lunes, 29 de abril de 2013

Conociendo nuestra Historia. Parte II: La Renuncia al Sufismo.

Bismillahi Rahmani Rahim

Hace apenas un siglo, el Islam en su totalidad vivía bajo la positiva influencia de la espiritualidad sufí. Directa o indirectamente, la inmensa mayoría de los musulmanes mantenía vínculos con maestros o métodos tradicionales que los iniciaban en la vivencia de los orígenes más profundos del Islam. El sufismo (Tasawwuf) no es más que el Islam en sus raíces. El Tasawwuf es la renovación constante del primer instante del Islam.
            Se ha extendido una idea equivocada sobre la espiritualidad sufí. No es la vocación mística de un sector de los musulmanes ni es una ‘secta secreta’ dentro del Islam. El sufismo es la columna vertebral del Islam, el garante de su fidelidad a sí mismo y el estructurador de su cultura y de su civilización. La suposición de que se trata de un hecho aislable es lo que está en el origen de una interpretación que lo desvincula de su propia realidad.
            Pero ese ‘aislamiento’ del sufismo fue la consecuencia de una hábil estrategia colonial. Cuando se repasa la bibliografía occidental que hay sobre el tema, la realizada por los militares ‘sobre el terreno’, se descubre con facilidad que la desarticulación de las solidaridades sufíes era un objetivo prioritario. El Islam era un mundo descentralizado en el que se amaba apasionadamente la independencia, y su estructura tribal y acéfala traducía ese espíritu. Y frente a cualquier agresión se ponía en funcionamiento los resortes indefinidos del Yihâd, y todos entendían un lenguaje común no articulado en palabras que movilizaba a la población, poniéndose a su cabeza los maestros sufíes, sabios aglutinadores de esas aspiraciones. Con sus discípulos y la simpatía activa de los musulmanes, los representantes de las escuelas sufíes encabezaron siempre las luchas contra la empresa colonial de Occidente.
            La eficacia de ese entramado ‘secreto’ (porque era incomprensible para los militares europeos, y ya lo es, por desgracia, para muchos musulmanes) era enorme. Se aplastaba una sublevación, pero inmediatamente surgía otra, y la anterior no tardaba en recuperarse, y así en una constante guerra que impedía un asentamiento definitivo y desgastaba la moral de los agresores. Cuando se descubrió que las fraternidades sufíes estaban invariablemente detrás de esa tenaz resistencia y eran la clave de la combatividad de los musulmanes, se elaboró la estrategia de desarticulación: elaboración de censos, clasificación, corrupción de ‘jefes’, creación de ‘líderes’ sujetos a la obediencia colonial, confiscación de bienes, clausuración de centros de reunión (las zawiyas), reordenación del territorio, potenciación de las ciudades (más controlables), y, sobre todo, una eficaz propaganda que perseguía desprestigiar el sufismo.
            Es muy interesante repasar esa bibliografía a la que hemos hecho referencia más arriba (aconsejamos, por ejemplo, la lectura de Les Confréries Religieuses Musulmanes de M. Jules Cambon, gobernador general de Argelia, publicado en París en 1897). En ella encontramos todas las descalificaciones que aún se repiten contra el sufismo. Era la visión de los militares y los misioneros, la cual ha arraigado profundamente, incluso entre los propios musulmanes. Los militares vencieron y los misioneros reeducaron a los ‘indígenas’, inoculándoles sus explicaciones. El rechazo a la intervención colonial sólo podía deberse al oscurantismo, el espíritu supersticioso y bárbaro de ‘sicarios’ envenenados por ‘santones’ sin escrúpulos. La solidaridad era fanatismo. Los ‘misteriosos’ mecanismos que ponían en pie contra Occidente a la población había que buscarlos en la actuación de ‘logias secretas’ (las zawiyas), que eran la ‘masonería’ del Islam. Su lenguaje, incomprensible, era ‘esoterismo’. Poco a poco se fue elaborando la imagen del sufí como elemento aislable, y al que había que aislar y acusar de todos los males, acabando así con todas las posibilidades de resistencia a la dominación militar y a la evangelización.
            Una vez firmemente asentado el colonialismo, la desinformación programada se mantuvo constante, y a una o dos generaciones enteras de musulmanes se les enseñó que el sufismo era oscurantismo y superstición, que los maestros sufíes eran traidores a los intereses de los musulmanes (bien porque se oponían a la modernización, bien porque se hubieran aliado al colonialismo, de lo que había muchos ejemplos entre los ‘líderes’ artificiales). El sufismo -espíritu del Islam- fue así diferenciado y separado, y los musulmanes podían renunciar a él ‘sin dejar de ser musulmanes’. Para ellos, renunciar al sufismo era renunciar al atraso y la decadencia, mientras que en realidad era renunciar, sin saberlo, a sí mismos.
            El ‘Islam’ se trasladó a las ciudades. En ellas se crearía el ‘Islam oficial’ que gozaría de todos los privilegios y tendría acceso a los nuevos y eficaces circuitos de divulgación. Ese Islam adocenado y modernizado se habilitó a sí mismo como ideología o como religión de Estado, según los casos. Occidente prefiere ese Islam oficial, válido como interlocutor o enemigo, y no ese otro Islam tradicional de perfiles indefinidos, escurridizo en esencia.
            El Islam oficial fue el resultado del amplio movimiento reformador (el Ish) al que aludíamos en el artículo anterior. Los intelectuales musulmanes urbanos, acostumbrados ya a una realidad que nada tenía que ver con la que había sido la de sus antepasados, reinterpretarían el Islam desde claves adquiridas en el contacto con Occidente y bosquejarían un nuevo Islam, más ‘civilizado’ y ‘aséptico’, muy moralista y dogmático, a semejanza del modelo que se les ofrecía: el cristianismo pujante.
            No obstante, entre los reformadores prevalecía una actitud moderada. Será el wahhabismo el que, apropiándose del aspecto salafí de la Reforma (el deseo de retorno a las fuentes del Islam, pasando por alto siglos de historia del Islam -siglos de decadencia y superstición, dirían haciéndose eco de sus maestros orientalistas-) el que ensombrecería definitivamente el panorama. El wahhabismo fue hábilmente empleado para intentar aniquilar cualquier posibilidad para el sufismo, que por supuesto seguía muy vivo entre amplios sectores de la población, aunque ya sin prestigio ni márgenes para su influencia social. Las proporciones que ha adquirido el wahhabismo en la actualidad no son casuales: su alianza con la dinastía saudí y la riqueza del petróleo ha contribuido poderosamente en el triunfo de una ideología criminal y agresiva que no hubiera dejado de ser anecdótica y sin futuro en un desarrollo normal del Islam.
            Con el wahhabismo ya no hay una simple renuncia al sufismo, sino un rechazo frontal. Junto a los chiítas y las mujeres, los sufíes son los grandes pesadillas de esa monstruosidad a la que se da el nombre de wahhabismo. El wahhabismo fue también resultado de las estrategias coloniales. Con esa ideología ramplona, los ingleses consiguieron que el Yihâd se volviera contra los musulmanes. Lo primero que hicieron los wahhabíes fue declararse en exclusiva los únicos musulmanes puros y luchar contra los que habían dejado de serlo (el resto del mundo musulmán): los chiítas eran apostatas, los sufíes son adoradores de tumbas, las mujeres se han quitado el velo y han perdido el pudor, etc. Fueron enmarañándose en sus obsesiones hasta convertirse en auténticos enemigos de los musulmanes. Así fue como el colonialismo consiguió tener a los musulmanes entretenidos entre ellos disputando bizantinamente sobre nimiedades en la mayoría de los casos.
            Por su parte, desvinculado del Islam, algunos aspectos del sufismo comenzaron a ser interesantes para algunos europeos. El esoterismo que se le atribuye, su supuesto carácter de conveniente sólo para iniciados, podía ser del gusto de algunos sectores elitistas. Después, la proliferación en Occidente de sectas de todo tipo se acompañó de la elaboración de un sufismo ‘universalista’, ‘amoroso’, ‘poético’, muy a lo New Age, para el crecimiento personal y esas cosas. Algunos europeos y también algunos ‘indígenas’ avispados aprovechan la ocasión y se hacen gurús del neo-sufismo de El Principito.
            Muy poco de ello tiene que ver con los muÿâhidîn que lucharon contra los ejércitos coloniales. El aislamiento, los tópicos, las simplificaciones, las generalizaciones, el que los verdaderos sufíes sean absolutamente indiferentes a esas movidas, todo ello hay ido configurando lo que la gente entiende hoy por sufismo, ya sea en los niveles ‘académicos’ o en el seno de las sectas amorosas.
            No obstante, el sufismo ni mucho menos ha desparecido. Al contrario, en medio de contradicciones, da muestras de recuperación. Hay todavía una gran cantidad de maestros vivos, de la talla de los genios de la época clásica del Islam. Ese Islam es el menos accesible para los europeos, pero sigue vertebrando a una gran parte de la Nación musulmana. En cualquier caso, el Islam está más allá incluso del sufismo, porque en sí es un ‘secreto’, algo para lo que no hay palabras, ni tan siquiera la de los sufíes, que son meras aproximaciones. Ese Islam que está en las raíces, es inextinguible porque es la esencia de la vida misma, y vibra incluso en los musulmanes más alejados de sus ‘fuentes’. Es ahí donde está la clave indecible del futuro del Islam, wa llâhu walíyu t-tawfîq, wal-hámdu lillâhi rábbi l-‘âlamîn.
 
Fuente: Musulmanes Andaluces.

sábado, 27 de abril de 2013

Conociendo nuestra Historia. Parte I: "La Justificación del Islam"

Bismillahi Rahmani Rahim

La irrupción avasallante del colonialismo en tierras del Islam tuvo múltiples consecuencias profundamente trastornadoras. Las repercusiones han sido estudiadas a diferentes niveles, pero no se ha analizado suficientemente su influencia en el Islam como tal, de modo que el ‘Islam’ reconfigurado por el hondo complejo que significó el éxito del colonialismo es confundido demasiado a menudo con el verdadero Islam, el que tiene vida y expresión propias. Queremos decir que el Islam que se suele enseñar, el que ‘predican’ la mayoría de los musulmanes actuales, el Islam de los Estados, los colegios y la televisión, el reivindicado por muchos de los movimientos islamistas, aquél con el que resulta más fácil entrar en contacto, poco tiene que ver con el que se vivía hace apenas un siglo y que se sigue viviendo, afortunadamente, en los márgenes de todo lo ‘oficial’, es decir, en los márgenes (todavía muy amplios) de la ‘religión islámica’ que resultó de esa confrontación -desde el complejo de inferioridad- con Occidente.
            A finales del siglo XIX y principios del XX, una nueva generación musulmana se debatía en un medio hostil y tenso, cargado de prejuicios y confusiones. Con una estrategia firme y bien diseñada, el colonialismo desarraigó a los musulmanes, les impidió el contacto con sus fuentes tradicionales, interrumpió la normal comunicación del Islam en la que los musulmanes eran protagonistas e independientes, y lo logró de dos maneras distintas: con la destrucción física o la corrupción de sus representantes y de los medios en que se mantenía viva la trasmisión (madrasas, mezquitas, zawiyas, zocos, todo ello era descentralizado y, a la vez, cohesionador), y, por otro lado, desprestigiando el Islam tradicional (que era el que oponía una enconada resistencia a las pretensiones de Occidente). A ello hay que añadir la creación artificial de élites inofensivas que, sabiéndolo o ingenuamente, hicieron de pantomima en medio de esa estrategia destinada a desarticular la tenaz insumisión del Islam. La política colonial es todavía seguida fielmente por los regímenes ‘indígenas’ que sustituyeron a la administración extranjera.
            Se propagó la idea de que el Islam de toda la vida había sido incapaz de evitar su derrota frente a la prepotencia colonial, que el Islam estaba anquilosado y era incapaz de sobrevivir, sembrando eficazmente entre los musulmanes más jóvenes (de cuya educación, directa o indirecta, se hizo cargo el colonialismo) la desvalorización de sí mismos. Y ese desdén fue el detonante de una toma de conciencia que pretendió ‘salvar’ el Islam de su agonía, con una renovación que lo pusiera a la altura de los tiempos. Comenzó el Ish, la Reforma (la Modernización), cayendo sus representantes en una trampa mortal. No vamos a censurar la sinceridad y nobleza de sus intenciones -por lo demás, indudables-, pero el Islah marcó un punto de inflexión que fue alejando aún más al Islam de sus raíces y de sus posibilidades.
            El ‘Occidente’ que podían conocer los protagonistas del Islah (que hicieron de la Universidad cairota de al-Azhar su feudo) era el de los militares y los misioneros, los estrategas para la consumación y la justificación del colonialismo. Lo que se ofrecía a los musulmanes como ‘ cultura moderna’ es la que hoy consideramos reaccionaria o, en el mejor de los casos, simplemente como mediocre. Pues bien, será ese ‘Occidente de los militares y los misioneros’ el que servirá de modelo para el replanteamiento del Islam. Y, recordemos, que la confrontación se hizo desde un gran complejo de inferioridad ante los vencedores, y ello es fácilmente rastreable en la amplia literatura que generó el movimiento del Islah. También debemos recordar que fueron varias las soluciones que se plantearon para salir del atolladero en el que se encontraba la ‘conciencia de los árabes’, y hubo respuestas que querían encontrar la salvación en fórmulas siempre extranjeras: el laicismo, el nacionalismo, el cientifismo, etc. Cada una de esas supuestas soluciones era un desgarro y un factor de desintegración. A esta efervescencia (urbana y culta, entendiendo cultura como acomodación a Occidente) se le dio el nombre tendencioso de Nahda, Renacimiento (árabe), del que las generaciones actuales aún se sienten profundamente orgullosas.
            Ese amplio movimiento fue el abanderado de un ‘despertar’ prestigiado y oficial porque supo hacer uso de un discurso ‘modernizado’ y empleó los novedosos medios de difusión que el colonialismo trajo consigo. Se instalaron en el mundo del Islam los circuitos de trasmisión que son habituales en Occidente (imprentas, editoriales, periódicos, universidades, asociaciones), y en los que esa nueva cultura ‘árabe’ (o arabo-islámica) tuvo la hegemonía casi absoluta. Los reformistas se propusieron desde el principio depurar el Islam de todo aquello que los expertos occidentales entendían como degradante: las supersticiones, el tribalismo, el libertinaje, el oscurantismo de los sufíes, el gusto por la anarquía,... que fueron sustituidos por una versión estrecha del Islam justificada en una lectura tendenciosa de las fuentes que buscaba alzar al Islam hasta las mismas cúspides que había conquistado Occidente idealizado en la aceptación o el rechazo.
            Los artífices de las independencias formales se apoyaron y se apropiaron de esa ideología arabo-musulmana que pretendía poner al Islam en pie de igualdad con las tendencias del momento, un Islam reformulado e institucionalizable que tenía como modelo los avances de los occidentales, los valores con los que ‘habían pasado a dominar el mundo’: orden, jerarquía, moral, ciencia, disciplina, nacionalismo,... que se han convertido en los grandes eslóganes del Islam moderno.
            Era lo lógico: es imposible encontrar un respaldarazo a los Estados en el Islam tradicional. Sólo un Islam convertido en ideología, o, mejor dicho, metamorfoseado en ‘religión’, un Islam que fuera caricatura de sí mismo, podía ser un elemento de consolidación de un Estado moderno, al igual que el cristianismo era un instrumento de poder y de control en Occidente.
            Todo lo dicho, evidentemente, no es más que un esquema general. En todo ese proceso se entrecruzaron muchas tendencias y protagonismos personales, fidelidades, puntos de vista, grados de conciencia, formación, compromiso y radicalidad, todo en medio de reflexiones y capacidades muy dispares, y muchas de ellas supusieron aportaciones inestimables. Pero el resultado, en cualquier caso, fue un discurso nuevo sobre el Islam en el que primaban la obsesión por la pureza (salafismo, es decir, un retorno a las fuentes, que son reinterpretadas sin el peso de los siglos intermedios y con ‘ojos nuevos’, es decir, educados por Occidente), la obsesión por la unidad (panislamismo), la obsesión por la organización (movimientos y partidos islámicos) y la obsesión por justificar el Islam (materias escolares, carreras universitarias, publicaciones divulgativas,...). Y de ello ha derivado la imposibilidad de vivir el Islam con naturalidad.
            Ese Islam patético, fácil de entender, abarcar y clasificar, fue y es identificado con el Islam auténtico y elevado a la categoría de ortodoxia, y desde ese prisma se analiza el pasado. Todos los tópicos del cristianismo (su teología, su historia, sus tendencias,...) encontraron su eco en esa nueva imagen de pretensiones absolutas.
            Ya en los años veinte, el Sháij Sidi Ahmad al-‘Alawi decía que el Islam, tras haber sido la sensibilidad con la que los musulmanes se relacionaban con la existencia, se había convertido en una trinchera, en pura reacción. Nunca antes los musulmanes habían tenido que justificarse ni defenderse. Se reconocía en el Islam una fuerza que te hacía ser musulmán espontáneamente. Pero con el Islah la necesidad de una ‘explicación’ sustituyó la ‘vivencia’. Y ello es puramente ‘cristiano’. Se hacía necesaria una teología, una ética, una jerarquía, un soporte que diera sentido a ser musulmán, y puesto que no existía había que aprenderlo de los militares y de los misioneros, y, simplemente, ponerlo en árabe y adornarlo con unas cuantas citas coránicas.
            Se instalaron en la conciencia de los ‘árabes’ nuevos mitos, muy significativos. En sus Rasâil, Hásan al-Bannâ (el fundador del pujante movimiento de los Hermanos Musulmanes) aludía con admiración a Mussolini. Él, por supuesto, no era fascista ni defendía el fascismo, cuyas implicaciones seguramente desconocía, pero que un europeo reivindicara con orgullo el pasado de su nación y buscara recuperar para su pueblo esa gloria, era un modelo válido y digno de consideración, y se lamentaba de que los musulmanes -que tenían más motivos para sentirse satisfechos por su pasado- se hundieran en la decadencia y la aceptaran. Esto, que en principio puede sonar bien, significaba de hecho admitir la historia que los arabistas habían elaborado del Islam y trabajar con ella como referente, con juicios de valor e interpretaciones ajenos en el fondo a la sensibilidad islámica más fiel. Era inevitable utilizar el ‘nuevo lenguaje’, con todas sus connotaciones, en el que los únicos diestros eran precisamente los occidentales, sin que se hiciera -tal vez porque era imposible- una crítica suficiente.
            Ello implicó una revisión del Islam, una revisión que se camufló bajo el disfraz de la necesidad que había entonces de volver a divulgar el Islam. El desarraigo, la dispersión, la desarticulación, todo ello había alejado a los musulmanes de sí mismos. El Islam que fue predicado a partir de entonces era el Islam reaccionario y mediocre que salía de las mentes de quienes padecían de un fuerte complejo ante los occidentales. La revisión consistió en una selección y una simplificación, que es el Islam oficial actual en el que impera una moral decimonónica y unos planteamientos trasnochados, y que sí tiende al anquilosamiento. Las víctimas de ese Islam son las del cristianismo: las mujeres, los disidentes, los artistas,... En el tan llevado y traído ‘oscurantismo’ de los musulmanes hay más de cristianismo que de Islam.
            Casi todas las publicaciones en los últimos decenios destilan esa ‘ideología’ que justifica los grandes principios del Islam en una moral y una concepción de la vida que no son islámicas. Los grandes autores de estos tiempos -y en ello no hay más reproche que el de no haber sido más críticos o más imaginativos- explican el Islam a quienes las nuevas condiciones impiden un acceso normal a las fuentes tradicionales, de un modo ingenuo que hace del Islam una variante de la mentalidad cristiana. La falta de tiempo, la carencia de auténticos maestros, el bajo nivel en lengua árabe, todo ello allana el camino para el triunfo de la versión simplista del Islam. Los esfuerzos de los ‘ulamâ modernos, licenciados en al-Azhar u otras universidades de prestigio -guiados sin duda por la mejor de las intenciones-, desvían a los musulmanes aún más de una genuina vivencia del Islam, dándoles como sucedáneo una ‘religión’ pobre, más o menos radical o integrista, acorde quizás con las circunstancias en las que se debate el Islam en la actualidad, pero que impide una verdadera profundización y una verdadera comprensión de la infinita magnitud del Islam.
            A la par, el Islam tradicional seguía, a pesar de todo, trasmitiéndose como siempre, y aparecieron personalidades de una gran talla, genios excepcionales, como el Sheykh Sidi Ahmad al-‘Alawi, cuyos manuscritos se pasaban de mano en mano o se comunicaban oralmente, y en torno a los cuales se formaban escuelas de gran calado social, pero que existían fuera de los circuitos académicos (con muy escasas interferencias entre ambos mundos), y sus aportaciones fueron relegadas a la categoría inferior de lo ‘popular’. Y es que el Islam sigue viviendo en sus gentes mientras el círculo intelectual y pretencioso de las élites se arroga una representatividad de la que carece. Sólo su abundancia de medios y su control sobre los mass media les proporcionó el éxito de la apariencia, lo que siempre ha generado grandes contradicciones y conflictos. Pero no hay que desdeñar la importancia de esa apariencia que arraiga aceleradamente y va imponiendo su lenguaje. En los círculos tradicionales más apartados es respirable cada vez más la influencia del Islam prestigiado y moderado del Estado y la enseñanza pública o el Islam agresivo de los movimientos ideológicos, que en poco sustancial se diferencia del anterior. Además, no se suele hacer diferencias, con lo que la confusión facilita las mezclas e intercambios.
            Con todo lo dicho en los apuntes anteriores no pretendemos presentar un panorama desalentador. Al contrario; si los intensos y apasionados fenómenos que hemos descrito demuestran algo es la vitalidad y la voluntad de sobrevivir del Islam, en el que palpita indiscutiblemente une espíritu joven de un dinamismo incuestionable. Más importante que las soluciones que se den en cada momento a lo que las circunstancias plantean, es el ímpetu creativo y combativo que sitúa al Islam en la condición de alternativa a un mundo uniformizado por la esterilidad de un pensamiento único. Esa pugna es la esencia misma del Islam, lo inalterable.
Fuente: Musulmanes Andaluces

jueves, 25 de abril de 2013

Sé feliz con Allah y no te quejes

Bismillahi Rahmani Rahim
Alhamdulillah, astaghfirullah al-Azim wa atubu ilayh.
¿Cuánto deberíamos agradecer a nuestro Señor? Cuanto seas de agradecido no es suficiente. Si desde el día en que naciste hasta el Día del Juicio permaneces diciendo: "Gracias, gracias Ya Rabbi, gracias", no es suficiente. Pero la gente ignorante y arrogante del siglo 21 se está quejando día y noche, las 24 horas. La gente de la antigüedad solía quejarse durante el día. De noche estaba oscuro. Por lo tanto no se veían unos a otros. No se quejaban. Ahora, también a la noche. Veinticuatro horas.
Eso demuestra, alhamdulillah, que estamos llegando completamente al final, ajir del ajir del que el Sagrado Profeta (asws) nos ha avisado de que íbamos a alcanzar esos días: "Y cuando llegues a esos días, vive una vida simple. Aléjate de las actividades incorrectas. Mantente muy simple. De esa manera serás capaz  de ser agradecido con tu Señor". Él observa. Él nos observa, observa nuestras actividades las veinticuatro horas, preguntando a Sus ángeles: "¿Cómo está Mi siervo?"
"Ohh, este siervo se está quejando".
"Entonces háganselo un poco más complicado. Cierren más puertas a ese que se está quejando. Quítenle las puertas que le son de sosiego, quítenle esas puertas porque se está quejando".
"¿Cómo está Mi siervo?"
"Oh, ese es muy feliz contigo, Ya Rabbi".
"¿Aún es feliz con todas estas dificultades que le he dado, con todos estos problemas que le he dado?"
"Así es, Ya Rabbi. Él es feliz".
"Bien. Abran sus caminos".
Esta es la manera que es. El hombre se hace todo a sí mismo. No se lo hace a nadie más. Y el hombre se gana su Paraíso o el infierno que le espera. Allah-swt- se dirige a nosotros diciéndonos: "No los hemos creado para el infierno. Los hemos creado para el Paraíso. Y tienen que buscar esa puerta. Tienen que mantener sus oraciones y tienen que ser pacientes". En más de setenta lugares diferentes Allah-swt- ordena: "Mantengan sus oraciones y sean pacientes, mantengan sus oraciones y sean pacientes, mantengan sus oraciones y sean pacientes".
Cuando Adam (as) fue enviado fuera del Paraíso hacia la tierra, Yibril (as) llegó y le dijo: "Allah te envía tres recompensas que deberás tomar contigo. Pero sólo debes tomar una de ellas. Él envía tres. Debes elegir y tomar una de  estas tres. Y desciende con ella a la tierra". Y Allah envió inteligencia, fe y modestia, estas tres cosas para Adam (as). Adam (as) las observó y dijo: "Elijo la inteligencia". Y en cuanto tomó la inteligencia, Yibril (as) le dijo a las demás: "Allah les dice que regresen de donde han venido". Ellas dijeron: "No, no podemos regresar". Dijo: "¿Qué es eso?". Dijeron: "Es que Allah nos ha ordenado que donde esté la inteligencia es donde tiene que estar la fe y donde tiene que estar la modestia".
Los animales no tienen inteligencia. No tienen modestia. El hombre no es responsable hasta que alcanza la edad de la madurez, significando, que ahora es capaz de utilizar su inteligencia. Es responsable por sus acciones, sabe qué está haciendo y sabe porqué lo está haciendo. Entonces es responsable. Y cuando lo observas mediante la inteligencia, entonces el Sagrado Profeta (asws) dice: "Tanta inteligencia tienes, así será tu fe". Tanto como estés utilizando tu inteligencia, tanto así crecerá tu fe. Cuanto más crece tu fe, entonces más modestia tienes.
Así que ahora debemos chequearnos a nosotros mismos. Quejándonos día y noche. Chequea. ¿Tienes inteligencia? No. Completamente cero. El hombre que se queja no tiene inteligencia. 'Pero no me estoy quejando mediante la lengua'. Te estás quejando mediante la acción. Di, no eres feliz con tu Señor. No es nada más. Toda situación que le ocurre al hombre es con la orden y con la voluntad de Allah -swt-. Él te pone a través de eso para ver que harás. Ese es el momento para que seas probado, y entonces millones de personas están fallando. Corriendo sin detenerse al límite de la velocidad, pero cuando llega la prueba ellos caen.
La inteligencia nos ordena, así es, cuando miramos alrededor, ¿por qué nos quejamos? La queja llega porque estamos demasiado ciegos para ver lo que le sucede a otra gente a nuestro alrededor. Cuando observes a las demás personas entonces encontrarás suficiente para decir: "¡Alhamdulillah Ya Rabbi!". Si no encuentras ningún lugar donde mirar, entonces anda a los hospitales. Lo digo tantas veces. Anda a los hospitales y observa. Mira cuanto está sufriendo la gente y dite a ti mismo: "Ese puedo ser yo". Y si no es hoy entonces tal vez mañana, ya que para la persona que no está feliz consigo misma, con la situación en la que la ha puesto Allah, ese es el final. O anda a los cementerios. Siéntate y mira. Pero la gente del siglo 21 también se aleja de los cementerios. Pasan rápidamente cuando van cerca de los cementerios. Ponen los cementerios a las afueras de la ciudad. No quieren recordar nada.
Anda a las cárceles y mira a la gente allí. Dite a ti mismo: "¿Tengo algo de qué quejarme?". Alguien te toma, te pone en una habitación pequeña y te encierra allí. Seas culpable o no, no tiene importancia. Te encierran allí. ¿Te agrada esa situación? Si te agrada esa situación entonces continúa quejándote. Si no, entonces di: "¡Gracias, Ya Rabbi! Tú eres feliz conmigo y yo soy feliz contigo. Yo soy feliz contigo y Tu eres feliz conmigo".
Como decía Musa (as): "Ya Rabbi, ¿cuando serás feliz conmigo?". Él dijo: "Es muy fácil, ya Musa. Cuando tú eres feliz conmigo, Yo soy feliz contigo". Cuando te estás quejando y cuando estás mostrando tu tristeza a los demás, eso demuestra que no eres feliz con tu Señor. ¿No eres feliz con Allah? Hmm. Si Allah no es feliz contigo entonces el mundo entero va a estallar encima de tu cabeza. Hacia donde te vuelvas, se te van a cerrar las puertas. Por lo tanto, sé feliz. Sé feliz con Allah -swt-. Sé feliz con la situación en la que Él te ha puesto.
En realidad, Él no te ha puesto. Tú te has puesto a ti mismo en esa situación. Si hay ciertas áreas que estás atravesando, tú eres quien se ha puesto a sí mismo en esa situación. Chequea los tiempos que han pasado, en qué caminos has entrado y entenderás cómo lo has hecho. Y Allah -swt- nos envía...ya que Él nos ha dado inteligencia, Él nos envía Sus Profetas, Él nos envía Su Shari'at, diciéndonos: "Para proteger esa inteligencia, tienen que usar esta Shari'at, estas leyes que les estoy dando. Si no usan estas leyes, si no viven de acuerdo a estas leyes, no van a ser felices".
Sin embargo estás mirando el otro lado de los demás. Observa. Solamente viendo en la televisión o en las calles, viendo 'ja, ja, ja, je, je, je', viendo a la gente reír, sonreír. ¿Tú piensas que ellos son felices? Anda y chequéalos las veinticuatro horas. Observa qué ocurre con sus vidas. Aquellas personas que están desconectadas de Allah y Su Profeta, es imposible que estén felices. Aquellas personas que están desconectadas de Allah, Su Profeta (asws) y de Sus Awliya Allah, es imposible que encuentren los caminos, que encuentren el camino de vuelta de dónde provienen.
Allah -swt- no nos envió a este mundo para que estemos preocupados con la necedad, con la estupidez de este mundo. No nos envió a este mundo para que nos preocupemos por lo material de este mundo. No nos envió a este mundo para que nos preocupemos: 'Oh, he perdido mi automóvil', o 'He perdido mi negocio', o 'He perdido mi casa'. No deberías preocuparte por eso. Si no quieres perderlo entonces antes tienes que pensar. Cuando Allah te da algo, tienes que saber cómo aferrarlo con fuerza. Y la única manera de aférralo con fuerza es cuando lo utilizas por la causa de Allah. Si no lo utilizas por la causa de Allah entonces se va a marchar. Se va a ir lejos. Un día te vas a volver a izquierda y derecha y va a desaparecer de tu mano. Y esa es otra área de apertura para tú, para que seas capaz de entender y decir: "¡Gracias, Ya Rabbi! Tú me despertaste con esto. Me lo has quitado. Me has despertado de esto".
De otra manera, si entonces la persona no es agradecida con Su Señor, solamente está siendo un individuo arrogante y testarudo. Tantos Faraones han llegado a este mundo y tantos Faraones se han ido. Allah-swt- nos ha dado inteligencia. Él ordena que usemos esa inteligencia para mantener nuestra fe, y mantener nuestra fe para mantener nuestra modestia, y mantener nuestro honor. El hombre que no usa su inteligencia no tiene fe, no tiene modestia y no tiene honor. Es peor que los animales. Los animales no tienen honor. Si tuviesen honor, entonces no andarían por ahí, dejando sus desperdicios en cualquier lado que ven, o durmiendo, comiendo y sentándose en cualquier sitio donde han dejado sus mismos desperdicios.
Allah -swt- nos ha creado en Su propia imagen, Él dice. Ha dado honor a los hijos de Adam (as). Cuando Él nos ha dado honor con eso, si te estás quejando, si demuestras alguna señal de que te estás quejando, entonces no tienes honor. No estás manteniendo ese honor que Allah -swt- te está dando. Él nos ha hecho ser Sus representantes sobre la faz de esta tierra, y Él nos dice: "Mantén las órdenes que te He dado. En cuanto entres al otro lado serás allí el Sultán".
Esto es para ti, para mí y para toda la humanidad. Fue así, es así y será así. Nunca va a cambiar. No pienses que este mundo se vuelve loco, la gente se vuelve loca corriendo aquí y allí, corriendo para cambiar y que algo va a cambiar. Nada va a cambiar. Las leyes están allí. Los Profetas vinieron. Ellos hicieron su trabajo. Allah -swt- completó Sus mandatos mediante Sus Profetas, completó Sus Libros, Él nos dice: "Si quieren seguridad, si quieren paz, entonces deben seguir estos libros. Deben seguir estos Profetas. Deben seguir a aquellos que están siguiendo los pasos de los Profetas. Si no los estás siguiendo, si no estás siguiendo sus órdenes, entonces puedes estar durmiendo con ellos en la misma cama que no vas a ser feliz. La felicidad no va a llegarte. Puedes estar sentado en el mismo lugar junto a ellos, pero no serás feliz. La felicidad no entrará en ti porque estás construyendo otro mundo para ti mismo mediante tu manera egoísta, pensando 'Ah, estoy viviendo aquí, pero estoy pensando en este dunya'".
Pensando en dunya. Hoy en día estoy observando a tanta gente que es así en las dergahs y tariqats. Están sentados en la dergah pero están preocupados por lo que ocurre afuera. ¿Por qué te preocupas por el exterior? Anda afuera. Permanece allí. Húndete allí y tal vez un día vayas a entender, te des cuenta que: 'Sí, la dergah es una parte del Paraíso'. Si la persona no es feliz en el Paraíso, entonces, ¿dónde será feliz? Tal vez en el infierno, porque aún no ha probado el infierno. Así es.
Así que en estos días, en el este, oeste, norte y sur, la gente no se puede sentar en las mezquitas. Aquellos que están rezando corren a último momento a las oraciones, rezan rápidamente y corren hacia afuera. ¿Qué hay afuera? ¿Qué hay? Jóvenes y ancianos corren en los mercados. Los mercados están llenos de sheytánes. Huh, por eso es que estás feliz. Entonces eres feliz con Sheytán. Huh, entonces irás al infierno junto a Sheytán.
Allah -swt- nos ha creado. Crear uno o crear billones es lo mismo para Él. No le es un trabajo complicado. Su trabajo es 'Kun faya Kun'. Dice: 'Sé', y ocurre. Estamos apareciendo hoy. Él puede decir: "¡Desaparece!", y todo lo que Él ha creado puede desaparecer. Y Él puede crear otros mundos y otras gentes. No hay ley que se aplique a Allah. Para nosotros sí, pero no a Él. Él hace como le gusta. Nos vamos a sentar y a pensar, y entonces vamos a entender que, sí, Él nos ha dado honor. Nos ha dado estas órdenes. Nos ha dado estas órdenes para mantenernos sobre el Sirat-ul Mustaqim. Somos criaturas que provienen de la nada. Él nos ha creado de la nada y Él nos ha dado honor. Él nos ha dado estas estaciones elevadas, haciéndonos ser Sus representantes sobre la faz de la tierra y ha preparado el Paraíso para nosotros. Ha preparado esta vida para nosotros, nos ha dado el aliento de vida. Entonces, ¿qué encontrarás para quejarte?
Pero el hombre no lo entiende. No piensa para entender cuán valioso es este aire. Este aliento que estás tomando, cuán valioso es. A tanta gente le digo que vaya al hospital a ver. Tanta gente está yaciendo en la cama. Tienen que poner cientos de máquinas a su alrededor para que les bombeen aire. Eso no es vida. Quítenlo. Déjenlos partir limpios. Pero no lo hacen porque mientras no les saquen todo el dinero, van a mantener esa máscara de aire en sus rostros.
Entonces intenta comprender: 'Este aire que estoy tomando, ¿cuán valioso es? ¿Cuesta 10 negocios o 50 negocios? ¿O 50 billones de dólares?'. Una vez hubo un hombre que se quedó atascado en el desierto. Era un hombre muy adinerado. Necesitaba agua. Y otro hombre estaba pasando por allí. Y este tenía agua. Le dijo: 'Dame algo de agua'. Dijo: 'Por supuesto, te daré. ¿Cuanto piensas que vale ahora esta agua para ti? Sólo es agua. Así que me voy. Si piensas que significa algo, entonces llámame de vuelta'. Dijo: '¡Sí, sí, vuelve!". Dijo: '¿Cuánto me darás?'. Dijo: 'Te daré tanto así'. Dijo: 'No. Por este tanto de agua quiero la mitad de tu riqueza'. El otro ahora pensaba y se moría de sed. Así que dijo: 'Muy bien, tómala'. Bebió, y ahora que había bebido un poco se volvió aún más sediento. El hombre intentaba irse y le dijo: 'Dame un poco más'. Le dijo: 'Entonces dame la otra mitad'. Tomó la otra mitad (de la riqueza del hombre sediento).
Así que la riqueza entera solamente son dos sorbos de agua. Ahora piensa. Piensa. Debemos pensar en eso. Tampoco estamos mostrando respeto por esta agua. No estamos mostrando respeto por este aire. No estamos mostrando respeto por estas tierras. Así es, la humanidad se debe preparar a sí misma para lo peor. Pronto no llegará agua. Aquellos que no muestren respeto por el agua, no van a encontrar agua. Van a morir de sed. Aquellos que no muestren respeto por el aire, no van a respirar el aire. Van a morir ahogados. Esos días se están aproximando. Si piensas que ahora es malo, siéntate y espera. Si eres feliz con Allah, entonces Allah te es suficiente. Él es capaz de salvarte en cualquier lado. Él te enviará aire especial y agua especial.
Mantente a ti mismo de esa manera, mantén tu fe de esa manera y encontrarás seguridad en dunya y en Ajirat. Si no te mantienes de esa manera, entonces tus problemas no terminarán. Solamente están comenzando.
Wa min Allahu Tawfiq.
Jutbah dada por Sheykh Abdul Kerim al-Hakkani el 3 de Jumad al-Awwal de 1429 (9 de mayo de 2008) en la Dergah Osmanli Naksibendi del Siddiki Center en New York.

sábado, 20 de abril de 2013

La Retribución por las Acciones

Bismillahi Rahmani Rahim

Hazrat Abu Asma narró que Hazrat Abu Bakr (ra) estaba comiendo junto al Mensajero de Allah (asws) cuando esta ayat fue revelada:
"El que haya hecho el peso de una brizna de bien, lo verá; y el que haya hecho el peso de una brizna de mal, lo verá" (99:8-9)
Hazrat Abu Bakr (ra) dejó de comer y dijo: "¡Oh Mensajero de Allah! ¿Veremos (seremos castigados por) cada una de las maldades que hemos hecho?". El Mensajero de Allah (asws) contestó: "Todo lo que te sucede (en este mundo), lo cual te disgusta, es retribución (por tus faltas), mientras que las recompensas por las buenas aacciones serán dadas en el Ajirat a quienes las merezcan". (Ibn Abi Shayba, Hakim y otros)
Otra narración dice que el Mensajero de Allah (asws) contestó: "¡Oh Abu Bakr! ¿No ves todo lo que ocurre que te disgusta? Bueno, eso es por (el castigo de) el peso de las faltas, mientras que las (recompensas por el) peso de las buenas acciones será mantenido en reserva y será dado completamente en el Día del Levantamiento. La confirmación de esto se manifiesta en el Libro de Allah cuando dice:
"Las desgracias que os afligen son el resultado de lo que se han buscado, pero Allah perdona muchas cosas" (42:31)" (Ibn Mardway)
Hazrat Abu Bakr (ra) narró que estaba una vez junto a Rasulullah (asws) cuando se reveló la ayat siguiente:
"Quien haga un mal será pagado por ello y no encontrará para él, aparte de Allah, nadie que lo proteja ni lo defienda" (4:122)
Luego de que el Mensajero de Allah lo recitara, Hazrat Abu Bakr (ra) dijo: "Todo lo que sé es que parece que mi espalda estuvo cerca de quebrarse". "¿Qué es lo que te ocurre, Abu Bakr?", preguntó Rasulullah (asws). Dijo: "¡Oh Mensajero de Allah! ¿Quién de nosotros no comente errores? ¿Seremos castigados por todo lo que hacemos mal?" El Mensajero de Allah (asws) contestó: "Tanto para tí como los Creyentes, sufrirán la retribución de sus faltas en este mundo, para que cuando se encuentren con Allah no tengan faltas en sus cuentas. Sin embargo, los otros (los Kuffar) tendrán sus cuentas acumuladas hasta ser castigados por ellas en el Día del Levantamiento". (Tirmidhi, Ibn Mundhir)
Hazrat Abu Bakr (ra) cierta vez preguntó: "¡Oh Rasulullah! Cuando seamos castigados por cada falta, ¿quién podrá mantenerse en un buen lugar luego del ayat que dice: 'Quien haga un mal será pagado por ello...' (4:122)?". El Mensajero de Allah (asws) dijo: "¡Que Allah te perdone, Abu Bakr! ¿Acaso no te enfermas? ¿No te cansas? ¿Nunca te has sentido deprimido? ¿Nunca has sufrido privaciones? ¿Nunca te han caído calamidades encima?". "Esas cosas suceden", contestó Hazrat Abu Bakr (ra). Entonces, el Mensajero de Allah (asws) dijo: "Esta es la retribución por tus faltas en este mundo". (Ahmad, Ibn Mundhir, Hakim y otros)
Traducido del libro "Hilyat us Sahaba"

jueves, 18 de abril de 2013

Jenízaros: Cuerpo de Elite Otomano

Los jenízaros (en turco yeniçeri, que significa nuevas tropas/soldados) constituían unidades de infantería adiestradas; no en vano eran la elite del ejército otomano, y entre sus muchas misiones destacaba la de ser los encargados de la custodia y salvaguarda del sultán otomano, así como de las dependencias de palacio, siendo considerados su guardia pretoriana.

Origen de los jenízaros
El sultán Orhan I, gobernante del incipiente Imperio otomano, fundó el cuerpo militar de los jenízaros alrededor de 1330. Estuvo en un principio formado por combatientes no musulmanes, sobre todo jóvenes cristianos y prisioneros de guerra. Orhan quizá fue influenciado por los sultanes mamelucos para la creación de este modelo de cuerpo militar. Los jenízaros se convirtieron en el primer ejército otomano permanente, sustituyendo a fuerzas que estaban conformadas principalmente por guerreros tribales, en cuya lealtad y moral no siempre se podía confiar. Además, ningún combatiente libre (no esclavizado) consentiría ser un soldado de infantería, considerando el arriesgado destino que le era asignado.

Instrucción, adiestramiento y estilo de vida de los jenízaros
Las primeras unidades jenízaras tenían entre sus filas a cautivos de guerra y esclavos. Después de los años 1380, el sultán Selim I incrementó sus filas como resultado de un impuesto en forma humana denominada devshirmeh. Los hombres del sultán reclutarían a varios niños no musulmanes, por lo común niños cristianos —elegidos en un principio al azar y más tarde mediante una estricta selección–, para ser adiestrados. En siglos posteriores parecen haber tenido predilección principalmente por candidatos griegos y albaneses. Por lo general seleccionaban a niños de entre siete y catorce años, y su número se regía por la necesidad de soldados del momento. Más tarde las autoridades otomanas ampliarían el devshirmeh a Hungría. Podría esperarse que residentes locales no apreciaran la costumbre otomana cuando se procedía al reclutamiento forzoso, aunque numerosas poblaciones veían en ello una fuente de riqueza y un próspero futuro para sus hijos por los beneficios que derivaban de pertenecer a dicho cuerpo militar.
Los jenízaros eran adiestrados bajo una disciplina estricta con duros entrenamientos físicos, enseñanzas en el manejo de armas de la época y tácticas militares, así como una impecable educación (aprendían diversos idiomas, literatura, contabilidad, etc.) y en condiciones prácticamente monásticas en las escuelas Acemi Oğlanı. En dichas escuelas de instrucción se esperaba que permanecieran célibes y fueron al menos alentados a convertirse al Islam, lo que la mayoría así hizo. En la práctica, los jenízaros pertenecieron al sultán. A diferencia de los musulmanes libres, les estuvo expresamente prohibido dejarse crecer la barba, permitiendo tan sólo un bigote. Se les inculcó desde un primer momento que consideraran al cuerpo de jenízaros como su casa y familia, y al sultán como su padre real, de facto. Sólo aquéllos que demostraron ser lo suficientemente fuertes durante el periodo de instrucción alcanzaron el rango de un jenízaro verdadero, normalmente a la edad de veinticuatro a veinticinco años. El regimiento heredaba las propiedades de los jenízaros fallecidos.
Los jenízaros también aprendieron a seguir los dictados del santo derviche Hacı Bektaş-ı Veli, que había bendecido las primeras tropas. De este modo, la orden sufí Bektaşı y sus derviches se convirtieron en una especie de capellanes para la guardia jenízara. En este aspecto, así como sus similitudes en su vida aislada, los jenízaros se asemejan a las órdenes monásticas cristianas de guerreros monjes, como la de los Caballeros de San Juan o la Orden del Temple.

La guardia jenízara
El número de integrantes de las tropas jenízaras varió según la época desde 100 a más de 200.000. La guardia jenízara estaba organizada en orta (equivalente en turco a regimiento). Suleyman Kanuni poseía 165 ortas, pero el número con el tiempo aumentó a 196. El sultán era el comandante supremo de los jenízaros, si bien el cuerpo era organizado y comandado por el ağa (comandante). La guardia jenízara se dividía en tres categorías:
 Cemaat (tropas fronterizas), con 101 ortas.
 Beyliks o beuluks (la guardia personal del sultán), con 61 ortas.
 Sekban o seirnen, con 34 ortas.
Además existían 34 ortas integradas por los acemi (aprendices). En un principio, los jenízaros podían ascender de rango tan sólo dentro de su propia orta y sólo por criterios de antigüedad y jerarquía. Abandonaban la unidad tan sólo para asumir el mando de otra.
La estricta disciplina hizo de los Jenízaros auténticos Ghazis, guerreros de la Fe, que bajo el imperio del Sultán difundieron y defendieron victoriosamente la Verdad y la Justicia de la mano del Islam.
¡Que Allah Todopoderoso santifique las almas de nuestros nobles antepasados!

martes, 16 de abril de 2013

Elementos Hispanomusulmanes en la Cultura Argentina.

Un extenso relevamiento de elementos representativos de la tradición argentina muestra el papel protagonizado por miembros de la comunidad morisca española en la configuración del imaginario y cultura rioplatenses. La historia argentina, sin embargo, no ha señalado el origen y volumen de ese aporte, y a nuestro parecer, ello se debe a la vigencia que ha conservado un viejo esquema historiográfico peninsular sobre todo lo relativo al pasado islámico.
La relevancia que cobra la presencia de elementos procedentes del entorno hispanoárabe en nuestro país radica en la gran difusión de algunas de sus pautas, lo que motivó que trabajáramos sobre una nueva hipótesis histórica, utilizando una metodología de trabajo que aislando lo español de lo morisco corrigiera la imprecisión de denominar español a cualquier rasgo introducido desde España a partir de la Conquista.
El nombre español no puede aplicarse indistintamente a cualquier vestigio colonial originado en la España del siglo XVI porque todavía seguían residiendo en ella miembros y ex-miembros de la comunidad musulmana cuyas creencias y costumbres se diferenciaban netamente de las del sector cristiano. Serán precisamente los descendientes de musulmanes los más necesitados de abandonar España cuando en 1609 se decrete un edicto de expulsión contra su comunidad.

Al mismo tiempo, el movimiento humano que supone la colonización del Nuevo Mundo brindaría la ocasión de que estos moriscos, disimulando su origen, aprovecharan las ventajas de radicarse en América. Es ese mecanismo el responsable del traslado al Río del Plata de rasgos culturales, materiales y psicológicos que evocan, desde entonces, la presencia del lejano marco islámico dentro del que habían vivido los moriscos antes de la cancelación jurídica de su comunidad.

Aun cuando sus miembros fueron obligados a adoptar el cristianismo en el siglo XVI, un conjunto de rasgos culturales particulares serían introducidos por sus descendientes en el Nuevo Mundo, configurando un legado que no debe confundirse con el trasmitido por los españoles del sector cristiano europeo.
A ese legado pertenece, en el ámbito de la gastronomía, la costumbre de no ingerir carne de cerdo que quedaría ampliamente reflejada en la dieta criolla; del mismo modo serían los moriscos los interesados en perpetuar diversos paltos de su culinaria originaria, popularizando en su nueva tierra las empanadas, profundamente ligadas a su tradición, lo mismo que los pastelitos, los alfajores o los delicados caramelos norteños denominados alfeñiques.
Hasta Salta llega la influencia de la rica mesa granadina, influida a su vez por la pastelería persa, responsable del toque oriental que manifiesta el pastel de novia en su equilibrado relleno agridulce. La popularidad de los buñuelos en la cocina doméstica es digna de considerarse por tratarse de un plato-distintivo étnico, pues fueron los moriscos no sólo sus creadores sino sus más fieles consumidores.
También el dulce de leche puede considerarse una versión derivada del hispanoárabe arrope (ar-rub en árabe) utilizado por los moriscos, entre otras cosas, para pegar las tapitas de los alfajores. Así mismo el nivel de azúcar a que el paladar argentino está sintonizado denuncia mayor proximidad a la confitería hispanoárabe que a la española europea.
Los árabes introdujeron el cultivo de caña de azúcar en España, y los musulmanes siguieron constituyendo la mano de obra habitual en los ingenios azucareros valencianos; los moriscos aparecen como los continuadores de una larga tradición azucarera que desplazaría a la miel en las preparaciones de dulces.
La vida rural a que el morisco se acoge en España, como aparcero muchas veces cuando no como arriero, le brinda el refugio adecuado para prolongar costumbres prohibidas, como la veda porcina que hacía referencia al pasado islámico y que por lo mismo sería sistemáticamente castigada por la Inquisición española. En la mayoría de las manifestaciones culturales con frecuencia no se percibe ya carácter religioso alguno, pero está claro que en su momento fueron objetadas por ser propias de la minoría islámica, por lo que permanecerían alojadas en reductos excéntricos de la sociedad peninsular o en los menos favorecidos y expuestos de la sociedad colonial, pero bajo esta modalidad lograron no solamente sobrevivir sino ocasionalmente prosperar.
Los pastelitos, empanadas, buñuelos y alfajores, a pesar de su enorme popularidad, no figuraban en el menú de los restaurantes por provenir de un sector cultural cuya existencia peligraba al trasponer el umbral de la privacidad.
El juego de la taba y la sortija reiteran el gusto por dos entretenimientos populares del medio hispanoárabe, casi con seguridad importados del norte de África.
Aunque los juegos de naipes se hallaban difundidos en España, el truco, de invención árabe, no alcanza allá sino entre nuestros paisanos su más extensa popularidad.
El lugar otorgado al caballo en la cultura argentina no parece un hecho aislado de lo anterior. En todo entorno arabizado ese animal goza de un prestigio particular. Se sabe el valor que alcanza dentro del ámbito gaucho todo lo relativo a él; la importancia del enjaezamiento, la forma tradicional de montarlo, a la jineta; el cabestro con rodela al estilo marroquí; la minuciosidad con que se describen los pelajes; en fin, la importancia concedida al animal como medio de informar el estatus de quien lo posee es en sí misma una concepción árabe de la relación establecida entre el caballo y su dueño.
Todo estos elementos a los que nuevas investigaciones sumarán otros, van diseñando un perfil social que atañe tanto al individuo (el gaucho o criollo rurales) como a la sociedad en su conjunto, y la van diferenciando de otras en una serie de rasgos presentes o distribuidos de manera particular respecto de otras regiones americanas, pero es preciso tener presente que los vestigios y tendencias que mencionamos no se referencian en la cultura de la España europea sino en ese sector particular de la hispanidad anclado en la tradición hispanoárabe, de suerte que mucho de cuanto denominamos argentino aparece frecuentemente vinculado a un modo de vivir menos europeo que hispanoárabe.
El compromiso de nuestra cultura con un universo simbólico de matriz islámica ha quedado reflejado en algunos casos de un modo muy directo. Los musulmanes usan un amuleto con forma de mano abierta como el encontrado en las ruinas de la vieja Santa Fe y conceden a esa parte del cuerpo valores talismánicos por asociarlo a la mano protectora de Fátima, hija del Profeta Muhammad.
A la luz de esto viene a la memoria el conocido juego que la madre emprende con su bebé, tomándole los dedos de la mano mientras dice: este se fue al monte, este cazó un pajarito, este lo mató, este lo cocinó y este pícaro gordo se lo comió, y vino por aquí (desliza la madre la mano como señalando el recorrido del alimento hasta llegar al vientre y hacer cosquillas).
Esta forma de diálogo confiere a la mano la potestad de instrumentar una comunicación placentera con quien no puede hablar; el juego proviene del Magreb y siendo todavía popular en Marruecos y se lo conoce en España aunque no siempre con las características nuestras ni gozando de la misma popularidad, precisamente por proceder de un universo cultural que fuera mucho más resistido y rechazado en el Viejo Mundo que en el Nuevo. El que en la Argentina sea tan popular informa qué sector de la hispanidad peninsular operó con mayor éxito sobre lo popular en la configuración temprana de ciertas costumbres.

Siguiendo un camino similar puede identificarse al astagfirullah. El astagfirullah es un perdón anticipado que piden los musulmanes ante la sospecha de estar pronunciando infundios y maledicencias: que Dios me perdone si no fue él el que robó... etc.
También la forzada convivencia de cristianos y musulmanes en España alimentaría el imaginario de cada facción a menudo al margen de toda racionalidad; el temor mutuo hará que las actividades del rival lleguen incluso a demonizarse, especialmente en una época en que el fanatismo religioso descubría herejes y diablos por doquier. A esta enrarecida concepción del otro debe la leyenda de la Salamanca su origen. En la Argentina, la leyenda conoce más de una versión y cruza al Brasil.
Un trasfondo cultural más lejano y complejo que el local es, pues, el que origina la leyenda, haciendo por lo mismo que su difusión tampoco quede ligada a un grupo étnico local particular sino al proceso de la colonización hispánica en su conjunto, ya que fue la grave interna étnico-confesional que acompaña a ésta desde que desembarca en América la creadora de la caverna como metáfora de lo culturalmente incierto, ajeno, lo extraño.
Entre los semitas desde antaño el corte de cabello alcanza rango sacrificial, de ahí su presencia en el ámbito religioso, quedando ligado en el caso de los moriscos, al rito bautismal. Es a este universo que hace referencia, pues, el corte de pelo que todavía suele practicarse a los recién bautizados en Corrientes, y otro tanto sucede con las trenzas y mechones que se ofrecen a santos reconocidos y apócrifos en los oratorios que erige la gente a lo largo y ancho de la Argentina.

El uso de textiles en el mundo islámico viene precedido de una larga tradición cuya razón de ser estriba en la condición muelle de las piezas adecuadas a la vida nómade, fáciles de transportar, de múltiples usos. Un trozo de paño es abrigo, alfombra o cortina. La presencia árabe en Europa ciertamente colaboró en difundir textiles que por su exquisitez serían privativos de casas pudientes. Sin embargo, en los entornos arabizados se hace un uso tan abundante de los textiles que no prescinden de ellos ni las carpas beduinas más pobres.
Las cortinas de tela con que se reemplazan las puertas o que dividen la habitación única del rancho se referencian en ese modo de vida escueto y oriental donde la cortina es enteramente funcional, por lo que en poco se parece al rico producto exigido por cortinados, tapices y doseles que con sentido más bien ornamental han ido incorporando los distintos estilos decorativos de Occidente.
El tapado, prenda invernal que usan las mujeres argentinas, debe su nombre y origen al manto tapado con que se cubrían las sevillanas. El manto a que hace referencia era un prenda requerida por la moral islámica y cubría desde la cabeza hasta los pies, pero al evolucionar en un medio cristiano termina por adecuarse a un uso ajeno a lo religioso (taparse del frío) sin perder la antigua denominación que identifica su procedencia. Los españoles lo denominan abrigo, voz culturalmente neutra, mientras tapado hace referencia a una sociedad determinada, una sociedad que ordena tapar a la mujer.
Como no podía ser de otro modo, la presencia de moriscos debía también reflejarse en el habla de los argentinos, y lo hace, especialmente en el medio gaucho y de muchas formas. Como pasar revista a ellas supera el objeto de este artículo, baste recordar una curiosidad: que los moriscos serían responsables de la introducción de formas dialectales aragonesas en el castellano local.
Lo notable es que el Río de la Plata casi no recibió aragoneses. Lo que podría parecer un enigma desaparece al tener presente que Aragón contaba con un 20% de población morisca cuyo castellano exhibía modalidades propias.
Véase para ampliar, María Elvira Sagarzazu, “La conquista furtiva: Argentina y los hispanoárabes”, Ovejero Martín Editores, Rosario, 2001

Vínculos Relacionados:
 El Origen del Gaucho
El Origen Musulmán del Gaucho Sudamericano

domingo, 14 de abril de 2013

Benditos Sahaba: Hz Bilal Ibn Rabah (ra)

Bismillahi Rahmani Rahim
El Califa Umar (ra) solía decir: “Abu Bakr es un señor; y liberó a otro señor”.
El Califa (ra), se refería a Bilal Ibn Rabah, el esclavo etíope, alto, delgado y moreno.
Cuando oía a la gente dedicarle los más elevados elogios decía: “Soy un negro etíope. Ayer era un esclavo”
¿Quién es este Bilal Ibn Rabah? ¿Ayer un esclavo y hoy un señor?
Era esclavo de la tribu de Bani Yumah en La Meca. Su madre fue una esclava también. La vida del esclavo era terrible; todos los días parecían iguales; no podía controlar su presente ni tenía esperanzas para su futuro.
En esos días ya se empezaba a oír de Muhammad (asws) y de la religión que predicaba. Bilal (ra) oía mucho a sus amos hablar de él (asws), lo mencionaban con odio y furia; en especial Umaya Ibn Jalaf. Solían decir: “Muhammad nunca fue mentiroso, ni hechicero, ni loco, sin embargo, tenemos que acusarlo de algo, para que la gente no siga su religión.”
Oía mencionar acerca de la fidelidad de Muhammad (asws), su hombría y buenas costumbres, su pureza y su buen juicio. También los oía comentar las causas de la oposición que le hacían; primeramente estaba la ciega confianza en la religión de los ancestros; luego estaba el temor de que, con la nueva religión universal e igualitaria, Quraysh y La Meca perdieran su prestigio como centro religioso y comercial de Arabia. También había quien lo rechazara, al no agradarle que un profeta surgiese del clan de Bani Hashim y no de su clan.
Pasaron los días y Bilal (ra) vio finalmente la luz de Allah. Sintió un llamado en lo profundo de su ser y se dirigió hacia el Profeta (asws) para islamizarse. La noticia se propagó entre los Bani Yumuh rápidamente. Los amos de Bilal se sentían avergonzados y furiosos porque uno de sus esclavos hubiese seguido a Muhammad. Umaya dijo: “No hay problema. El sol de hoy se ocultará llevándose el Islam de este esclavo rebelde”. Decidieron torturarlo hasta que renegase de su fe islámica.
Pero contrariamente a lo dicho por Umaya, los que se ocultaron fueron los ídolos de Quraysh.
La firmeza de Bilal ante las crueles torturas recibidas fue una muestra de orgullo, no sólo para el Islam, su religión, sino para toda la humanidad.
Bilal, un esclavo negro, dio a la humanidad, por gracia del Islam, una lección sobre la fuerza de la identidad y la fe ante las más terribles presiones. Demostró que la raza o la condición social no son ningún obstáculo ante una fe firme y la confianza en Allah. También demostró a las generaciones venideras que la libertad no se vende.
Los amos de Bilal solían exponerlo diariamente bajo el calor del mediodía en el desierto, el cual se convertía en un infierno mortal en ese momento. Sacaban sus ropas y lo apoyaban sobre piedras calientes; luego, ponían sobre él una gran piedra ardiendo. La tortura era tan cruel que los propios verdugos cedieron en su posición.
Ofrecieron a Bilal que detendrían el castigo si él decía una sola palabra en favor de los ídolos.
Pero Bilal (ra) se mantuvo firme, le bastaba decir una palabra para que la tortura cesara. Le pedían que alabe a Al-lat y Al'uzza; él en cambio, repetía sin cesar: “Allah es Único. Es Único”.
Le decían: “Solo repite lo que decimos”. Y él decía burlonamente: “Mi lengua no puede hacerlo”. Al atardecer lo llevaban atado por las calles de La Meca y lo acosaban para que vuelva a la adoración de los ídolos. Así pasaron los días... Bilal solo repetía decididamente: “Allah es Único. Es Único” ante sus torturadores.
Era tanta su perseverancia y su firmeza que sus amos perdieron la esperanza de cualquier éxito contra su elección. En una ocasión se presentó Abu Bakr (ra) en el lugar donde lo torturaban y dirigiéndose a sus torturadores, les dijo: “¿Castigáis acaso a un hombre sólo porque dice que su Señor es Allah?”
Luego gritó a Umaya: “Toma más de lo que vale y déjalo libre”
Umaya sintió el alivio de alguien que está ahogándose y es salvado. Se alegró mucho, tomó el dinero, entregó el esclavo a Abu Bakr (ra) y le dijo: “Aunque hubieses ofrecido una sola pieza de plata, te lo venderíamos de todas maneras”. Abu Bakr (ra) sintió en esas palabras la decepción y frustración que agobiaba a Umaya, pero no resistió la tentación de aclararle su generosidad con las siguientes palabras:
“¡Por Allah! ¡Aunque me pidieses cien piezas igualmente lo compraría!”
Abu Bakr (ra) liberó después a Bilal (ra). Una vez libre emigró a Medina por Allah y Su Profeta (asws).
Fue allí, donde el Profeta (asws) eligió a Bilal para que llame a los musulmanes a la oración cinco veces al día en la mezquita. Esa misma voz que, trece años atrás, exclamaba “Allah es Único”, ahora entonaría el Adhán y llenaría de fe los corazones de los Creyentes.
Pasaron los meses, hasta llegar el momento decisivo para el Islam; por primera vez se enfrentarían en combate cerca de Medina, los musulmanes y los incrédulos de La Meca. El Profeta (asws) eligió las palabras de Bilal, “Allah es Único”, como grito de guerra. Ambos ejércitos se encontraban frente a frente y el destino tenía preparado algo especial para Bilal.
Umaya Ibn Jalaf acostumbraba quedarse detrás cuando los Mecanos salían a combatir; y esta vez planeaba hacer lo mismo. Pero 'Uqbah Ibn Abi Mu'it, su amigo, quien siempre lo apoyó en el momento de torturar a los creyentes, fue a su casa y lo acusó de cobarde y por esconderse como las mujeres. Umaya no tuvo más remedio que prepararse para marchar con el ejército de La Meca. No sabían, lo que el destino les tenía preparado
Es sabido que el destino gusta burlarse de los que se ufanan y abusan de los débiles. 'Uqbah, quien animaba a Umaya para torturar a los Creyentes sería el mismo que llevaría a Umaya hacia su muerte ¡Y a la de él mismo!
¿Y, a manos de quién?
¡A manos de Bilal!
Cuando se enfrentaron los ejércitos, Umaya al oír de los musulmanes: “¡Allah es Único!”, sintió una extraña sensación en el pecho. ¿Cómo podían las palabras de un esclavo negro convertirse tan rápidamente en lema de una religión y de una nueva nación? En ese momento presintió que se enfrentaban a algo fuera de este mundo.
En lo más encarnizado de la batalla, Bilal (ra) vio a Umaya Ibn Jalaf y exclamó: “¡Es uno de los cabecillas de la incredulidad! ¡Si él se salva de esta yo no me salvaré!”, y se lanzó sobre él, con los recuerdos y cicatrices que las torturas de Umaya habían causado sobre él y otros creyentes. Clamó en voz alta las mismas palabras de siempre: ¡Allah es Único!, y un grupo de musulmanes se abalanzó sobre Umaya y su hijo antes que estos salieran del campo de batalla. ¡Él, que había causado tanto dolor y sufrimiento a los Creyentes con su odio y vanidad, no podía escapar sin saldar sus cuentas!
Cuando acabaron con ellos, Bilal (ra) comenzó a gritar “¡Allah es Único!”
Pasaron los años, los musulmanes fueron fortaleciéndose más y más; hasta preparar un ejército de diez mil hombres para entrar en La Meca y tomar posesión de esta ciudad Sagrada para el Islam. Entraron a ella, vencida sin tomar represalias contra su gente, la misma que años antes los había acosado, torturado y expulsado de sus hogares, separándolos de sus familias.
El momento más emotivo fue cuando el Profeta (asws) ingresó con Bilal (ra) en la Ka’aba, el edificio sagrado que los idólatras habían llenado con sus deidades de piedra, barro y otros materiales. Comenzó el Mensajero (asws) a destruir estos ídolos uno por uno, luego ordenó a Bilal que subiese a lo alto y entonase el Adhán. Fue un momento de gloria para los silenciosos guerreros musulmanes. ¡Por fin se escuchaba el llamado a la adoración exclusiva de Allah desde su casa sagrada! ¡Tantos años de lucha para estar aquí en la casa de Allah oyendo el llamado de Bilal a la oración!
Los incrédulos, ocultos en sus casas, oían el Adhán y se preguntaban temerosos:
¿Es este Muhammad y sus miserables que antes habíamos expulsado de La Meca?
¿Será realmente él, con su ejército de diez mil creyentes?
¿Es realmente él a quien perseguimos, combatimos y a quien le asesinamos sus seres queridos?
¿Será el mismo que ahora, con nuestras vidas en sus manos, nos dice: “Podéis iros, sois libres”?
Nunca olvidarían las elocuentes palabras del Profeta (asws):
“¡Qurayshíes! Ciertamente que Allah os quitó la soberbia y la veneración ciega de los antepasados. ¡La humanidad viene de Adán. Y Adán fue creado de tierra!”
Bilal (ra) vivió cerca del Profeta (asws), participaba en todas las batallas, llamaba a los creyentes a la oración en la mezquita, constantemente practicaba y defendía los ritos del Islam, la religión que lo llevó de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad.
El Profeta (asws) lo apreciaba inmensamente. Constantemente lo describía como: “Un hombre de la gente del Paraíso”. Y sin embargo Bilal (ra) siempre conservó la simpleza y la humildad que lo caracterizaban. Cierto día concurrió junto a su hermano a pedir la mano de dos musulmanas para casarse. Dijo a los padres:
“Yo soy Bilal y este es mi hermano, dos esclavos de Etiopía. Estábamos perdidos y Allah nos guió, éramos esclavos y Allah nos liberó. Si permitís casarnos, alabado sea Allah. Si lo prohibís, ¡Allah es el más grande!”
Cuando el Profeta (asws) murió, su sucesor, el Califa Abu Bakr (ra), recibió a Bilal (ra), quién le dijo: “¡Oh Califa del Mensajero de Allah! Oí al Profeta decir: ‘La mejor obra de un creyente es combatir por la causa de Allah.’”
Abu Bakr (ra) dijo: “¿Y qué deseas entonces, Bilal?”.
Bilal dijo: “Deseo partir hacia la frontera y luchar por la causa de Allah hasta morir”.
Abu Bakr (ra) respondió: “¿Y quién llamará a la oración entonces?”.
Contestó Bilal (ra) con los ojos llenos de lágrimas: “No seré el muaddhin de nadie, después de haberlo sido en vida del Profeta (asws)”.
Abu Bakr (ra) dijo: “Al contrario, tú serás nuestro muaddhin”.
Bilal expresó: “Si es que me liberaste para que te sirva, pues que así sea, si es tu deseo. Y si es que me liberaste por Allah, pues déjame partir hacia aquello para lo cual me liberaste”.
Abu Bakr (ra) respondió: “Te liberé por Allah, Oh Bilal”
No se sabe con exactitud quien cedió a los ruegos de quien.
Bilal (ra) se presentó nuevamente ante Umar (ra), sucesor de Abu Bakr y pidió nuevamente ser enviado al frente de guerra en Siria.
Bilal (ra) dedicó el resto de su vida a defender la causa de Allah en las fronteras del Califato Islámico.
Nunca más se oyó su voz pronunciando el llamado a la oración; pues al decir: “Doy testimonio que Muhammad es el mensajero de Allah”, se agolpaban los recuerdos en su mente, perdía la voz e irrumpía en sollozos.
El último llamado que se le escuchó fue durante la visita del Califa Umar (ra) a Siria. En esa ocasión, el Califa pidió fervorosamente a Bilal (ra) que realizara el llamado a la oración. Así lo hizo y todos los Sahaba lloraron al recordar los tiempos del Profeta (asws) y de Bilal (ra) como muhaddin.
Bilal murió en Siria, sirviendo en la causa de Allah, en el año 20 después de la Hégira.
En Damasco yacen los restos de este hombre que fue un ejemplo de firmeza en la defensa de la fe y los principios que siempre defendió.
¡Que Allah, bendiga a Bilal!

Tumba donde se halla enterrado el bendito cuerpo de Hazrat Bilal (ra)