martes, 29 de julio de 2014

El repudio del esclavo

Ante las últimas noticias, tremendas noticias, que ponen en evidencia la acción desmedida del ejército israelí sobre los civiles palestinos, acción lógicamente ordenada por quienes detentan el poder del apócrifo estado de Israel, y ante el repudio de numerosos gobiernos y medios de comunicación mundiales, se nos impone una breve reflexión.

Bien cierta es la atrocidad con que el estado de Israel viene ejecutando sus planes desde hace ya casi 70 años en el corazón del Medio Oriente, avalado por las principales potencias occidentales, es decir, Inglaterra y Francia en un primer momento, y Estados Unidos en la actualidad. Sin embargo, no deja de ser menos atroz la ignorancia superlativa de quienes se llaman al repudio de la violencia injustificada de Israel, siendo así mismo los principales consumidores de los productos que ese mismo Israel financia y promueve sirviéndose del inmenso monstruo que en los tiempos contemporáneos se ha dado en llamar "globalización". Claro está que no toda persona de origen israelí puede ser vinculada con la atrocidad que promueve su estado, pero sí son partícipes conscientes o inconscientes en el movimiento socio cultural cuya articulación a nivel mundial supone la más burda ignorancia a la que se puede someter a las masas espiritualmente desarraigadas. Claro está también, que son tal vez más numerosas las personas de origen no-israelí que son partícipes activos de ese movimiento, pero reconocemos en el origen una clara procedencia de corte judío, que es lo que debe ser erradicado absolutamente de nuestras vidas para consumar un repudio genuino al accionar israelí. Sin embargo, nos hemos -o nos han hecho tan dependientes de los elementos socioculturales de ese movimiento global, que definitivamente desconocemos el alcance que tienen en nuestras vidas, la influencia directa que ejercen sobre nuestra concepción de la realidad, de nuestra vivencia diaria, que hasta se nos han convertido en una lógica necesidad. Somos esclavos voluntarios de la manufactura israelí, en gran parte promovida y difundida por el gran motor de los Estados Unidos. Pasmoso resulta ver a quienes despotrican contra el imperialismo estadounidense ajustar sus discursos a una ideología impuesta desde fuentes israelíes: la izquierda populista de nuestros líderes latinoamericanos no es más que un vástago deforme de esa atrofia generada por el marxismo, filosofía desarrollada e impulsada por agentes israelíes. Tenemos problemas mentales que no nos dejan conciliar el sueño: muy bien, acudamos al psicoanálisis, cuyas bases fueron establecidas por un monstruo de origen israelí conocido como Freud, o a la psiquiatría, cuyos fármacos son sustentados por empresas del norte americano financiadas por corporaciones israelíes. Demos a nuestros niños un espacio a la recreación, permitámosles consumir las barbaridades del imperio Disney, cuyas realizaciones incluyen una serie adolescente desarrollada en Tel Aviv, incrustando una cultura falsa en el corazón y la mente de los pequeños. Pero es simpático y agradable. Consumamos la deliciosa Coca Cola o los solubles de Nestlé, tal vez seamos más felices, colaborando al enriquecimiento de ese estado falso y atroz que repudiamos. O, por qué no, vinculémonos mediante el Facebook, o Yahoo, recurramos a Google, o a Youtube, que ellos nos facilitarán nuestra vida moderna. O en nuestros momentos de ocio empapémonos con los films y las series que del norte nos circundan, embriaguémonos con sus drogas mentales, sucumbamos a su música de artistas maniacodepresivos, promotores del pornoarte y la pura subversión. Ni qué hablar de los medios de comunicación y de nuestro híbrido sistema educativo, y de tantas cosas más que están allí, dándonos de mamar. Está bien. No somos más que un manojo de autómatas que nos creemos libres: somos los peores esclavos, ya que consentimos con la esclavitud y nos agrada, nos da placer y nos llena el alma. Y después, sí, deploremos lo que Israel hace en Palestina o lo que los norteamericanos han hecho con su hoy aparentemente pasivo colonialismo. Si somos sus vástagos: cuando el niño se enfada con su padre, el padre no puede más que tomar con gracia el enojo del infante; después lo regañará con algún cachetazo para hacerlo callar definitivamente, o le dará algún dulce para apaciguarlo y seguir educándolo en su insana visión del mundo.

Si queremos sinceramente ser partícipes de un repudio consecuente hacia las acciones del estado de Israel, antes deberíamos tomar conciencia, reflexionar en cómo vivimos y actuar en consecuencia. De otro modo nos es preciso callar.

Raíces y Sabiduría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario