así como
sus arreos, fue introducido en España por los moros (bereberes), cuyos zenetes
o caballeros de la tribu berberisca de Banu Marín, diéronle su nombre
específico. Así, jinete, pronunciación castellana de 'zenete', fue por
antonomasia el individuo diestro en el
cabalgar".
Continuando con las
apreciaciones de Lugones, compartiremos un acercamiento a las definiciones e
historia de la jineta y los bereberes Zenetes, así como también el resultado
directo que esta influencia tradicional tuvo en la forja de las montoneras
gauchas que fueron los personajes claves en la constitución de nuestra entidad
patria.
La jineta consistía en una
técnica de equitación basada en la velocidad y la agilidad. Los caballos tenían
que ser ligeros, briosos y revueltos. El método o sistema de monta a la jineta
tenía y tiene una característica muy especial, consistente en hacer correr,
parar y girar el caballo bruscamente pero en sujeción a determinados
principios. El caballo tenía que revolverse y marchar de un lado a otro,
incluso hacia atrás, con gran agilidad y presteza, y todo ello mediante la
ayuda de los pies, piernas y rodillas, así como de la mano izquierda del
jinete. Por esto es que este tipo de monta se caracteriza por llevar el caballo
con una sola mano en monturas con grandes arzones que permitiesen sujetar bien
al jinete ante los movimientos bruscos del caballo y estribos cortos para que
el jinete llevase con sus piernas al caballo pudiendo usar las manos para la
lanza y algún otro instrumento de ataque. En el combate a la jineta, los
jinetes atacaban a galope tendido, en pequeños grupos o en solitario, hacían
todo el daño posible y repentinamente volvían grupas y huían para volver a atacar
en el momento más imprevisto.
Ahora bien, ¿de dónde proviene
la monta a la jineta?
La jineta surge en el Magreb
africano (Norte de África) y llega al califato de Córdoba (Península Ibérica)
en el siglo X, con la incorporación de tropas bereberes en el ejército califal
que inició el sultán Al-Hakam II (961-976) e impulsó su visir Al-Mansur, quien
eliminó el sistema de reclutamiento nacional y lo sustituyó por la
incorporación masiva de mercenarios africanos; si bien los involucrados en la
conquista musulmana de la Península Ibérica fueron guerreros de origen bereber
que masivamente poblaron las zonas conquistadas, los califas anteriores a
Al-Hakam, de origen árabe, se habían mostrado reticentes ante la incorporación
de tropas africanas en el ejército. Sin embargo, el polígrafo Ibn Hayyan, en su
Muqtabis, escribe sobre Al-Hakam: "Llegó
a asomarse...para contemplar a los jinetes bereberes, cuando desarrollaban sus
escaramuzas, y no les quitaba la vista, lleno de asombro. 'Mirad -decía a
quienes le rodeaban- con qué naturalidad se tienen a caballo estas gentes.
Parece que es a ellos a quien alude el poeta cuando dice: Diríase que nacieron
debajo de ellos y que ellos nacieron sobre sus lomos. ¡Qué asombrosa manera de
manejarlos, como si los caballos comprendiesen sus palabras!'. Y los que le
oían se maravillaban de la rapidez con que había cambiado de opinión respecto a
los bereberes". El ejército califal pasó a componerse fundamentalmente
de tropas bereberes de caballería, a las que se respetó su organización interna
y su equipo tradicional. A partir de entonces en Andalucía se difunde la silla
de montar africana, que tenía los arzones más elevados.
El nombre de 'jineta', dado a
este estilo ecuestre, procede de la tribu de los Zenetes, ya que el primer
escuadrón de caballería que cruzó el estrecho para incorporarse a las tropas
califales de Al-Hakam II fue el de los Banu Birzal, fracción de la tribu de los
Banu Dammar, del sur de Túnez, que pertenecían a la dinastía de los Zenetes, si
bien posteriormente acudirían numerosas tribus de Marruecos y Argelia, como los
Banu Marín, que utilizarían el mismo sistema de equitación.
Zenata o Zeneta, Zanata o
también Zenete e Iznaten, son las variaciones del nombre que recibió un grupo
de pueblos bereberes durante el período medieval, del cual descienden varias
etnias actuales. El historiador y viajero musulmán Ibn Jaldún relata que
fueron, junto con los Masmuda y los Sanhaya, una de las tres grandes confederaciones
bereberes musulmanas de la Edad Media. Añade que estas tribus, que a la vez
eran nómadas y sedentarias así como constructoras de ciudades, se concentraron
en el Magreb Medio (la actual Argelia,
donde Sarmiento verá en los 'árabes', como él llama a los bereberes, a los
gauchos de la pampa, homologándolos peyorativamente en su ideología liberal).
Ibn Jaldún remontó el linaje mítico de los Zenetes hasta Mazigh y Cam, el hijo
de Noé. Este pueblo encuentra su origen en la lenta migración que tribus
nómadas efectuaron desde el Cercano Oriente hacia el Magreb africano para luego
dirigirse al norte y alcanzar la Península Ibérica. Los Luwata, tribu de la
confederación de los Zenetes que tuvo en la antigüedad un patriarca llamado
Lerna, eran nombrados 'Libus' por los antiguos egipcios y se los llama 'Lubim'
en el libro bíblico del Génesis; estos Luwata dieron por su parte el nombre a
Libia (en la antigüedad clásica se
denominó Libya a todo el actual continente africano).
La mayoría de los Zenetes
derivan de tres grandes tribus bereberes: Maghraua, Deyrawa y Banu Ifren. El mismo
nombre de África parece provenir de la tribu Ifren establecida antiguamente en
el este del actual Magreb. El nombre procedería de la raíz Ifru, con sus
posibles variantes: Ifri, Afer, Afar, etc. Ifriqiya es el nombre que dieron los
árabes a la región de los Banu Ifren, que correspondía a la actual Tunicia.
Hacia el año 711, ya
islamizados y aliados con los árabes, los bereberes marcharon sobre la
Península Ibérica, lo que hizo que numerosos Zenetes se establecieran en
Al-Ándalus, haciendo trascender allí algunos rasgos culturales como el ejemplo
ya citado de su destreza ecuestre de la que se deriva la palabra castellana
actual 'jinete' precisamente de 'zenete'.
Los Banu Marín fueron los
miembros de una dinastía de origen bereber zenete que gobernó la zona del
actual Marruecos entre los años 1244 y 1465. También controlaron brevemente
algunas regiones de Andalucía y el Magreb, influyendo fuertemente en el reino
Nazarí de Granada, donde a partir de 1275 destacaron importantes contingentes
de tropas de caballería.
Aunque el origen de la jineta
es norafricano, no cabe duda de que fue en al-Ándalus donde evolucionó y
alcanzó su máxima expresión. La jineta es ante todo un sistema para hacer la
guerra a caballo ('hacer mal a caballo', decían en el siglo XVI). El
naturalista español Bernardo de Vargas Machuca (1557-1622), en su libro
'Exercicios de la Gineta' (1619) dice: "Porque
la invención de la gineta fue para la guerra, y para ella se aplicó la lanza y
adarga", por lo que cabe suponer que se forjaría en la frontera o
frente de guerra entre musulmanes y cristianos, en lo que los musulmanes
llamaban 'dar al-yihad' (territorio de la guerra).
Ahora bien, destacable es el
hecho que refiere la tradición en cuanto
a que el primer gaucho de nuestras pampas fue un soldado raso andalusí que
hastiado por el maltrato del ejército realista del que formaba parte y la
miserable forma de vida a que lo sometían, trocó su morada al precio de un
caballo blanco y una guitarra con los que rumbeó hacia la pampa distante. En
1586, Alejo Godoy da inicio a la historia gaucha que lucirá su impronta bravía
tanto en las guerras por la independencia como en los conflictos sociales de
mano del caudillismo y las montoneras.
Si bien es de notar que la
forma de andar a caballo típicamente gaucha reúne elementos del montar a la
jineta procedentes del Norte de África y del montar a la brida, que tiene
procedencia centroasiática, vemos en las montoneras un resultado cabal de la
monta y el combate a la jineta heredado por nuestros gauchos de sus antepasados
hispanomusulmanes.
En la historia argentina se
llamó 'montoneras' a las unidades militares gauchas de extracción rural,
generalmente de caballería, comandadas por los caudillos. Las montoneras eran
unidades relativamente inorgánicas que generalmente operaban en ámbitos
rurales. Sus tácticas de combate eran rudimentarias, pero se adaptaban a las
condiciones predominantes en el campo abierto. En efecto, las montoneras
generalmente debían recorrer grandes distancias sin población alguna entre
pueblos y ciudades, y combatir en lugares elegidos por características
geográficas naturales que favorecían sus movimientos. Las armas que utilizaban
eran combinaciones de lanzas con sables y boleadoras. El método utilizado por
las montoneras suele llamarse 'guerra de guerrillas', táctica militar que
consiste en hostigar al enemigo con destacamentos irregulares y mediante
ataques rápidos y sorpresivos aprovechando también las irregularidades del
terreno. Para esto se sirvió el gaucho, entre otras cosas, de las sillas de
montar de origen andalusí de arzones altos, utilizadas, como apuntamos antes,
en los combates a la jineta ya que lograban estabilizar al jinete para que se
sirviera de sus manos para empuñar las armas de combate.
El gaucho fue un elemento
determinante en la constitución no sólo de la Argentina, sino de toda la
América del Sur en sus procesos libertarios y sociales, plasmando el espíritu
poderoso de aquel soldado raso andalusí, Alejo Godoy, y sus ansias emancipadoras
legadas desde un pasado inquisitorial y traducidas en movimientos
independentistas. Fue así que los gauchos desempeñaron un papel fundamental
durante la Guerra de la Independencia Argentina entre 1810 y 1825.
Surgida la Primera Junta en Buenos
Aires, fueron gauchos los que siguieron al caudillo José Gervasio Artigas.
Artigas formó un ejército popular de gauchos e indios, derrotó a los realistas
y puso sitio a la ciudad de Montevideo.
Los gauchos, junto a los
indígenas y otros campesinos, ayudaron a plasmar el primer gobierno federal en
la inmensa región del Río de la Plata, conformando la Unión de los Pueblos
Libres (o Liga Federal, confederación de
provincias aliadas liderada por Artigas, que sumió el título de protector de
los pueblos libres, constituida por las provincias de Córdoba, Corrientes,
Entre Ríos, la Provincia Oriental, Santa Fe y los pueblos de Misiones)
dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Durante la guerra de la
independencia el gaucho también se integró al Ejército del Norte enviado desde
Buenos Aires hasta los confines del Alto Perú de lo que fuera el Virreinato del
Río de la Plata.
Especial reconocimiento mereció
la actuación de los gauchos jujeños del mayor general Eustoquio Díaz Vélez.
Durante la Segunda Campaña del Alto Perú, comandada por el general Manuel
Belgrano, Díaz Vélez creó, en el año 1812, un cuerpo de soldados a caballo
compuesto mayoritariamente por gauchos jujeños, puneños y tarijeños, a los que
denominó 'Los Patriotas Decididos', y que fueron la retaguardia que contuvo
permanentemente el avance de los realistas durante el Éxodo Jujeño. Estos
gauchos de Díaz Vélez participaron también en las victorias de la Batalla de
las Piedras y de Tucumán, esta última la más importante librada por la Independencia
Argentina.
Al ser derrotado el Ejército
del Norte, fue nombrado como nuevo comandante el general José de San Martín,
quien encomendó a Martín Miguel de Güemes la defensa de la frontera norte,
mientras él se dirigía a Mendoza a formar el Ejército de los Andes (también constituido en gran medida por
gauchos y huasos), con el objetivo de cruzar los Andes para liberar Chile y
Perú.
Los gauchos desarrollaron los
combates contra los realistas en el marco de acciones de guerrilla que se
darían en llamar 'montoneras', a lo largo de una línea fronteriza de más de 600
km de extensión, que quedó bajo la responsabilidad de Güemes después del
colapso militar patriótico producido por la derrota del Ejército del Norte tras
la Batalla de Sipe Sipe en 1815. El principal escenario de operaciones fue la
Quebrada de Humahuaca y las provincias vecinas de Tarija.
Aquellas luchas se prolongaron
por más de diez años, conociéndose con el nombre de 'Guerra Gaucha'. Solamente en el norte del territorio argentino, la
fuerza militar gaucha libró 236 combates contra las fuerzas realistas españolas
defendiendo la frontera. Los gauchos norteños demostraron habilidades y
destrezas particulares para el combate a caballo y en la lucha abierta, aún en
medios adversos.
Así las tropas gauchas también
constituyeron un hito muy importante en el desarrollo de la independencia de
Bolivia, destacándose las acciones guerrilleras llevadas a cabo por los
comandantes de las republiquetas independientes como Manuel Ascencio Padilla,
su mujer Juana Azurduy, Eustoquio Méndez y otros. Estas actuaban en estrecha
colaboración con las tropas de Güemes.
En el sur de Brasil los gauchos
desencadenaron una guerra independentista en la región de Río Grande del Sur,
formando una república independiente entre los años 1836 y 1845, liberando a
los esclavos y creando una constitución.
En la bibliografía histórica
militar internacional, los gauchos fueron comparados por analogía con los
soldados musulmanes del cuerpo de mamelucos del Norte de África. Nosotros vemos
un destello más de la clara e indudable influencia hispanomusulmana transmitida
a través de los moriscos y que llega desde los Zenetes del Magreb africano para
colaborar en la manifestación del espíritu único de nuestra raza gaucha, espíritu
que nos justifica como argentinos entre las culturas tradicionales del mundo.
Para concluir nuestro artículo
citaremos en apoyo a nuestra tesis algunas apreciaciones más del ya nombrado
Leopoldo Lugones que en referencia al gaucho jinete dice lo siguiente:
"Jinete por excelencia,
resultaba imposible concebirlo desmontado; y así, los arreos de cabalgar, eran
el fundamento de su atavío.
Su manera de enjaezar el
caballo, tenía, indudablemente, procedencia morisca. (...) Las riendas y la
jáquima (del árabe 'sakina', cabezada de
cordel que hace las veces de cabestro) o bozal, muy delgados, aligeraban en
lo posible el jaez (del árabe 'yehez',
cualquier adorno que se pone a las caballerías, en este caso los jaeces),
cuyo objeto no era contener ni dominar servilmente al bruto, sino, apenas,
vincularlo con el caballero (...) Las anchas cinchas taraceadas (del árabe 'tar'zi', incrustación) con
tafiletes (del bereber 'tafilelt', cuero
bruñido y lustroso, mucho más delgado que el cordobán) de color, son
moriscas hoy mismo. (...) Análogos bordados y taraceos solían adornar los
guardamontes usados por los gauchos de la región montuosa. Aquel doble delantal
de cuero crudo, que atado al arzón delantero de la montura, abríase a ambos
lados, protegiendo las piernas y el cuerpo hasta el pecho, no fue sino la
adaptación de las adargas (del árabe
ad-darqa, escudo de cuero de forma ovalada o acorazonada) moriscas para
correr cañas, que tenían los mismos adornos y casi idénticas hechuras: pues
eran tiesas en su mitad superior y flexibles por debajo para que pudieran
doblarse sobre el anca del animal" (Lugones,
'El Payador'. Para los significados etimológicos nos hemos remitido al Prof.
Shamsuddin Elía).
Para mayor información remitimos a nuestros lectores a la sección 'Tradición Argentina' en el Contenido Temático de este blog.
Excelente artículo,me pregunto,cuántos jóvenes argentinos están interesados en éste conocimiento??????.
ResponderEliminarHamid Alí