lunes, 25 de diciembre de 2017

Sufismo en el Turkestán chino


Islamización y derviches marginales
(qalandaríles, malamatíes, yasawíes y uwaysíes)

Los derviches marcaron por lo menos de dos maneras el destino de Turkestán oriental, una región habitada por pueblos turcófonos situada al noroeste de China e incorporada al imperio chino a mediados del siglo XVIII, que en el XX pasó a ser provincia china con el nombre de Sinkiang (o Xinjiang): en primer lugar, con su acción de misioneros y activos propagadores­ del islam, y además por su influencia política sobre los sobe­ranos musulmanes de estos lugares, cuando no tenían ellos mismos el poder. Como resultado de su propaganda, los pueblos turcófonos fueron poco a poco sus antiguas religiones (animismo, chamanismo, ­budismo) y se hicieron musulmanes, pero conservando ciertos elementos que han impregnado sus prácticas hasta hoy. La historia de la mística islámica en el Turkestán chino hay que entenderla en relación con el resto de Asia central, dado que la mayoría de los derviches que llegaron allí eran oriundos de Transoxiana (Bujará, Samarcanda, etc.).

Podemos seguir el rastro de los musulmanes desde el siglo X, cuando se constituyó el primer reino musulmán de Asia central, en una época en que el imperio samaní de Irán imponía su ley cultural en la región. Fue en la segunda mitad de este siglo cuando las tribus turcas abrazaron el islam, durante el reinado del karajaní Satuq Qara Jan (m. 955). Este último, que había establecido su capital en Kashgar, según la leyenda fue convertido a la religión del Profeta por un derviche originario de Transoxiana, Abu Nasi Samani. Pero debemos considerar con cierta reserva los hechos relatados en la gesta de Satuq Bughra Kan, una epo­peya famosa en Turkestán oriental, en la que el soberano Satuq Qara Jan aparece como un gran místico y un «guerrero de la fe» (ghazi). Esta leyenda tuvo mucha influencia en el desarrollo de la mística islámica de Turkestán oriental, y el mausoleo de Satuq Qarajan, en Artush (alrededor de Kashgar) es todavía hoy uno de los lugares santos más venerados en esta parte del mundo musulmán, al que acudieron y siguen acudiendo peregrinos y sufíes. No cabe duda de que la propaganda de los primeros mercaderes musulmanes y misioneros sufíes dio sus frutos; por otro lado, a partir de esta época la labor de los derviches entre los turcos se intensificó, y comprobamos que el número de chamanes y budistas disminuye en provecho de los místicos de la nueva religión.

Es difícil poner un nombre a las primeras formas de sufismo que surgieron en estos lugares a mediados del siglo X. La primera gran cofradía centroasiática, la Yasawiya, no apareció hasta mediados del siglo XII en Yasi, Turkestán (actual Kazajstán). Los derviches de esta época debían de parecerse a los que describe Farid adDîn Attar en la conocida obra hagiográfica Tazkarat alawliya (siglo XII): sufíes sin afiliación precisa, seguramente influidos por la Malamatiya de Jurasán, y quizá por la karramiya, que estaba bien representada en Transoxiana (Samarcanda, Farghana). En efecto, varios hagiógrafos mencionan la llegada de los sufíes ­iraníes procedentes de Jurasán (noreste de Irán) a la región de Farghana, junto al Turkestán oriental. La primera forma de sufismo fácil de identificar que aparece en Turkestán oriental es la Qalandariya, un misticismo marginal, anticonformista y heterodoxo, que la historia suele relacionar erróneamente con la Malamatiya —más bien se trata de una "perversión" de esta última—. La confusión ha existido, y ciertos sufíes respetuosos de las Escrituras aparecen a veces como qalandaríes. De hecho, según las regiones del mundo islámico, el término qalandar podía caracterizar conductas diametralmente opuestas.

En Turkestán oriental, al parecer, el qalandarí era un sufí a medio camino entre el monje budista o el chamán turco y el místico musulmán propiamente dicho. En los qalandaríes del siglo XIII, lo mismo que en los actuales, se advierte un sincretismo religioso muy evidente. El modo de vida y mu­chas de las prácticas de estos sufíes son una réplica de los de las comunidades de ascetas budistas. En realidad el budismo no fue totalmente barrido por el islam, y en algunas regiones de Turkestán las dos religiones llegaron a convivir. En 1419 el país de los uigures (Turfan y el valle del río Tarim) era mayoritariamente budista, pero también había derviches (como un tal Sufí Ata, de Qara Qosha o Qosho). Los místicos turcos se hicieron eco de ciertas leyendas budistas, y así, en el siglo XIII, una de las cuevas del conjunto de las cuevas-templo búdicas y tántricas situadas junto a la antigua capital de los uigures, Qosho, fue recuperada por la tradición qalandarí, que la convirtió en la tumba de los "siete qalandaríes"­, (Yiti qalandar) y en un convento. Otros dos enclaves de Tur­kestán oriental eran conocidos a principios de siglo con el nombre de Yiti qalandar, y también había una tumba de un tal Shah Qalandar (cerca de Korla). El explorador inglés Aurel Stein, que a principios de siglo dedicó a buscar las antiguas ciudades budistas perdidas en el de­sierto de Talda Makan, confesó que casi siempre las había localizado gra­cias al hecho de que en las inmediaciones había tumbas de santos mu­sulmanes. La Qalandariya hizo gala de este sincretismo no sólo con las otras religiones, sino también en el seno del islam, y absorbió otras co­fradías místicas afines, o incluso órdenes ultraortodoxas como la Naqshbandiya, o se fundió con ellas.

La historia nos enseña que la combinación YasawiyaQalandariya es una de las principales características de la mística musulmana en Turkestán oriental. En esta región la Yasawiya aparece partir del siglo XIII. Según el biógrafo turco Ali Shir Nawai un miembro de esta orden, Kishing Ata, en fecha no precisada pero anterior al siglo XIV, tuvo numerosos discípulos en la propia China. Su tumba se encontraba en este país. La obra poética del fundador de la orden, (m. 1187), los Hikmet, es una de las preferidas de los qalandaríes. Esta poesía es cantada en unas reuniones donde también se baila y se recita el dhikr. En todas las épocas, los viajeros oc­cidentales que recorrieron Turkestán oriental hablaron de sus encuentros con los qalandaríes. Uno de ellos escribió en el siglo XIX que también les llamaban Yarr a causa de su dhikr ruidoso (del árabe yahri).

En Turkestán oriental hubo otra corriente sufi por la que pudieron tener afinidad los qalandaríes: los uwaysíes. Pero el término uwaysi, en la mística musulmana, designa uno de los rangos más elevados de la jerarquía mística, el de los derviches perfectos, instruidos directamente por el espíritu del Profeta, y no por un maestro terrenal. No está claro que se constituyera una orden sufí con este nombre; más bien parece que se trataba de una corriente mística. Sea como fuere, a un tal Qoya Muhammad Sharif, de Samarcanda, se le atribuye la fundación de esta cofradía en Kashgar a mediados del siglo XVI. Se dice que fue iniciado en esta doctrina por el espíritu del soberano y santo Satuq Bughra Jan, y que Qoya Muhammad Sharif reactivó el culto a su santo patrón en Kashgar. En el siglo XVII-XVIII uno de los más famosos poetas místicos del Rurkestán chino, afín a los qalandaríes, Muhammad Sadiq Zalili, muy apreciado también hoy, dijo pertenecer a esta corriente. En su poesía honra a Satuq Bughra Jan y a Qoya Muhammad Sharif; también menciona a Ahmad Yasawi y habla de su estancia en los conventos sufíes de Turkestán oriental. Otro místico venerado en esta región se sitúa en la confluencia de las tradiciones qalandari, malamatí y yasawí: se trata de Shah Mashrab (1659-1711), natural de Andiyan (Ferghana), cuya poesía mística es célebre en toda Asia central. Recorrió Turkestán e India, y su poesía es muy apreciada por los qalandaríes, pero fue perseguido por otros sufíes que le consideraron impío. En Turkestán oriental la importancia de la poesía y la literatura mística es tan grande que en los siglos XIX y XX los libros sufíes se leían y estudiaban incluso en las escuelas islámicas oficiales, las madrasas. En ellas no podían faltar los Hikmet de Ahmad Yasawi ni las poesías del sufí Allah Yar (otro poeta muy apreciado por los qalandaries), autores místicos leídos sobre todo en el área centroasiática.

Complicidad con la política e imperio de la sharî’a (la Naqshbandiya)

A partir del siglo XIV, y aunque siguieron existiendo las corrientes místicas mencionadas —más bien entre los nómadas, lejos de los centros urbanos— se desarrolló una nueva forma de sufismo fuertemente vinculada a la ortodoxia islámica, la Naqshbandiya. A esta cofradía se debe en parte, a través de la dinastía timurí de Samarcanda, la islamización casi total del Turkestán oriental (siglo XVI), con intentos de penetración en el Tibet. La operación corrió a cargo de los enviados del famoso sheykh de Samarcanda Ubaydullah Ajrar. Pero el sufismo empezó a desempeñar un papel francamente político e incluso económico en el siglo XVI, con la llegada al poder en Kashgar de la familia de los Majdumzada o jodya (maestros), soberanos todopoderosos del país de las "seis ciudades", (Kashgar, Yarkand, Jotan, Aqsu, Kusha y Turfan). Dos linajes de esta familia oriunda de Transoxiana, descendientes de Ubaydullah Ajrar, se disputaron el control de Turkestán oriental: los Ishaqiyas y los Afaqiyas.

Con la llegada al poder de una dinastía de soberanos naqshbandíes se aceleró y completó el proceso de transformación de un país con un código de valores heredado de la estepa, en un país regido por los mandamientos del islam. Al mismo tiempo, el poder político, que había pertenecido a los descendientes de Gengis Khan, pasó con los Majudumzada a tener unos jefes dotados de legitimidad religiosa, que se proclamaban descendientes del Profeta y de Satuq Qara Jan. De este modo, en el siglo XVI el islam fue un factor unificador, y la Naqshbandiya el instrumento, bracchio forte, de esta política. También data de esta época la implantación duradera de la Naqshbandiya, desde Asia central hasta la población musulmana sinófona de China. Un descendiente de Majdumzada, Afaq Joya (m. 1694) fue, junto con los jeques árabes de Yemen, el iniciador de las principales figuras chinas de la Qadiriya y la Naqshbandiya. La dinastía de los Majdumzada (el linaje de los Afaqiyas) reinó en Turkestán oriental, convirtiéndolo en un estado casi sufí, hasta la ocupación china de 1759, y luego pasó a la oposición, desde donde organizó varios le­vantamientos contra el estado chino hasta mediados del siglo XIX. Otras ciudades de Turkestán oriental (Kusha, Yarkand, Urumshi, Jotan) también fueron escenario de violentos movimientos de rebelión religiosa, casi siempre encabezados por jeques naqshbandíes. La generalización de estas rebeliones fue la causa de la retirada china de Turkestán oriental a mediados del siglo XIX.

En 1869, cuando Kashgaria recuperó la independencia, el último sufí del linaje de los Afaquiyas (Burzug Jan) fue derrocado por un militar, Yaaqub Jan, que se proclamó emir de Kashgaria e impulsó la sharia en todo el territorio. Consciente de la situación precaria del emirato, arrin­conado entre los británicos de la India, los rusos, cada vez más presentes en las llanuras kazajas yTransoxiana, y los chinos por el este, Yaaqub Jan decidió jugar la carta del panislamismo y se acercó al poderoso imperio otomano, llegando a reconocer la soberanía del sultán. La Naqshbandiya, que siempre había estado presente en la política religiosa del emirato, desempeñó en esta época un papel nuevo por mediación del sobrino del emir, miembro de la orden, que fue emisario y diplomático, y supo sacar partido de las cofradías sufíes radicadas en India, Turquía y Turkestán oriental. Los correligionarios sufíes de Estambul contribuyeron a que el enviado extraordinario de Yaaqub Jan ante el sultán obtuviera el apoyo incondicional de los otomanos, que enviaron consejeros militares a Kashgaria. El emisario del emir era muy respetado en los círculos místicos de Estambul, y destacó como comentador de los grandes autores místicos como lbn ‘Arabî e Ibrahim Iraqi. Tras la caída del emirato de Kashgaria, invadido por el ejército chino, y la muerte del emir en 1877, Yaaqub Jan Tore se refugió en la India entre los derviches, y se dedicó por completo a la enseñanza y el estudio del sufismo.


Tenemos pocos datos sobre la situación del sufismo en Turkestán oriental a principios del siglo XX y durante la república popular china. El poder comunista no fue muy condescendiente, y aún hoy fustiga a los maestros sufíes, tachándoles de ignorantes, fundamentalistas religiosos y agitadores. De todos modos sabemos que la Qalandariya sigue activa (en 1994 conocí a un qalandarí en Urumshi), y que la Naqshbandiya es más fuerte que nunca, sobre todo en los oasis del sur, en Yangishahr, Yarkand y Jotan. Un amigo uigur, refugiado en Tashkent, me ha asegurado que en los años cincuenta aún quedaban derviches yasawíes en la región de Kulsha. Actualmente un sufí casi nunca es designado con este término (supi en lengua uigur), sino con el de pir (viejo maestro) y sobre todo el de ishan. Según recientes trabajos etnográficos (1993) de un investigador uigur, los ishan, sobre todo naqshbandíes, constituyen una fuerza bien organizada, con una importante red de mezquitas y kanaqa, y sus discípulos (murîd) se mantienen más que nunca en secreto. Por otro lado, la literatura sufí no ha sido prohibida por las autoridades chinas, a diferencia de lo ocurrido en el Asia central soviética hace varios años. Las obras más leídas son las de los poetas místicos Ahmad Yasawi y Sufi Allah Yar, que se pueden encontrar fácilmente en las librerías de viejo de Kashgar. Los mausoleos de los principales santos sufíes, como los de Satuq Qara Kan y joya Afaq de Kashgar o el de joya Rashidin jan de Kusha, siguen siendo lugares de peregrinación. Los más visitados son el del famoso naqshbandí Afaq joya, en Kashgar, y el de Ordam, entre Kashgar y Yarkand, donde se reúnen miles de peregrinos el mes de muharram. La in­dependencia de las repúblicas vecinas del Turkestán occidental, donde el sufismo, ha sido rehabilitado con entusiasmo, ha alentado las de los turcófonos de Sinkiang, así como la idea de independencia. Los hombres cuentan con más libertad que en la época soviética entre los dos Turkestanes, al igual, sin duda, que las ideas políticas, culturales y... místicas.

Autor: Thierry Zarcone

jueves, 26 de octubre de 2017

La verdad sobre los ahmadiyyah (parte 1)


Se presentó como un musulmán piadoso, pero fue un impostor y falso profeta. Pretendió engañar a los musulmanes acercándose a ellos meramente como un 'renovador' (mujaddid) del Islam, es decir, como un musulmán que con ímpetu renovado reaviva el seguimiento recto del Islam.
Su religión se disfraza bajo el Islam y su gente se hace hacen llamar Comunidad Musulmana Ahmadiyya o Comunidad Ahmadía. Pero no son siquiera una secta desviada del Islam. Peor aún, han salido fuera del Islam. No son musulmanes.
Y en esta época, con el internet y el estado tan avanzado de confusión en el mundo, sus misioneros aprovechan para recolectar gente inocente a la que los llaman al seguimiento de este Falso Mesías.
Es necesario advertir contra su camino, exponiendo de su fundador asuntos que son guardados en gran reserva por los misioneros, o que inclusive muchos de sus miembros no llegan a conocer, por el temor de sus dirigentes a la Verdad.
Poco a poco iremos entregando traducciones de textos de su fundador, para abrir los ojos respecto a este pequeño Dayyal.

(Texto realizado por nuestros hermanos osmanlis del Perú) Descarga en pdf:


viernes, 13 de octubre de 2017

Por qué Palestina sigue siendo el problema - Autor: John Pilger


Lo que enfurece a quienes colonizan y ocupan, roban y oprimen, destrozan y mancillan es la negativa de las víctimas a doblegarse.
Cuando fui como un joven reportero por primera vez a Palestina en la década de 1969 me alojé en un kibutz. Las personas a las que conocí eran personas trabajadoras, llenas de energía y se llamaban a sí mismas socialistas. Me gustaron.
Una noche durante la cena les pregunté por las siluetas de personas que se veían a lo lejos, más allá de nuestro perímetro.
“Árabes”, dijeron, “nómadas”, casi escupiendo las palabras. Dijeron que Israel, refiriéndose a Palestina, había sido prácticamente una tierra baldía y que una de las grandes hazañas de la empresa sionista era lograr que verdeciera el desierto.
Pusieron el ejemplo de su cosecha de naranjas jaffa que se exportaba al resto del mundo, un triunfo frente a los caprichos de la naturaleza y la negligencia de la humanidad.
Era la primera mentira. La mayor parte los naranjales y de los viñedos pertenecían a palestinos que habían labrado la tierra y exportado naranjas y uvas a Europa desde el siglo XVIII. Los anteriores habitantes de la antigua ciudad palestina de Jaffa llamaban a la ciudad “el lugar de las naranjas tristes”.
En el kibutz nunca se usaba la palabra “palestino”. Pregunté por qué. La respuesta fue un silencio problemático.
En todo el mundo colonizado quienes nunca logran ocultar el hecho, y el crimen, de vivir en una tierra robada temen la verdadera soberanía de los pueblos originarios.
Como saben demasiado bien las personas judías, el siguiente paso es negar su condición humana a las personas. A eso sigue de forma tan lógica como la violencia el destruir la dignidad, la cultura y el orgullo de las personas.
En Ramala, tras la invasión de Cisjordania por el difunto Ariel Sharon en 2002, caminé por calles llenas de coches destrozados y casas demolidas hasta el Centro Cultural Palestino. Los soldados israelíes habían acampado ahí hasta aquella mañana.
Me recibió la directora del centro, la novelista Liana Badr, cuyos manuscritos originales yacían desparramados y destruidos por el suelo. Los soldados se habían llevado el disco duro que contenía sus obras de ficción y una biblioteca de obras de teatro y poesía. Casi todo estaba destrozado y mancillado.
No había sobrevivido un solo libro con todas sus páginas, ni una sola grabación original de una de las mejores colecciones de cine palestino.
Los soldados habían orinado y defecado en el suelo, en los escritorios, los bordados y las obras de arte. Habían embadurnado dibujos infantiles con heces y escrito (con mierda ) “Nacido para matar”.
Liana Badr tenía lágrimas en los ojos pero la cabeza bien alta. “Lo reconstruiremos otra vez”, dijo.
Lo que enfurece a quienes colonizan y ocupan, roban y oprimen, destrozan y mancillan es la negativa de las víctimas a doblegarse . Y este es el tributo que todos debemos rendir a los palestinos. Se niegan a doblegarse. Siguen adelante. Esperan, hasta que luchan otra vez . Y lo hacen aun cuando quienes los gobiernan colaboran con sus opresores.
En medio del bombardeo israelí de 2014 sobre Gaza el periodista palestino Mohammed Omer nunca dejó de informar. Tanto él como su familia se vieron afectados, hacían cola para conseguir agua y comida, y lo acarreaban entre los escombros. Cuando le llamé por teléfono podía oír las bombas tras la puerta. Se negó a doblegarse.
Los reportajes de Mohammed, ilustrados por sus gráficas fotografías, fueron un modelo de periodismo profesional que puso en evidencia la complaciente y cobarde manera de informar de los llamados medios dominantes de Gran Bretaña y EEUU. Personas como Mohamed Omer ponen en evidencia cada día la idea que tiene la BBC de objetividad (dar eco a los mitos y mentiras de la autoridad, una práctica de la que está orgullosa).
Durante más de 40 años he documentado la negativa de los palentinos a doblegarse ante sus opresores: Israel, EEUU, Gran Bretaña, la Unión Europea.
Desde 2008 solo Gran Bretaña ha concedido a Israel licencias de exportación de armas y misiles, drones y rifles de francotiradores por valor de 434 millones de libras.
Quienes han resistido a esto sin armas, quienes se han negado a doblegarse son algunos de los palestinos que he tenido el privilegio de conocer:
Mi amigo el difunto Mohammed Jarella, que trabajó sin descanso para la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), me enseñó por primera vez en 1967 un campo de refugiados palestinos. Era un día muy duro de invierno y los niños en edad escolar temblaban de frío. “Un día …”, decía. “Un día …”
Mustafa Barghouti, cuya elocuencia permanece incólume y que me describió la tolerancia que existía en Palestina entre judíos, musulmanes y cristianos hasta que, como me dijo, “los sionistas quisieron un Estado a expensas de los palestinos”.
La dra. Mona El-Farra, una médica de Gaza, cuya pasión era conseguir dinero para hacer operaciones de cirugía plástica a los niños desfigurados por las balas y la metralla israelíes. Las bombas israelíes arrasaron su hospital en 2014.
El dr. Khalid Dahlan, psiquiatra, cuyas clínicas infantiles en Gaza —niños que casi se habían vuelto locos por la violencia israelí— eran oasis de civilización.
Fátima y Nasser son una pareja cuya casa se alzaba en un pueblo cerca de Jerusalén calificado como “Zona A y B”, lo que significa que la tierra fue calificada como solo para judíos. Sus padres habían vivido ahí. Sus abuelos habían vivido ahí. Hoy los buldózeres allanan carreteras solo para judíos, protegidos por leyes solo para judíos.
Era más de media noche cuando Fátima se puso de parto de su segundo hijo. El bebé era prematuro y cuando llegaron al checkpoint desde el que se veía el hospital el joven soldado israelí les dijo que necesitaban otro documento.
Fátima tenía una fuerte hemorragia. El soldado se rió e imitó sus gemidos, y les dijo “váyanse a casa”. El niño nació ahí en un camión. Estaba azul de frío y enseguida murió de frío al no recibir cuidados. Se llamaba Sultán.
Estas serán historias familiares para los palestinos. La pregunta es por qué no lo son en Londres y Washington, Bruselas y Sidney.
Gran Bretaña y EEUU está financiado generosamente una causa libera l reciente en Siria -una causa de George Clooney-, aunque sus beneficiarios, los llamados rebeldes, están dominados por yihadistas fanáticos, producto de la invasión de Afganistán e Ira q, y de la destrucción de la Libia moderna.
Y, sin embargo, no se reconocen la ocupación y la resistencia más largas de los tiempos modernos. Cuando de pronto las Naciones Unidas se conmueven y califican a Israel de Estado de apartheid, como sucedió este año, eso provoca indignación, no contra el Estado cuyo “propósito principal” es el racismo, sino contra una comisión de las Naciones Unidas que osó romper el silencio.
“Palestina”, afirmó Nelson Mandela, “es el mayor problema moral de nuestro tiempo”.
¿Por qué se oculta esta verdad día tras día, mes tras mes, año tras año?
En Israel – el Estado de apartheid, culpable de un crimen contra la humanidad y de haber violado el derecho internacional más que cualquier otro Estado– el silencio persiste entre aquellas personas que saben y cuyo trabajo consiste en mantener las cosas como están.
En Israel gran parte del periodismo está intimidado y controlado por un pensamiento colectivo que exige silencio sobre Palestina, mientras que el periodismo honrado se ha convertido en disidencia: una clandestinidad metafórica.
Una sola palabra –“conflicto”– permite este silencio. “El conflicto árabo-israelí”, recitan los robots en sus apuntadores electrónicos. Cuando un veterano periodista de la BBC, un hombre que conoce la verdad, se refiere a “dos relatos” la contorsión moral es total.
No existe un conflicto, ni dos relatos, con su respaldo moral. Existe una ocupación militar impuesta por una potencia nuclear apoyada por la mayor potencia militar del planeta y existe una injusticia descomunal.
Se puede prohibir la palabra “ocupación”, borrar del diccionario. Pero no se puede prohibir el recuerdo de la verdad histórica: de la sistemática expulsión de palestinos de su patria. Los israelíes lo llamaron “Plan D” en 1948.
El historiador israelí Benny Morris describe cómo uno de sus generales preguntó a David Ben-Gurion, el primero en ocupar el cargo de primer ministro de Israel: “¿Qué haremos con los árabes?”. El primer ministro, escribió Morris, “hizo un gesto despectivo y enérgico con la mano. “¡Expulsarlos!”, dijo.
Setenta años después este crimen se ha suprimido de la cultura intelectual y política de Occidente. O es discutible o simplemente controvertido. Periodistas con abultados sueldos aceptan entusiasmados viajes pagados por Israel, su hospitalidad y sus halagos, y después protestan enérgicamente defendiendo su independencia. Ellos acuñaron el término “tontos útiles”.
En 2011 me asombró la facilidad con la que unos de los escritores británicos más aclamados, Ian McEwan, un hombre bruñido por los destellos de la ilustración burguesa, aceptó el Premio Jerusalén de literatura en el Estado de apartheid.
¿Habría ido McEwan a Sun City en la Sudáfrica del apartheid? Ahí también concedían premios, con todos los gastos pagados. McEwan justificó su acción con palabras ambiguas acerca de la independencia de la “sociedad civil”.
La propaganda (del tipo de la que ofreció McEwan, con su toquecito de atención en las muñecas de sus encantados anfitriones) es un arma para los opresores de Palestina. Al igual que el azúcar insinúa prácticamente todo hoy en día.
Comprender y deconstruir la propaganda estatal y cultural es nuestra tarea más importante. Se nos está obligando a entrar en una segunda Guerra Fría cuyo objetivo final es someter y balcanizar a Rusia, e intimidar a China.
Cuando Donald Trump y Vladimir Putin hablaron en privado durante más de dos horas en la Cumbre del G20 en Hamburgo, al parecer acerca de la necesidad de no emprender la guerra el uno contra el otro, los detractores más vociferantes fueron quienes han liderado el liberalismo, como el escritor político sionista de The Guardian: “No es de extrañar que Putin sonriera en Hamburgo. Sabe que ha conseguido su principal objetivo: ha hecho a EEUU débil otra vez”, escribió Jonathan Freedland. Que empiecen los abucheos al Malvado Vlad.
Estos propagandistas nunca han conocido la guerra, pero aman el juego imperial de la guerra. Lo que Ian McEwan denomina” sociedad civil” se ha convertido en una rica fuente de propaganda afín.
Tomemos un término que los guardianes de la sociedad civil utilizan con frecuencia, “derechos humano”. Como otro concepto noble, “democracia”, el concepto de “derechos humanos” ha sido casi vaciado de su significado y propósito.
Como el “proceso de paz” y la “hoja de ruta”, los derechos humanos en Palestina han sido secuestrados por los gobiernos occidentales y las ONG corporativas que ellos financian y que reivindican una quijotesca autoridad moral.
Así que cuando los gobiernos y ONG piden a Israel que “respete los derechos humanos” en Palestina, no ocurre nada porque todos ellos saben que no hay nada que temer, nada va a cambiar.
Destaca el silencio de la Unión Europea, que complace a Israel mientras este se niega a cumplir su compromisos con el pueblo de Gaza, como mantener abierta la cuerda de salvamento que es el paso fronterizo de Rafah, una medida a la que accedió como parte de su papel en el acuerdo de alto el fuego en su ataque de 2014. Se ha abandonado el puerto marítimo de Gaza, acordado por Bruselas en 2014.
La comisión de las Naciones Unidas que mencioné antes (su nombre completo es Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental) describió a Israel como, y cito, “diseñado para servir al propósito principal” de la discriminación racial.
Millones de personas lo entienden. Lo que los gobiernos de Londres, Washington, Bruselas y Tel Aviv no pueden controlar es que la humanidad de a pie está cambiando como quizás que nunca lo haya hecho antes.
La gente se está moviendo en todas partes y, en mi opinión, es más consciente que nunca. Algunas personas ya están en una revuelta abierta. La atrocidad de la Torre Grenfell en Londres ha hecho que las comunidades se unan en una vehemente resistencia que es casi nacional.
Gracias a una campaña popular el poder judicial está hoy examinando las pruebas de un posible juicio a Tony Blair por crímenes de guerra. Aunque fracase, es un acontecimiento fundamental que echa abajo otra barrera más entre el público y su reconocimiento de la voraz naturaleza de los crímenes del poder estatal, el desprecio sistemático por la humanidad perpetrado en Iraq, en la Torre Grenfell, en Palestina. Estos son los puntos que están a la espera de que se unan.
Durante la mayor parte del siglo XXI el fraude del poder corporativo presentado como la democracia ha dependido de la propaganda de distracción, se ha basado en gran parte en un culto al “yoísmo” diseñado para desorientar nuestro sentido de mirar hacia los demás, de actuar juntos, de justicia social y de internacionalismo.
La clase, el género y la raza fueron separados. Lo personal se convirtió en lo político y los medios en el mensaje. La promoción del privilegio burgués fue presentada como una política “progresista”. No lo era. Nunca lo es. Es la promoción del privilegio y del poder.
El internacionalismo ha encontrado una vasta audiencia entre los jóvenes. Vean el apoyo a Jeremy Corbyn y la recepción que recibió el circo del G20 en Hamburgo. Al entender la verdad y los imperativos del internacionalismo, y al rechazar el colonialismo entendemos la lucha de Palestina.
Mandela lo dijo de esta manera: “Sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos”.
En el centro de Oriente Próximo está la injusticia histórica en Palestina. Hasta que se resuelva y los palestinos tenga su libertad y su patria, e israelíes y palestinos sean iguales ante la ley no habrá paz en la zona o quizá en ninguna parte.
Lo que Mandela decía es que la propia libertad es precaria mientras unos gobiernos poderosos puedan negar la justicia a otros, aterrorizar a otros, encarcelar y asesinar a otros en nuestro nombre. Sin lugar a dudas Israel comprende la amenaza de que un día esto pueda tener que ser normal.
Por eso su embajador en Gran Bretaña es Mark Regev, bien conocido de los periodistas como propagandista profesional y por eso se permitió el “enorme engaño” de las acusaciones de antisemitismo, como lo llamó Ilan Pappet, para crispar al Partido Laborista y minar a Jeremy Corbyn como líder. Lo importante es que no lo consiguió.
Los acontecimientos se suceden rápidamente ahora. La notable campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) está teniendo éxito día tras día; ciudades y pueblos, sindicatos y organismos juveniles se están adhiriendo a la campaña. El intento del gobierno británico de impedir a los ayuntamientos aplicar el BDS ha fracasado en los tribunales.
Esto no son indicios. Cuando los palestinos se vuelvan a alzar, como se alzarán, puede que no tengan éxito al principio, pero lo tendrán finalmente si nosotros entendemos que ellos son nosotros y que nosotros somos ellos.

Este artículo es una versión abreviada del discurso de John Pilger en la Exposición Palestina de Londres el 8 de julio de 2017.
Counterpunch. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine

Texto completo en: http://www.lahaine.org/por-que-palestina-sigue-siendo

lunes, 9 de octubre de 2017

La Esencia del Islam: No culpes a los demás, apréstate a su servicio


Bismillahi Rahmani Rahim

No busques la culpa en los demás cuando a quien tienes que culpar es a ti mismo. Obsérvate, reflexiona, ¿cuál ha sido tu culpa? Incluso si el perjuicio te llega de otra persona, no la mires a ella, sino a Aquel que te la ha enviado. Dios no escribe nada malo para Sus siervos mientras ellos no traspasen sus limitaciones. Y cuando traspasas tus límites, Dios te devuelve a tu órbita de la mano de otro siervo Suyo. Si algo te sucede a manos de otra persona, no la culpes, más bien piensa: "¿Qué habré hecho para que Dios me envíe a esta persona para que me lastime?". Fíjate en eso. Son llamadas de atención. Si buscas con sinceridad, lo encontrarás por ti mismo.

Deja de ocasionarte problemas a ti mismo y a los demás. Ocúpate de tus asuntos, corrige tus intenciones, ya que toda acción que llevas a cabo recibe lo que le corresponde de acuerdo a la intención que la impulsó. La paz no proviene del exterior, sino del interior. Y lo más importante para obtener paz es aprender a compartir, a dar. No dar tan sólo lo material, sino dar buen ánimo, dar amor, no odio. Debes aprender a amar a los demás. Incluso si ellos no te aman, tú debes amar. Y amando te llegará la paz. Hoy en día no hay más gente pacífica porque todos se están atacando mutuamente a través del odio, el rencor, los celos y la envidia. Así es que deben despertar a sí mismos. La vida en este mundo tan sólo representa tres días: ayer pasó, mañana es desconocido; vive hoy, vive correctamente hoy. Entonces, si llegas a mañana, lo vivirás mejor. Si estás feliz con Dios, no importa dónde estés, serás feliz, así estés sentado en un palacio, en un basural o en prisión, no importa. Dios está contigo.

El Islam ha sido construido y se asienta sobre dos principios fundamentales: uno es aprender a servir y adorar a Dios, Creador, Sustentador y Señor del universo; el otro, ayudar y llegar con bondad a Sus criaturas, es decir, a todo ser humano. Si una persona hace estas cosas sin distinciones que digan: "este es judío, este es cristiano, este es negro, este es blanco...", alcanzará las estaciones espirituales más elevadas.

Nuestro deber como seres humanos es amarnos unos a otros, respetarnos unos a otros, respetar los derechos de los demás y aprender a conocernos, a comunicarnos, a amarnos mutuamente. Cuando aprendamos a amarnos unos a otros seremos capaces de alcanzar a nuestro Señor.

Todo el que sinceramente afirme que no hay más divinidad que Allah (Dios), y crea con el corazón en estas palabras, entrará  al Paraíso. Eso significa que esa persona tiene Fe. Pero si no se aman los unos a los otros, si no aprenden a amarse los unos a los otros, aunque digan aquellos no habrán alcanzado las raíces principales de la Fe.

Cuando realmente dispongamos nuestras obras al servicio de Dios, seremos capaces de ver a Sus criaturas y decir: "Esta es una criatura de Dios; mi deber es servir a esa criatura. Si estoy sirviendo a mi Señor, mi deber también será servir a Su criatura".


(Enseñanzas tomadas de sohbets dados por Hz Sheykh Abdul Kerim Effendi, quiera Allah-swt- santificar su secreto)

jueves, 14 de septiembre de 2017

La ciencia de la falsificación - Malcom X


(Fragmentos del discurso dado por Malcom X –El Hajj Malik El Shabazz- el 16 de febrero de 1965, cinco días antes de ser asesinado. Las notas entre paréntesis son nuestras)

Para aclarar mi posición, como lo hice hoy temprano en Colgate, soy musulmán, lo que únicamente quiere decir que mi religión es el Islam. Creo en Dios, el Ser Supremo, el creador del universo. Esta es una forma sencilla de religión, fácil de comprender. Creo en un Dios, y creo que ese Dios tuvo una religión, tiene una religión, y siempre tendrá una religión. Y que ese Dios le enseñó a todos los profetas la misma religión, por lo tanto no es cuestión de debatir quién haya sido el más grande o el mejor: Moisés, Jesucristo, Muhammad o alguno de los otros. Todos ellos fueron profetas que vinieron de un Dios. Ellos tenían una doctrina, y esa doctrina fue diseñada para darle claridad a la humanidad, para que toda la humanidad viera que era uno solo y así tener un cierto tipo de hermandad que sería practicada aquí en la tierra. Eso es lo que creo.

Creo en la hermandad del hombre. Sin embargo, a pesar del hecho que creo en la hermandad del hombre, tengo que ser realista y entender que aquí en Estados Unidos nos encontramos en una sociedad que no practica la hermandad. No practica lo que predica. Predica la hermandad, pero no practica la hermandad. Y ya que esta sociedad no practica la hermandad, aquellos de nosotros que somos musulmanes creemos en la hermandad del Islam.

No juzgamos al hombre por el color de su piel. No te juzgamos por ser blanco; no te juzgamos por ser negro; no te juzgamos por ser moreno. Te juzgamos por lo que haces y por lo que practicas. Y mientras practiques la maldad, estaremos en tu contra. Y para nosotros, la principal, la forma más grande de maldad es la maldad que se basa en juzgar a un hombre debido al color de su piel.

Estamos viviendo en una sociedad que en gran medida está controlada por gente que cree en la segregación. Vivimos en una sociedad que en gran medida está controlada por gente que cree en el racismo, y practica la segregación, la discriminación y el racismo. Y digo que está controlada, no por los blancos de buena voluntad, sino controlada por los segregacionistas, por los racistas. Y esto se puede ver a través del curso que esta sociedad persigue por todo el mundo. En estos instantes en Asia el ejército norteamericano está dejando caer bombas sobre gente de piel oscura (Malcom incluye así a los semitas y a los no-occidentales dentro del racismo americano).

Es racismo. Es el racismo que Estados Unidos práctica. El racismo que implica una guerra contra las personas de piel oscura en Asia, otra forma de racismo es la que hay detrás de una guerra contra las personas de piel oscura en el Congo...es lo mismo que hay detrás de una guerra contra las personas de piel oscura en Misisipi, Alabama, Georgia, y Rochester, Nueva York.

Entonces no estamos contra alguien porque sea blanco. Sino que estamos en contra de aquellos que practican el racismo. Estamos en contra de los que dejan caer bombas sobre otras gentes porque sucede que su piel es de una tonalidad distinta a la de ellos. Y porque nos oponemos a eso, la prensa dice que somos violentos. Estamos a favor de la paz. Sin embargo, la gente que enfrentamos apoya la violencia. No se puede ser pacífico cuando uno trata con ellos.

Nos acusan de lo que ellos mismos son culpables. Esto es lo que siempre hace el criminal. Te bombardean, y luego te acusan de haberte bombardeado a ti mismo. Te aplastan el cráneo, y luego te acusan de haberlos atacado. Esto es lo que los racistas han hecho siempre...el criminal, el que ha desarrollado el proceso criminal al grado de una ciencia. Sus costumbres son las acciones criminales, y luego utilizan la prensa para victimizarse...hacer que la víctima se vea como el criminal, y el criminal como la víctima. Así trabajan.

Les voy a dar un ejemplo de cómo lo hacen. Ellos agarran la prensa, y a través de la prensa, se burlan del sistema.... O a través del público blanco. Porque el público lanco está dividido. Algunos quieren hacer el bien y otros no quieren hacer el bien. Algunos tienen buenas intenciones y otros no. Esto es cierto. Están los que son mal intencionados y los que son bien intencionados. Y generalmente los malintencionados son más numerosos que los bienintencionados.

Así que a ellos no les gusta hacer nada sin el apoyo del público blanco. Los racistas, que en general tienen mucha influencia en la sociedad, no realizan sus maniobras sin antes tratar de poner la opinión pública de su lado. Así que utilizan a la prensa para poner la opinión pública de su lado. Cuando quieren suprimir u oprimir a la comunidad negra, ¿qué es lo que hacen? Toman las estadísticas, y por medio de la prensa, se las dan a tragar al público. Hacen que parezca que en la comunidad negra el crimen juega un papel más grande que en cualquier otro lado (la misma estrategia se ha utilizado con los musulmanes y el terrorismo).

¿Cuál es el resultado? Este mensaje es un mensaje muy hábil que los racistas usan para hacer que los blancos que no son racistas crean que la tasa de criminalidad en la comunidad negra es tan alta. Esto mantiene a la comunidad negra con una imagen de criminal. Da la impresión de que cualquiera en la comunidad negra es un criminal. Y tan pronto como se ha creado esta impresión, entonces les permite, prepara el terreno para crear un estado policial en la comunidad negra consiguiendo el apoyo total del público blanco para que cuando la policía llega, empleando todo tipo de medidas brutales para reprimir a los negros, les partan la cabeza, les lancen los perros, y otras cosas por el estilo, los blancos lo acepten. Porque creen que a fin de cuentas allí todos son unos criminales (lo mismo ha sucedido con la supuesta lucha contra el terrorismo y el pretendido extremismo islámico). Es esto lo que hace la prensa.

Esto requiere habilidad. A esta habilidad se le llama...esto es una ciencia que se le llama "fabricación de imágenes". Te mantienen en jaque a través de esta ciencia de las imágenes. Incluso hacen que uno mismo se vea con desprecio, y lo logran dándonos una mala opinión sobre nosotros mismos (tristemente lo hemos comprobado entre algunos de nuestros hermanos musulmanes).

Es una ciencia que utilizan, muy hábilmente, para hacer que el criminal aparezca como víctima, y para que la víctima aparezca como criminal.

A nivel internacional el mejor y más reciente ejemplo que sirve de prueba para eso que estoy diciendo es lo que sucedió en el Congo (Malcom alude a la guerra fría entre EEUU y los comunistas, y la crisis que se desarrolló en el Congo luego de su independencia de Bélgica entre 1960 y 1966, similarmente a lo que décadas más tarde sucederá en Afganistán, y en otro contexto -aunque similar en sus intereses- en Siria actualmente). Vean lo que pasó. Teníamos una situación en la que un avión estaba dejando caer bombas sobre aldeas africanas. Una aldea africana no tiene defensas contra las bombas. ¡Y una aldea africana tampoco presenta la suficiente amenaza como para que se la bombardee! Sin embargo, los aviones estaban dejando caer bombas sobre las aldeas africanas. Al caer, estas bombas no distinguen entre amigos y enemigos. No distinguen entre hombre y mujer. Cuando estas bombas caen sobre las aldeas del Congo, caen sobre mujeres negras, niños negros, bebes negros. Hacen añicos de estos seres humanos. No escuché ninguna protesta, ni una frase de compasión por estos miles de negros que fueron masacrados por los aviones (ni por los musulmanes palestinos, afganos, iraquíes y sirios que han sido y son masacrados por esas mismas armas).

¿Por qué no hubo protestas? ¿Por qué no le preocupó a nadie? Porque, una vez más, la prensa, de forma muy hábil, había vuelto a las víctimas en criminales, y los criminales parecían ser las víctimas.

Vean que cuando mencionan las aldeas las califican de "bajo control rebelde" (concepto poco original usado nuevamente en Afganistán, Iraq y Siria). Como quien dice, ya que son aldeas bajo control rebelde, se puede destruir a la población, y está bien. (...)

Sin embargo esto es algo que uno tiene que observar y por lo que tenemos que dar cuenta. Porque estos son aviones norteamericanos, bombas norteamericanas, escoltados por tropas norteamericanas, armados con ametralladoras. No obstante, nos aseguran que esos no son soldados, que sólo están allí de escolta, así fue como empezaron con algunos asesores en Vietnam del Sur. Eran veinte mil, y todos asesores. No son más que "escolta". Ellos pueden realizar todo este asesinato en masa y salirse con la suya con ponerle la etiqueta de "humanitario", un acto humanista. O "en nombre de la liberación", "en nombre de la libertad" (ya en 1926 René Guénon hablaba del poder sugestivo que se utiliza como hipnotismo de masas en conceptos como "libertad", "progreso", "democracia", "civilización", etc, enarbolado por las potencias colonialistas para justificar su atropello). Todo tipo de consignas altisonantes, pero no deja de ser asesinato a sangre fría, asesinato en masa. Y lo hacen tan hábilmente, que tanto ustedes como yo, que nos consideramos tan sofisticados en este siglo veinte, lo podemos observar y le damos el visto bueno. Simplemente porque se comete contra personas de piel negra (musulmanes, orientales, bárbaros), y lo están cometiendo personas de piel blanca (americanos y europeos, occidentales, civilizados).

Son las imágenes. Usan su habilidad para crear imágenes, y luego usan esas imágenes que han creado para confundir a la gente. Para confundir a la gente y hacer que la gente acepte lo malo como bueno y rechace lo bueno como malo. Hacer que la gente crea que el criminal realmente es la víctima y la víctima, el criminal.


martes, 29 de agosto de 2017

Comunicación: el Medio como Sujeto


(Extraído del libro "Contra los ídolos posmodernos" de Pierangelo Sequeri)

Hoy en día se puede comunicar virtualmente, a nivel planetario, incluso sin saber nada. E incluso sin tener nada que decir. La comunicación mediática avanzada es funcional al interés del medio, ha de confirmar su ventaja de intermediario. El medio controla la entrada y la salida del mensaje. Incluso la crítica del sistema, si es suficientemente espectacular y acepta las reglas, es metabolizada en el interior de este objetivo supremo. La libertad de expresión es negociable, pero el guion de la negociación está rígidamente vinculado por reglas precisas de selección y tratamiento.

            El medio tiene un interés creciente en no dejarnos nunca solos: si tuviese que reducirse a simple instrumento de nuestra comunicación, como aparato que la facilita y la extiende, la potencia, el medio estaría en nuestro poder. Y la comunicación dependería sustancialmente de nosotros. La esfera mediática no sería un ensamblaje paralelo del mundo: es más, no existiría una esfera mediática. El interés del medio se reduciría a (casi) nada. El interés del medio, con el pretexto de su astuto disimulo (cultivar una razón de fin y presentarse racionalmente como medio), ha desarrollado enormemente su soberanía sobre los contenidos: de mediador a agente con derecho de mediación; de agente a propietario, y de propietario a productor y vendedor en persona de la comunicación. Este desarrollo lo ha proyectado con fuerza de la condición de instrumento regulado al rango de sujeto regulador. Como tal, se ha apropiado de la idealidad de la comunicación: no solo enseña su gramática y define su sintaxis, sino que se apodera de los valores simbólicos de referencia para todo el dominio de la comunicación humana. Incorpora así los valores de verdad realmente compartibles (desde el proverbial «lo ha dicho la televisión» hasta el consabido «la televisión es el reflejo de nuestra sociedad») y una especie de ética exhibicionista de la transparencia obligada y de la confirmación pública: cuanto más enseñas, menos hipócrita y mucho más fiable eres. Ciertamente, hoy ya estamos todos de vuelta, sabemos que no existe una única verdad, y que la televisión no es más que ficción (argumento sospechoso, precisamente, porque no sabes cómo interpretarlo: o exagera demasiado, o también es ficción). En cualquier caso, todo sigue desarrollándose como si el medio ejerciese una cierta coacción a la virtud de la sinceridad: rápida, inmediata, esencial, efectiva. Si no te expones a la comunicación, no tienes el valor de tus ideas, o tienes algo que esconder. En la realidad humana existe también la dignidad de la discreción, del respeto al otro, de la protección del malentendido, de las condiciones necesarias para compartir lo que es importante, íntimo, profundo, complejo. Gracias al interés comercial del medio de masas (si no lo transforma todo en material de una puesta en escena que se puede vender está muerto), esta diferencia se ha atenuado profundamente a favor de la comunicación: hay que comunicar siempre, como sea y donde sea. Y se puede comunicar así cualquier cosa: porque el medio es dúctil, consigue adaptarse a cualquier contenido. La comunicación ya no es simplemente aparecer: se aproxima mucho al fenómeno del ser, a la prueba de la existencia en vida. Si no eres comunicación, prácticamente no eres nada. Y si no eres nada, quiere decir que has fallado en la comunicación. No adquieres prestigio, no resultas fiable. (Y no vendes nada.) Estamos siempre conectados, interactivos, sin silencios, sin reflexividad, sin fermentaciones que mejoren el vino.

            La nueva comunicación interactiva —la de los juegos y de la red— ha supuesto indudablemente un avance respecto a la pasividad y a la unidireccionalidad de la comunicación mediática tradicional (diarios, radio, televisión, que por otra parte han evolucionado al máximo dentro de este nuevo nivel de feedback). Desgraciadamente, también la organización unidireccional del medio ha evolucionado, y se ha hecho muy sofisticada e invisible. Y también mucho más hábil en la manipulación.

            El chat, el blog, el network estimulan la comunicación con una curiosa mezcla de espontaneidad y de coerción. Es el triunfo de la simulación total, y sin embargo provoca una percepción de inmediatez. La conexión y el contacto valen mucho más que la comunicación y la relación, justamente simulando su potenciación. Nos separan totalmente del hábitat de nuestro cuerpo-mundo, nos gratifican con la ubicuidad y la agregación ilimitadas. Sin embargo, crean sensación de complicidad y de afinidad, que repentinamente presionan para pasar al mundo real, de la intimidad o de la masa: donde luego no sabemos muy bien qué hacer. Esta incursión se retrae y se vacía tan imprevistamente como había llegado: con la correspondiente crisis de abstinencia y el resurgimiento de la pulsión (el exceso de goce virtual crea dependencia real). La sístole y la diástole de realización y des-realización pueden durar todo el año solar: el programa social-comunitario del Yo está saturado. Aparentemente, es el triunfo del diálogo y de la relación. La comunicación se vuelve informal (en todos los sentidos) y directa. La libertad de expresión es máxima, pero todo ha de ser compartido. Es el modelo de la «comuna», fracasado muy pronto en la realidad, que halla el modo de realizarse y de durar como «acto de compartir» la amistad en la dimensión virtual. De la comunidad al grupo, del grupo a la agregación. Más abajo solo está el ensamblaje. La brevedad y la fragmentación, la frase hecha y el eslogan, la actuación emocional y la competición por el protagonismo son los modos a través de los cuales la comunicación real absorbe también poco a poco las cualidades, por así decir, de la comunicación mediática. Participar completamente «en el juego» y «desnudarse» del todo ya no son metáforas de la implicación, son un espectáculo real del exhibicionismo, que es válido como refuerzo simbólico de la autenticidad sin hipocresía, de la franqueza sin fingimientos. Infotainment, talk show, reality.

            La estructura narrativa y performativa del lenguaje se ve indudablemente potenciada por ello. Pero su predisposición a la formación del pensamiento y a la prueba de la realidad resulta desestabilizada en la misma proporción. La experiencia reflexiva del hombre y la confirmación de las relaciones humanas no funcionan así. No pueden ser incluidas en esta dimensión de la comunicación, ni alimentadas por esta inmediatez del contacto. En ella más bien se quedan en suspenso y se pierden temporalmente. ¿Dónde está exactamente el paso al ídolo?

            «Tienen ojos, pero no ven.» Hay que actualizar toda la crítica del ídolo antiguo. El ídolo posmoderno tiene ojos por todas partes y lo ve todo. Es el panoptikon de un universo concentracionario, del que gestiona el archivo y también la agenda programática; la memoria y los sucesos que hay que crear. Uno se siente eufóricamente libre, pero allí dentro (mientras está dentro): trata de permanecer allí el máximo posible, como en el éxtasis místico. Sin embargo, el universo tiene sus jerarquías, que disimula y distribuye prudentemente. Puede decidir elegir «rey por un día» a un imbécil desconocido de cualquier rincón del mundo que ha cubierto de pintura a su compañero discapacitado (y el bombardeo inmediato de mensajes «posteados» en los blogs recoge imparcialmente la euforia de los que están a favor y la indignación de los que están en contra, para mayor alegría y vitalidad del medio). La desnudez excitante ya no es metáfora de lo verdadero que atrae: es justamente su realidad literal. Confundir el hecho de desnudarse con la verdad, por influencia de la antigua expresión (la verdad desnuda), es el aspecto vencedor de esta ambivalencia. Pero el verdadero problema es la transformación del poder de desvelamiento obligado en ética de la comunicación libre y sin hipocresías. Hasta los mejores muerden el anzuelo.

            Todos estamos virtualmente expuestos al juicio de este Minos, eternamente empeñado en «etiquetar» nuestra imagen cada vez más conforme. Nos encontramos en realidad como en aquellas pinturas que representan las almas desnudas frente al juicio divino. El sistema es tan sofisticado que te hace comunicar incluso aquello que realmente no querrías.

            «No existen hechos, existen solamente interpretaciones», forzó Nietzsche su crítica a la verdad como mentira. La aparición de la nueva «subjetividad» del medio, en el sistema mediático, se legitima precisamente tratando las opiniones como informaciones, y las informaciones como hechos. El más indefenso, frente a esta khora de todos los contrarios y de todos los posibles, es precisamente el crítico clásico, el agnóstico ilustrado, el actor social racional que espera tomar la mejor decisión a partir del control y de la comparación de las alternativas. El dispositivo «instrumental» de la información y de la comunicación, de la confrontación y de la interacción, es un sistema cibernético de la deregulation que aprende: va absorbiendo la figura de res cogitans colectiva y los aspectos del sujeto mediador que hay que tutelar en beneficio de la libertad expresiva de todos nosotros. Su interés es el nuestro: nos pone en relación, permite nuestro reconocimiento, potencia nuestros modestos recursos expresivos. Es el antiguo ideal del lugar invisible del conocimiento total y del reconocimiento discriminatorio; la interiorización del fundamento noético sobre el que todavía en el siglo XVIII los filósofos discutían con toda seriedad: «conocerse y conocer las cosas en Dios», como ideal de verdad inmanente en el desvelamiento total. La ingenua y terrible identificación de la comprensión del misterio con la pura violación del secreto.

            El paso de la comunicación mediática del dominio de la razón instrumental (cuyas ventajas están fuera de toda discusión) a la contrafigura divina de una especie de demiurgo relacional despótico es, justamente, el paso al ídolo. El interés comercial y económico que ha incorporado explica muchas cosas. Pero no aún la «divinización», que se produce por la catexis ideal del Yo narcisista que se proyecta en esa comunicación: ser el espejo reflectante de todo, reflejándose a sí mismo. Ser como el «dios» en el que se ven todas las cosas, con la facultad de dominar sobre ellas sin ser visto. Delirio de la comunicación total, que la anula totalmente.

            El tótem mediático, gracias a la simulación cibernética de un medio tecnológico inteligente en sí mismo, refleja por su cuenta la divina manía de omnipotencia a la que ha estado sometida la idealidad autorreferencial del sujeto moderno: tener el control mental (y virtualmente práctico) de todo, para estar realmente libre de todo. Disimulando totalmente la construcción despótica del aparecer detrás de la inmediatez revelada del reflejo. El tabú comunicacional («el desnudo es bello», genuino, simple, auténtico) genera individuos juiciosamente agnósticos, más allá del bien y del mal: puesto que gran parte de su seducción se realiza a través de la coquetería de la declaración abierta del tótem mediático de ser tan solo un medio que refleja la realidad contradictoria en la que vivimos, nos movemos y somos («Esto no es una pipa», como en el célebre título del cuadro de Magritte). Al principio pareció que el sistema era como una terminal tonta: lo que metes, la terminal lo registra y lo hace circular. Es verdad, ciertamente. Pero ahora tenemos que enfrentarnos a un salto cualitativo (por así decir) imprevisto: ahora, lo que la terminal registra y hace circular tú tienes que meterlo. En caso contrario, te ignora olímpicamente y te anula.

            El problema no es tanto la vulgarización de la comunicación de masas, que tiene sus razonables exigencias de simplificación y de distribución general. La cuestión es la confiscación total del ser en la comunicación: con el vaciado de todas las cualidades de la comunicación distintas de la exhibición visual y de la saturación acústica. El problema es la desvalorización de las formas diferentes y de sus tiempos-espacios, el sometimiento total a la inmediatez obligada. Enormes volúmenes del pensamiento, de la reflexión, del afecto, de la conversación y de la proximidad son inevitablemente eliminados. Y todo lo humano que solo puede formarse a distancia de la inmediatez comunicativa deja de formarse.