sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Somos cuidadosos con lo que entra en nuestro corazón?

BismillahirRahmanirRahim

Nosotros sabemos esto y estamos haciendo esto en nuestras vidas: ser muy cuidadosos con lo que entra en nuestra boca, ¿correcto? ¿Por qué no somos cuidadosos con lo que entra en nuestros corazones? ¿Y quién enseña eso en estos días? ¿Los Imams en las masyids? ¿Los Alims y los Ulamas se levantan para decir: ‘Ten cuidado con lo que entra en tu corazón’, o están ocupados con alguna otra cosa? Pero el corazón es el trono de Allah. El trono de Allah en el que se supone que solamente Allah tiene que estar allí. ¿Entonces ahora cómo vas a deshacerte de las cosas malas de tu corazón? Antes, muchas veces antes de deshacernos de eso, debemos saber qué es, cómo ha entrado. Ya que muchas veces tantos musulmanes no están entendiendo que allí hay un shirk oculto. (Dicen) ‘¿Por qué dices eso? Estoy diciendo la Shahadat.’ Ya hay un problema allí porque la arrogancia ya está allí al decir: ‘¿Qué? ¿Yo? ¿Cómo puedes decir que yo soy así? ¡Yo no soy así! Yo soy alguien bueno. Yo soy un Santo’.

Ahora, si quieres comer algo que es prohibido, ¿de dónde proviene? Proviene de ti. En primer lugar es tu deseo. Ahora, si ese deseo proviene de tu interior o está en tu interior, ya que todo lo prohibido, ¿por quién es deseado? Por el ego. Todo lo que es prohibido es deseado solamente por el ego, no por el espíritu. Es el ego quien lo desea. Así que estás mirando y estás viendo que allí hay algo que es prohibido y tú lo sabes. Ahora ese es el momento en el que vas a usar tu fe. Ese es el momento en que vas a usar tu libre voluntad, la voluntad que Allah te ha dado, para decir: ‘Tengo que detenerlo. No puedo comer esto’. Alguien puede venir y ofrecértelo. Alguien puede venir a afrecerte el dunya, el dunya que se supone que sea nuestro… ¿qué? Nuestro enemigo, ¿correcto? Entonces les pregunto: ¿Cuántos de ustedes, o yo, cuando se nos ofrece el dunya, lo estamos viendo como si el enemigo nos estuviese ofreciendo algo? O vamos a saltar arriba y abajo diciendo: ‘¡oh, wow! Tengo tanto. ¡Me han dado tanto!’. ¿Cuántos de nosotros vamos a mirar para decir: ‘Esto es un truco, esto es un engaño’?


-Sheykh Lokman Effendi Hz.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Hazte siervo de Allah

Bismillahi Rahmani Rahim

Hazte siervo. Tu razón de creación es que seas un siervo, no para el Jannat, no para Jahannam. Allah te ha creado para que seas siervo. Si no hubiese próxima vida, si Allah te hubiese creado y dicho: "Tú eres Mi siervo", vas a vivir sobre la faz de la tierra y vas a ser un siervo. No tienes otra alternativa. Si piensas que tienes, si pensamos que tenemos el aire que estamos haciendo entrar y salir (mientras respiramos) y dices: "Tengo libre voluntad, hago lo que quiero", los animales hacen lo que quieren, no los humanos. Los humanos, quienes piensan y viven como humanos, piensan antes de hacer algo. Piensa: "¿Esto es dañino para mí y para los demás? ¿Esto satisface o no a Allah y Su Profeta?". El hombre debe pensar antes de hacer algo como nuestro Señor Allah-swt- lo dice: "¿No estás pensando?", Él nos cuestiona diciéndonos: "¿Por qué no piensas?", en otra ayat. Diciendo: "¿No piensas? ¿Por qué no piensas? Te estamos dando inteligencia. ¿Por qué no piensas? ¿Por qué no chequeas tu inteligencia?"

Anda, chequea tu cerebro. Anda, chequea tu inteligencia y mira cuánto está creciendo. ¿Está creciendo o decayendo? Primero chequea eso. Esa es la parte más importante. ¿Tu inteligencia está creciendo o decayendo? ¿Estás pensando mejor ahora? ¿Tu visión está cambiando?

Cuando decimos "visión", rápidamente los necios que buscan por ilusión y fantasía piensan: "He visto una luz, he visto a este". ¡Deja esa clase de ignorancia! ¿Tu visión de mirar a la vida está cambiando o no? ¿Estás pensando de la misma manera que pensabas cuando tenías veinte años de edad? ¿Treinta años de edad? No está cambiando. El propósito tras el cual corres, ¿es dunya o Ajirat? Si es dunya, entonces no está cambiando, está decayendo, porque cada día te estás moviendo hacia tu tumba.

El día tiene veinticuatro horas. En esas 24 hs Allah-swt- está concediendo 124 000 vidas, aire, el aliento de aire que te llega. Cada aire que llega no es como el otro. Todo alrededor ha cambiado, lo que te rodea, en tu interior y fuera de ti. Cambiando, nada es lo mismo. Pero cuando el hombre es ignorante y arrogante, es lo mismo. "Eh, todo es normal". Lo mismo, lo mismo, lo mismo y antes de que lo sepas el ángel de la muerte aparece frente a él diciéndole: "Ahora ya no es más lo mismo. Ahora, fuera de este mundo". Si vives de esa manera, no tomaste tu tarjeta de identificación que dice "Siervo de Allah", entonces estás en problemas. Estás en problemas en dunya, estás en problemas en la tumba y estás en problemas en el Día del Juicio.

Así es que Allah-swt- nos concede ahora esta vida y Él nos ordena pensar, pensar y hacerla mejor para ustedes mismos.


-Hz Sheykh Abdul Kerim Effendi (qs)

sábado, 3 de octubre de 2015

Debes desear y pedir lo mismo para tu hermano

Sohbet dado por Mawlana Sheykh Nazim al-Hakkani (qs)

Bismillahi Rahmani Rahim

Cuando Allah Todopoderoso creó a Adán, hizo descender una lluvia de dificultades sobre él durante cuarenta años, y una lluvia de éxtasis por un año. Por lo tanto, los hombres encontrarán esa proporción de sufrimiento y gozo a través de sus vidas. ¿Cómo hace nuestro Señor para que las dificultades se manifiesten a través del curso de nuestras vidas? Mediante el contacto con otras personas. Estamos destinados a tener que tratar permanentemente con otros. La mayoría de los cuales están interesados principalmente en lograr sus propios deseos, sin demasiada consideración por la felicidad de nadie más.

Es nuestro destino el haber recibido una naturaleza que requiere del contacto social con otros seres humanos. Incluso si cada persona tuviera una montaña para sí mismo, para permanecer lejos, apartado de las molestias y dificultades provocadas por la vida social, encontraríamos a gente abandonando sus refugios y buscando la compañía de otros en los valles.

¿Por qué la gente, aunque es atraída hacia los demás, generalmente prefiere alejarse de las reuniones humanas? Cada persona tiene su propia voluntad y su idea de cómo deberían hacerse las cosas, y lo más difícil es obtener el acuerdo de otro con esos deseos, e influenciarlo para que las cosas se hagan a nuestra manera. Si ejercen la autoridad sobre un pequeño círculo de personas, por ejemplo, el núcleo familiar, su influencia disminuye inmediatamente cuando pasamos al siguiente círculo de relaciones. Y de igual manera hacia abajo: cuanto más alejada está la gente de su influencia directa, es más difícil hacer valer la propia autoridad o defender la propia posición - y una unión débil en la cadena provocará la ruptura total de esa cadena. Por lo tanto, la habilidad de hacer que otros se ajusten a nuestros deseos es limitada, y esta es la causa de frustración en la gente.

Cuando Adán y Eva estuvieron solos, fueron capaces de acordar que Adán tendría la principal autoridad en los asuntos, y cuando tuvieron hijos, éstos acataron su autoridad. Pero cuando el mundo comenzó a poblarse a través de sus nietos y bisnietos, su autoridad disminuyó y se le rebelaron. Cuando él murió se dio cuenta qué ineficaz que había sido.

Todo lo que en general le ocurre a la humanidad, cada energía que pasa a su través, afecta a nuestras personalidades. Algunas de estas energías construyen en nosotros fuerza interna y rectitud, otras provocan que estas cualidades se desvanezcan. Nuestro desafío es enfrentarlas a todas y fortalecer nuestras personalidades en cualquier caso: debemos ser lo suficientemente fuertes como para afrontar todos los eventos, tanto los buenos como los malos. Buscarán escapar de circunstancias desagradables, pero generalmente, en el proceso de huida, se les presentarán cosas incluso más terribles. Hay un dicho: “Huyó de la lluvia al granizo”. Comprueben la verdad de este dicho en sus propias existencias. Pero, ¿qué podemos hacer? Sólo podemos aprender la paciencia: aumentar en fortaleza espiritual mediante el ser pacientes con el daño producido por los demás. Si reaccionamos ante cada maldad, arderemos de rabia, y no habremos ganado nada. Lo que necesitamos para ser capaces de enfrentar el mal es, primero de todo, una “cabeza fría” no empañada con rabia impulsiva. Esto es lo que todos los Profetas han enseñado a través de todos los tiempos.

La gran causa de sufrimientos en el siglo veinte (y veintiuno) es la impaciencia. Especialmente en Occidente la paciencia se ha convertido en una característica en extinción, y en vez de ser alentada por la sociedad, es despreciada y vista como un atributo de gente estúpida y explotada. A la gente en el mundo libre se le enseña que deben exigir, y que tienen el derecho a exigir todo inmediatamente. Incluso mejor si aparece frente a ellos antes de que pensaran en desearlo - eso es eficiencia. Llamar a eso “Civilización del siglo veinte” es una equivocación, porque la gente civilizada es paciente, y la verdadera civilización trata de inculcar la paciencia considerándola como una virtud.

Como esta cualidad está faltando, cuanto más alto el estándar de vida de la gente, más esperan que todo les esté disponible instantáneamente ante el toque de un botón o el golpe de un látigo, y cuando algo va mal, se enfurecen por el retraso de lo que esperan les sea dado al instante. Es terrible siquiera pensar en la condición en que quedaría la gente si sus sistemas fallaran a gran escala: no tienen la menor idea de cómo proveerse de lo que necesitan para sus vidas. Si los aparatos dejaran de funcionar, morirían - eso es todo.

Incluso peor es que la gente no está satisfecha con tener todo al alcance de sus manos, sino que quieren tener todo para sí mismos, excluyendo a los demás, tener un monopolio de toda la riqueza y el placer. Con estas características, ¿cómo alguien puede ser feliz? La educación moderna y los valores que aparecen en los medios dan la señal: “Salgan y tomen lo que quieran; si lo pueden atrapar, es de ustedes; eso es lo que importa”. Lo que necesitamos comprender es que cada uno tiene su porción, que lo que es de ustedes es de ustedes, y lo que es de él de él es. ¿Cuántas de sus posesiones pueden cargar sobre sus espaldas? Incluso un monedero es molesto; entonces, ¿cómo podrían cargar con la porción de otro? Si pretenden comer la porción de otro enfermarán, y si se ponen la ropa de otro además de la propia será demasiado caluroso. Envidiar las porciones de la gente es completamente estúpido, la mejor forma de destruir su salud y su alma.

Estamos en necesidad de un tipo diferente de educación, una educación que nos enseñe que todo en esta vida ha sido cedido a su dueño a través de la Sabiduría Divina; pero, en cambio, fomentamos malos hábitos, de manera que todo bien que otros disfrutan es una espina en nuestros costados.

Una vez, en el tiempo de Moisés, la paz sea con él, mientras se dirigía al Monte Sinaí para entrar en la privacidad con el Señor Todopoderoso, un hombre pobre se acercó a Moisés y le dijo: “Oh Moisés, soy muy pobre. Por favor, pídele a tu Señor que me dé algo que alivie mi pobreza”. Moisés le prometió que se lo diría a su Señor, luego siguió su camino. Cuando Moisés se dirigió a su Señor, le rogó por el caso de ese hombre como lo había prometido, y en respuesta Allah dijo: “Oh Moisés, dile que cualquier cosa que pida, Yo se la concederé, bajo la condición de que lo que pida también debe pedirlo para su vecino, y Yo se lo otorgaré a ambos. Cualquier cosa que su corazón desee -ganado, riquezas, tierra- Yo se los daré a él y a su vecino, porque Yo soy el Dueño de las Gracias sin fin, Yo soy el Señor, Allah”.

Cuando Moisés descendió del Monte Sinaí, ese hombre estaba esperando ansiosamente escuchar la respuesta del Señor a su súplica. “¿Qué noticias hay, Moisés?” “¡Buenas noticias! El Señor te dará todo lo que desees; la única condición es que tú debes pedir lo mismo también para tu vecino”. Entonces el hombre se puso furioso y dijo: “¡Si Él no me lo va a dar a mí con exclusión de mi vecino, no voy a pedirlo, ni lo voy a aceptar!”

Ahora decimos ser gente civilizada, pero a quién de nosotros se lo escucha decir: “Oh mi Señor, ¡hazla a ella tan bella como a mí! Yo no soy feliz siendo una reina hermosa mientras esa agradable joven es fea”. O a quién se lo escucha decir: “Oh mi Señor, ¡dale a esa persona también un Rolls Royce! Yo estoy avergonzado de manejar el mío a menos que él también tenga uno”. O a qué Primer Ministro se le escucha decir: “Oh Allah, ¡hazlos a todos Primer Ministro!”. No creo que se pueda encontrar a nadie rezando o deseando estos dones para los demás.

Nuestros egos son los que producen este egoísmo salvaje, pero el objetivo del Camino Sufí es transformar esas características salvajes en beneficiosas, como uno puede injertar corteza de un árbol de fruta dulce en el tronco de un árbol salvaje que sólo da frutas ácidas. Luego, cuando el injerto prende, las ramas de ese árbol salvaje dan fruta dulce, aunque sus raíces sigan siendo salvajes. Generalmente la humanidad crece como fue plantada, sin haber tenido cuidado de transformar sus frutas ácidas, y si no se les presta atención, la gente muere en la misma condición. Deben entender que todos los Santos Profetas fueron “jardineros” injertando características divinas en las personalidades silvestres de las personas.

La mayoría de los presentes en esta reunión son Cristianos y Judíos. La misión de Cristo fue impartir atributos divinos a la gente, y lo mismo es para todos los Profetas del Antiguo Testamento, pero ustedes han perdido la visión de ese hecho. Después de Jesús vino el Profeta Muhammad con la misma misión, pero también perdimos la visión de eso. ¿Cuál fue el resultado de todo este olvido? A lo largo de la historia cada grupo quiso considerarse a sí mismo como “poseyendo a Allah excluyendo a los demás”, y nunca les gusta la idea de que Allah también escucha las oraciones del otro grupo, y considera su mérito por su propio criterio. No sólo nuestras características de codicia nos velan de la verdad de nuestro Señor, siendo el Señor de todos, sino que incluso dentro de las religiones han surgido tantas sectas, principalmente para que la gente reclame la absoluta posesión de Allah. El resultado de esto ha sido que los Musulmanes odien a los Cristianos y viceversa; pero nuestros Profetas no fueron enviados para enseñarnos a odiarnos unos a otros; y ahora los Cristianos odian a los Cristianos, y los Musulmanes odian a los Musulmanes, y en general todos se han vuelto en contra incluso de su propio hermano.

Vean, nuestro Señor dijo: “Dile a esa persona que pida para su vecino lo que me pida para sí misma”, ese es el mandato llamado ‘la regla dorada’; pero ahora, al igual que el oro ha sido remplazado primero por la plata y luego por el papel, así la regla dorada hace mucho que está fuera de circulación en nuestros intercambios.


Deben saber que su valor se determina por la magnanimidad de su corazón. Antiguamente las virtudes se reconocían como tales aunque tal vez pocos las conseguían; hoy en día ni tan siquiera son apreciadas. La gente sólo es valorada de acuerdo a su belleza o riqueza, y llegan a evaluar las relaciones en base a la ganancia material. Esto es una vergüenza, y pido a nuestro Señor que nos perdone.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Enseñanzas de Sheykh Tierno Bokar: Pájaros Blancos y Pájaros Negros

En su relación mutua los seres humanos pueden ser comparados con dos muros que se enfrentan. Cada muro posee una multitud de pequeños orificios donde anidan pájaros blancos y pájaros negros. Los pájaros negros son malos pensamientos y malas palabras. Los pájaros blancos son buenos pensamientos y buenas palabras. Debido a su forma, los pájaros blancos solamente pueden entrar en los orificios para pájaros blancos y lo mismo sucede con los pájaros negros, que solamente pueden entrar donde corresponde a los pájaros negros. Ahora imaginemos dos hombres que se creen enemigos de manera recíproca. Vamos a llamarlos Yusuf y Ali.

Un día, Yusuf, persuadido de que Ali le desea el mal, se siente muy enojado con él y le envía un pensamiento muy malo. Al hacer esto Yusuf libera un pájaro negro al mismo tiempo que deja vacío el correspondiente orificio de su muro. Su pájaro negro vuela hacia Ali y busca un orificio vacío que se adapte a su forma y color para anidar en él. Si desde su lado Ali no ha enviado un pájaro negro hacia Yusuf, esto es, si Ali no ha emitido ningún pensamiento malo, ninguno de sus orificios negros estará vacío. Al no encontrar ningún lugar donde asentarse, el pájaro negro de Yusuf se verá obligado a regresar a su nido original, llevando consigo la maldad con la que ha sido cargado, una maldad que terminará erosionando y destruyendo al mismo Yusuf.

Pero imaginemos que Ali también ha emitido un pensamiento malo. Al hacerlo ha liberado un orificio al que podrá entrar el pájaro negro de Yusuf depositando parte de su maldad y cumpliendo allí su misión destructora. En el transcurso el pájaro negro de Ali volará hacia Yusuf y se asentará en el orificio liberado por el pájaro negro de Yusuf. Así es que los dos pájaros negros habrán conseguido su objetivo y habrán trabajado para destruir a los hombres para los que cada uno estaba destinado.

Pero una vez que sus designios sean completados, cada pájaro volverá a su nido de origen ya que se ha dicho: “Todo vuelve a sus fuentes”. Debido a que la maldad con la que cargaban no ha sido agotada, esta maldad se volverá en contra de sus autores y terminará destruyéndolos. El autor de un pensamiento malo, de un deseo malo, o de una palabra ponzoñosa es atacado tanto por el pájaro negro de su enemigo como por su propio pájaro negro cuando más tarde vuelve a él.

Lo mismo sucede con los pájaros blancos. Si emitimos solamente pensamientos buenos hacia nuestro enemigo, así sea que el enemigo solamente nos dirija malos pensamientos, los pájaros negros del enemigo no encontrarán en nosotros ningún lugar donde asentarse y volverán a quien los ha enviado.
Como también para los pensamientos buenos que le hemos enviado, si ellos no encuentran un sitio libre en nuestro enemigo, nos volverán cargados con toda la energía beneficiosa que ellos conllevan.

Por esto, si solamente emitimos buenos pensamientos, ninguna maldad, ninguna palabra ponzoñosa jamás nos llegará. Por eso es que uno siempre debería pedir bendiciones tanto para los amigos como para los enemigos. La bendición no sólo marcha hacia su objetivo para cumplir su misión pacificadora, sino que un día u otro también nos vuelve con todo lo que ha adquirido.

Por lo tanto, siempre deben querer para los demás lo que quieren para ustedes mismos; y si para ustedes mismos quieren lo mejor, deben querer también lo mejor para los demás, ya que toda persona, buena o mala, es depositaria de una parte del aliento de Dios, y así la debemos considerar.


Traducido y adaptado de las enseñanzas de Sheykh Tierno Bokar, sabio sufí tijani de Malí.

sábado, 29 de agosto de 2015

Notas sobre Sufismo: El Maestro (Sheykh)


        La palabra árabe Sheykh significa, en principio, anciano. Es un título respetuoso que se da a los mayores, especialmente  cuando se acepta su autoridad. Por extensión, se da este nombre a todo el que enseña la sabiduría del Islam. El ‘âlim, el experto en ciencias islámicas, cuando las comunica, es el sheykh de sus discípulos. También en el Tasáwwuf se aplica este venerable término al maestro, pero en el arte de los místicos este título tiene connotaciones profundas, hasta llegar al extremo en el que los retrata al-Yîlâni: “Los maestros son aquellos cuyos espíritus -antes de que fuera creado el mundo- ya nadaban en el océano de la generosidad. Cuando los ángeles opusieron objeciones a que el ser humano fuera elegido por Allah como rey de la creación, los maestros se reían de ellos a escondidas. Los maestros ven el invierno en el calor del verano, vislumbran la sombra en medio del rayo de la luz solar, y han embriagado al cielo con el licor que hay en sus copas. Es su liberalidad la que permite al sol parecer de oro”.

         En el sufismo (Tasáwwuf), Sheykh es el que, tras haber realizado el viaje hasta Allah ha sido autorizado por su maestro para guiar a otros discípulos. Los shuyûkh (plural de sheykh), conocedores de la Senda, son los herederos de la sutileza del Profeta (s.a.s.) y hábiles en la ciencia del corazón y de la sinceridad. El aspirante (murîd) debe buscar la compañía (suhba) de un maestro cualificado.

         Definición de Sheykh

         El sheykh es un guía (múrshid) espiritual, alguien que ha recorrido el Camino de la Verdad (Tarîq al-Haqq), ha aniquilado su ego en la Unidad de su Creador, y conoce los peligros que acechan al murîd, los terrores que obstaculizan su andadura y los límites que no pueden ser trasgredidos; es alguien que, cumpliendo esas condiciones, se hace cargo de la educación (tarbía) de los aspirantes y les señala las exigencias de la peregrinación (sulûk) y la forma de llegar a las proximidades del Creador (el qurb). El sheykh tiene que haber seguido el Camino bajo la dirección de otro sheykh anterior, y la cadena (sílsila) debe remontar hasta el Profeta (s.a.s.). En su caminar hacia Allah, el maestro ha debido saborear las esencias (haqâiq) y haber adoptado las formas de conducirse (los Ajlâq) del Profeta (s.a.s.). En resumen, como decía al-Qâshâni, el sheykh es una persona perfecta en el conocimiento de la Ley, el Camino y la Esencia, habiendo alcanzado las profundidades de esas ciencias, y conozca las enfermedades del ego y los remedios para esos males y pueda sanar los corazones, guiándolos si están preparados y están destinados a alcanzar la Meta.

         El maestro es imprescindible. Cuando alguien se hace aspirante (murîd), es decir, cuando en esa persona despierta la Irâda (literalmente, Voluntad, pero entre los sufíes es el deseo de abandonar la rutina y las costumbres), y prefiere guiarse por sí mismo y atenerse a su propia opinión, se equivoca. Se suele decir, que Shaitân es el maestro de quien no tiene sheykh. Y es necesario el maestro por lo que dijo el Profeta (s.a.s.): “En todo arte buscad la ayuda y el consejo del más hábil”, y el sheykh es el mejor en el arte de los sufíes. Es cierto que Allah mismo se ha hecho cargo de algunos buscadores, tal como hizo con Abraham o con Muhammad (s.a.s.) entre los profetas, y con Uwáis al-Qárani entre los awliyâ, pero son casos excepcionales. La regla es que exista el maestro y el discípulo, y esto forma parte de la Sunna de Allah con la que gobierna la existencia.

         Quien busque conocer las ciencias formales del Islam debe acudir a un ‘âlim, o a varios. Ellos te comunicarán los datos que desees saber sobre la Sharî‘a. Pero para adentrarse por la Tarîqa, es necesario un sólo sheykh. No es conveniente tener más de un maestro sufí a la vez. Ejemplo de ello fue el Imâm al-Yîlâni, que recogió sus saberes formales de una gran cantidad de ‘ulamâ, pero cuando se inició en el sufismo sólo acompañó a su sheykh ad-Dabbâs, y más tarde a al-Májrami.

         Cualidades del Sheykh

         La primera de las condiciones que debe cumplir un maestro que se ofrezca a guiar discípulos es tener un gran conocimiento de la Sharî‘a y del Tasáwwuf, de modo que él sea una síntesis de la Ley y la Esencia. El Imâm al-Yunáid dijo: “Nuestra ciencia tiene como elementos correctores el Corán y la Sunna. Quien no conozca el Hadiz y lo escriba, no haya memorizado el Corán, no sea experto en Fiqh y en la Técnica de los sufíes, no es digno de ser seguido”.

         Al-Yîlâni dijo: “No le es lícito a nadie sentarse sobre la alfombra del rango de la maestría y ceñirse la espada de la atención a los discípulos a menos que cumpla con diez virtudes. Dos son de Allah: que sea discreto y tolerante. Dos son del Profeta: que sea afectuoso y buen acompañante. Dos son de Abû Bakr: que sea sincero y generoso. Dos son de ‘Omar: que sepa ordenar y prohibir. Dos son de ‘Ozmân: que dé de comer al hambriento y pase las noches en recogimiento mientras las gentes duermen. Y dos son de ‘Ali: que sea sabio y valeroso”.

         El mismo Maestro al-Yîlâni lo dijo en versos: “El Sheykh verdadero cumple con cinco utilidades, o de lo contrario es un impostor que conduce a la ignorancia. / Es conocedor de las normas exteriores de la Ley y a la vez indaga en las raíces de la Esencia. / Al que llega para beber de él, le muestra buena cara, y es hospitalario, y se somete al pobre en palabra y acto. / Ése es el maestro merecedor de enaltecimiento cuyo valor es inmenso, diferenciador de lo ilícito de lo lícito. / Pule a los seguidores del Camino estando ya pulido su corazón, siendo a la vez de una generosidad absoluta”.

         Algunos se precipitan y se presentan como maestros cuando no lo son, y son causa de las censuras que a lo largo de los siglos se han dirigido contra el sufismo. Al-Yîlâni les decía: “¿Quién es ese que se está atreviendo a jugar con serpientes  (refiriéndose a las almas de los aspirantes) cuando él aún no ha tomado el antídoto? ¿Cómo puede pretender que conduce hasta las Presencia del Rey, si no es chambelán? Tú, que dices ser un maestro, y compites con los sinceros, buscas satisfacciones como los niños y no eres más que un niño. Eres un descuidado que no se da cuenta de que la Verdad ha presentado una querella contra ti. Pronto tu alegría se va a convertir en miedo...”. Y después, el Imâm daba estos consejos al aspirante: “Busca a quien te ayude a derrotar a tu ego, no a quien lo fortalezca contra ti. Si acompañas a un maestro ignorante e hipócrita, que se ha sometido a su naturaleza y a su propia frivolidad, ése ayuda a tu demonio. A los maestros no se les acompaña para pasar un rato en este mundo, sino para conquistar al-Âjira. Si un maestro está sometido a su naturaleza, es acompañado para disfrutar del mundo; pero si es poseedor de un corazón es acompañado para entrar en el Universo de Allah; y si es depositario de un Secreto, entonces se le acompaña por Allah”.

         El lazo entre el sheykh y el murîd

         En el Islam, existe un estrecho vínculo (râbita) que une al maestro (sheykh) y al discípulo (murîd). Ese lazo es la compañía (suhba), con la que se emula la relación que había entre Sidnâ Muhammad (s.a.s.) y sus Compañeros (los Sahâba). El maestro y el aspirante se reúnen en torno al anhelo por alcanzar a Allah, no en pos de un bien efímero, o alrededor de una doctrina alambicada, y la radicalidad de ese propósito es la causa de condiciones férreas. Es una compañía cuya primera condición son la sinceridad (sidq) y el desinterés (ijlâs), teniendo como norte el conocimiento y la cercanía a Allah sobre la base de la cortesía.

         Esa relación tiene tres pilares: las funciones del sheykh, la actitud del discípulo para con su sheykh y la vinculación entre los discípulos del sheykh.

         A) Las funciones del Sheykh

         Un sheykh acepta a un discípulo sólo por amor a Allah (lillâh), y nunca por amor a sí mismo. Cuando un maestro no tiene más propósito que servir de utilidad a sus discípulos, estos aprovechan sus enseñanzas. Si se trata de un farsante que busca prestigio o riquezas, entonces sus palabras son cáscara y no llegan a trasformar corazones.

         El maestro comienza con su discípulo dándole buenos consejos, sencillos y con suavidad. No le impone nada por encima de sus fuerzas. Emplea el rifq, que es la amabilidad, porque la amabilidad permite la confianza y la intimidad. Cuando se apercibe en esa intimidad que el discípulo tiene aptitudes y aspiración poderosa, le ordena cargar con tareas más penosas. Le obliga a dejar de depender de su naturaleza, le retira las licencias del Islam y le impone el ‘açm, la resolución y la decisión firme. Si no es así, si el discípulo es de carácter débil, va más despacio en las exigencias; y si en él no hay aptitudes ni tan siquiera para eso, no lo priva de su bendición.

         El sheykh debe estar vigilante e indagar en el corazón de su discípulo, estando alerta contra las señales de las enfermedades del ánimo. Para ello debe ser experto en la conducción de los corazones. Si el aspirante está demasiado atado al mundo, lo libera exigiéndole anonimato; si está demasiado satisfecho de sí mismo, lo reduce con hambre y haciéndole velar por las noches; si tiene en demasiada consideración la opinión de la gente, lo priva de compañía y lo sumerge en la soledad, el retiro y el silencio; si es de carácter rudo, se lo suaviza obligándole al estudio y a la cortesía...

         Cuando el maestro ve que su discípulo mejora y supera las trabas secretas de su ego, es sincero en su combate y tiene firme voluntad de alzarse por encima de todas las cosas, entonces ya no le perdona nada, se vuelve intolerante y le exige los ejercicios más desafiantes para acceder a los rangos espirituales elevados (maqâmât). Se considera que el sheykh que no es severo en ese grado está traicionando a su discípulo.

         El sheykh debe también cuidar de su discípulo interiormente. Un maestro verdadero es un ser especial, tal como hemos visto a la cabeza de este apartado, y vela por su discípulo a un nivel que éste todavía desconoce, pues el corazón del maestro habita en un mundo sobrenatural y secreto para la inmensa mayoría de los hombres. El Sheykh al-Yîlâni dijo: “Yo guardo a mi discípulo. Si le ocurre un mal estando en occidente mientras estoy en oriente, lo protejo. Si mi discípulo no es excelente, yo sí soy excelente”.

         B) La conducta del discípulo

         En primer lugar, el aspirante que se dirija a un maestro con la intención de que pula su corazón, corrija su universo interior y lo asome a Allah, debe tener la certeza de que la persona en cuyas manos va a ponerse es la más idónea y presentarse ante ella con esa seguridad. Para ese discípulo no puede haber nadie mejor como guía que el maestro que ha elegido. A esto se le denomina sinceridad (sidq). Sin sinceridad, el discípulo no aprovecha lo que su sheykh puede darle.

         Esto no quiere decir que deba creer que su maestro es infalible (ma‘sûm), pero sí que el bien que puede sacar de él sólo puede ser fruto de una buena manera de acompañarlo, basado en una exquisita y sincera cortesía basada en la seguridad que hemos mencionado.

         El discípulo debe obediencia (tâ‘a) a su maestro, cumpliendo externamente lo que le pida, sin resistencias ni reparos de ningún tipo y no oponiéndose a ello en su corazón. Si se trata de algo que no entiende, debe relegar su opinión. Al-Yîlâni decía: “Contrariar a los shuyûkh es un veneno mortal”. Ibn ‘Arabi decía que si un maestro te ordena entrar por el ojo de una aguja, debes intentarlo pensando que es posible.

         Es muy importante la cortesía (ádab) en la presencia del maestro. El discípulo no debe hablar ante él innecesariamente, ni interrumpir sus palabras para expresar su propia opinión, y aunque crea que se equivoca o se confunde, guardará silencio. Un sufí dijo: “Quien diga ‘no’ a su maestro, no triunfa”. Al-Yîlâni decía a su discípulo cuando lo aceptaba: “Cuando te presentes ante mí, pliega tu ciencia y deja de verte, y entra sin nada. Si vienes a mí con tu ciencia y contigo mismo, no verás nada de lo que te indique”.

         Es imprescindible que el discípulo no oculte nada de sí a su maestro, aunque se trate de algo vergonzoso, dando así la oportunidad al maestro para que le hable, le guíe o invoque en su favor, pues tal vez su bendición lo trasforme.

         El aspirante no debe dudar acerca de su maestro ni acusarlo de nada. Si cree que su maestro ha cometido un error o algo censurable, que piense que es él el que se equivoca debido a su propia ignorancia y falta de entendimiento. Si no puede abandonar la sospecha, que deje al maestro, tal como dijo al-Yîlâni: “Si acusas de algo a tu maestro, no lo acompañes; el enfermo, si duda del médico, no se cura”.

         El discípulo siempre debe estar dispuesto a servir a su maestro y atento a cumplir sus deseos, apresurándose a satisfacerlos incluso antes de que los formule. A esto se le llama jidma, servicio. El discípulo no debe excusarse ni anteponer sus necesidades, pues para un verdadero aspirante no existe más que su sheykh.

         El discípulo acompaña a un sheykh por amor a Allah (lillâh). El maestro es un medio y por ello el murîd cumple las condiciones, vaciando su corazón de todo lo que no le exige ese momento suyo. Cuando sigue a un maestro, la condición es la plena dedicación a él, hasta que llegue la separación. Someterse a un sheykh representa ‘abandonar del mundo’, centrándose el discípulo en él para olvidar el duniâ (el mundo efímero de las apariencias y las ilusiones), preparándose el aspirante para un vacío aún mayor en el que sólo tendrá a su Señor. Esto es lo que significa Irâda (la Voluntad, que es progresivo desapego de lo mundanal para afrontar la Realidad del Uno-Único) de la que deriva la palabra murîd.

         Por último, en su relación con el maestro, el discípulo tiene que armarse de una sólida paciencia (sabr) que le ayude a soportar la aspereza (jushûna) del maestro. La aspereza es con lo que el sheykh suaviza el carácter del discípulo y mata sus quimeras. Al-Yîlâni decía: “No huyáis de la aspereza de mis palabras. A mí me ha hecho crecer la aspereza”.

         C) La cortesía entre hermanos

         Al igual que hay cortesías (adab) que rigen la relación del discípulo y el maestro, las hay que deben practicarse entre los aspirantes (llamados ijwân, hermanos, cuando son discípulos de un mismo sheykh). Se considera que la atención a dichas cortesías y la insistencia en su observancia acaba por trasladarlas a la relación con todas las criaturas. Una Hermandad sufí en torno a  un maestro es un mundo en pequeño en el que el aspirante se educa para afrontar las esencias, siendo relanzado, por un lado, hacia el Creador, y, por otro, hacia la creación. Se ha dicho: “El Tasáwwuf, todo él, es adab”.

         Un primer grupo de cortesías es al que se denomina futuwwa (literalmente, significa jovialidad, entusiasmo). La futuwwa es el total de las virtudes que propician los sentimientos de hermandad y complicidad, a cuya cabeza están la solidaridad, el desprendimiento, el olvido de las afrentas, el servicio, el socorro mutuo, la indulgencia, etc.

         Los maestros siempre han enseñando que entre ‘hermanos’ debe haber humildad y tolerancia, renuncia a los conflictos, cesión de derechos y ausencia de polémicas.

         El discípulo debe ser ciego ante los defectos de sus hermanos, dejando su corrección al maestro, y se priva de hacer lo que les resulte detestable.

         Entre aspirantes hay amor y atención. Si alguno nota desdén en otro, lo soporta, se vuelve hacia sí y espera a que desaparezca el desdén.

         Entre hermanos hay renuncia a los propios derechos y no se hacen exigencias; es más, cada uno considera a los demás con derechos sobre sí y por ninguna ofensa desatiende sus obligaciones de hermandad.

         La futuwwa fue el germen de grupos solidarios que jugaron un papel destacadísimo en la historia del Islam. En torno a las Hermandades en las que los lazos entre sus miembros eran sólidos se crearon vínculos que integraron a sociedades y tribus enteras. La solidaridad predicada por el sufismo permitía la cohesión entre los musulmanes, de un alcance extraordinario que se proyectó sobre el devenir del Islam.

         Los maestros sufíes, a la vez que enseñaban las claves de la fraternidad, daban consejos a sus discípulos sobre las relaciones que debían mantener de distanciamiento de los ricos y poderosos y proximidad a los pobres y necesitados.

         Final de la función del maestro

         Al-Yîlâni dijo: “Al cabo de dos años, el destete”. Si la compañía (suhba) de un maestro se realiza cumpliendo estrictamente sus condiciones, llega el momento en que el discípulo puede independizarse para continuar sólo adentrándose en la proximidad (qurb) a la que su maestro lo ha asomado.

Ese momento tiene señales, como la desaparición de sus pasiones, el olvido total del mundo, un anhelo vehemente por llegar hasta Allah... En las profundidades de ese aspirante puede haber un secreto (sirr) al que no tenga acceso el maestro, o, a la inversa, el maestro tenga un ‘secreto’ que el discípulo no pueda descifrar... En estos casos, el aspirante se ha independizado de la necesidad de un maestro y todo su corazón pende ya de Allah en exclusiva, y, alcanzado esto, ¡cómo podría estar en contacto con un sheykh! Ha llegado el momento en que deba seguir su propio camino, en conformidad con lo que dicen los sufíes: “Los caminos hacia Allah son en el número de los alientos de todos los seres humanos”. Y Allah dice en el Corán: “Guiaré por mis Caminos a quienes luchan por Mí”.


Por respeto, esperará a que su maestro le indique que lo abandone (incluso puede llegar a prohibirle que vuelva a verlo), y a partir de entonces se sumirá en su propio mundo siguiendo el Camino que le dicta su Señor. Al-Yîlâni decía: “Allah bendiga al maestro, y al discípulo sincero que prescinde de su maestro porque ya no le basta más que Allah”.

jueves, 27 de agosto de 2015

Las Enseñanzas de Sayidina Ibrahim (as)

Haciendo un alto en su trayecto hacia la Tierra bendita, Sayidina Ibrahim (as) dijo a su gente:

La Sabiduría nos enseña que la peor enfermedad del corazón es el hacer dioses de las cosas creadas, la idolatría hacia lo que nos genera apegos y nos confiere una ilusoria sensación de seguridad: el oro, la plata, el renombre, las posesiones, los hijos, los títulos... Sin embargo, el causante de la idolatría más nociva se encuentra en nuestro interior: el ego. El ego es quien proyecta sus deseos, temores, afecciones y obsesiones a las cosas creadas, construyendo una apariencia de realidad que carece de solidez. El ego se identifica con esta falsa percepción de sí mismo proyectada en las cosas y se aferra a esta idea desvinculando al hombre de su originalidad. La egolatría, es decir, la experiencia de vida desde el ego y por el ego, con sus afanes y desavenencias, es la forma más compleja y sutil de idolatría, la de más difícil detección y tratamiento. ¿Quién no considera positivamente real su proyección interior del mundo circundante? Sin embargo esa proyección, para que sea auténticamente real, debe estar medida por los valores universales y absolutos de la Divina Sabiduría revelada a través de la cosmovisión profética. De ninguna manera esto supone una imposición de criterios ajenos al hombre, todo lo contrario: todo ser humano atesora en su naturaleza primordial, como base de un compuesto esencial, los sentidos inherentes a aquella Sabiduría como reflejos inmanentes de los modelos universales. Al ser un resultado de la Sabiduría Divina, el ser del hombre guarda en sí mismos los significados necesarios para obrar de acuerdo a ella. El ego y su ilusión de realidad, entonces, no son más que meros obstáculos a ser superados. Sin embargo, se requiere de un proceso de autoconocimiento dentro del marco de la enseñanza revelada que motive el develamiento de los significados interiores y ponga en evidencia los engaños del ego. Todo ser humano está capacitado, por propia naturaleza, para obrar de acuerdo a los mandatos de la Sabiduría; tan sólo son los egos desbocados y mal alimentados quienes imponen una percepción parcial y arbitraria de la realidad, causando todo dolor y miseria. El ego es la puesta a prueba del hombre. Sabio quien la supera, superándose a sí mismo.

Dios es el Creador Todopoderoso, el Realmente Existente, Sabio, Origen de todo beneficio o daño, Quien provee y Quien quita, Quien da la vida y envía la muerte. Estos son atributos exclusivamente suyos. Por lo tanto, si creemos que un ser humano, los astros, o lo que sea, tiene uno de esos atributos, y por ello entregarles nuestro servicio, los estamos convirtiendo en ídolos, como cuando nos suponemos autosuficientes y confiamos ciegamente en nuestros débiles recursos para lograr lo que sólo Dios puede, haciéndonos así ídolos de nosotros mismos, de lo que consumimos, de lo que nos da un placer momentáneo, difuso, evanescente.


Limpiemos entonces nuestro corazón de los ídolos que ha levantado la debilidad del ego, y  hagamos de él el templo donde la presencia de nuestro Señor brille en todo Su esplendor.

domingo, 23 de agosto de 2015

Jesús, sanador de corazones

Extraído del Masnavi (III, 2) de Mawlana Jalaluddin Rumi.


La casa de Jesús era el banquete de los hombres del corazón,
¡Eh, ser afligido, no abandones esta puerta!
La gente se amontona por todos lados,
muchos ciegos y cojos, y paralíticos y dolientes,
en la puerta de Jesús al alba,
que con su aliento puede curar sus dolencias.

Apenas hubo terminado sus oraciones,
ese santo aparecería a la hora tercera;
él vio ese gentío impotente en grupos,
sentados a su puerta con confianza y esperanza;
les habló, diciendo: "¡Oh afligidos!
Los deseos de todos ustedes han sido concedidos por Dios;
levántense, caminen sin pena ni aflicción,
¡conozcan la misericordia y beneficencia de Dios!

Entonces todos, como camellos cuyos pies están encadenados,
cuando les liberas sus pies en el camino,
corren presurosos con alegría y placer hasta el lugar del alto.
Y así a su orden se pusieron de pie y corrieron.

¿De cuántas aflicciones causadas por ti a ti mismo
has escapado por medio de estos principios de la fe?
¡Cuánto tiempo esta invalidez tuya fue un corcel!
¡Qué pocas veces tu alma estuvo vacía de pena y desgracia!
Oh rezagado y descuidado, ata una cuerda a tus pies,
no sea que pierdas a tu propio ser.

Pero tu ingratitud y desagradecimiento
olvidan la miel que has sorbido.
Este camino fue inevitablemente cerrado para ti
cuando heriste los corazones de los hombres del corazón.

¡Rápido! ¡Abrázales y pídeles perdón!
Como las nubes, derrama lágrimas de lamentación,
para que su jardín de rosas pueda florecer para ti,
y sus frutas maduras se abran por sí solas.

Agrúpense alrededor de esa puerta, no sean más viles que un perro,
si quieren rivalizar con el perro de los Siete Durmientes.

martes, 18 de agosto de 2015

Virtudes del Musulmán

Un día se acerco un beduino al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) y le dijo:

-¡Oh, mensajero de Allah! He venido para hacerte algunos planteos acerca de los asuntos de esta vida y la del más allá.

- Plantea lo que desees.

-Me gustaría ser el más sabio entre los hombres.

- Teme a Dios y serás el más sabio entre los hombres.

-Deseo ser el hombre más rico del mundo.

- Siéntete satisfecho con lo que tienes y serás el hombre más rico del mundo.

-Me gustaría ser el más justo entre los hombres.

- Desea para los demás lo que deseas para ti mismo y serás el más justo entre los hombres.

-Quiero ser el mejor de los hombres.

-Haz el bien a los demás y serás el mejor de los hombres.

-Deseo ser el más favorecido por Dios

-Ocúpate en alabar mucho a Dios y serás el más favorecido.

-Me gustaría completar mi fe.

- Si tienes buenas maneras, completarás tu fe.

-Deseo estar entre los que hacen el bien

-Adora a Dios como si lo vieras, pues aunque tú no lo ves, Él te ve. De esa manera estarás entre los que hacen el bien.

-Deseo ser obediente a Dios.

-Si sigues los mandatos de Dios, Le serás obediente.

-Me gustaría estar libre de todas las faltas.

-Purifícate de las impurezas y estarás libre de todas las faltas.

-Me gustaría ser elevado a la luz en el día del Juicio Final.

-No seas injusto contigo o con otras criaturas y serás elevado a la luz en el Día del Juicio.

-Quisiera que Dios derrame Su misericordia en mí.

-Si tienes misericordia contigo y los demás, Dios te concederá Su misericordia en el Día del Juicio.

-Desearía que mis faltas sean muy pocas

-Si buscas el perdón de Dios lo más que puedas, tus faltas serán muy pocas.

-Me gustaría ser el hombre más honorable de todos.

-Si no te quejas a tu prójimo entonces serás el hombre más honorable de todos.

-Desearía ser el más fuerte entre los hombres

-Si depositas tu confianza en Dios, eres el más fuerte entre los hombres.

-Me gustaría acrecentar mis bienes

-Si te mantienes puro, Dios acrecentará tus bienes.

-Me gustaría ser amado por Dios y Su mensajero.

-Si amas lo que Dios y Su mensajero aman, estarás entre los amados por ellos.

-Deseo estar a salvo de la ira de Dios en el Día del Juicio.

-Si no te enfadas con ninguno de tus prójimos, estarás a salvo de la ira de Dios en el Día del Juicio.

-¿Qué me salvará de mis faltas?

-Las lágrimas, la humildad y la enfermedad.

-¿Cuáles son los mejores actos ante los ojos de Dios?

-Las buenas maneras, la modestia y la paciencia.

-¿Cuáles son los peores males ante los ojos de Dios?

-El mal humor y la avaricia.

-¿Qué mitiga la ira de Dios en esta vida y en la vida del más allá?

-La caridad discreta y la benevolencia con la familia.

-¿Qué extingue el fuego del infierno el día del juicio?

-La paciencia en la adversidad y en el infortunio.


Dijo el beduino: Yo nunca había escuchado un dicho más completo acerca de las bellezas de la religión y más beneficioso que este hadiz. Éste resume todas las cosas buenas del Islam.