viernes, 2 de mayo de 2014

Sabiduría Universal e Identidad Tradicional

Nuestro arquetipo, como musulmanes, es el Profeta Muhammad (que Dios le conceda paz). En él se sintetizan las virtudes éticas y las características espirituales de elevación que concluyen en el Hombre Integral tal cual ha sido concebido en su forma original desde la Sabiduría Divina.

El ejemplo profético es de índole universal; es decir, como sello de la Profecía hasta el final de los tiempos, el Profeta Muhammad (asws) representa el acabamiento del hombre en cuanto tal, por lo que todo ejemplo, a nivel humano, ha de beber de su fuente inagotable para lograr su realización correspondiente. A esta fuente inagotable y universal del ejemplo profético el Sagrado Qur'an le da el nombre de Hikmat, Sabiduría. A través de los tiempos, la Sabiduría ha sido la encargada de guiar los pasos de la humanidad en su tránsito por este mundo, brindándole las herramientas necesarias para un justo desarrollo de sus posibilidades materiales, éticas y espirituales de acuerdo a la Voluntad Divina.

Herederos de esa Sabiduría universal e involucrados en modos vivenciales asociados al ejemplo profético, siempre ha habido personas y/o sujetos sociales encargados de encarnar el paradigma del Hombre Integral como modelos de conducta para los seres humanos de acuerdo a sus determinaciones de pueblo, etnia o raza, inherentes a su manifestación en el mundo. Muchas de estas personas/ sujetos sociales, al constituirse en grupos definidos, y siempre en base al saber universal, han originado pautas culturales propias que habitualmente se conservan como identidad tradicional y folklore. Tenemos presente de modo particular lo que ha sucedido en nuestro país, Argentina, mediante la cultura gauchesca, similar a la de pueblos tan diferentes como por ejemplo los Tuareg del África Occidental y los Avar del Daguestán, entre las que encontramos compatibilidad desde las normas de conducta social e individual (estoicismo, hospitalidad, frugalidad, sentido del honor, etc...) hasta el inexorable impulso por la libertad y su defensa incuestionable. Es decir, hay un vínculo intrínseco entre estas cosmovisiones, entre las determinadas percepciones, conceptuaciones y valoraciones del propio entorno, que definen y unifican estas culturas tan únicas y singulares. Encontramos en esto que el nexo vinculante ha sido el flujo sagrado emanado desde una misma fuente universal: el arquetipo profético revelado mediante Sayidina Muhammad (asws), como un árbol de ramas diversas sostenido por un mismo tronco y alimentado por una misma raíz. La raíz es anterior a la rama, y esta última sólo existe por participación en la vida de la raíz, y muchas veces hasta desconoce el ser de esta. Sin embargo la rama allí está, evidencia irrefutable de la vida que la anima.

Por esto nuestros estudios nos han llevado a la conclusión de que el gaucho modélico de antaño se presenta como una cabal afirmación de la Sabiduría que lo ha animado más allá de los tiempos y gracias a la cual hizo irrupción en la historia sagrada del mundo en un momento y lugar específicos dándonos la posibilidad de descubrir por él y en él una cosmovisión particular que nos define como argentinos en cuanto a identidad tradicional. Tristemente, y como ha sucedido en otras partes del mundo en los últimos doscientos años, somos testigos de cómo los encargados de escribir nuestra historia han ocultado y falseado mucha información que Dios mediante irá saliendo a luz para que finalmente se logren aclarar cuestiones fundamentales de nuestra herencia tradicional como lo que hemos venido apuntando: el gaucho -la cultura gauchesca- como heredero de un modo vivencial universal cuyas raíces se remontan al Profeta Muhammad (asws) y el Islam.


Si seriamente entablamos un estudio crítico y comparativo encontraremos que nada nos resulta más familiar que la interrelación entre nuestra identidad tradicional -gaucha- y la Sabiduría primordial -profética-. Conocer nuestra historia nos hará libres en el culto a la Verdad.

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