“Yo he conocido cantores/que era un gusto el escuchar;/mas
no quieren opinar/y se divierten cantando;/pero yo canto opinando,/que es mi
modo de cantar” (Martín Fierro)
Ni repudio, ni aprobación. No debemos
ser hipócritas; vivimos sumidos en una espiral de violencia que repercute
diariamente sobre nuestras vidas y nos enajena. Toda falta de respeto es una
causa potencial de reacción irreflexiva que muchas veces encuentra
justificación en la problemática de la violación de los derechos que en unos
pueden ser sagrados, mientras que en otros sencillamente llaman a la
indiferencia. Ya de por sí, que si los derechos de unos representan la
sacralidad de una idea, dogma o creencia, en virtud de ninguna libertad de
expresión los otros, es decir, los indiferentes, pueden siquiera violar desde
el sarcasmo lo que representa para muchos o pocos la inviolabilidad de lo
sagrado. Claro está que la movilización de la falsía democrática del Occidente
moderno ha pervertido la noción de valor tendiendo a respetar solamente lo
generado desde su escala embrutecedora que no reconoce lo sagrado más que para
vapulearlo, barbarizarlo y hacerlo objeto de incesantes ataques denigradores.
Pero sí, libertad de expresión a la orden del día, siempre y cuando se censuren
las formas tradicionales del barbarismo, para eso es que somos tan liberales
los occidentales, no respetando más que lo que creemos o que nos hemos forjado
desde la ilusión más mediocre. Lo demás lo subsumimos a las formas vejatorias
del terrorismo, el fundamentalismo y las radicalizaciones religiosas... Eso sí,
nos halaga y complace que nuestras mujeres sean o parezcan prostitutas, que
nuestros vicios sean legales, que nuestros hijos no superen la incultura de la
virtualidad, que nuestros hombres se afeminen tras la imagen de la felicidad
sensual y desconozcan la virtud del honor, que nuestros periódicos vomiten
infamias corruptoras para la conciencia, que nuestro consumismo nos esclavice y
sea nuestro dios, que nuestros deseos nos tiranicen y que seamos el burro de
carga para nuestros egos... Eso hemos logrado, civilización occidental. Claro,
lo demás, lo que no transige con nuestra cosmovisión anómala, es bárbaro,
retrógrado, elemental... Para ser más libres debemos entonces pisotear lo que
los ignorantes bárbaros consideran sagrado: es la suma de nuestro placer
ególatra, lo que nos convierte en amos de nuestra propia tiranía y justifica
este sistema lascivo que hemos creado... Pero olvidamos que quien juega con
fuego en el mayor de los casos se suele quemar. También olvidamos que si el
fuego nos quema no es porque sea inherentemente malo, sino porque está en su
naturaleza el purificar lo malo que hay en nosotros mismos, y que eso malo que
hay en nosotros mismos es justamente olvidar: olvidar que los demás, que
"el otro", tiene derechos que deben ser respetados y que no pueden, y
no deben, ser violados en nombre de ninguna libertad, ya que la auténtica
libertad se consigue a través del respeto y la igualdad. Si el otro es
"bárbaro" jamás podremos hablar de igual a igual, porque siempre
encontraremos algo que criticar o ironizar o reprobar, y aquí termina tu
libertad al querer yo ampliar la mía: vista opaca del más burdo egocentrismo;
en eso hemos ganado, civilización occidental que te quemas y no te queda más
que arder hasta que te consumas en el propio fuego que tú misma has generado
con tus mentiras, tus falacias, tu irreverente falta de respeto, tu violación
de los derechos de los demás... Y te crees libre cuando no eres más que
prisionera de tus infatuas ambiciones, que son leche que das de beber a tus
vástagos, portaestandartes de tu mentida libertad. Y sí, siempre te ha sido
fácil y provechoso endilgar el mal a los bárbaros, es un hecho histórico que no
admite discusión. Pero también siempre han sido los bárbaros a quienes tú les
has faltado el respeto, los que te han hecho temblar y caer. Luego las quejas y
los lamentos. No te quejes, no te lamentes, que siempre has sido el lobo de ti
misma. Tan sólo te queda arrepentirte sobre la sangre de tus mártires de causas
perdidas, caídos por la barbarie que vienes alimentando desde hace siglos tras
tu ciego afán de libertad. Si quieres exorcizar no busques al árabe, al chino,
al afgano o al coreano...busca en ti misma el demonio por quitar: allí
encontrarás la solución, mentida civilización occidental. Lo demás es puro
cuento.
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