sábado, 13 de mayo de 2017

Imám Shamil: el héroe del Cáucaso Norte


El Imám Shamil apareció de forma repentina en la historia, aunque llegó a convertirse, para toda la región del Cáucaso, en ejemplo de la lucha heroica para detener el avance del Imperio ruso en el Cáucaso en el siglo XIX. Shamil nació en el seno de una familia humilde (no aristócrata) de Daguestán, en la aldea montañosa de Guirma, se supone que hacia 1797. Su nacimiento coincidió con el apogeo de la política rusa de someter, de una vez y por todas, el Cáucaso Norte.

Se hizo muy popular no sólo por su lucha heroica (pues luchas de este tipo ha habido muchas, aunque no todas sean conocidas), sino por haber conseguido unir a los pueblos del Cáucaso Norte para hacer frente a la política rusa de colonizar a los habitantes de las montañas. Esta fue su histórica misión. Inició su lucha en Daguestán y comprendió rápidamente que, por separado, los chechenos y los daguestanos no podrían plantar cara con éxito al ejército ruso. La derrota en la montaña daguestana de Ajulgo en 1839, propició la unión de los chechenos y daguestanos contra el ejército del emperador ruso. Según el mismo Imám Shamil, su modelo en la vida era el Sheykh checheno Mansur (fallecido en una cárcel rusa en 1794, después de ser capturado durante el asedio de la fortaleza de Anapa), quien fue durante cierto tiempo líder de los montañeses del Cáucaso Norte entre las décadas de 1770 y 1780. El ejemplo del Sheykh Mansur llevó al Imám Shamil a crear un estado capaz de resistir los embates del ejército imperial ruso durante veinte años (de 1840 hasta 1859). Shamil heredó el título de imán después de la muerte de Gamzat-Bek el mes de septiembre de 1834, convirtiéndose en el tercer imán del Daguestán (el primero fue Gazi-Magomed, muerto en combate en 1832). Así pues, seis años después, Shamil era Imám de Chechenia y Daguestán unidas (marzo de 1840).

Shamil fundó un estado clásico, con todos los atributos que le son propios: tesoro público, hacienda pública, poder judicial, poder ejecutivo, órgano consultivo del Imám, policía, policía secreta, ejército y una división territorial en circunscripciones territoriales, regiones, etc. Se trataba de un estado (un imamato, es decir, liderado por un Imám) teocrático, tanto en su forma como en su fondo. El líder del estado era el Imám, el único dirigente, pues en las circunstancias de su creación (durante la guerra con Rusia) no se habría podido hacer de otra manera.

El Imám Shamil no era uno de aquellos típicos dictadores orientales. Su gobierno priorizó la ley fundada en el derecho islámico, la sharia, que aplicaba tanto a sí mismo como a los miembros de su familia. Un ejemplo que dejó estupefacto a todo el mundo fue el castigo que infligió a su madre, a quien quería mucho. El Imám Shamil advirtió de que aquellos que le pidieran abandonar la lucha serían castigados. Una delegación chechena pensó que el imán no sería severo con su madre y pidieron a esta última que intercediese por ellos. El Imám Shamil castigó a su madre a recibir 100 latigazos en público en la plaza de Vedenó, y sólo cuando su madre perdió el sentido al sexto golpe, él ocupó su lugar para recibir los restantes 94 golpes. Después puso un sable desenvainado al lado del que ejecutaba el castigo y ordenó que fuese ejecutado en caso de que el imán considerase que no había golpeado con todas sus fuerzas. Otro ejemplo es cuando lo arrestaron: toda su riqueza se reducía a lo que llevaba encima, no poseía casas, ni tierras, ni oro; nada excepto lo que llevaba puesto. Sin embargo, también entendió que no podía ser tan estricto en el cumplimiento de las leyes islámicas y por ello permitió una serie de excepciones a los chechenos, como, por ejemplo, no consiguió prohibir a los chechenos bailar y cantar sus canciones. Consideraba que podía –y debía– tener en cuenta las características propias de cada pueblo.

Fue un capitán brillante que salió vencedor en toda una serie de batallas contra algunos de los generales más famosos del Imperio ruso de aquel período: 1842, campaña de Ichkeria (general P. Grabbe); 1845, campaña de Darguin (general M. Vorontzov), etc.

Llevó a cabo también una política exterior activa, aunque también comprendió que ninguna de las potencias mundiales del momento (ni occidentales ni orientales) tenía el menor interés por el Cáucaso. Durante la guerra de Crimea (1853-1856) no se alió con la coalición antirrusa. Mantenía correspondencia con el artífice de la lucha anticolonialista, el argelino Abdul Kadir, ya que pensaba que tenían mucho en común. Mantuvo una relación ambigua con el sultán turco. Podemos pensar que son de Shamil las palabras «no me importaría ejecutar en primer lugar al sultán turco». Desconfiando de la ayuda exterior, y debilitado tras 30 años de resistencia contra el Imperio ruso, tuvo que rendirse el 25 de agosto de 1859 durante el asedio al pueblo de Gunib, en Daguestán. Se convirtió en el prisionero más preciado del emperador, que lo desterró de por vida a la provincia rusa de Kaluga, desde donde en 1869 pidió que le dejasen peregrinar a la Meca donde estaba destinado a morir en 1871.

Sus contemporáneos en Occidente admiraban su lucha. Escribieron sobre él, representaron obras de teatro en París mientras aún vivía. Era considerado un Robin Hood que había luchado contra un imperio que, a principios del siglo XIX, había conquistado la mitad de Europa y se había erigido como el «policía» de Europa durante un decenio entero. Pero el Imám Shamil no era un romántico; esta imagen que tenían de él sus contemporáneos europeos quedaba lejos de la realidad. Fue sólo un patriota y un luchador que se opuso a la colonización de los pueblos de las montañas del Cáucaso. Y esta era una imagen muy incómoda para Rusia.

A pesar de haberse rendido, siguió siendo un ejemplo de combatiente heroico para todos los pueblos de las montañas del Cáucaso Norte. Muchos niños que nacen en el Cáucaso llevan su nombre y en Daguestán han puesto también su nombre a calles, plazas y han erigido monumentos en su honor.

El fondo circasiano en Turquía lleva su nombre. Este fondo fue creado por los descendientes de los pueblos caucasianos de las montañas que se vieron forzados a huir al Imperio turco después de la victoria de los rusos en el Cáucaso Norte. Y no es una casualidad que los montañeses caucasianos, vivan donde vivan en el mundo, relacionen su nombre con la historia bélica de sus antepasados. En su honor se escriben libros, poemas y versos. Durante la época soviética, la actitud hacia su persona y su legado político experimentó muchos cambios: de ser considerado un héroe en la lucha contra la colonización rusa, a ser acusado de ser un agente de los países occidentales o un protegido de Turquía, e, incluso, se propuso borrar su nombre del episodio de la historia que explica la entrada de los rusos en el Cáucaso. Alrededor de su nombre se libra una lucha de poder en la que todos los bandos procuran utilizar el nombre de Shamil a su favor.

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