sábado, 3 de octubre de 2015

Debes desear y pedir lo mismo para tu hermano

Sohbet dado por Mawlana Sheykh Nazim al-Hakkani (qs)

Bismillahi Rahmani Rahim

Cuando Allah Todopoderoso creó a Adán, hizo descender una lluvia de dificultades sobre él durante cuarenta años, y una lluvia de éxtasis por un año. Por lo tanto, los hombres encontrarán esa proporción de sufrimiento y gozo a través de sus vidas. ¿Cómo hace nuestro Señor para que las dificultades se manifiesten a través del curso de nuestras vidas? Mediante el contacto con otras personas. Estamos destinados a tener que tratar permanentemente con otros. La mayoría de los cuales están interesados principalmente en lograr sus propios deseos, sin demasiada consideración por la felicidad de nadie más.

Es nuestro destino el haber recibido una naturaleza que requiere del contacto social con otros seres humanos. Incluso si cada persona tuviera una montaña para sí mismo, para permanecer lejos, apartado de las molestias y dificultades provocadas por la vida social, encontraríamos a gente abandonando sus refugios y buscando la compañía de otros en los valles.

¿Por qué la gente, aunque es atraída hacia los demás, generalmente prefiere alejarse de las reuniones humanas? Cada persona tiene su propia voluntad y su idea de cómo deberían hacerse las cosas, y lo más difícil es obtener el acuerdo de otro con esos deseos, e influenciarlo para que las cosas se hagan a nuestra manera. Si ejercen la autoridad sobre un pequeño círculo de personas, por ejemplo, el núcleo familiar, su influencia disminuye inmediatamente cuando pasamos al siguiente círculo de relaciones. Y de igual manera hacia abajo: cuanto más alejada está la gente de su influencia directa, es más difícil hacer valer la propia autoridad o defender la propia posición - y una unión débil en la cadena provocará la ruptura total de esa cadena. Por lo tanto, la habilidad de hacer que otros se ajusten a nuestros deseos es limitada, y esta es la causa de frustración en la gente.

Cuando Adán y Eva estuvieron solos, fueron capaces de acordar que Adán tendría la principal autoridad en los asuntos, y cuando tuvieron hijos, éstos acataron su autoridad. Pero cuando el mundo comenzó a poblarse a través de sus nietos y bisnietos, su autoridad disminuyó y se le rebelaron. Cuando él murió se dio cuenta qué ineficaz que había sido.

Todo lo que en general le ocurre a la humanidad, cada energía que pasa a su través, afecta a nuestras personalidades. Algunas de estas energías construyen en nosotros fuerza interna y rectitud, otras provocan que estas cualidades se desvanezcan. Nuestro desafío es enfrentarlas a todas y fortalecer nuestras personalidades en cualquier caso: debemos ser lo suficientemente fuertes como para afrontar todos los eventos, tanto los buenos como los malos. Buscarán escapar de circunstancias desagradables, pero generalmente, en el proceso de huida, se les presentarán cosas incluso más terribles. Hay un dicho: “Huyó de la lluvia al granizo”. Comprueben la verdad de este dicho en sus propias existencias. Pero, ¿qué podemos hacer? Sólo podemos aprender la paciencia: aumentar en fortaleza espiritual mediante el ser pacientes con el daño producido por los demás. Si reaccionamos ante cada maldad, arderemos de rabia, y no habremos ganado nada. Lo que necesitamos para ser capaces de enfrentar el mal es, primero de todo, una “cabeza fría” no empañada con rabia impulsiva. Esto es lo que todos los Profetas han enseñado a través de todos los tiempos.

La gran causa de sufrimientos en el siglo veinte (y veintiuno) es la impaciencia. Especialmente en Occidente la paciencia se ha convertido en una característica en extinción, y en vez de ser alentada por la sociedad, es despreciada y vista como un atributo de gente estúpida y explotada. A la gente en el mundo libre se le enseña que deben exigir, y que tienen el derecho a exigir todo inmediatamente. Incluso mejor si aparece frente a ellos antes de que pensaran en desearlo - eso es eficiencia. Llamar a eso “Civilización del siglo veinte” es una equivocación, porque la gente civilizada es paciente, y la verdadera civilización trata de inculcar la paciencia considerándola como una virtud.

Como esta cualidad está faltando, cuanto más alto el estándar de vida de la gente, más esperan que todo les esté disponible instantáneamente ante el toque de un botón o el golpe de un látigo, y cuando algo va mal, se enfurecen por el retraso de lo que esperan les sea dado al instante. Es terrible siquiera pensar en la condición en que quedaría la gente si sus sistemas fallaran a gran escala: no tienen la menor idea de cómo proveerse de lo que necesitan para sus vidas. Si los aparatos dejaran de funcionar, morirían - eso es todo.

Incluso peor es que la gente no está satisfecha con tener todo al alcance de sus manos, sino que quieren tener todo para sí mismos, excluyendo a los demás, tener un monopolio de toda la riqueza y el placer. Con estas características, ¿cómo alguien puede ser feliz? La educación moderna y los valores que aparecen en los medios dan la señal: “Salgan y tomen lo que quieran; si lo pueden atrapar, es de ustedes; eso es lo que importa”. Lo que necesitamos comprender es que cada uno tiene su porción, que lo que es de ustedes es de ustedes, y lo que es de él de él es. ¿Cuántas de sus posesiones pueden cargar sobre sus espaldas? Incluso un monedero es molesto; entonces, ¿cómo podrían cargar con la porción de otro? Si pretenden comer la porción de otro enfermarán, y si se ponen la ropa de otro además de la propia será demasiado caluroso. Envidiar las porciones de la gente es completamente estúpido, la mejor forma de destruir su salud y su alma.

Estamos en necesidad de un tipo diferente de educación, una educación que nos enseñe que todo en esta vida ha sido cedido a su dueño a través de la Sabiduría Divina; pero, en cambio, fomentamos malos hábitos, de manera que todo bien que otros disfrutan es una espina en nuestros costados.

Una vez, en el tiempo de Moisés, la paz sea con él, mientras se dirigía al Monte Sinaí para entrar en la privacidad con el Señor Todopoderoso, un hombre pobre se acercó a Moisés y le dijo: “Oh Moisés, soy muy pobre. Por favor, pídele a tu Señor que me dé algo que alivie mi pobreza”. Moisés le prometió que se lo diría a su Señor, luego siguió su camino. Cuando Moisés se dirigió a su Señor, le rogó por el caso de ese hombre como lo había prometido, y en respuesta Allah dijo: “Oh Moisés, dile que cualquier cosa que pida, Yo se la concederé, bajo la condición de que lo que pida también debe pedirlo para su vecino, y Yo se lo otorgaré a ambos. Cualquier cosa que su corazón desee -ganado, riquezas, tierra- Yo se los daré a él y a su vecino, porque Yo soy el Dueño de las Gracias sin fin, Yo soy el Señor, Allah”.

Cuando Moisés descendió del Monte Sinaí, ese hombre estaba esperando ansiosamente escuchar la respuesta del Señor a su súplica. “¿Qué noticias hay, Moisés?” “¡Buenas noticias! El Señor te dará todo lo que desees; la única condición es que tú debes pedir lo mismo también para tu vecino”. Entonces el hombre se puso furioso y dijo: “¡Si Él no me lo va a dar a mí con exclusión de mi vecino, no voy a pedirlo, ni lo voy a aceptar!”

Ahora decimos ser gente civilizada, pero a quién de nosotros se lo escucha decir: “Oh mi Señor, ¡hazla a ella tan bella como a mí! Yo no soy feliz siendo una reina hermosa mientras esa agradable joven es fea”. O a quién se lo escucha decir: “Oh mi Señor, ¡dale a esa persona también un Rolls Royce! Yo estoy avergonzado de manejar el mío a menos que él también tenga uno”. O a qué Primer Ministro se le escucha decir: “Oh Allah, ¡hazlos a todos Primer Ministro!”. No creo que se pueda encontrar a nadie rezando o deseando estos dones para los demás.

Nuestros egos son los que producen este egoísmo salvaje, pero el objetivo del Camino Sufí es transformar esas características salvajes en beneficiosas, como uno puede injertar corteza de un árbol de fruta dulce en el tronco de un árbol salvaje que sólo da frutas ácidas. Luego, cuando el injerto prende, las ramas de ese árbol salvaje dan fruta dulce, aunque sus raíces sigan siendo salvajes. Generalmente la humanidad crece como fue plantada, sin haber tenido cuidado de transformar sus frutas ácidas, y si no se les presta atención, la gente muere en la misma condición. Deben entender que todos los Santos Profetas fueron “jardineros” injertando características divinas en las personalidades silvestres de las personas.

La mayoría de los presentes en esta reunión son Cristianos y Judíos. La misión de Cristo fue impartir atributos divinos a la gente, y lo mismo es para todos los Profetas del Antiguo Testamento, pero ustedes han perdido la visión de ese hecho. Después de Jesús vino el Profeta Muhammad con la misma misión, pero también perdimos la visión de eso. ¿Cuál fue el resultado de todo este olvido? A lo largo de la historia cada grupo quiso considerarse a sí mismo como “poseyendo a Allah excluyendo a los demás”, y nunca les gusta la idea de que Allah también escucha las oraciones del otro grupo, y considera su mérito por su propio criterio. No sólo nuestras características de codicia nos velan de la verdad de nuestro Señor, siendo el Señor de todos, sino que incluso dentro de las religiones han surgido tantas sectas, principalmente para que la gente reclame la absoluta posesión de Allah. El resultado de esto ha sido que los Musulmanes odien a los Cristianos y viceversa; pero nuestros Profetas no fueron enviados para enseñarnos a odiarnos unos a otros; y ahora los Cristianos odian a los Cristianos, y los Musulmanes odian a los Musulmanes, y en general todos se han vuelto en contra incluso de su propio hermano.

Vean, nuestro Señor dijo: “Dile a esa persona que pida para su vecino lo que me pida para sí misma”, ese es el mandato llamado ‘la regla dorada’; pero ahora, al igual que el oro ha sido remplazado primero por la plata y luego por el papel, así la regla dorada hace mucho que está fuera de circulación en nuestros intercambios.


Deben saber que su valor se determina por la magnanimidad de su corazón. Antiguamente las virtudes se reconocían como tales aunque tal vez pocos las conseguían; hoy en día ni tan siquiera son apreciadas. La gente sólo es valorada de acuerdo a su belleza o riqueza, y llegan a evaluar las relaciones en base a la ganancia material. Esto es una vergüenza, y pido a nuestro Señor que nos perdone.