Se sabe que en el Imperio Otomano, que
existió de 1299 a 1922 y en su máximo esplendor (entre los siglos XVI y XVII)
abarcaba tres continentes, la música fue utilizada para sanar. Los otomanos
creían que ciertos tipos de sonidos tenían un enorme poder sanador, además de
mantener la salud corporal y mental y acoplar al individuo con su entorno.
Los eruditos otomanos interesados en la
música comparaban sus propias prácticas e ideas musicales con las teorías a las
que tenían acceso: la turca, la árabe-musulmana y la bizantina. Los otomanos
asimilaron elementos de estos legados como base para su propia actividad y
creatividad. El que los otomanos no solo dependieran de una tradición sino de
tres para utilizar la música en un contexto médico facilitó que aceptaran el
concepto teórico y la práctica de la música como terapia.
Como en la medicina galena, el conocimiento
musical árabe-musulmán se derivó de traducciones y adaptaciones de escritos
griegos. El concepto prevaleciente dentro de las teorías musicales era la
creencia en el abrumador poder de la música sobre hombres y animales. La música
era aceptada como modelo de equilibro humano, tanto corporalmente como en
cuanto al temperamento se refiere. La teoría musical era una forma de poner el
mundo en orden, armonía y ritmo. Convertía al universo amorfo e irracional en
una realidad manejable, inteligible y menos atemorizante. Sin una teoría así,
el mundo parecía en desorden, lleno de grandes dramas y eventos frenéticos
controlados por Dios fuera del alcance humano.
El médico otomano del siglo XVI Daud al
Antaki incluyó un capítulo sobre la música en su compendio general de medicina,
escrito en árabe. Los componentes de la música: la melodía, la armonía y el
ritmo, eran utilizados como herramientas de diagnóstico, exactamente como el
pulso, para determinar el estado de salud de una persona. Asimismo, la música
se utilizaba como cura.
Desde el siglo XV existían tablas detalladas
con modos musicales apropiados para cada condición física. De acuerdo con al
Antaki, el profesional que debía administrar este tipo de cura era el músico.
La tarea del músico era tomar la melodía correcta de un repertorio conocido y
aplicarla a circunstancias específicas, ya fuera entretener a una audiencia,
calmar los nervios, curar una enfermedad o detener una confrontación.
Al Antaki interpretaba cada una de las ocho
escalas musicales de acuerdo con sus atributos médicos y astrológicos, y
especificó sus principales influencias en los humanos. Por ejemplo, creía que
la escala rast era benéfica para los hemiplégicos, mientras que la escala araq
podía curar desequilibrios de humor, enfermedades mentales, vértigo, pleuritis
y sofoco.
Los bizantinos, una tercera fuente de
influencia intelectual sobre los otomanos, también estaban familiarizados con
la musicoterapia. La música con propósitos terapéuticos se utilizaba en los
hospitales del imperio bizantino desde el siglo XI. Al menos un observador
musulmán, el famoso místico persa al Hujwiri (murió entre 1072 y 1077) narra
que la música se utilizaba como terapia en los hospitales bizantinos. Decía que
los pacientes eran llevados a un concierto dos veces a la semana y escuchaban
instrumentos de cuerdas por el tiempo apropiado para su enfermedad específica.
Por su parte los califas omeyas escuchaban
música por razones terapéuticas en sus “días de vino” semanales. El hospital
del siglo XIII en Divriği, Anatolia, tenía una fuente cuyas aguas producían un
sonido melodioso al caer para los enfermos mentales. En el hospital Mansuri en
El Cairo uno de los gastos era para que los músicos entretuvieran a los
pacientes todos los días. Un hospital del siglo XIV en Aleppo, Siria,
contrataba a músicos que tocaban en los jardines para los internos.
En los hospitales otomanos tocaba la banda
militar imperial (mehterhane-i-haqani), además de los músicos contratados por
algunas instituciones. Desde la época del sultán Mehmet II, dos grupos
militares tocaban para el público todas las mañanas y tardes desde su sede. Uno
se encontraba cerca de la Puerta de Hierro (Demirkapı) y la otra en la parte
más occidental de la ciudad: la ciudadela de las siete torres (Yediküle).
Existen referencias sobre el uso de la música
como procedimiento médico en los hospitales de Beyazid II en Edirne, Mehmet II
en Estambul y el del Palacio de Topkapı. Evliya Çelebi insiste en que los
hospitales de Mehmet II y Beyazid II invitaban a artistas regularmente para
tocar para los enfermos. Evliya era músico y cantante. Fue el compañero
(musahib) de Murad IV debido a su habilidad para cantar. Más adelante, acompañó
a varios oficiales a lo largo del imperio, en donde solía ocupar el cargo de
almuédano (muezzin-başı). Evliya también sabía de teoría musical, por lo que
sus comentarios sobre la música tienen un valor especial.
Por su parte el escritor de finales del siglo
XVI Mustafa Ali decía que el makam uşşak (literalmente, el makam del amante)
era sobrio y que por lo tanto servía para los fumadores de hashish.
No obstante, la músico terapia no era
practicada de forma generalizada porque la actitud hacia ella fuera de los
círculos médico-filosóficos era ambivalente. En los círculos religiosos, la
música era vista con cierta sospecha. El ulema aceptaba el concepto filosófico
de que la música puede afectar las emociones, el carácter y hasta las
cualidades éticas del oyente.
Este era exactamente el problema: algunos
espectadores reaccionan de una manera algo descontrolada al alcanzar el
éxtasis, mientras que otros se mantienen tranquilos y contemplativos. Creían
que dado que la música puede manipular las emociones, puede convertirse en una
herramienta peligrosa y hasta alcanzar proporciones mágicas o demoniacas. El
consenso era, por lo tanto, que la música debía ser supervisada y controlada.
Personalmente, yo concuerdo con el místico
Hujwiri, que afirmaba que quien negara el poder y placer de la música, era o un
mentiroso o un hipócrita.
Fuente: “Ottoman Medicine: Healing and Medical
Institutions, 1500-1700” por Miri Shefer Mossensohn.