domingo, 4 de marzo de 2018

Sufismo Militante: Yihad Mayor y Yihad Menor

         
    En cierta ocasión, Rasûlullâh (s.a.s.) dijo a quienes volvían de la guerra con los kuffâr: “Venís del Yihad Menor al Yihad Mayor”. El Yihad Menor es la lucha contra los hombres, y el Yihad Mayor es la lucha que cada musulmán debe emprender contra el mal que hay en sí mismo, contra su ego y sus propias maquinaciones. El Profeta (s.a.s.) llamó Mayor al combate interior, no porque tenga un rango más elevado sino por su complejidad. Efectivamente, luchar contra el demonio que se lleva dentro requiere de una gran habilidad y se está expuesto a unas trampas y engaños que son más sutiles que los que tiende el enemigo humano.

         Esta división del Yihad en Mayor y Menor no puede interpretarse como una oposición entre dos formas distintas de enfrentarse a la realidad para transformarla. Ambas son exigidas al musulmán. Pero en la actualidad se ha querido extender la idea de que la única lucha que verdaderamente el Islam exige es la interior, y se confunde el Yihad Menor con un belicismo contrario a una espiritualidad elevada. En ello no debemos ver más que la expresión de una cobardía que busca justificaciones o el intento de apartar a los musulmanes de la poderosa arma que los ha hecho rechazar el colonialismo y el imperialismo y los hace insumisos ante la injusticia y la opresión.

         El sufismo (Tasawwuf) es la vía de la lucha interior, y siempre se ha conjugado con la necesaria lucha exterior. Los sufíes han estado al frente de los combates de los musulmanes. Es más, una de las formas más nobles del sufismo es la del ribât, que consiste en apostarse en las  fronteras del Islam para defender a los musulmanes. El sufí, a la vez que agiganta su espíritu en las grandes enseñanzas de los maestros, templa su ánimo en el Yihad que lo enfrenta a peligros y riesgos donde su sinceridad y entrega son cuestionadas por el poder de la realidad más abrumadora.

         El sufismo sospechoso, pasivo, políticamente correcto, domesticado por décadas de adocenamiento, es una novedad sin precedentes en los anales del Islam. Por el contrario, el sufismo combativo, del que afortunadamente en la actualidad existen numerosos ejemplos, es la continuación de un Islam tradicional y eficaz con raíces en Sidnâ Muhammad (s.a.s.).

         El sufismo como moda espiritual merece toda la reprobación. Luchar contra el Nafs (el ego) buscando una perfección abstracta o una sabiduría esotérica al margen de la realidad es el delirio del mismo Nafs. Y es una aberración reducir las enseñanzas de los Maestros a esas alucinaciones modernas. El Yihad Menor, al lado del Yihad Mayor, coloca las cosas en su sitio y reunifica al ser.

         El Fiqh enseña que cuando el enemigo ataca las tierras del Islam, el Yihad se convierte en una obligación que incumbe a todos los musulmanes: hombres, mujeres, niños, ancianos,... Todos deben coger las armas para una defensa inmediata y repeler a los agresores. Nadie debe esperar ninguna autorización para ello, e incluso las mujeres deben desobedecer a sus maridos y los hijos a sus padres, si les ordenan que no participen en la lucha. A esto se le llama estar a la altura de las circunstancias. De igual manera, la obediencia debida a un maestro sufí queda abolida si éste ordena a su discípulo abstenerse de la lucha que le incumbe como musulmán. Lo que cabría esperar de ese maestro es que estuviera entre los primeros en enfrentarse a los peligros y riesgos que el Islam ordena afrontar a los musulmanes en defensa de su dignidad y de su condición de seres humanos.

         En el Islam, es inconcebible que los sufíes se queden atrás mientras la nación se ve atacada. Pero eso sucede a veces en la actualidad dentro del complejo sistema de perversiones al que ha sido sometido el Islam durante el último siglo. Se nos ha impuesto la discordia (Fitna), y en tiempos de Fitna, lo que salva al hombre de la miseria del ego es el sentido común y su intuición más profunda, la resolución, la solidaridad con los suyos y con los oprimidos, y su valor y su audacia.

domingo, 25 de febrero de 2018

La Estación del Imam Ahmad Ibn Hanbal



Uno de los estudiantes de Imam Shafii’, Rabi ibn Suleyman, ha relatado:

“Un día Imam Shafii’ me dijo:

‘Rabi, lleva esta carta a Ahmad ibn Hanbal y luego tráeme la respuesta.’

Cogí la carta y me fui a Bagdad. Me encontré con Ahmad ibn Hanbal en la salah de madrugada que hicimos juntos. Después de la salah le di la carta diciéndole que era de su hermano egipcio, Imam Shafii’. Me preguntó:

‘¿Sabes de que se trata?’

Contesté que no lo sabía. Entonces rompió el sello y empezó a leer. De repente sus ojos se llenaron de lágrimas. Le pregunté:

‘¡Oh Imam! ¿Qué ocurre? ¿Qué dice la carta?’

Dijo:

‘Imam Shafii’ vio al Bendito Profeta (asws) en un sueño. El Mensajero de Allah (asws) le dijo:

‘Escríbele a Ahmad ibn Hanbal y envíale mis saludos de paz. Será objeto de provocación. Intentarán obligarle a decir que ‘el Qur’an fue creado’. Qué no se doblegue ante esas artimañas. Allah hará que su nombre sea recordado hasta el Día del Juicio Final.’

Le dije:

‘¡Oh Imam! ¡Qué buenas noticias son estas!’

Estaba tan feliz que se quitó la camisa y me la dio. Escribió la respuesta que entregué nada más llegar al Imam Shafii’. Al leerla, comentó lo siguiente:

‘No queremos que nos des la camisa que te dio, pero por lo menos mójala en agua y danos esta agua para que podamos recibir parte de las bendiciones que hay en ella.’”

(Ibn al-Yawzi, Manaqibu’l Imam Ahmad ibn Hanbal, thk, Abdullah ibn Abdulmuhsin at-Turku, Cairo 1409 pag. 609-610)

martes, 20 de febrero de 2018

¿Qué planea Israel en Argentina?


por Thierry Meyssan - Red Voltaire

En el siglo XIX, el gobierno británico estuvo indeciso entre crear Israel en la actual Uganda, en Argentina o en Palestina. Argentina estaba entonces bajo control del Reino Unido y, por iniciativa del barón francés Maurice de Hirsch, se convirtió en aquel momento en tierra de asilo para los judíos que huían de los pogromos desatados en Europa central.

En el siglo XX, después del golpe de Estado militar que derrocó al general Juan Domingo Perón, presidente democráticamente electo de Argentina, una corriente antisemita se desarrolló en las fuerzas armadas de ese país. Esa corriente distribuyó un folleto donde se acusaba al nuevo Estado de Israel de estar preparando el «Plan Andinia», para invadir la Patagonia.

Hoy resulta que, si bien la extrema derecha argentina exageró los hechos en los años 1970, realmente existía un proyecto, que no era de invasión sino de implantación en la Patagonia.

Todo cambió con la guerra de las Malvinas, en 1982. En ese año, la junta militar argentina en el poder trata de recuperar los archipiélagos de las Malvinas y las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, denunciando su ocupación por la Gran Bretaña desde hace siglo y medio. La ONU reconoce que la reclamación argentina es legítima, pero el Consejo de Seguridad condena el uso de la fuerza para recuperar esos territorios en disputa. Hay de por medio un botín considerable ya que las aguas territoriales de esos archipiélagos dan acceso a las riquezas del continente antártico.

Al final de la guerra de las Malvinas, que oficialmente dejó más de mil muertos –aunque las cifras oficiales británicas en realidad minimizan las pérdidas humanas–, Londres impone a Buenos Aires un Tratado de Paz particularmente duro, que limita las fuerzas armadas de la República Argentina a su más simple expresión. Incluso se priva a Argentina del control del espacio aéreo del sur de su territorio continental, a favor de la Royal Air Force británica, y se impone a la República Argentina la obligación de informar previamente al Reino Unido de todas sus operaciones.

En 1992 y 1994, dos atentados extraordinariamente devastadores y sangrientos destruyen sucesivamente la embajada de Israel en Buenos Aires y la sede de la asociación israelita AMIA en la misma ciudad. El primer atentado ocurre en momentos en que los jefes de la inteligencia israelí en Latinoamérica acababan de salir del edificio. El segundo atentado, perpetrado contra la sede de AMIA, tiene lugar durante los trabajos conjuntos de Egipto y Argentina sobre los misiles balísticos Cóndor. Durante el mismo periodo estalla la principal fábrica de misiles Cóndor y tanto el hijo mayor del presidente argentino Carlos Saúl Menem como el hijo mayor del presidente de Siria Haffez al-Assad mueren en sendos accidentes. Las investigaciones sobre todos esos hechos son objeto de numerosas manipulaciones.

Después de haber designado a Siria como responsable de los atentados contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA en la capital argentina, el fiscal Alberto Nisman se vuelve contra Irán, acusándolo de haber ordenado ambos atentados, y contra el Hezbollah, atribuyendo a esa organización libanesa la realización de estos. La hoy ex presidente Cristina Kirchner es acusada de haber negociado la interrupción de los procedimientos legales contra Irán a cambio de un precio ventajoso para las compras de petróleo. Más tarde, el fiscal Nisman es hallado muerto en su apartamento y Cristina Kirchner es inculpada por alta traición. Pero la semana pasada, como en una obra de teatro, se vino abajo todo lo que hasta ahora se daba por sabido: el FBI entregó análisis de ADN que demuestran que el presunto terrorista no está entre los muertos así como la presencia de un cuerpo no identificado. Conclusión: al cabo de 25 años, no se sabe absolutamente nada sobre los atentados de Buenos Aires.

En el siglo XXI, explotando las ventajas obtenidas en el Tratado impuesto a Argentina después de la guerra de las Malvinas, el Reino Unido e Israel emprenden un nuevo proyecto en la Patagonia.

El multimillonario británico Joe Lewis adquiere inmensos territorios en el sur de Argentina y en el vecino Chile. La extensión de sus tierras allí cubre varias veces la extensión territorial de todo el Estado de Israel. Esas tierras se hallan en el extremo sur del continente, en la Tierra del Fuego. Incluso rodean el Lago Escondido, impidiendo el acceso al lago [1] a pesar de una decisión de la justicia argentina.

El multimillonario británico ha construido en esas tierras un aeropuerto privado, con una pista de aterrizaje de 2 kilómetros, capaz de recibir grandes aviones de transporte, tanto civiles como militares.

Desde el fin de la guerra de las Malvinas, el ejército de Israel organiza para sus soldados «campamentos de vacaciones» en la Patagonia. Cada año, entre 8 000 y 10 000 soldados israelíes pasan 2 semanas de “vacaciones” en las tierras del multimillonario Joe Lewis.

Si en los años 1970, el ejército argentino señaló la construcción de 25 000 alojamientos –vacíos–, dando lugar al mito del plan Andinia, hoy parece que se han construido cientos de miles más. Es incluso imposible verificar el estado de realización de esos trabajos, por tratarse de tierras privadas y porque Google Earth neutraliza las imágenes satelitales de esa zona, procediendo así exactamente como lo hace con las instalaciones militares de la OTAN.

Mientras tanto, el vecino Chile ha cedido a Israel parte de una base militar que posee en la zona. Allí se han cavado túneles para facilitar la vida ante los rigores del invierno polar.

Por su parte, los indios mapuches que pueblan la Patagonia, tanto en Argentina como en Chile, quedaron sorprendidos con la noticia de la reactivación, en Londres, de la “Resistencia Ancestral Mapuche” (RAM), una misteriosa organización que reclama la independencia. Inicialmente acusada de ser una vieja asociación recuperada por los servicios secretos argentinos, la RAM es vista hoy por la izquierda como un movimiento secesionista legítimo, pero los líderes mapuches la denuncian como un ente financiado por George Soros.

El 15 de noviembre de 2017, la marina de guerra argentina perdió todo contacto con su submarino ARA San Juan, finalmente declarado como hundido con toda su tripulación. El ARA San Juan era uno de los 2 submarinos de propulsión diesel-eléctrica que constituían el orgullo de la pequeña marina de guerra argentina. La Comisión Preparatoria de la CTBTO (Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, siglas en inglés) anunció haber registrado un fenómeno acústico inhabitual en Atlántico, cerca de la zona desde donde procedía la última señal recibida del ARA San Juan. El gobierno argentino reconoció finalmente que el submarino perdido estaba realizando una «misión secreta», cuya naturaleza no se precisó y sobre la cual se había informado a Londres. El Pentágono estaba participando en la búsqueda y la marina de guerra rusa contribuyó con el envío de un drone submarino capaz de explorar el fondo marino a 6 000 metros de profundidad, sin encontrar nada. Todo parece indicar que el ARA San Juan estalló bajo el agua. La prensa argentina está convencida de que chocó con una mina o fue destruido por un torpedo enemigo.

Por el momento, es imposible determinar si Israel está implicado en un programa de explotación del continente antártico o si está construyendo una base para el repliegue en caso de derrota en Palestina.

[1] El Lago Escondido se extiende sobre más de 7 kilómetros cuadrados, es parte del patrimonio de la República Argentina y sus orillas son públicas. Nota de la Red Voltaire.

sábado, 27 de enero de 2018

La colonización de África (1815-2015)


África ha tenido mala suerte: África es un tesoro. La geografía le ha dotado de una riqueza natural incomparable, y la geología le ha colocado junto al Viejo Continente. Dos hechos que, desde que los europeos tuvieron la capacidad técnica para desembarcar en costas ajenas, propiciaron que ese bendito tesoro, repleto de recursos naturales, pasara a ser un lastre para África.

A lo largo de la historia, los africanos apenas han podido disfrutar de sus riquezas. Siempre se les ha adelantado un hombre extranjero. En este artículo hacemos un breve repaso al proceso de colonización que ha sufrido y sufre África desde comienzos del S.XIX.

1800-1880 África antes de la colonización europea

En 1820, los ejércitos egipcios comenzaron a avanzar hacia el sur, remontando el río Nilo. En pocos años Mehmet Alí se hizo con el control de las tierras de Nubia y Sudán, ricas en recursos y en esclavos. Egipto era uno de los cinco Estados africanos que podemos etiquetar como modernos y que no estaban bajo el control de los europeos. Los otros tres Estados autóctonos que convivían en el continente eran Marruecos, el Imperio Otomano (su rama libia), el Sultanato de Zanzíbar (en la costa Este) y el Estado afrikáner al norte de la Colonia del Cabo, que si bien era un país “de blancos”, se puede considerar como Estado netamente africano (sus habitantes no eran europeos).

Lo que caracterizaba a estos cinco países era su condición de africanos (no eran colonias de países extranjeros) y su adelanto tecnológico (por eso lo de modernos). Tenían ejércitos que disparaban modernas armas de fuego y comerciaban con las potencias europeas. Se puede decir que, a comienzos del S.XIX, eran las cinco excepciones en el continente africano.

En África predominaban los Estados de origen tribal, pequeños territorios gobernados por monarquías familiares históricas, como los Reinos Mossi. La mayoría de estos Estados desaparecieron conforme avanzaba el S.XIX y llegaban masivamente los colonos europeos. Los antiguos reyes y sultanes africanos fueron reemplazados por gobernadores ingleses y franceses, y los califatos e imperios pasaron a ser productivas colonias.


La llegada de los europeos al África subsahariana provocó la desarticulación de los antiguos patrones comerciales y del intercambio cultural. Aunque en torno al año 1800 la presencia continental de Europeos se limitaba a la Colonia del Cabo (ingleses), al Magreb (franceses) y a las costas angoleñas y de Mozambique (portugueses), lo cierto es que las potencias europeas sí tenían varios enclaves portuarios por toda la costa africana. España tenía puertos en el Golfo de Guinea, así como Inglaterra y Francia, que tenía puertos desde Senegal hasta Gabón.

Los europeos explotaron una forma de comercio (el marítimo) que los reinos africanos no habían desarrollado. Los portugueses fueron pioneros instalándose en las costas orientales (Beira, Quelimane, Mozambique…), donde comerciaron y compartieron espacio con el Sultanato de Zanzíbar, un Estado que en realidad era un asentamiento permanente de los omaníes de la Península Arábiga.

La presencia de comerciantes musulmanes dio lugar a la aparición de nuevos Estados, sobretodo en la zona de los Grandes Lagos. El Sultanato de Utetera o el Reino de los Lozi desarrollaron el comercio de marfil y las plantaciones de caucho. Aparecieron imperios comerciales, que basaban toda su economía en la exportación de materias primas (madera, goma, oro, cera, marfil, pieles…), pero que, pese a su poder, no pudieron hacer nada contra la invasión europea.

Conforme avanzaba el S.XIX, los exploradores europeos aumentaron en número y ambiciones. Los enclaves portuarios no eran suficiente implantación como para controlar las riquezas del interior del continente. El descubrimiento de la riqueza mineral del sur de África en la década de 1870 detonó la lucha por esos territorios entre los países europeos. Esa rápida carrera que llevó a siete países europeos a controlar todo un continente en menos de treinta años (alrededor del año 1900 toda África estaba bajo control occidental) atropelló a los inestables Estados africanos, que vieron cómo unos extranjeros desembarcaban en sus tierras y les arrebataban todo.

1880-1950 Un continente invadido por inmigrantes

Durante un levantamiento en 1907, el líder tribal Kinkjikitele Ngwale prometió a sus seguidores que el agua mágica, o maji-maji, les protegería contra las ametralladores del invasor blanco. Esa sublevación de los nativos de Tanzania contra el gobierno colonial de Alemania terminó con la muerte del valiente Ngwale y todos sus guerreros. No hubo más levantamientos en el África Oriental Alemana.

La superioridad militar fue la responsable de que los europeos colonizaran en poco tiempo un continente tan grande como África, y el factor determinante de que ese control se alargara en el tiempo hasta la mitad del siglo XX. Durante interminables décadas el continente africano vio cómo sus minas se vaciaban y sus árboles se cortaban, para beneficio de unos extranjeros blancos que tenían el poder de la tecnología.

Una superioridad tecnológica que en realidad era un pretexto para llevar a la práctica la superioridad moral que los europeos creían tener sobre los subdesarrollados africanos. El ministro de asuntos exteriores alemán, Bernard von Bulow, excusó la colonización de África en 1897 porque Alemania tenía derecho a “ocupar un lugar bajo el Sol”.


El derecho de cualquier país a ocupar un lugar bajo el Sol (un derecho casualmente reclamado únicamente por países europeos, nunca por africanos) significaba la justificación de la colonización y la explotación de los recursos de territorios extranjeros. Tales preceptos morales carentes de ética fueron firmados y aceptados en la Conferencia de Berlín de 1885, donde Europa decidió unilateralmente el futuro y el destino de África.

Los europeos no sólo derramaron sangre en su avance hacia el corazón del continente, sino que además implantaron las costumbres occidentales, terminando con culturas y tradiciones locales milenarias. Abolieron las monedas existentes, introdujeron impuestos, cambiaron los modelos de comercio… Tanto las materias primas como los recursos humanos fueron explotados en beneficio exclusivo de la industria y del comercio de Europa. Ante este ataque tan evidente, en varios puntos del continente surgieron movimientos de resistencia, que no duraron mucho. Los ijebu de Nigeria se rindieron en 1892, los matabele de Zimbabwe lo hicieron en 1896, los mandinga en 1898, los zulúes en 1908…

Tan sólo un Estado logró hacer frente a los europeos: Etiopía, liderada por el modernizador emperador Menelik II, aplastó a un ejército italiano en la batalla de Adua (1896). El Estado de esclavos libres de Liberia también logró sobrevivir, a pesar de una importante pérdida territorial a manos de Gran Bretaña y de Francia.

La descolonización durante el S.XX

El proceso de descolonización fue complicado y escalonado en el tiempo. Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los movimientos independentistas africanos tomaron relevancia, pero fue tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando las fuerzas aliadas, deseando quitarse la carga económica de mantener grandes imperios, prometieron la independencia de sus colonias en África.

En la mayoría de las colonias británicas y francesas la transición a la independencia se produjo de manera pacífica, a excepción de la sangrienta Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962). Otros países también requirieron el uso de las armas para conseguir librarse de sus ocupadores, como en el caso de la Guerra colonial portuguesa (1961-1975).

Tras los procesos de independencia, el continente africano se encontró en una situación de inestabilidad política, pobreza económica y dependencia de las potencias occidentales debido a la deuda pública. Numerosas guerras civiles y conflictos nacionalistas ensombrecieron el periodo de independencia. La introducción de nuevas ideologías (marxismo y neoliberalismo), las diferencias raciales, los nacionalismos y las fronteras artificiales fueron (y son) algunos de los causantes de la inestabilidad y los problemas en África.

1990-2015 La inversión como forma de colonización

200.000 millones de dólares es el enorme monto que totalizó el comercio entre África y China en el año 2013, más del doble de los nada despreciables 85.000 millones que Estados Unidos intercambió con el continente africano ese mismo año. Una cifra que, traducida en términos de relaciones internacionales, convierten a China en el principal socio económico de África.

Ser el principal socio económico de África en el S.XXI puede equipararse a ser el mayor colonizador en el S.XIX. Dejando a un lado la colonización cultural, el exterminio de pueblos y la esclavización de personas, en términos económicos supone la misma importancia: China tiene colonias en África, solo que ahora las conocemos como socios comerciales.

En la actualidad el continente africano sigue sufriendo un intenso proceso de colonización. En la dimensión económica con la llegada de enormes cantidades de dinero extranjero, en el plano energético por la extracción de recursos petrolíferos y gasísticos por parte de empresas extranjeras, y en el plano militar por la presencia de tropas procedentes de países no africanos.


Aunque el proceso de colonización en el S.XXI es mucho más complejo, vamos a repasar brevemente el funcionamiento de tres colonizadores que usan métodos diferentes: China, Francia y Reino Unido. El gigante asiático es conocido por tener en África un interés especial. En el caso de Francia, la colonización militar se excusa por la “obligación moral” de proteger la llamada Francáfrica. Y finalmente, Reino Unido tiene un estilo mucho menos discreto, como veremos más adelante.

China: financiación de infraestructuras… ¿a cambio de qué?

El primer viaje oficial que realizó el presidente chino, Xi Jinping, fue a Rusia. Inmediatamente después de visitar a un aliado crucial para la geopolítica mundial como es su país vecino, el máximo mandatario del país más poderoso del mundo se dirigió a África. Constatación de que el continente africano es una prioridad en la agenda del Gobierno chino en su estrategia de desarrollo.

La inversión directa china se ha multiplicado por treinta en una década y alcanzó los 25.000 millones de dólares en 2014, creando unos 100.000 puestos de trabajo. Hoy en día más de 2.500 empresas chinas hacen negocios en África, especialmente en sectores como las finanzas, las telecomunicaciones, la energía, las manufacturas y la agricultura. Las compañías chinas habían firmado a finales de 2013 contratos por valor de 400.000 millones de dólares, construido más de 2.200 kilómetros de ferrocarriles y 3.500 de autopistas.

Más de una decena de proyectos hidroeléctricos han sido financiados por China en África, y en su último viaje al continente el primer ministro Li Keqiang habló de conectar todas las capitales africanas mediante líneas de tren de alta velocidad. Sin duda, proyectos de gran envergadura. China está apostando muy fuerte, si bien es cierto que últimamente China ha dado un giro en su política hacia África y se preocupa cada vez más por la seguridad.

En el tablero internacional rara vez los países hacen movimientos altruistas. Se debe perder la inocencia a la hora de esperar respuestas al porqué de las cosas. Obviamente China no está construyendo presas generadoras de electricidad, carreteras, puertos, pabellones deportivos y palacios de congresos porque le importe la situación de los ciudadanos de África. La cuestión es, ¿qué está recibiendo China a cambio de ese desembolso de dinero?

El continente africano esconde bajo sus tierras el 57% del cobalto del mundo, el 46% de los diamantes, el 16% del uranio, el 13% del petróleo del planeta, el 21% del oro, el 44% del cromo, el 39% del manganeso… en definitiva: un tesoro de recursos naturales codiciado por las grandes potencias, que, no hay que olvidarlo, están en una constante competición por el control de los recursos.

Eso es lo que China quiere de África. Y lo está consiguiendo. Hoy en día es el principal extractor de recursos naturales del continente, principalmente consumidor de minerales y metales. Por ello es tan importante mantener satisfechos a los gobiernos africanos. Nada es gratis en este mundo.

Francia: fuerte implantación militar… ¿para proteger qué?

En los últimos cincuenta años Francia ha intervenido militarmente en suelo africano en 44 ocasiones. Hasta la década de los noventa, lo hizo de manera unilateral, sin preguntar a nadie. Hoy son más precavidos y cuando actúan lo hacen bajo el mandato de algún organismo internacional. El aval no cambia el fondo: el ejército francés ha ocupado África.

Atendiendo al mapa anterior, observamos cómo Francia tiene varias bases militares en la zona del Sahel, y tropas desplegadas en muchos países. En la mayoría de los casos no son tropas estáticas ni pasivas, sino que se emplean con intensidad en sus labores militares. Ejemplos recientes los encontramos en los años 2002, 2003, 2004, 2008, 2011 y 2014. Es una región del mundo muy convulsa: el escenario perfecto para desplegar tropas.

Si bien es cierto que la labor del Ejército francés es importante para frenar el avance de los yihadistas, hay voces que dudan de la buena voluntad del Gobierno de Francia. A las sospechas de intereses ocultos se unen noticias que empeoran la imagen de las tropas francesas en el continente. Un informe de la ONU acusó a soldados franceses de violar a niños en la República Centroafricana. Al parecer chantajeaban a los menores prometiéndoles comida. Más allá de casos puntuales que pueden hacer dudar de la intervención militar de Francia en África, debemos preguntarnos, ¿qué están protegiendo todos esos soldados franceses en tierras extranjeras?

Las explicaciones a este despliegue de fuerzas militares se pueden encontrar en tres dimensiones: histórica, humanitaria y económica. Brevemente comentaremos que, efectivamente, históricamente Francia tiene un vínculo indudable con muchos países africanos. Se puede entender una sincera voluntad de ayudar a antiguos hermanos. En la dimensión humanitaria, qué duda cabe que muchos de estos países necesitan de la ayuda de países ricos como Francia para crecer y desarrollarse. Tras haberlos saqueado durante la colonización del S.XIX, ahora, en esta colonización del S.XXI las antiguas colonias practican una suerte de cooperación por remordimiento.

Es en la dimensión económica en la que más lecturas se pueden sacar de la presencia militar de Francia en África. A nadie se le escapa que varios de los países en los que Francia ha colocado sus fichas son tableros con recursos naturales estratégicos. Véase el caso de Malí, un país con importantes yacimientos de uranio, oro, litio y petróleo, o el caso similar de Níger, que produce el 33% del uranio que importa Francia. Argelia o Senegal también son casos que pueden analizarse bajo esta óptica. Son varios los analistas que apuntan a que no es descabellado pensar que Francia está en África para vigilar el control de los recursos naturales. Además, es sorprendente ver cómo todavía hoy algunos países africanos tienen que pagar tributos a Francia por los supuestos beneficios que obtuvieron de la esclavitud y la colonización.

Pero no toda la acción francesa en África está sujeta a la condena pública. A finales de 2015, Francia anunció una inversión de 130 millones de euros para el desarrollo de infraestructuras en Nigeria, en un acuerdo con el gobierno nigeriano para la reconstrucción de carreteras y el suministro de agua y electricidad. Al menos no todo son aviones de combate…

Reino Unido: explotación sistemática de los recursos energéticos

Sin ningún tipo de excusa como las que se pueden intuir en los casos anteriormente citados de China y Francia, que pueden defender su implantación territorial en países extranjeros con argumentos por el desarrollo y la seguridad de los pueblos africanos, el Reino Unido mantiene una posición muy directa y clara: está en África para extraer sus recursos, principalmente energéticos.

El país que vio nacer el liberalismo económico pone en práctica su marco teórico a la perfección: la empresa privada tiene vía libre para actuar. Y lo hace. Fruto del gran control territorial que a comienzos del S.XX el Imperio Británico tenía en el continente africano, empresas como las señaladas en el mapa, tienen hoy la exclusividad de la explotación de recursos naturales como el petróleo y el gas.

El Grupo Royal Dutch Shell se creó en 1907 cuando la Real Compañía Neerlandesa de Petróleos (fundada en 1890) y la Compañía Shell Transport and Trading Company Ltd (fundada en Londres en 1897) fusionaron sus operaciones para competir contra el entonces gigante estadounidense, Standard Oil. Por su parte, British Petroleum (BP) empezó su historia en 1908 como Anglo-Persian Oil Company en Irán, donde descubrió el petróleo y emprendió la construcción de un complejo petrolífero y una refinería que, en la década de 1920, se convirtió en la más grande del mundo.

En la actualidad, más de 100 años después, ambas empresas nos recuerdan que la época de la colonización sigue activa. En Egipto, uno de los territorios controlados por los ingleses, el 40% del gas producido por el país lo produce British Petroleum, así como el 15% del petróleo. Grandes cifras que se sustentan gracias a las grandes inversiones: BP invertirá en los próximos años 9.000 millones de dólares para explotar dos yacimientos gasísticos en el Delta del Nilo. El dinero les da el poder.

El control que tienen de los recursos tiene su traspaso a otras dimensiones, como la política. En 2010 Wikileaks reveló que la petrolera Shell tenía hombres colocados en todos los ministerios del Gobierno de Nigeria, para cuidar sus intereses. Su libertad de actuación es total por todo el continente. Destruyen el medio ambiente,  hacen negocios en Estados fallidos, alteran los precios del mercado… son los nuevos colonizadores en África, y siguen peleando por repartirse el tesoro.

Un tesoro que 200 años de historia han probado negativo para África. Un tesoro maldito, al que los africanos no pueden mirar ni tocar. Los africanos son ricos, disfrutan de una tierra rica. Pero se la han quitado de sus manos.